Manuel R. Montes, editor del Portal de Soares, nos presenta este cuaderno virtual de prosa latinoamericana.
Portal de Soares: Cuaderno virtual de prosa latinoamericana
(A modo de epígrafe)
Pueden ustedes llamarme Soares.
Sirva esta variación que abre la novela colosal de Herman Melville, Moby Dick, o la novela colosal de Fernando Pessoa, El libro del desasosiego, para provocar nuevas tonalidades en las inflexiones de la revista literaria Círculo de Poesía, para vincularla con el oficio de los prosistas contemporáneos de México y América Latina.
Veladamente agustiniano, erudito en sensaciones –sombra bajo la Sombra Lusitana que prolonga otras sombras–, Bernardo Soares alienta este espacio paralelo a la divulgación de la poesía y es efigie cómplice que inaugura, desde sus dogmáticas defensas a favor del discurso narrativo, la apertura de una quimera en la que la prosa de cualquier género será difundida a través de un canal de aperturas a lo diverso que se ha comprometido a documentar con audacia algunos de los ejercicios más destacados de la creación poética mexicana.
¿Por qué Soares? Porque su libro apócrifo, el Del desasosiego, contiene todos los inicios y todos los finales hipotéticos del monumental fracaso novelístico escrito durante años incansables por Fernando Pessoa, El Indivisible. Porque El libro del desasosiego puede leerse, acaso, como todos los inicios y todos los finales hipotéticos de aquellas novelas que Dostoievsky se quejó de no haber podido escribir por impedimentos mundanos: la casi misma profundidad, la casi misma sabiduría quebrantada por el tedio, la casi misma crisis evangelizadora que angustió a Soares, Heraldo de la Prosa de los Tristes que contiene la sinuosa evidencia de las críticas confesiones del Pessoa antipoeta –del Pessoa anti-sí-mismo– que engrandecen, humillándolo a la manera de los protagonistas del orfebre de los Karámazov, su desencanto como vate múltiple y su impotencia como novelista. Porque no a Pessoa y sí a Soares (o viceversa) debe ubicárselos como al prototipo del Ouroboros que comportan la poesía y la prosa de la modernidad innombrable.
Demoledora Biografía sin hechos, en L. del D. la irrealidad pessoana se circunscribe a un desasosiego narrativo, a una suerte de saudade prosística: “¡Cómo envidio a los que escriben novelas, a los que son capaces de empezarlas; desarrollarlas y terminarlas!” ¿Lícito intrigarse por conjeturar cuántas novelas fue Pessoa?: “Soy como una historia que, de tan bien contada, anduviese encarnada, pero no mucho, en este mundo novela, al principio de un capítulo…”
Este Portal se atribuye la propiedad contemplativa de la Rua dos Douradores, ese Sinaí microuniversal desde cuya herrumbre de monotonías predicó para nadie el célebre auxiliar de tenedor de libros de Lisboa… y desde donde podremos intrigarnos, compartir los atisbos que asombran a narradores de cualquier latitud.
Círculo de Poesía se concede un ejercicio lúdico de desdoblamiento, de renuncia ocasional, y adopta la cohabitación dialógica con hacedores de otras formas y pertenecientes a otra –aparente– estirpe, reproduciendo el eco de la voz y el eco del descaro de Bernardo Soares: “Prefiero la prosa al verso, como forma artística, por dos razones de las cuales la primera, que es sólo mía, es que no tengo alternativa, pues soy incapaz de escribir en verso”. La solapada modestia del introvertido copista remite a la discapacidad, acaso ilusoria, de aquellos contadores de historias incrédulos y derrotados por las agrestes maquinarias de molino de viento: metro, rima.
¿O cuántos ensayos, cuántos aforismos, cuántos libros de crónicas de viaje sin viajes ni viajero, cuántos cuentos cortos, cuántas minificciones y cuántas leyendas es Pessoa?
Homenaje a una de las obras inconclusas que proyecta en cada “Fragmento” la posibilidad de comienzo, nudo y desenlace de odiseas que jamás nadie, ni siquiera Pessoa o alguna de sus fotosintéticas criaturas, podría ultimar, Portal de Soares alojará textos que provengan y se nutran de la deserción activa, bartlebyana, que en Soares magnificó una experiencia de escritura poética, en prosa, como canto de hastío metafísico; textos que activen sus móviles, inconscientemente o no, desde lo convulso de la poesía, o que dese su denegación, la inflijan.
Pueden ustedes dejar que los llamen Soares.
Manuel R. Montes