Un recorrido por los 25 años de la poesía de José Mármol (Santo Domingo, República Dominicana, 1960), ganador del Premio Internacional “Eliseo Diego” 1994, de la revista Plural, Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña y Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña”, entre otros.
En el centro no
En el centro no, de las ingles diagonales.
Allí, la desmesura donde habita tu sexo,
en la sombra estremecida por la claridad del agua.
Habla el cuerpo con vocablos de lluvia repetida,
inclinado frágilmente a la izquierda de sus deltas.
Habla el cuerpo, bellísimo, que nadie más sorprende.
Ciego y torpe voy a la caza de la fiera,
a la ingesta salobre de tu flora de prodigios.
En el centro no, de los pechos macerados,
allí, en la ternura de tu mirada equina,
cuando niña te columpias en la levedad del prado.
En el odio no. Tampoco en el amor.
Allí moran la gracia y promesa de tu niebla.
Repto en la desmesura, naufrago en el ardor.
Un torrente de certeza que niega tus esquemas.
Un sabido desgaste en la tela de tus jeans.
En el centro no. En la periferia es todo. Es nada.
Todavía. Más allá de las ingles diagonales. No.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Táctica de vuelo (I)
Si estremece las nubes un 737
¿por qué sostenerme no pueden a mí?
El estrépito del lince metálico en sus bosques,
el estruendo en las turbinas, virulencias,
la orden de amarrarse el cinturón.
¿Por qué no sostenerme, si saltara?
¿Acaso no se trata de húmedo vapor
y consistencia táctil del aire lo que vuela?
Las nubes se compactan como rocas de algodón.
Perfecta simetría, extendida y desértica llanura de quietud.
El 737 se desliza solitario, suspendido casi, elegante y rapaz.
¿Por qué no sostenerme, si saltara?
La sobrecargo roza su muslo en mis rodillas,
me sonríe y rescata del letargo y el pavor.
¿No es, me pregunto, consistencia táctil del aire lo que vuela?
(Torrente sanguíneo, 2007)
Táctica de vuelo (II)
Esta ruta es un paseo gaseoso por las islas.
Al volarla te descubres y disgregas
y el océano te dice lo que nunca habrás de ser.
Vomitiva espátula en la imaginación.
Efecto estroboscópico en la velocidad.
El 757 empina su nariz
hasta quedar el suelo hecho un dejo de ilusión.
Me siento reposar en un movimiento sordo,
mientras cambia lentamente el paisaje su figura.
Esta ruta es, con poco esfuerzo digo,
como quedarse en casa inclinado a la TV.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Táctica de vuelo (III)
Surcar los aires hondos con pájaros de fuego
es una osadía y tú lo sabes bien.
Somos tan pequeños, me decías dormida,
duramos el soplido de una fragilidad.
Déjate pasear por misterios y delirios;
apenas quedarán territorios de aflicción.
Somos tan pequeños.
Delgadísimos y débiles, tal vez,
como un niño que grita sabiéndose nacer,
una hebra de ilusión de la nada prendida,
un pétalo de hastío tirado al lodazal.
Desde su arrogancia,
todo parece al hombre tan fútil, tan destruible.
Este caballo griego, tú lo sabes, es una belleza
creada y fundida seis mil años después,
por unas manos ácidas que anunciaron las tuyas.
Lo vi. Espigado y sereno me miraba
en la sórdida vitrina de una tienda en Nueva York.
Déjate llevar por lo que habría de ser.
La certeza ya no pasta en el prado de los dioses.
La muerte ha sido siempre antesala del vacío,
su hálito de hielo no se puede retrata.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Táctica de vuelo (IV)
Water evacuation es, a ciencia cierta, una cuestión de probabilidad. El sudor te inunda, de ansiedad, la palma blanquecina de las manos. Es señal de madurez, y precaución, prestar oído atento a las recomendaciones de seguridad. En 30 segundos, antes de despegar, al Padrenuestro sumas una fugaz versión de tus memorias. Un árbol, un juguete adorado, un amigo leal, una playa lejana, un viento sabio que deja la huella de la duda en la inocencia. Los ojos tremendos de la niña amada, sumergidos en cuencas de ámbar y esmeralda. Land evacuation es, quizás, la probabilidad que acerque la escena al espectáculo. Rastros de audífonos del iPod del muchacho nacido en New Jersey. El pantalón vaquero zurcido a la rodilla de la niña que a los 12 ya conocía varones y soñaba con hondos paraísos del éxtasis y el crack. El laptop de la Dell que muestra en pantalla la foto en familia del ejecutivo que se calcinó. El número de asiento, la maleta negra de un miembro de la tripulación. Life vest under your seat. Mientras, empiezo a caminar, letra por letra, El último encuentro de Sándor Marai, y el A 300 zumba por el espinazo blando del vacío.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Presencia
Tu presencia vale más que todos los delirios.
