Juan Marcelino Ruíz es un poeta de la generación de los sesenta que se caracteriza por escribir una poesía fresca, desenfadada, plena de gracia. Se trata de un poeta sobresaliente en el marco de su generación.
Génesis
Recuerdo
el violeta oscuro
del útero materno,
el acompasado golpear de olas de sangre
tiñendo de calma mi placenta.
En posición sedente
succionaba el pulgar,
le pedía a un cielo imaginado
que mi madre pariera un buen poeta.
En lugar de eso,
he nacido simplemente pelirrojo
Los tigres se cuelan a mi jaula
Yo,
nacido un martes al norte del estado
el que no conoce más allá de Zacatecas,
me idiotizo ante un televisor
“Made in Japan”
con un control remoto
fabricado en Singapur.
Me traslado por el mundo
sobre mis cansados tenis
que presumen una etiqueta de Korea.
Escribo mis poemas
gracias a la alta tecnología
de un lápiz amarillo
traído obviamente desde China,
mientras me molestan mis hijos
con un ruidoso juguete de Tailandia.
Descubro al fin mis raíces orientales
Martha
Martha
jamás necesitó de un ritmo de palmeras
le bastaron las calles polvorientas
de mi pueblo dibujado en el desierto.
Todas las tardes cruzaba por la plaza
como un alfil blanco
rozando apenas el tablero.
Rubio deseo compartido
por más de treinta adolescentes.
Algunos, los más grandes
juraban haberla disfrutado
en las tapias de lo que fue el correo
los otros, tan sólo queríamos crecer por ella.
Las calles de pronto parecieron muy estrechas
para el crecimiento anormal de sus caderas,
nos dejó con las ganas de crecer
y con la cálida humedad de la vergüenza
corriendo entre los dedos.
Amor de Pobre
Ah, si fueras mía,
si un día nuestros destinos se enhebraran;
se que tú, no te burlarías de mis versos
alimentando con ellos el cesto de basura.
He soñado con esto tantas veces:
que guardas mis poemas en tu seno,
que los cuidas
los ordenas,
los prendes uno a uno en tu memoria.
Pero el destino
siembra lejanías entre nosotros,
nos separan
tres devaluaciones distintas
y una sola crisis verdadera
Mira…
que si fueras mía,
te lo juro por las trenzas de mi madre
serías tú
la computadora más amada.
Presagio
El tiempo,
no tiene prejuicios ecológicos
de años para acá
practica la tala inmoderada
sobre la zona frontal de mi cabeza;
la selva roja
antes lozana, agreste, orgullosa
se ha ido mermando en forma paulatina
para dejar pasar la luz que pisa
sobre el futuro desierto
que extenderá su geografía
de oreja a oreja.
En Re menor
(Con perdón de J. S. Bach)
Te pensé,
como se piensa en un violín “stradivarius”
redactando las notas de un concierto
para pintar de rojo
la noche de tu alcoba.
Tenso el arco,
deletreando la gracia de tus cuerdas;
recorriendo la escala sin censuras
al compás de un tiempo suspendido.
Luego inventamos
un gemido escrito en ocho notas
jugando en la armonía, el contrapunto;
afinar un poco, comenzar de nuevo
leyendo al cangrejo el pentagrama.
Un ruido fracturó la melodía
fuera de ritmo tus padres golpearon a la puerta
Aquel concierto
previsto para más de cuatro movimientos
quedó tan sólo en vil “Tocata y Fuga”.
He de calmar mi instinto musical
(como otras veces)
con un solo de flauta.
De Luto
Nada me pesa más
que una gorda en una funeraria:
redonda, oscura;
contraste exacto con la pálida silueta de los cirios.
Al dar el pésame
lleva un dolor sincero el tosco manotazo,
y sus mejillas…
¡Cuanta sal pueden soportar esas mejillas!
Llora, tiembla,
estremece la capilla entre sollozos.
Falta de oxígeno y amores
como un higo maduro se derrumba;
entonces, es urgente
un mínimo de cuatro caballeros
para recobrar el suelo arrebatado,
en tres minutos más la cafetera
sufrirá el rigor de su retorno.
Torre de David…
(ruega por nosotros)
Torre de Marfil…
(ruega por nosotros).
75 Wats Descanse en Paz
No se le vio pálido o enfermo
y sin embargo murió junto a la tarde
un fuerte destello
azul profundo
como si quisiera dejar en ese intento
su recuerdo gravado en las retinas
un gemido
apenas mayor que sus silencios
su filamento
cordón de vida que le diera la General Electric
se partió irremediablemente en dos.
Traté de reanimarlo
golpeando suave
sobre su fina, perfecta y transparente piel
la mancha oscura del desahucio
me convenció
de que su ciclo vital se había cumplido.
