Benjamín Valdivia (Aguascalientes, México, 1960) es miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Cuenta con estudios de doctorado en Filosofía (UNAM), en Educación (UG) y en Humanidades y Artes (UAZ). Es Investigador Nacional Nivel II dentro del Sistema Nacional de Investigadores y ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Es profesor en la Universidad de Guanajuato, y ha desempeñado labores en universidades de Canadá, Estados Unidos y España. Actualmente funge como director académico del Centro de Estudios Cervantinos de Guanajuato y es presidente de la Red Cervantina Mundial.
Es autor de más de treinta obras en los géneros de poesía, novela, cuento, teatro y ensayo. Ha traducido obras desde el inglés, francés, portugués, italiano, alemán y latín, publicadas en diversas instancias mexicanas y extranjeras.
Su creación poética ha sido distinguida con diversos reconocimientos nacionales como son los premios Alfonso Reyes, Amado Nervo, Salvador Gallardo Dávalos y Clemente López Trujillo, entre otros, o reconocimientos internacionales como Le courrier de l’Orénoque (Francia, 1991) o Publius Virgilius Marone (Italia, 2003), entre otros. Luego de textos dispersos en revistas y el folleto Esta redonda palabra, de 1983, su bibliografía en el orbe poético se inicia con El juego del tiempo (SEP/CREA, 1985) y se extiende hasta Inscripciones en la piedra (Conaculta, 2004, en la colección Práctica Mortal) y Hablar en lenguas (Azafrán y Cinabrio, 2006).
Parte de su obra poética ha sido traducida al árabe, inglés, francés, italiano, hebreo, ruso, neerlandés, portugués y alemán. Ha publicado los poemarios El juego del tiempo (SEP/CREA, México, 1985), Demasiada Tarde (Universidad de Guanajuato, 1987; 2a. ed. 2000), Otro espejo de la noche (Universidad del Sudeste, Campeche, 1988), Combates de lo efímero (Silencio editorial, Aguascalientes, 1989), Los nombres de la tarde (La tinta del Alcatraz, Toluca, 1994), Paseante solitario (Ediciones La Rana, Guanajuato, 1997), Mandato del día (Ediciones Fuera de Comercio, Querétaro, 1999), Cantos prohibidos (El Cálamo, Guadalajara, 2000), Los ojos del espejo (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2000), Llegar desde la tierra (Universidad Autónoma del Estado de México, 2000), Itinerario de espuma (Universidad de Guanajuato, 2000), Inscripciones en la piedra (Conaculta, México, 2004), Hablar en lenguas (Azafrán y Cinabrio, Guanajuato, 2006).
Su poesía aparece después del salto.
ENTRADA
Amamos la palabra y su hierro matizado
porque en ella se cumple la fuerza de la voz
y los ciclos del agua silenciosa.
La palabra trae luz
para nuestro animal introspectivo.
Quien levanta la voz
inaugura los diálogos del fuego.
Y así,
establece recintos por miradas,
produce atardeceres que no pesan
y de nuevo color.
Amamos la palabra
por el río de tiempo en que transita:
un río de manos escribe en mis manos.
(de: El juego del tiempo, 1985)
DE LUZ OSCURA
9
Bajo aquel cielo verde fui a buscarte:
estabas muerta.
Te fabriqué otra vez, con otro barro.
Te construí de luz oscura.
Cuando te hallé,
la noche había bebido en tu memoria.
10
En aquel tiempo el tiempo no era el tiempo;
era cualquier otra cosa.
Era un crepitar de aves junto a Guaymas
o era un rumor de música en nuestra memoria.
Era una luz entre el dormir y la almohada,
algún destello entre la noche y el alba
sábana.
Entonces el tiempo era
fugaz mujer de cristal.
(de: El juego del tiempo, 1985)
LUNA VERDE
Aquella luna verde de marzo maduraba.
Ella traía la indumentaria del calor
y vi en su boca el otro lado de la vida.
Múltiples fuegos ardieron entonces.
Y se quebró de sutileza el aire
y nos movimos en caprichos de agua.
Toqué en ella la muerte:
encontré sólo árboles de pluma,
aves de hoja.
Como un metal
las uñas imprimieron sus imágenes.
Era ella un recuerdo vegetal
creciendo entre la noche.
(de: Demasiada Tarde, 1987)
ALFABETO
Nuestros cuerpos son signos.