Conozco del hombre su raíz envenenada,
de la rosa su espina, de la ilusión el tedio, del aroma el hedor.
El mar, Homero: todo lo mueve el amor,
cantaba Osip Maldeshtam en su jaula de horror.
El sol se apoya tímido sobre los rascacielos.
Es invierno, ya sabes, preludia un ocaso de hojalata gris.
Girasoles, abedules y una triste balalaika;
se arrodilla un frente frío, se abalanza una ilusión.
¿Adónde estás, poesía? ¿Adónde, libertad?
Mientras pueda el iracundo amordazar un verso
yo no voy a entender el sentido de escribir.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Para cuando regreses
Llegas sin por qué, así no más,
como suelen ocurrir los accidentes.
Llegas y te instalas en mi plexo
una hierba silvestre, un frágil de amarillo,
un surtidor de augurios en vacaciones muertas.
Tu llegada es señal de victorias y derrotas,
indeciso acontecer de inequívocos fracasos.
Vienes de mares desbordados y monstruos de neblina.
Vienes del centro de la noche y sus caminos ciegos.
De la nada vienes, la ruta más precisa del hastío al furor.
De todas partes vienes, porque sí, por un tal vez,
por lo inesperado del destino y sus conciertos.
Llegas sin por qué ni para qué, así no más,
como suelen llegar los accidentes.
De inadvertida te disfrazas, con harapos de ti misma.
Llegas sin venir, como las premoniciones.
Llegas y no estás y no te has ido y nunca más por siempre y para qué.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Recuerdo
A un par de kilómetros de lentitud, la espesura de las olas figura leche de mar. Un bote podrido, a la orilla. Esqueleto de pez guanábano. Vacío caracol con cráteres de luna hedionda. Lo imposible ha sido, me lo han dicho siempre, que varíe de tono el sonido del mar. A cinco mil millones de años de quietud, el océano rezonga: una marmota espesa en hibernación. Sinfonía monocorde en los acantilados. Sonido de un silencio vegetal. Acrobacia del crepúsculo ahogado de horizonte. El hombre y el mar. La mujer y la mar. Una hoja tiembla, de uva playa, sin que su forma acabe de caer. Un lecho de agua mansa. Un palmo de arena tibia. Un lecho de luz blanca y de ceniza negra. Más abajo, a un par de kilómetros de lentitud, un cuerpo reposa, ya sin voz, ya sin rostro, ya sin vida tal vez.
(Torrente sanguíneo, 2007)
Caballos gigantes de Caucedo
El mar, que no tiene memoria, y se ufana en repetirse y repetirse, de ola en ola, de murmurio en murmurio. El mismo siempre, el bellaco de las formas, gimnasta de las cábalas y monstruos de ilusión. El mar como resabio de tantos desengaños. El de los cinco caballos gigantescos, que han sabido enredar la luna entre sus cascos y correr sin moverse, a cielo abierto, por entre las orillas de Caucedo y Guayacanes. Esos caballos de Troya en Mar Caribe, a cuyo trote se hace pradera el horizonte. ¿Quién si no yo mismo, en tus delirios bellos, pudo ir al pescante de la carroza mística, por las nubes tirada y por efebos tristes? ¿Quién si no yo, afirmado en tus rodillas, puede amaestrar las bestias de la tarde, ya rendido y dormitando su demiurgo? El mismo siempre, el de las acrobacias en azul y líneas blancas, el que se traga y devuelve como pompas etéreas los cuerpos hermosos de las niñas en bikinis. El de los mediocres pintores haitianos. El de los cinco caballos gigantescos, que se comen las tripas de los barcos cargueros y rumian sus lamentos a las siete de la tarde. El que se repite y se repite, de ola en ola, de ilusión en ilusión. El mar desmemoriado. El de Juan Dolio y Andrés, el mar, el mar, el mar.
