Robinson Quintero Ossa nació en Caramanta, Colombia, en 1959. Poeta, ensayista, compositor y director de talleres de creación literaria. A continuación un recorrido por su obra.
El lápiz del poeta
Hombre que da una vuelta a su casa
La poesía no tiene horario
La poesía se escribe no cuando uno quiere
sino cuando ella —la poesía— quiere
dicen
Esto me digo mientras camino
y pateo una piedrita
calle abajo
una y otra vez
la misma piedrita
Dios puede ser cualquier cosa
incluso una piedra en el camino
—dicen también
Y me lo digo como quien no tiene
para decir
algo inusitado sobre una piedra
que se patea en una calle solitaria
Darle a la piedra es todo el asunto
de esta tarde
sin asunto
pues no hay qué hacer
y la poesía no tiene horario
La piedra golpea otra piedra y no canta
no llena el universo
Es nada
diría uno
en el camino que lleva a casa
La otra ítaca
Siempre se ha dicho:
el camino es largo
Para arribar a tal o cual Ítaca
hay obstáculos
extravíos
y pocos atajos
Se necesita de algo más que ardentía
y arrojo
Y se dice también
que al final de la ardua jornada
espera a cada uno la recompensa:
la paciencia es hermosura
después de la niebla hay sol
sacrificio añade sabiduría
Pero sé de lugares jamás encontrados
en los que el hombre ha quedado
en la intemperie
Si no es la dicha el mismo camino
si no es cada paso el puerto
no lo emprendas
No siempre se nos espera
No todos llegamos a tiempo
De la infancia
El abuelo enfermó en un cuarto oscuro y estrecho del que no salía. El parlante de un transistor sony de pilas, bien pegado a su oreja, le traía las noticias del mundo.
El dormitorio tenía una ventana con sus cortinas siempre corridas, la cama, una silla incómoda –destinada a las visitas–, y el mueble donde la lucecita del radio titilaba día y noche junto al velador.
Su comida enfriaba en las bandejas antes de ser probada, y en el cobertor, la bajo alfombra y alrededor de las patas de la cama, las migajas caídas de su plato.
Cuando aceptaba compañía, hablaba poco; después el silencio fruncía su gesto, daba el morro a la gente y se dormía.
Su cara permanecía siempre hinchada de agua, y su vientre hinchado de agua, y las plantas de sus pies y sus manos. La abuela le mojaba las comisuras resecas y cuarteadas con un trozo de hielo y el abuelo chupaba la escarcha con la prisa de un niño.
Desde entonces no meditó el balcón, ni paseó los corredores, ni subió a las terrazas. Se hacinó en su pieza donde, tosegoso, asfixiaba, pedía ayuda malhumorado y se quejaba con frecuencia del fuerte ardor de sus orinas. Se entregó a la medianoche interminable, acompañado apenas por las voces de los locutores de radio y mirando un punto fijo en el techo boca arriba con los ojos cada vez más ciegos.
Después de su muerte, el dormitorio permaneció cerrado, visitado apenas por la abuela que entraba con sigilo para asearlo y demoraba sacando trastos viejos.
Los niños seguíamos jugando en los corredores, y a veces oíamos, desde la pieza cancelada, quejas, toses, el verter del orín en una bacinilla y el ruido de una onda radial mal sintonizada, como si el abuelo no hubiera muerto y siguiera allí, anunciándonos que la infancia aún no había terminado.
Vano
En la sepultura abierta de pronto un pequeño
esqueleto:
los huesos
las piezas
de un despojo prematuro
como signos
como gestos
de un texto insuficiente
Invocación
¿Qué cosa eres Dios
cuando digo: si Dios quiere?
¿Qué eres en lo venidero
de qué manera asistes
qué trama urdes?
Cuando te invoco
¿a qué entrego mi confianza
y encomiendo mi necesidad
para que sea el futuro propicio?
Eres todo
y eres nada para que de nuevo te vuelvas necesario
Los que nos persignamos en mitad del abatimiento
en la amargura de nuestros días indefensos
desde donde a veces llamamos sin que nos contestes
insistimos
El malabarista
La poesía es también la experiencia del poema
O si no observa al malabarista
Con qué habilidad mantiene
sus esferas en el aire
sin que caigan al suelo
Cómo lanzándolas a su suerte
lejos de sus manos
regresan obedientes a él
convocando el asombro
Buses
Sigo los buses que viajan veloces en la noche
cuando la tiniebla es más cerrada
y apenas los distingue
el destello de las luces
No dicen a dónde van
ni de dónde vienen
y a nadie dan razón de los asuntos de sus viajes
Pasan simplemente
cada vez más rápidos
y distantes
Sigo sus faros que trasnochan
y centellean
entre las montañas
hasta extinguirse
Las estrellas cumplen arriba
su destino
Pero más hermosa que la luz
inmóvil
es la luz que huye
Poesía en el cuarto
Una leve brizna de hierba me acompaña
sólo ella para la noche
suspendida en un jarrón sobre la mesa
Miro su verde pelusa
el frágil tallo que se balancea
su misterio sin perfume
sin ostentación
que nada diría en el tramado de los pastizales
Sin embargo vela conmigo
lleva la fatigosa soledad liviana
esta leve brizna de hierba
suspendida en un jarrón sobre la mesa
Grafías
Esos nombres escritos por los enamorados
en la pintura de los asientos
de los buses
con una moneda
la punta de un lápiz
o el filo de las uñas
Esos mensajes grabados toscamente
en un corazón
deforme
para que queden por mucho tiempo
a los ojos de todos
Esos amantes que sellaron así
una unión
quizá no se amen hoy
y éstas sean grafías mustias
de un tiempo de esplendor
Lo más probable
es que muchos de esos nombres se escriban
por separado
en corazones distintos
o solitarios
en otro asiento de otro bus que cruza triste
el anochecer
Autorretrato
El lápiz del poeta se asoma
por el bolsillo roto
Viene de las calles
de la lluvia
y espera
Se cuelga de la chaqueta raída
y está listo para el canto
¿Cuánto tiempo más
seguirá vagando
sin gorjeo?
Ocioso
y gastado
asoma su punta
Mira el día gris
sin canciones
Mesa puesta
Mi comida solitaria te ofrezco hoy
Señor
y este poema que susurro
en el silencio de mi cuarto
Contra la ventana sopla el viento
de costado
Mi corazón se angosta en las hendijas
Quien no vino hoy
no vendrá mañana
Mi corazón se angosta en las hendijas
Sin amor
Camino por los baldíos de la ciudad
me complazco con el ruido de las hojas
silbo a los pájaros
espanto a las palomas
Sin amor canto en medio del mundo como en el centro
de un solar antiguo
traigo otra vez a casa mis afanes
miro desde mi ventana las horas
permanezco
persevero
doy de comer a las palabras
Datos vitales
Robinson Quintero Ossa nació en Caramanta, Colombia, en 1959. Poeta, ensayista, compositor y director de talleres de creación literaria, es licenciado en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998), La poesía es un viaje (2004) y El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse (2008). En 2008 publicó también 13 entre vistas a 13 poemas colombianos (y una conversación imaginaria).