A cada movimiento una sílaba
-manifiesto fulgor- se nos delata.
Las miradas traducen alfabetos
del agua.
Y la boca es un símbolo admirable.
¿Y quién me habla detrás de tu voz?
Lo sabes:
El tacto una palabra,
la mirada un murmullo,
tus labios el silencio.
(de: Otro espejo de la noche, 1988)
MUCHACHAS
Pasan de largo las muchachas,
esbeltas como trozos de luz.
Como si con la tierra no tuviesen
un solo compromiso.
Pasan argumentando un calor:
la insomne verdad de su carne
en la que el tiempo, aún,
no echa raíces.
(de: Paseante solitario, 1997)
REVELACION DEL VERDADERO SER DE WANDA
1
Wanda está inmóvil como Ofelia flotando por el río.
Sus facciones iluminadas,
sus ojos tranquilos igual que la corteza sobre el árbol.
La interrumpen tan sólo mis latidos
confesados a la fuerza junto a su curvatura ensimismada.
Sólo siente ya a solas la sola soledad que compartimos.
Ondulamos en la húmeda tibieza intacta.
En Wanda está la paz, la calma de todo vuelta nudo.
En Wanda, junto a mí -inmóvil yo también flotando sobre el río-,
todo es un punto de luz y todo el universo
es algo ajeno.
2
Wanda lleva tres días junto a mí,
prisionera de esperarse a sí misma,
excelente como los antiguos jardines del Éufrates,
erguida en un talle tal vez renacentista,
atenta a cualquier signo del agua celeste.
Afuera no llueve:
una palmera solitaria demuestra lo imposible del viento.
Erguido árbol, vigía en el ojo vigilante de Wanda
sin enviar todavía señales de la lluvia.
Es todo irreflexivamente cruel
en la grisácea ciudad con un calor impertinente.
Sigue el árbol en pie. Wanda persiste aquí con esas formas
de la ceiba del Éufrates.
Y mi esperanza sigue siendo, para tenerla junto a mí,
que la lluvia en estos parajes nunca vuelva.
3
Wanda está inmóvil sintiendo en la pupila
la persistencia vertical de la palmera ínsita.
Afuera no llueve pero hay nubes oscuras atisbando el balcón.
Son muchos días en los que ando detenido
y el movimiento cada instante me es más necesario.
Me muevo, un poco un mucho, cuando Wanda
pierde tranquilidad.
Tomo como si fuera mío.
Subo y bajo, la aprieto junto a mí, debajo, arriba,
agitados los dos por la respiración de las nubes.
Tirada en esa espera, su pulsación agita;
la cabeza hacia un lado y hacia otro de otro vértigo:
el pelo revuelto con el aire que remueve al girar.
La beso en todas partes: en Guinea y en Júpiter
(y hasta en Madagascar).
Wanda es el mapa y es el cielo raspado por un día sin afeite.
Wanda no se conoce, nada sabe de sí:
yo la revelo ante sí misma, la educo en su calor, instruyo para ella
el movimiento que ella misma me ha enseñado.
Las nubes se agolpan ávidas en el dintel del balcón.
Una palmera erguida se agita con un viento de tormentas.
Wanda no reconoce un solo punto en su visión y gira
ondulando la cabellera al viento,
arqueando esos huesos y rompiendo los tres días
que pasaron inmóviles ahítos de nosotros.
Tirada Wanda, tendida y extensa como un mapa o como un cielo.
Ya todo es viento, movimiento, movimiento.
Wanda es una nube, el aire es una nube, la palmera es una nube.
Por eso en el siguiente giro, por adentro y por afuera,
en todas partes, todo empieza a llover.
(de: Paseante solitario, 1997)
AGUA DE HOY
Según leímos en el duro testamento
del espejo,
sobra espacio cada día en lo de ayer
y falta de mañana.
Trazos nuevos nos surcan la tristeza
y la fugada hora
en la que el amor un hálito de fuego
sopló sobre nosotros
corre a la sombra de lo ido.
Pocas hojas le quedan ya
a la esperanza.
Y un recuerdo de antiguos opimos frutos
revuela en la ceniza si miro para atrás.
Quiero beberlo y el día,
como el agua en un cuenco roto,
resbala de la mano.
(de: Temporadas perdidas, 1998)
ORIGEN
Ella es
la primera mujer:
Su cabellera larga
le recubre la fúlgida cadera.
