Presentamos el trabajo de la poeta salvadoreña Susana Reyes (San Salvador, 1979). Es gestora cultural. Preside la Fundación Claribel Alegría y es editora de literatura de Índole Editores. Ha publicado: Los solitarios amamos las ciudades e Historia de los espejos. Aparece en diversas antologías nacionales e internacionales, como la antología La poesía del siglo XX en El Salvador. La Estafeta del Viento, Colección Visor de Poesía (2012).
Historia de los espejos
Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu llegada ahí es tu destino
mas no apresures nunca el viaje
Constantin Cavafys
I
Para doña Martha Sutter de Selva
Esperé a Ulises cada tarde
alerta, fiel, con mis aves resueltas.
Me senté en el viejo umbral
a deshojar el horizonte.
Los tejidos ablandados por las lágrimas
se desanudaban solos
en una rutina feliz e incierta
No sé si él supo de abismos,
de oscuridades o silencios,
pero el corazón me guió
cada noche hasta sus pasos.
Me ahogué con él
y mil veces me arrastró el viento
en los desiertos.
Gané el hambre y las fiebres
el nudo en la garganta
al que se ató cada noche
para no saltar al vacío.
Y caminé con él
mas nunca supe que sus pasos
huían de mi Itaca,
que quemó sus naves
en el primer puerto,
que se escondió en los espejos…
Pero él no sabrá de las dimensiones,
que camino con él
que lo veo irse y volver cada noche
en este espejo
que sigo tejiendo.
II
Cayó despacio el tejido
y sus hilos mudos y húmedos
se quebraron.
Hubo dolor inexplicable
Un perdón simple insuficiente
un espejo retratando al sol que era mi cara
y la cara de todas aquellas
que en balde amamantaron los días.
III
El pie certero
o la ficha marcada,
la salida del dédalo
hecho de noche y llanto.
La llave sin el listón cambiado,
el ladrillo falso, la máscara
la alfombra, el sortilegio,
el pasadizo de hueso y polvo
el acertijo, el espejo…
la sangre fría o las venas de piedra
Dámelos
porque duele el alma y
muere un poco en cada intento.
IV
Para llenar un hueco
inserta en él la cosa misma
que lo causó. Pon otra:
se verá más vacío. No se puede
rellenar un abismo
con aire.
Emily Dickinson
Era de agua,
de esa agua robada a los lagos profundos.
Era de mareas su estirpe
y jugaba siempre a romper con sus palabras de espuma
el corazón de piedra que era un desconocido
hasta ese entonces.
Con espuma de oro
hizo brillarlo
y latió al vaivén de sus olas de fuego.
Nada se sabe de aquel que un día
se llevó ese corazón de piedra,
sólo el vacío donde anidan viejas olas
queda como testigo húmedo
de lo que ahí cupo.
No hubo leyenda que contara de ese fuego
no hubo voz para alimentar un eco
en las gaviotas errantes.
Los dioses le negaron algún don
algún mal presagio, siquiera…
Hoy se presume vagabundo,
piedra de fuego errante
en un mar hecho de aquella agua.
“Inútil repetirme que el recuerdo
de ayer y un sueño son la misma cosa.”
Jorge Luis Borges
V
El mar es el llanto de la Luna,
y su esencia
duerme en el ojo de un prístino huracán
que despliega su brillo.
El vigía interior aguarda en el centro
con su furia de piedras antiguas.
Su ojo vela el alma presa de esta dimensión.
La vida es una danza con el infinito
en pasos monótonos.
Una voz sorda busca los acordes
de un pasado que en los sentidos se borró.
También el amor sabe a lágrima,
y huelo su aroma que me incendia.
He probado la luz y
la tierra me llenó de sus colores.
Mis ojos sólo saben de la claridad,
de la noche,
pero he escuchado el llanto
de su entraña
y me he bañado con lágrimas de Luna.
Él esperó mis pasos.
No tuvo miedo de la mujer que sabía a Luna
y tenía un mar como reflejo,
se dejó amar en un silencio de olas.
Ahora lleva mi señal y sabe a lágrima su esencia.