(Torrente sanguíneo, 2007)
El tedio
Te arropa como polvo mecido por el aire. Hace que mastiques ajenjos del insomnio. No lo detiene el muro de un acierto. No lo despeja el brillo de una gota de rocío. Su tiempo es el instante durando para siempre. Su lágrima no cabe en el hueco de ambas manos. Te pudre hasta el dintel de las entrañas. Te lava con su bilis tu armario de rubores. Te sueña. Te pesadilla. Te misteria. Te despierta y sepulta. Te Lázaro y te da la última cena. Te rumia con esencias de torpeza y de abulia. Cae, porque sí. Se resbala en cauto movimiento de infortunio. Se lanza sobre ti y cae a tu centro, más allá, mucho más allá de la ley de la caída y sus efectos. Te cuece lavativas en la yema del temor. Te agita. Te sumerge y exhuma. Te precipicio alto como el cielo. Te friza como a todo lo que acoge en su línea el horizonte. Rosa putrefacta de ceniza y fuente nutricia de todos los siniestros.
(Torrente sanguíneo, 2007)
poema 24 al ozama:
acuarela
superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombra ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el Ozama que fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el Ozama que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el Ozama refugio del miedo de la noche y de toda la pobreza de unos hombres. largo testimonio de secretas temporadas de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el Ozama empieza a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados. sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo. toda mi memoria contenidos por el río que corre en el Ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie de luces diluidas por donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombre ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal.
(La invención del día, 1989)
esquicio del vuelo
voy a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.
(La invención del día, 1989)
la invención del día
certidumbre del jueves en la carne. soledad. botella seca. una llovizna blanda. premonición concisa de quebrantos. de ganadas ausencias. tono del jueves siempre igual bajo todos los climas y en todas las ciudades. porque jueves nació el tiempo y jueves el ciclo de semana laboral y de reposo. nacieron geografías. seres. fantasmas. lenguas. mitologías. fiestas. sacrificios. nació el miedo junto al olor despedido por los cuerpos. cuando flotan fragmentos del imán del sexo. la luz y el contraste nacieron porque mi nombre habla por voz de todo hombre. nació Dios luego de tantos dioses. día jueves indiviso en la permanencia de las glorias y la espada. porque jueves nacieron los besos. en tres bocas más allá de las fronteras del género. jueves inventaron la rueda y milagro de jueves por la noche vino el fuego. jueves descansó en una piedra el hombre que inventaba la muerte con su sangre. día jueves Narciso desdobló su ser. desdobló el ser del mundo en la otra realidad de los reflejos. día jueves y por tanto tiempo. amó Safo los cuerpos de dos niñas cayendo de sus piernas la sustancia de lo bello. el jueves la escritura. otro jueves -el mismo- la razón como simple crecimiento del azar. jueves nació el número siete y de ahí los fenicios y el comercio. el dibujo. el volumen y color de dada cosa. jueves adivinaba Tales un eclipse de sol y el ocaso de una era. porque jueves algún Dios exiliado celaba su reino y su poder. su mandato de acero erguido como un rayo. porque jueves el hombre primero quiso trepar al árbol del conocimiento. jueves Adán edificó el cenotafio de Dios. certidumbre intangible del jueves. temblación. agobio. desespero. porque no hay en el jueves asunto real que lo limite y diga. día jueves camina con soledad. botella seca. aguacero en el polvo. un entierro. inicio de la duda o un tal vez.
(La invención del día, 1989)
Abdicación
Dios es como el fuego, cuya pasión redime,
Como el viento poderoso, cuyo ardor desnace todo.
Dios, temor y fuerza de seguirle o acosarlo,
Como el tiempo, como el sueño y como el baño santo de las termas paganas.
Es como un fuego Dios, su amor devora y crea.
¿Dónde a Dios buscar sin vano desafío?
Sea en el prodigio de tu cuerpo y tu voz,
En el quejido lento de animales y brisas,
En la distancia unida por las hierbas y las piedras,
En los repliegues suaves del mar, que es piel del cielo
O en la muda palabra de una oración estéril.
Dios, perpetuo buscarse,
¿Forma transparente de lo que nunca es?
Es como el agua Dios, cuyo beso nos pudre,
Cuchillo destapando el centro de los sueños
Y si más hondo el filo, más fecundo, más brillante el animal que acude.
Dios es el tormento de creer o descreer,
Dimensión de lo enorme y lo nimio simultáneos,
Sentido de lo ágil, lo inasible,
Equilibrio inmutable del designio y el azar,
Contenido sin esencia a no ser la de mi voz.
Dios ya no enferma. Dios, cuyo destino le aterra y desconcierta.