Es ella La Mujer.
Dios la forjó primero que a los hombres.
Fue su mejor idea, y la creó
porque por siempre la deseaba
(el deseo de un dios es un deseo eterno).
Horrorizado del confín de la belleza
producida,
decidió darle cuerpo al primer hombre
(porque paliara su divino sufrimiento).
Y aquí estoy pronunciando este poema.
(de: Temporadas perdidas, 1998)
FRAGMENTO INÉDITO DE SÓCRATES
Yo sólo sé que nada sé del espejismo
llamado tu mirada:
febril como la sed
el pensamiento busca saciedad,
la saciedad inalterable.
Pero la calma es imposible si tu mano
-cardumen de cinco peces,
rama de cinco pájaros- me toca.
Toda la geometría que urde la razón
se me desploma en la garganta, muda,
y como los lunáticos desvío
la cabeza hacia ti.
No pienso, sólo miro, palpo.
Y frente al templo tibio de tu cuerpo sólo sé
que no sé nada.
(de: Temporadas perdidas, 1998)
OTRAS FORMAS
Inventará otras formas el amor,
te lo aseguro.
Poco será entonces un canto mineral
que haga mirar tu pelo como lumbre.
Y nadie apreciará
tu cadera de ceibo que invitaba al calor.
Ya nada habrá de ser tu corazón
(tal vez un sabor dulce por mi lengua).
Qué cosas pasarán: seremos viejos
que se han amado como pueden
bajo la fronda de un árbol estelar
o a las orillas del agua de cristal
por la que boga el tiempo sin sentido.
(de: Itinerario de espuma, 2000)
OJO SOBRE LA TARDE
Arraigo en esta piedra de frente al horizonte.
Un solo sol se clava en los dos ojos.
Mis pies son estas piedras.
Mi sudor estos ríos.
Soy un árbol absorto en el paisaje.
Bosque para erigir una ciudad
o para construir un lecho.
Imperturbable
como las tapias más pacientes
espero en el silencio por los últimos rayos.
Pronto seré otra sombra,
algo menos que las piedras que piso.
(de: Llegar desde la Tierra, 2000)
SOMOS ESCASOS, DOS APENAS
Somos escasos, dos apenas, pero formamos completo el círculo.
La red filtra la luz, retiene pedacera de sombra entre las cosas
de las que hablamos.
Hay más cosas allí, sonidos, vórtices, temores, piernas, seres.
Nosotros entre tanta crueldad que nos separa pocos metros
formamos completo el círculo, aromas de perfumería
la atmósfera reciente.
¿Dónde estabas cuando no hacías falta, los pájaros excesivos
en su canto avisaban a tus ojos candentes dónde mirar?
Dejas las cosas restregadas de nuevo al mundo:
no importa nada que no forme la sed para saciar un círculo:
eres la plenitud erguida, verticalidad ahíta, paz de los inocentes,
virginidad en espera de ese cumplimentarse las edades.
Aparecemos a la hora, ciframos la intervención horadadora,
penetramos a miradas que se besan un mundo confundido.
¿Existe todo eso que nos impide, los derrames de objetos y rostros
que nos ligan existen?
Tu mano se acerca a mi mano: salud, mundo imperfecto.
Pero bajo el contacto de tus uñas en la flor se anega el anhelar
y el círculo extraviado
restituye los dominios de su perfección sin cuarteaduras.
(de: Los ojos del espejo, 2000)
LA POESÍA ES ESTE RUIDO
La poesía es este ruido poderoso,
los crepitares de la recomposición de lo borrado indeleble.
Hisopo de la aspersión absolutoria de nosotros mismos,
tal extensión del agua en los túmulos astrales,
símbolo exacto y transcripción del día.
En sus cadenas de ignición
lo esclavizado se libera;
por sus labios enmudecidos un todo se proclama.
No puedes contemplar su rostro fijo
ni la vertiginosa sucesión de sus remolinantes hemisferios:
está más allá de ti, te sobrepasa y te expande
sin que puedas aludir en tu defensa cosa alguna.
Este volcánico recinto, los maremotos arteriales,
la flecha electrizada de lo que pudo haber sido un pensamiento.
Cada segundo. La globular comparecencia de ciclos infinitos,
voz de lo eterno, efímera luz que no hemos recordado.
