Equilibristas No. 002: Por un mundo pequeño

EUA

El dramaturgo y narrador Hugo Alfredo Hinojosa, en esta segunda entrega de “Equilibristas”, nos ofrece una aproximación crítica a las ideas de Morris Berman en El crepúsculo de la cultura americana, una lectura esencial para interpretar los tiempos que corren.

Por un mundo pequeño

 

¿A quién le importa el crepúsculo de la vida? A decir verdad nadie, o casi nadie piensa en eso. Preferimos la comodidad inmediata a preguntarnos sobre cualquier cosa. Todo es un anatema.

¡Para qué pensar!

El problema no está en las cosas, ni en la vida. El problema está en que existen algunos degenerados que piensan. DIOS MÍO. Nadie se atrevería a cuestionar que la familia, como nos lo enseñan es la base de la sociedad. Sí, en efecto, son la base, ¿pero de qué sociedad? En verdad a nadie le importa. Así como la familia funciona como vínculo político, la sociedad por sí misma está plagada de una miseria apocalíptica que nunca tiene fin. Qué más decir. Morris Berman en El crepúsculo de la cultura americana jamás habla de la familia, pero sí de la sociedad estadounidense y su descomposición. De esa sociedad que en mayor o menor medida es la nuestra: nuestra sociedad mexicana (en mayor grado) embriagada por lo que no es pero desearía ser. Nuestro protagonista piensa, dice y escribe para dar a conocer algo que está a ras de la piel; nos habla de su visión apocalíptica sin problema alguno y con una naturalidad propia de quien sabe que las cosas a su alrededor se derrumban sin poder hacer nada, sino contar una fábula por todos conocida que tiene el mismo final pero con una trama distinta. Un Happy ending, por así decirlo, lleno de idealismos estúpidos propios de un político emergente de cualquier universidad privada y católica.

     El ethos de Berman nos remite más a un escritor de la segunda posguerra del siglo XX que a un estadounidense de inicios del siglo XXI. Inicia su discurso sin preámbulos y nos lleva por un viaje en el cual dicta, de manera concisa, sus premisas libertarias para demostrarnos la caída del imperio de los Estados Unidos de América. Nos habla de la Roma antigua y de cómo se destruyó. Bien. Se mantiene alejado de la visión posmoderna y afirma de manera tajante que explicará el porqué de la caída del imperio romano y no toma la clásica postura de plantear únicamente los preguntas, como lo hacen los posmodernos. No hay dudas de que cada frase y dilema que desarrolla a lo largo del libro está bien postulado (será). La escuela de Frankfurt está presente, así como la revolución industrial y, por supuesto, lo que fundamenta los dilemas anteriores: el siglo de las luces.

Todo correcto.

A diferencia de Francis Fukuyama, Berman cree en la reposición de la historia a la manera de Hegel. Asimismo, postula y defiende las críticas de Marcuse, Adorno y Horkheimer a la sociedad de producción del siglo XX. Qué más…

     Sin embargo, uno de los problemas de Berman radica en que realmente no explica cómo es que el imperio romano se extingue. Esto es, la analogía política y cultural no funciona al grado de la demostración científica que propone en un primer momento. La mayor parte del cuerpo del escrito vaga entre posiciones culturales y de analogías que poco ayudan. Comparar a la Roma antigua con los Estados Unidos es demasiado fácil. Es decir, al leer el libro encuentra uno un sinnúmero de fenómenos culturales y económicos que bien se le pueden adjudicar a México o a Venezuela, el problema radica en la contextualización. La explicación pues del deterioro de la cultura gringa, por así llamarla, se vuelve tediosa y por demás un lugar común.

    Es fácil decir, como defensa, que debido a la globalización y otros tantos fenómenos culturales es posible que incluso los países del tercer mundo acaben por tener o cumplir con las expectativas de su caída política; es decir con la americanización que plantea Berman. ¿Pero cómo puede un país en vías de desarrollo estar a punto de dejar de existir? No tengo la respuesta, quizá las políticas que hundieron a Roma no tenían que ver directamente con la economía. La gran familia que es el mundo, tiene distintas vertientes que siempre se cumplen o funcionan como debieran. Sin duda, los postulados de Berman no dejan de sorprender (de manera gratuita) ya que son datos que seguramente podemos encontrar en un sinfín de estudios sociológicos y antropológicos. Mientras que las gráficas dominen el discernimiento, la capacidad hermenéutica disminuye. En estos tiempos cualquier persona nos puede hablar de la escuela de Frankfurt o de las distintas revoluciones hasta llegar al conflicto de los misiles en Cuba. Vivimos en una época emblemática que si bien, es verdad, que la información está a la mano, existen individuos que ni así pueden acceder al conocimiento. Estamos, por así decirlo, en un momento en que hacer resúmenes de la vida es rentable. ¿Pero qué tan válido es? Es válido es cuanto que nos ayuden a pensar menos y funcionen como documentos de difusión a la manea de un manual de globalización para dummies.

    Lo que crítica Berman a lo largo de su libro, precisamente: la inmediatez, el resumen y empobrecimiento de una cultura, termina por ser su propio talón de Aquiles. El Crepúsculo de la cultura americana es un reducto de tres mil años de decadencia histórica y económica, que han explicado mejor otros filósofos con menos historia universal a la mano.

     Por otra parte, la propuesta monástica de Berman, de una generación de nuevos hombres que están fuera del stablishment como en Farenheit 451 de Bradbury, suena convincente y lógica, pero los postulados que ofrece son la mayor de las veces superfluos que fincan su casa dentro del lugar común. La falta de originalidad en un tema como lo es el de la decadencia cultural conlleva al fracaso si no hay nada nuevo que decir.

    No obstante, el libro de Berman funciona de manera excelente si se trata de revisar la historia del mundo político y cultural sin mayores pretensiones que las de difundir conciencia  en las nuevas generaciones del zapping.  Y es este zapping como el abracadabra de la familia. Todo lo arregla, nos muestra una cara del mundo que conocemos pero que nos gusta negar. La gran familia que nos presenta Berman reside en cualquier lugar del mundo y todos estamos en decadencia, qué originalidad. A nosotros, como padres de tanta miseria no nos queda más que guardar en SECRETO nuestra propia decadencia. Vivamos felices, de cualquier forma, cualquiera sabe que existe el crepúsculo en la cotidianidad, desde el maestro de obras hasta nuestros gobernantes. No se vale escribir obviedades para vender.

 

 

También puedes leer