Ulises
Nadie te enseña a volver
te quedas ahí
esperando una corriente que te lleve
sin saber a qué playa
y regresas a otra orilla
que te cobija y alimenta
y olvidas el camino
en el sueño que no vuelve
eco impreciso en tu latido
eco triste
ajeno ya
imposible
sin nombre
No se sabe volver
a donde nunca se ha ido
Ítaca
Detrás de su huella se borró el camino.
Lejos de sus ojos,
la Ítaca olvidada
floreció de una eternidad transparente
su dimensión
ahora es otra
quizá la mentira crea la felicidad.
Ulises sigue vagando triste
No saben nada los caminos
de aquel que borró su huella.
Ítaca no lo recuerda
ya no tiene su aroma en las laderas
ya no florece de amor para sus ojos.
Dicen que después de sus batallas
lloraba por aquella casa
hoy escondida en sus pupilas
El camino incierto y pobre
frente a su grandeza
le hizo olvidarla.
En otras aldeas de espejo dejó su estirpe.
Los pasos rotos
no sangran lejos de los espinos
ni añoran ya los otros pasos.
Poesía
La literatura es siempre una expedición a la verdad.
F. Kafka.
De qué es la vida sino de palabras
Existe el mar porque así lo llamo
y su inmensidad no es más que un sinónimo
de mi miedo.
No vale una palabra
lo que se dice
por decirse
Es ingrato
profanar esa seda
vuelta sayal en tristes manos.
Áspera, incita a suavizarle
las venas gastadas
a venderle el amor
o negarle el odio
que martiriza sus hebras
No vale una palabra
lo que se dice
sin sentirse.
Tiene sabor de alma
la ternura esparcida en los papeles.
Húmeda e ingrávida
roza sus sílabas lúbricas
de ojos incandescentes.
No vale una palabra
lo que se dice
para mentirse.
Limpia la mesa,
las sílabas y las venas,
se sirven inquietas
y proponen que desangre
esta tela, esta alma, este mar.
De la serie “Álbum de niñas con abuela”
Pero el remedio, aunque sea imperfecto, es huir siempre del último sitio donde se ha sufrido
Charles Dickens, “Casa desolada”
La ciudad seguirá su pulso
el horizonte se ha desnudado de volcanes
el filo de los pinos muerde la tarde
y la voz de todos ensordece los pasos
Un susurro de viento y verde intenta aliviarla
Le ha dicho que nunca se juega con fuego
que el sabor de la soledad
terminará por vencer su alma
que nunca volverá por el mismo sendero
y que afuera caen, a pedazos, los pájaros.
Ayer soñó con la transparencia de viejos días
y rechazaba las caricias
de manos tristes
y la boca era un cuchillo desangrado
Soñó el ruido de la tarde
su látigo de fuego en la habitación
la vasta soledad del jardín acurrucado
las manos sobre el cuerpo tibio y sonriente
la voz como luz recorriendo las cortezas
Llueven diamantes sobre los árboles
y un mar silencioso y verde se mece.
Lo vi ascendiendo por la cuesta gris
de la vieja ciudad de su niñez
El hombre y el otro, como uno nuevo
su espalda de azulejos firmes
de ceniza y alma de los tigres
que perdieron su fe en los laberintos
de las páginas inútiles
El canto y los cuchillos como un viejo mar lleno de remolinos
cuentan su afán de torpes señales
que transitan por las venas de todos en esta tierra
El hombre me mira desde su espalda
me intuye en el espejo que soy
Y en la luna que siempre vigiló sus pasos
el hombre se pierde en un momento eterno
en esa calle que no conozco
como él no me conoce
y como yo no conozco a quien hoy se hunde
por las calles de estos versos provocados por la fiebre
de un rostro que jamás podré ver.
Susana Reyes (San Salvador, 1971) es Profesora y licenciada en Letras por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA. Trabaja como docente de lenguaje y literatura. Es gestora cultural para la formación y promoción de temas relacionados con la literatura y la edición. Preside la Fundación Claribel Alegría y es editora de literatura de Índole Editores. Imparte talleres de teatro y ha participado en montajes teatrales. Ha publicado: Los solitarios amamos las ciudades e Historia de los espejos. Aparece en diversas antologías nacionales e internacionales, como la antología La poesía del siglo XX en El Salvador. La Estafeta del Viento, Colección Visor de Poesía (2012). Ha participado en investigaciones relacionadas con poesía de mujeres y estado de la literatura en El Salvador.