Como no recordarlo con cariño
si tantas noches acarició discreto
el sagrado ritual de tus desnudos
si nos iluminó mientras leímos abrazados
el erotismo sabio del Cantar de los Cantares
y los cien sonetos de Neruda
mucho,
demasiado diría yo
para un amigo cotizado tan sólo en cuatro pesos.
Sólo por esta noche
y en señal de duelo
haremos el amor completamente a oscuras
Venganza Perra
Esta noche,
meteremos los perros a la alcoba,
les prestaremos
las sábanas, la almohada,
la lámpara de tenue luz
y el pudor tejido en los prejuicios.
Mientras pretenden dormir como la gente
tú y yo tomaremos el patio por asalto:
ladridos al gato del vecino,
a la luna
y a la titilación absurda de los grillos.
Con los dientes
romperemos la cuerda que ata los instintos:
no ser hombre y mujer:
ser hembra y macho;
antes y después de amarnos
moveremos el rabo
para espantar lo que quede en la cordura.
Y después, ya satisfechos
dormir el uno junto al otro
lamiendo agradecido tus orejas,
y cuando el sol dibuje nuestras sombras
ir a rascar la puerta en la cocina:
algún buen hueso quedaría en la cena.
The End
En la cómoda seguridad de su butaca
un hombre
decide enfrentarse a la pantalla.
Se agazapa en la penumbra artificial
mientras la luz
va danzando en formas y colores
al ritmo escandaloso que le dicta
una guerra imaginaria entre planetas.
Por la sala,
se multiplican los ruidos clandestinos:
eructos que pretenden ser sutiles,
tacones dando tumbos en lo oscuro
y la casta bofetada que restringe
los límites de una mano indagadora.
Al amparo de la castrada libertad
que le ofrece la tarde de domingo
el hombre
por fin duerme
con la cabal certeza que en la trama
por enésima vez nuestra fortuna
es custodiada
por la tierra del dólar, sus misiles
y sus héroes de plástico irrompible.
Cervantino
Voy convertido
en caballero andante a tu medida
desenvainada la espada,
lanza en ristre.
Con la sola armadura de la piel despierta
recorro la llanura de tu vientre
para desfacer el entuerto de los días.
He sometido
al par de altivos leones que te habitan
tan sólo con el brío de mis argucias
exijo la historia me recuerde
como el audaz caballero de tus pechos.
Algunas veces,
me derrumba el molino de tu ausencia
y mi triste figura
recurre a pócimas de marca registrada
que embrutecen los pies y la cabeza.
Es luna llena…
sálveme Dios
del Mago Frestón y sus hechizos
sirvan mejor los polvos de su magia
para convertir los pilares de tus muslos
en alcatraces morenos que florecen,
mientras llego al máximo esplendor de mi locura
en el íntimo lugar de aquella mancha
de cuyo nombre
no puedo olvidarme.
Números Negros
Uno
La oscuridad
rompe en astillas su equilibrio;
un parpadeo de la noche insomne
recorta el tímido perfil del sauco
-torcido esqueleto
resistiendo la alquimia de la tinta-
Al tacto de dioses vagabundos:
germina el trueno;
tiemblan la calma y los cristales
aborta una maldición entre los labios.
De nuevo a oscuras.
Silencio agazapado
Fúnebre murmullo…
Dos
Llueve
del techo se descuelgan
gota a gota retazos del insomnio
se van empapando el piso y la hora once.
Mi ángel guardián
sacude sus plumas enfadado,
derrama la tinta y la impaciencia,
lo arrojo
tres palmos más allá de la ventana;
busca refugio
escupe unas palabras sucias.
Las manecillas
se vuelven una sola
en el punto más alto de la esfera
Tres
Es medianoche
se enciende el barítono reclamo de los sapos
hay en su canto
una nostalgia por el dios menguante.
Interrogo de nuevo a la ventana:
Un viejo fantasma percudido
dejó su piel untada al tendedero:
escurre…
cansancio,
soledad ganada a golpe de idioteces.
El sueño:
una consigna que levanta los párpados.
Lluvia,
trova de sapos,
acompasado ladrar de perros remojados;
el quejido de un rayo moribundo,
y en el fondo
silencio…
Cuatro
Con el sentido absurdo
del zángano que ha sido rechazado,
el pensamiento vuela
estrellándose
entre palabras y ritmos incompletos;
se posa en la humedad hiriente
de los pétalos negros de tu orquídea.
Para esta hora los recuerdos
despeinan más que el líquido cristal del viento
¿Cómo saldar el trozo de vigilia que me acecha?
un cigarrillo más sería pecado.
