Luna Park: una instantánea de Luis Cardoza y Aragón

El poeta y ensayista Iván Cruz Osorio (Ciudad de México, 1980) comparte con nosotros una reflexión sobre la poesía del escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón.

La mayor dificultad al escribir sobre Luis Cardoza y Aragón radica en decidir de qué faceta o en qué momento de sus distintas facetas enfocarse. Esto porque no hallaremos una etiqueta o un lugar para clasificarlo. Si una constante dictó la vida y obra de este autor fue el cambio, la transformación e incluso la contradicción. Con el afán de trazar un mapa de este clásico latinoamericano nos centraremos en el inicio de su camino poético, que como muchos de los grandes poetas de nuestra América del siglo XX empieza en Europa.

Nacido en Antigua, Guatemala en 1904, Luis Cardoza y Aragón pronto empezaría una odisea, de la cual no vería el regreso definitivo. Como Odiseo el viaje se convirtió en razón, en motivo de su existencia, y lo manifestaba de esta forma: “Navegar me fascina, no la llegada a ningún puerto”. En plena adolescencia llega a París, donde rápidamente se convierte en lector de las vanguardias, allí conoce a Antonin Artaud, Tristan Tzara, André Breton y Vladimir Mayakovsky; el tener estas importantes influencias tan cercanas, lejos de producir en el joven autor una devoción exacerbada, provocó un seguimiento crítico de los ismos. Cabe resaltar lo anterior, ya que esta actitud crítica -adquirida muy pronto- continuará durante el resto de su vida. Allí mismo se encuentra con varios artistas latinoamericanos, que viendo en París la Meca del arte se instalan en la Ciudad luz para vivir este fervor. Nombres como los de Alfonso Reyes, César Vallejo, Raúl González Tuñón, Vicente Huidobro y su compatriota Miguel Ángel Asturias animaban las charlas en los cafés de Montparnasse y el Barrio Latino; posteriormente Cardoza y Aragón se apartaría de estos mismos lugares, al no compartir el mismo entusiasmo de sus hermanos latinoamericanos por las vanguardias, sobre lo anterior dice: “La poesía no progresa, la poesía es siempre moderna”. Y complementa: “Yo no pienso a partir de mis certezas, antes bien de mis dudas, soy antidogmático, detesto a los seguidores”.

A su llegada a París el surrealismo está en auge, vive los debates, escucha los manifiestos, las proclamas, y las polémicas no sólo literarias, sino políticas sobre el Partido Comunista Francés. Atraído por la ruptura que generan estos movimientos comienza a ensayar poemas que se entienden dentro del llamado a la modernidad, donde se vive el vértigo de los tiempos de la luz eléctrica, de las máquinas, de los transportes a gran velocidad, de los burgueses y los obreros, donde se habla del intervencionismo estadounidense y la pobreza latinoamericana, mientras que Europa y específicamente París se ven bajo una visión romántica, ya amorosa, ya suicida, todo esto dentro del marco del cinematógrafo y las instantáneas. Estos poemas finalmente formarían Luna Park. Poema. Instantánea del siglo 2X, publicado en París en 1924. Este primer poemario de Cardoza y Aragón es un poema de largo aliento dividido en diez partes, que desarrolla el tema del vértigo del siglo XX, una sucesión de fotografías del mundo moderno, bajo el tejido del surrealismo, un surrealismo donde Cardoza y Aragón intenta unificar vida y muerte, pasado y futuro, realidad e imaginación, todo bajo una escritura parcialmente automática, y esto porque él afirma: “Surrealismo es nombre nuevo de algo muy antiguo, con íntima contradicción, imposibilitado, a la postre, para conciliar lo inconciliable”. Como anteriormente se había mencionado, Cardoza y Aragón se acerca a los ismos de forma crítica, y en el caso del surrealismo si bien es el movimiento que marca con mayor fuerza su quehacer poético, no se salva de ser digerido y adaptado a las obsesiones del guatemalteco.