Sobre los tiempos muertos restriega sus ensoñaciones plantígradas
y acota los entusiasmos del vivir próximo.
Es lo de aquí,
esto que miro sin saber, lo que se entiende
sin haber considerado.
Tu faz imita la gestura del vocablo,
la voz traduce lo profundo estremecido en los ojos del espejo.
Nunca vive su amor, siempre te alienta a continuar el mundo
del que te ha desterrado,
sonido que escuchaste alguna vez y ya nunca jamás.
(de: Los ojos del espejo, 2000)
ANTÍFONA DEL CIEGO
¿A cuál inversa luz
el ciego abre los ojos?
¿Qué distancias calcula con su
impenetrabilidad?
El mundo tienta con el puro aliento.
Pone sus manos en el cuerpo de la noche.
Ama -os lo aseguro- el universo
mayor que sus imposibilidades le destinan;
los colores inéditos
que jamás rozará nuestra pupila,
absorta de luz.
Ama, también, otro sigilo;
otra cautela más deliciosa que la nuestra,
la cautela cercana a la del tigre en
la esmeralda punzante del bambú
(sabiendo que la presa desde siempre
abatida está ya bajo su garra).
Yo también abro a veces
los ojos en el centro de mi noche imposible
y siempre encuentro un astro nuevo,
una nube de ópalo
y pienso en esas lunas de cinabrio,
los cauterios de fuego escandaloso,
los azules eléctricos que el ciego
contempla tras su oscura impavidez, impune.
Y cierro los ojos y duermo
bendiciendo la luz.
(de: Manual para las tierras fugaces, 2001)
AL PUERTO VIENE EL CICLÓN
Al puerto viene el ciclón a cosechar las barcas maduras.
Barcas con mástil palmera entre las olas terrestres van a la siega también.
Casas como hierbas vivas en la rozadera transparente doblegan su floración, su antena de metal que jilotea, su promesa de grano en la alacena, debajo del turbión ya malograda.
Luces del propio San Telmo en la cruceta de los transformadores eléctricos lleva su santo y seña. Cordajes en la popa del terreno dejan caer la ropa que nadie pudo guardar poco antes que llegaran las múltiples bocas de la velocidad.
Cuando se deja de largo la feroz visita, una llovizna sigue como el perro cansado el galope de su dueño, cometa de virtudes transparentes, notario del desastre cometido: como invitado de último minuto una proa amarilla está de bruces en el pórtico de lo que resta de la sala.
(de: Inscripciones en la piedra, 2004)
LAGUNA
El árbol encalla.
Solamente
el reflejo del mástil
anota su temblor
en la bitácora del agua.
(de: Paisajes transparentes, 2005)
PETIRROJO
El petirrojo deletrea
sus alas en la yesca.
El hervor de la tarde
en el vuelo se inicia
de aquella llamarada.
(de: Paisajes transparentes, 2005)
IGLESIA
El árbol
impasible
permanece
aunque lo llama a gritos
desde la torre parda
la campana.
(de: Paisajes transparentes, 2005)
ROMA
Roma se despertó
de nuevo en mi ventana.
En el hotel de paso dejo
que mis recuerdos traigan
un rostro de ultramar.
(Frente a las ruinas del templo
vuelvo a besar
los párpados de la ausente).
(de: Paisajes transparentes, 2005)
EL SOL NO PIDE ALABANZAS
El sol no pide alabanzas por
alumbrar este deseo demasiado.
Ni la lluvia nos exige celebraciones
cuando humedece tu alegría y tu cabello
sobre otras partes del mundo.
Pero yo alabo al sol,
yo celebro la lluvia,
el canto del aire arracimado de armonías
que sólo saben ser cuando se escucha
reír tu edad satisfactoria
mientras te besa mi percepción oscura.
Las cosas son de tierra o fuego
una reverencial corona de sueño natural.
Sobre ellas, junto a ellas, conduces
el rango superior del carruaje de tu cuerpo.
Alabo y celebro el festival de las cosas,
su alegría tan casi semejante a mi alegría
bajo el sol o la lluvia.
Las migajas del tiempo se dan para los otros:
que repartan mendrugos con tristeza,
codicia, senectud interior o pesimismos.
Nosotros recorremos la ruta de lo nuevo,
la parsimonia de un secreto
que se asoma a la luz.
(de: Hablar en lenguas, 2006)