Cinco
A paso torpe se encamina el alba,
semeja el rostro de una prostituta aún sin maquillarse.
De nuevo,
masticar el viento vulgar de un día cualquiera,
soportar el roce de un orbe que aniquila
cantar la muerte del otoño
golpear las sienes
tragarse las uñas y las horas.
Será esta la última noche en que no muero.
Luna negra
I
Ella camina,
con la incertidumbre que hace temblar a la gacela
cuando pasta en suelos extranjeros.
Cachorro hembra
tras el abrigo de sombras carcomidas
en el eclipse urbano de Madrid,
trozo de noche que inquieta se revuelve
sobre la farsa de la acera insomne.
Bajo sus ropas,
tatuada en su piel adolescente,
se extiende una noche más perfecta;
princesa de ébano yoruba
tallada por un dios de orígenes ignotos.
luna negra
que cruza iluminando la avenida.
II
Bajo el farol,
la espiga deliciosa de su cuerpo:
equis perfecta
en el mapa de un pirata improvisado.
III
Entonces me pidió que la siguiera
en un inglés apenas comprensible
matizado de acentos africanos,
nuestras palabras
tuvieron la llaneza del contrato,
si acaso
un piropo forjado toscamente
a lo profundo de sus ojos tristes.
Como se toca el fruto antes de comerlo,
palpé la brevedad de su cintura;
y en el hechizo de la hora prima
la Gran Vía y su tráfico nocturno
se diluyeron
en la selva de su bruna cabellera.
IV
Septiembre
Iberia
boceto de un cielo indefinido
sobre los árboles del Paseo La Castellana
dos extranjeros
los dedos enlazados
(teclas de piano trotando en un adagio).
A nuestro paso La Fuente de Cibeles,
en sus pupilas un fuego de nostalgia.
Ante la imagen
de aquellos pétreos leones africanos
de sus labios escapó como un murmullo
el cristalino nombre de Nigeria.
V
Como un alegre par de fugitivos
salvamos la puerta del hostal;
queso manchego,
un vino de Galicia,
y la tibia esperanza de los cuerpos.
Hablamos de su tierra,
y ante lo inútiles
que resultan a veces las palabras,
trazó con la magia de su danza:
aguas del Níger,
la grupa de un antílope hembra en celo,
la gallarda osatura del guepardo,
la sinuosa esbeltez de la palmera.
Sobre su pecho los montes de Ibadán,
el llano de su vientre la sabana,
y la espesura violenta de su pubis
la selva ecuatorial de sus ancestros.
VI
Iluminado al fuego de su voz
yo fui tan sólo el centro de la hoguera;
los muslos oscuros y felinos
bajo el frenético golpe de sus manos
tambores presagiando la batalla.
Cantaba a Osose,
el que guía las lanzas en la guerra;
en sus caderas iba modulando
el armónico ritmo de las olas
que ha hecho vibrar Olokun por milenios.
Conjuró a las deidades de la noche,
para que fueran soltando poco a poco
la textura salvaje del instinto.
Al caer
el último vestigio de sus ropas
Sango floreció en el firmamento
y con su luz burlando los cristales
enmarcó orgulloso su silueta;
mientras la lluvia
era una frágil y pulcra telaraña
envolviendo el espacio madrileño.
VII
Desafiamos la desnudez y su delirio
con nuestros cuerpos disímiles y ajenos;
enmarañados
bajo la tenue luz que cómplice envolvía:
gemidos en lenguas encontradas,
piel contra piel
perfilando una esfinge caprichosa;
fusión herética y sagrada
de dos lejanos y grises continentes
en la humedad hirviente del deseo.
Nunca antes
blanco y negro armonizaron a tal punto,
fuimos bandera
de un híbrido país en gestación
ondeando sobre un mástil de lujuria;
una cebra
retozando sin prisa en la sabana.
VIII
Hoy nos separa el dolor de otro septiembre
la lejanía de siete meridianos
la sal acerba de un océano insalvable.
Yo la recuerdo
en la obstinada gloria del insomnio
en la tinta desleída con su nombre
garabateado en una servilleta,
en la estricta memoria de su imagen
iluminando a su paso la avenida.
Datos vitales
Juan Marcelino Ruiz nació hace varios años de causas naturales en Cd. Juárez, desde hace 20 radica en Cd. Cuauhtémoc, Chih., tierra de el queso y la manzana. Profesor de educación primaria, de cuando en cuando aporrea el teclado de una vieja computadora para exorcizar los insomnios que producen la crisis y las reumas. Ha publicado en algunas revistas del norte del país cuento y poesía, el poemario Derrepentes por la UACH (1998) y en coautoría Quinteto para un pretérito ICHICULT 2000. En preparación está el libro de cuentos Sin vela en el entierro.