Siglo XX,
Nuevo Renacimiento,
Aquí está la vida mía:
Nací cuando el sollozo del último siglo,
No se oía ni un solo eco,
Y aeronauta ebrio de vértigo,
¡Lancé mi lastre al pasado
Y me hice todo alas!

Es notable la sed de mundo, la vitalidad de estos versos, a fuerza de nombrar su momento (siglo XX) intenta convocar la modernidad, ya se nombra al aeronauta y se habla de un nuevo Renacimiento. El ensayista inglés William Hazlitt (1778-1830) en su célebre ensayo Sobre el sentimiento de inmortalidad en la juventud afirmaba sobre estos espíritus: “Mientras el espíritu de la juventud permanezca ileso, antes de que se beba el vino de la vida, somos como gente intoxicada o enfebrecida, arrastrada por la violencia de sus propias sensaciones”. Sin embargo, Cardoza y Aragón no era esa simple vitalidad, ese espíritu ensoberbecido por su juventud; más allá de eso, él era consciente de que en la historia no hay ayer, hoy y mañana, sino un tiempo continuo, orgánico que es al mismo tiempo pasado, presente y futuro.

La nueva generación del mundo
Tiene pasado y esperanzas
Sepultados en los campos de batalla.
En el hogar,
El recuerdo
Culmina en odio,
Tal en el surco abierto de la herida que sangra.
¡Están todas las vidas subrayadas,
Con una línea roja,
De sangre de la guerra!

Si bien se trasluce la imagen de la pérdida que provocó la Primera Guerra Mundial en Europa, también se habla de “el hogar”, es decir de las guerras internas y dictaduras que asolaban tanto a América Latina como a la pequeña patria: Guatemala. Como habíamos mencionado Cardoza y Aragón llega muy joven a Europa, y es allí, desde la lejanía, donde redescubre su patria, el indigenismo, y el espíritu latinoamericanista. Esto se deja entrever en su trabajo ensayístico “nuestro designio desborda las fronteras para servir mejor la causa nacional, la justa causa común de las naciones de América”. Y también de forma enfática en su trabajo poético:

El Hudson.
New York.
“La Libertad” que Francia diera con su antorcha en la mano
-¿Ofrecerán los galos a Don Quijote un aeroplano?-
Pueblos de América la ven como una espada.

Este fragmento sintetiza el hallazgo de la patria en Francia, la visión latinoamericana vista a través del cristal francés, de allí que se hable acerca de la estatua de “La Libertad” que Francia regaló a Estados Unidos. Pero, en otro momento es vía Rubén Darío como se hace la crítica:

Los yankis
-Ningún yanki tiene más de 15 años
“Y los niños dicen la verdad”-
Aseguran que más tarde,
Dios oirá
Sólo las plegarias
Dichas en inglés.

Aquí es evidente un tono irónico para hablar de la absurda e infantil imposición estadounidense, acompañado por el famoso verso, también irónico, del poema “Los cisnes” de Rubén Darío: “¿Tantos millones de hombres hablaremos en inglés?”. Luis Cardoza y Aragón es el ejemplo claro de los autores latinoamericanos, que asistiendo al nacimiento de las vanguardias europeas, y tras aprender de estos movimientos y adquirir conocimientos del mundo regresan a América Latina para hablar por sus pueblos con las formas aprendidas afuera, como lo había dictado José Martí, quien recomendaba: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.” Obviamente, esta cita, inserta en un ámbito literario, no niega las influencias externas, ni pretende aislar las literaturas de Latinoamérica en sus raíces. No se trata de negar las formas y las estéticas importadas y novedosas, sino de no ignorar que los autores latinoamericanos tienen una obligación más, aparte de la que tienen consigo mismos, como lo expresó Pablo Neruda:

El poeta no es una piedra perdida. Tiene dos obligaciones sagradas: partir y regresar. El poeta que parte y no vuelve es un cosmopolita. Un cosmopolita es apenas un hombre, es apenas un reflejo de la luz moribunda. Sobre todo en estas patrias solitarias, aisladas entre las arrugas del planeta, testigos integrales de los primeros signos de nuestros pueblos, todos, todos, desde los humildes hasta los más orgullosos, tenemos la fortuna de ir creando nuestra patria, de ser todos un poco padres de ella.