Dios soñó entonces con cuerpo de vestir, viandas sobre la mesa,
Con cuentos de niñez (porque ha de ser terrible haber nacido inmenso).
Dios es como un canto, cuya vocal se ahonda,
Y va ganando plenas distancias eco adentro.
Dios, el que ama todo sin conocer ternuras,
Sin haber sido limpia superficie de un beso.
El iracundo, el sobrio, el que ha llorado ráfagas de insensatez y tedio.
Es como el fuego Dios, cuya pasión consume,
Como lluvia torrencial, cuyo crimen fecunda.
Dios es como el aire, sin ser visto abraza todo,
Dios es como yo y en mi palabra quema la luz que lo refugia.
(Lengua de paraíso, 1992)
Insultantes
A Pedro Vergés
Et je voguais, lorsque ´a` travers mes liens rêles
De noyés descendaient dormir, a’ recoulons!
Rimbaud
Pero el país del sol es nada más tormento,
Estertores, chatarra y glorias olvidadas.
Mi patria se detuvo en unas cuantas calles,
Polvo cuaresmal de la infancia, aguaceros tremendos y animales domésticos,
Nombres ya difusos que remolco hacia la nada.
Ella me gritaba, la patria, no te marches,
Pero soy del país del exilio eternizado,
Extranjero a bordo de mis pies sin zapatos,
En el idioma nuestro, en sus adagios,
En las aberraciones de mis blancos ancestros,
En la oración del ángelus, en las hojas y el fango
De la sombra que a tientas levantaba mi carne.
Ella me gritaba, la patria, no me dejes,
Pero soy del país de los que no se retornan,
Estirpe insufrible que al mar se arroja triste
Y bajo la tormenta del cosmos doma fieras.
Soy de una tórrida estación y abarco sueños,
Lo fugaz del amor y el tajo permanente del filo del adiós.
Soy habitante de tortuosos designios,
De la fiebre, la carencia, el desatino, el duelo.
Pero el país fue nada más aquello,
Estertores, guaracha, batallas santiguadas en manos de la suerte,
Estercolada sangre que nunca más retoña.
Ninguna otra sustancia pudo labrar mi surco ni apoyar mi pisada,
Porque del país del exilio perpetuo voy llegando
Y del país de los que nunca retornan quiero ser.
(Lengua de paraíso, 1992)
Arte poética
Oh llamado demoníaco del surtidor poético, no me abandones a la miseria yerma la claridad. Apártame por siempre de lo fácil, lo tangible. En la oscuridad prolifera el asombro. Húndeme al tórrido gris de un mar llovido. Deja que me pierda en su armonía de furias. Dame otra vez de la locura el sueño y de la clarividencia el más ancho desvarío. Mantenme colgado de lo inimaginable. Apóyame del aire, así caigo en lo eterno. Clávame al madero de un verso apetecido, de una voluptuosa imagen de otra edad. Átame al dilema de cantar o pensar. Elévame, elévame, elévame y no me sueltes nunca al rumor de lo que es. Desanda con mi lengua los espacios invisibles. Di con mis palabras cuanto habrá de aparecer. Diseca con un verso la belleza del instante. Haz reír un ángel y que Dios me cele. Oh bestial, cortante llamado del tormento poético. Haz de la sospecha pasión de mi escritura; que converjan en mi verbo los idiomas y las pieles, y en las vibraciones espantosas de mi sangre todos los candores de la inocuidad. Haz de mi existencia un estallido, un soplo de vocales, una idea fragante, un ya nunca jamás. Oh monstruoso llamado del surtidor poético. Haz de cada sílaba un lenguaje nuevo y con árboles y piedras un mundo a tu deseo. Haz del no sido el es y del devenir un retornar sin freno. Condéname a todo, oh torrente mágico de la poesía, menos al viciado misterio de lo exacto. Haz que mis canciones sobrevuelen la breve infinitud del universo. Oh demoníaco, oh bestial, oh fecundo y verbal llamado del poema.
(Lengua de paraíso, 1992)
Museo de Arte Moderno de New York
Es un decir, ya lo imaginas, una pausada conversación sin más.
Pero mi vida habrá de ser más breve que mi arte
Y el Bajo Manhattan un grabado vivo de nuestras ilusiones y desesperanzas,
Un pedazo del Ozama levantado, tal vez,
O de aquella ciudad que fundaron las palabras.
Es un decir, ya sabes, en lo dicho estás y soy.
Sentir Cézanne, Matisse, Gauguin, Picasso, Braque.
Pensar van Gohg, Degas, Renoir, Monet, Dalí.
Soñar Oviedo, Ulloa, Tovar, Cestero, Eligio, Guadalupe, Azar,
Nombrar huesos y pasos perdurables entre lienzos,
Días que no son sino instantes de sus artes.
Es un decir, ya lo imaginas, un diálogo quizá entre tú y mi tal vez.
Pero mi vida habrá de ser más breve que mi arte;
El frío se prolonga más allá del riel postrero,
Mas hay dichosamente vapor en la estación,
Aunque aceda el invierno con su baba los humores.
Es un decir, eso es y nada importe acaso en este día,
Cuando en la superficie del Bajo Manhattan
Se percibe nubosa la duración del ser.
Mas tu vida y la mía habrán de ser tan breves
Como el copo de nieve que nos hizo reír.
Es un decir, ya lo imaginas, una pausada conversación sin más,
Para descubrir que tanto arte sobra y toda vida falta
En el Museo de Arte Moderno de New York.
(Lengua de paraíso, 1992)
Deus ex machina
Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno. Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y el agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas. Ellos narran en su tremendo idioma, las celebraciones, la obediencia, y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana. No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia. Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable. Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados de la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo. Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano.
(Deus ex machina, 1994)
Cada cual
cada cual tiene su imposible con forma de recuerdo al que adora. cada quien un amor. una dolencia. un anhelo. una serie de olvidos que recuerda. cada quien bajo cada lluvia esconde. por lo intacto de sí mismo una carencia. cada cual un rostro bello. unas tibias manos elongadas y limpias. el toque sigiloso de un pezón con los dedos prendidos de deseo. un gesto de la infancia. una mirada en vano desde un auto veloz. las sílabas de un nombre. ese nombre solo. perseguido sin noticia por los siglos de los siglos. cada cual encubre un imposible con trapos de ilusión o de fatal aviso. cada quien lo desconocido ama. lo perdido que nunca fue jamás. lo vivido a cada leve instante. en que uno se despoja de la vida. para ir sin rumbo alguno. ligero de sí. y del peso de su rostro imperdonable.
(Encuentro con las mismas otredades II, 1989)
Pensar
pensar en que fuera necesario no pensar. ya es pensamiento. piensas qué pensará el chofer. cuando del guía cuelga y la noche le avanza por los nervios. piensa tal vez en la niñez. en la escuela de barrio. en el café que invade la blancura del pan. quizá piensa en el primero. en el irrepetible amor que nunca estalla. piensa en la negra vellonera con sus luces y cantos de juguete perdido. piensa tal vez en la velocidad izquierda del oscuro paisaje. en la mancha recrecida de las últimas desgracias. piensa (es un lamento y una posibilidad) en el cuerpo desvalido de una joven mujer. provisto de una música en silencio y un resuello. piensas y te alargas qué pensará el chofer. cuando pensar en que fuera necesario no pensar. ya es pensamiento.
(Encuentro con las mismas otredades II, 1989)
Al nombre de alguna mujer
tu cuerpo es un deseo de ti por todas partes. tu cuerpo es un imán tensado mis rodillas. eternidad de un día desde la que borracho de urgencias me disuelvo. fugacidad con brazos para estrecharme a un fuego. tu cuerpo es una flor brotando de un espejo. un temor con esperma recogido en el vientre. la pelvis una playa que agrupa un mar de besos. tu cuerpo es un recuerdo que no tiene pasado. permanencia del agua en racimos de unas horas. tu cuerpo es la noche con su nada redonda. el sonido. el metal. la soledad. la campana que hincha la neblina sobre las viejas piedras de la catedral. tu cuerpo es un deseo de ti por todo el tiempo. escasos los dedos. tremendos los ojos y unas ingles llanas de las que crecen nubes. tu cuerpo no amanece. tu cuerpo inventa alas. azul en lo azul. desde lo blanco blanco. voz en la voz y por el viento soplo. tu cuerpo es un deseo de ti por todo sitio. tu cuerpo es una danza de ti si el piano flota. tu cuerpo es un reclamo de amor en cada gesto. tu cuerpo es un deseo de ti por todas partes.