De esta forma hay autores que han sido malos padres y no han regresado, u otros como Andrés Bello, José Martí, y el propio Neruda que han vuelto para procurar a ese pueblo. Luis Cardoza y Aragón supo muy pronto esto y siempre buscó el regreso, además de que criticó, lo que también criticó Neruda, al hombre cosmopolita.

Hombre de hoy,
Cosmopolita,
Nacido en el vértigo de los aires
A una altura en que la tierra ya no se veía,
Con un algo de sangre de múltiples razas
Y un grano de mirra de eternas creencias.
Hombre sin pasado ni futuro:
Ebrio del minuto que fluye gota a gota
De la arteria rota
De la vida del mundo.

Este fragmento, del poema VII de Luna Park, es una critica al hombre de su tiempo, al que habita las grandes ciudades, al que no se siente arraigado a nada y quien nació con miedo a bajar o subir de esa altura donde se encuentra. Aunque también un hombre que es mezcla de múltiples razas y creencias, pero desarraigado:

Su calzado lo limpia
Con la bandera
De no se sabe qué país,

Estos versos confirman la crítica a este hombre cosmopolita, que Cardoza y Aragón siempre evitó ser, y refuerza su compromiso denunciador de los dolores del mundo.

Siglo neurasténico
Todos somos un poco enfermos:
El hombre: un convaleciente,
Un convaleciente de la vida.
Espiritualidad de la materia:
Parecen nuestros cuerpos
Proyección de nuestras sombras.

Si bien Cardoza y Aragón fue deslumbrado por la modernidad, lujo y comodidad que ofrecía París, también se dio cuenta muy pronto del lado oscuro de esta modernidad, de lo que estaba perdiendo el hombre por esos días de vértigo, de máquinas:

Velocidad […] Ayer dormí en New York
¿Cenaré en París?
Babélica conflagración
De lenguas y razas.
Tierra, arca de Noé constante,
Esponja empapada de sangre y de sudor de hombres.

El mundo se volvía más y más mecanizado, por eso “todos somos un poco enfermos”, el hombre se estaba enfermando de esa modernidad, de esa vida. Cardoza y Aragón fue un crítico de su tiempo, un hombre que no temía disentir y enemistarse con las fuerzas o movimientos en boga. Esa actitud en parte fue la que le impidió regresar definitivamente a su patria. Adoptó a México como una de sus tierras de llegada, quizá el puerto más seguro, al respecto explicaba: “El exiliado nunca pierde su tierra, la lleva consigo, más que en la memoria en la imaginación. La imaginada es íntima y sutil, por real y por imaginada”. Pudo regresar cuando el dictador Jorge Ubico fue derrotado; llega en 1944 a Guatemala apoyado por el General Lázaro Cárdenas, allí funda la Revista de Guatemala, publicación que es un éxito por las plumas que colaboran en ella, sin embargo se enfrenta a nuevos movimientos y dogmas, en este caso sería la presión de autores y artistas que practicaban el realismo socialista. Ante la presión termina refugiándose en misiones diplomáticas en Chile, Colombia y como embajador en Francia, cuando regresa a Guatemala a principios de los cincuenta, observa como el periodo democrático, Juan José Arevalo (1945-1951) y Jacobo Arbenz (1951-1954), se desmorona. Finalmente el 27 de junio de 1954 es derrocado Arbenz, y un resignado Luis Cardoza y Aragón pide ayuda al expresidente Lázaro Cárdenas para regresar a México. Desde aquí se niega a regresar a Guatemala, a pesar de las múltiples invitaciones que los diferentes gobiernos guatemaltecos le hacían, esto en la conciencia de que regresar se traduciría en avalar a gobiernos que distaban mucho de ser democráticos. El poeta, narrador, traductor, ensayista, crítico de arte, literatura y política murió el 4 de septiembre de 1992 en la ciudad de México, sin poder regresar a su patria definitivamente, pero lejos de lamentarse por ello, se convirtió, como había pronosticado antes, en ciudadano del viaje, del trayecto.

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