(La invención del día, 1989)
Retrato de mujer
En tu boca tiembla un pájaro tirado a lo sediento. En tus dedos, templos altos de luz andan despiertos. Habla con tu voz aquel ángel seducido por una magia, un cuerpo, un vocablo insospechado. Nada por tus párpados un pez bello y fugaz y en la negra chorrera de tu cabello tieso, un celaje de carne con alas suena y brilla. No mis ojos te dibujan, no mi trazo maculado. No mi arte la perfila; es el agua desbordante que me asalta con mirarte, untadas por imanes lascivos ambas manos, y no importa que estés muda porque hablas con tocarme. Hay entre tus pechos matices imposibles, bosques y bahías, cañaverales limpios, mojadas poblaciones, algas finas, robles, yerba. Me asomo al intocable destello de tus manos y temo que mirándome se desnude tu voz, y como San Francisco de Asís hable a las aves, y se descalce y pese mucho menos que el aire. Mujer que lleva entera una bestia por ternura. Mujer que me desalmas con tan sólo nombrarme; mas no importa si estás muda porque cantas cuando miras. En tu vientre acuna un mar con veleros erguidos, en tu pelo un surtidor de la noche se desgrana, en tu boca de nubes y pájaros me pierdo, y no importa si estás muda porque cantas cuando amas.
(Deus ex machina, 1994)
Criatura
Un cuerpo de mujer, desnudo, virgen, tibio,
resbala quejumbroso en la cima de mis brazos.
Un aposento extraño, hundido en el silencio
y la penumbra espesa de una noche de montaña.
A veces un capricho, un chasquido de labios, una mirada mansa.
A veces la impresión de dos bestias insaciables,
cuyas respiraciones se han bebido los cielos.
Cuando su lengua baja, ya domada, a mi pecho,
la extensión de su talle se acomoda entre mis dedos.
Una mujer desnuda, prendida en mi abandono,
disfrazada de todas las formas del deseo.
Un cuerpo de mujer ardorosa que se encumbra,
mientras sobre los pinos juguetea el viento negro
y las ramas prosiguen su oración, a pesar nuestro.
(Criatura del aire, 1999)
La Montaña del Ángel
Escalo sumergido la Montaña del Ángel.
En líquidos aromas naufrago y me disgrego,
a la hora del quejido torrencial de su derrumbe.
Asciendo por su tibia hipotenusa y sus meandros,
por regiones de blanda y bestial orografía.
Camino por el centro de su sombra de luna,
por un lago de oscuros aceites siderales,
por dos caminos blancos (avenida de las ingles).
Huelo la quietud de su cintura estrecha
y mi escalada cesa en el valle de las lilas.
La Montaña del Ángel comienza entre las nubes.
La Montaña del Ángel termina en sus inicios,
allá donde tocarla no puede ni el delirio.
La Montaña del Ángel es un río, un bar, un sueño,
un torrente de frágiles caídas encendidas,
un abismo que anida un silencio y una espera,
chorro de aire tibio, sangre quemada en fraguas del deseo,
vaporosa presencia perdida entre mis sienes.
Cuando su cuerpo hinca el follaje de las nubes,
respiro la quietud de contemplarla,
a la hora del furor y estación de su derrumbe.
(Criatura del aire, 1999)
Datos vitales
José Mármol es poeta y ensayista (Santo Domingo, República Dominicana, 1960). Traducido a lenguas como el inglés, francés e italiano, ha publicado los siguientes libros de poemas: El ojo del arúspice, 1984; Encuentro con las mismas otredades I, 1985), Encuentro con las mismas otredades II, 1989, La invención del día, 1989) con el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía 1987; Poema 24 al Ozama (Madrid, 1990, con grabados del artista español Rufino de Mingo);; Lengua de paraíso, 1992), que fue galardonado con el Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña 1992; Deus ex machinar, 1994, con ilustraciones de German Pérez, libro que recibió simultáneamente los premios Casa de Teatro 1994 y el Accésit del Premio Internacional “Eliseo Diego” 1994, de la revista Plural, perteneciente al diario Excelsior de México, y una antología personal titulada Lengua de paraíso y otros poemas, 1997. Además, Voz reunida (poesías de 1984 a 1994), 1999; Criatura del aire, 1999, con ilustraciones de Ada Balcácer); Premisas para morir. Aforismos y fragmentos, 1999); La invención del día, 2000); Deus ex machina y otros poemas (Colección Visor de Poesía, Madrid, 2001); Premesse per morire (Stampa Alternativa, Italia, 2001). Además, Torrente sanguíneo, 2007), con el cual obtuvo, nuevamente, el Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña”; Maravilla y furor, 2007; y Miradas paralelas, en colaboración con el fotógrafo Ángel A. Martínez (Editora Amigo del Hogar, República Dominicana, 2009).