Poesía venezolana: Indira Carpio Olivo

Leemos, en el marco del "Archivo: Venezuela" preparado por Giordana García Sojo, algunos textos de Indira Carpio Olivo (Caracas, 1984). Ha publicado colecciones como Diario venusiano (2020), Malayerba (2020) y Papisa (2021).

 

 

 

 

 

 

 

Indira Carpio Olivo (Caracas, 1984)​​ es periodista, poeta y dramaturga. Licenciada en Comunicación social por la Universidad Central de Venezuela. Es guionista, productora y presentadora de programas de radio y televisión. Por su trabajo en medios digitales le fue conferida la Mención especial en el Premio Nacional de Periodismo 2016. Es autora de​​ Mujerícolas (El perro y la rana, 2017). Por su libro​​ Frutos extraños​​ fue galardonada en 2018 con el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca, mención Poesía.​​ Cartas de agua​​ (Índigo editoras, 2020) es su tercer libro. Ha publicado también​​ Diario venusiano​​ (Libero Editorial 2020),​​ Malayerba​​ (Fundarte, 2020) y​​ Papisa​​ (Petalurgia, 2021). Escribió​​ Frutos extraños, la obra de teatro, junto a Oriana Orozco (2019). También es autora de la obra​​ Malamadre​​ (2021) y​​ El origen de las especies​​ (2024).​​ 

 

 

 

 

 

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me gustaría dibujar entre las grietas que se forman en las articulaciones del cuerpo un poema que jamás se olvide, que se pueda traducir, un mensaje para otras civilizaciones, pero estoy segura de que la pérdida se hereda, y que, en algún punto, es precisa la caducidad, el vencimiento, vencer: escribir un poema para que se olvide es declararse vencida

esa podría ser la definición de poeta

 

 

Inédito

 

 

 

 

 

 

 

Qué hace una poeta en el país de los discursos, sino otro discurso para recibir un premio imaginario, el premio por perder todos los concursos. En el país de la corrupción, una poeta enuncia una palabra y después otra, hilera interminable de frases hechas, mientras otro poeta declara estar lleno de hispanidad, y la poeta, nunca tan lejos de su cuerpo, llena de nada, en rima con su país descabezado… ¿Quién lo diría? Lo dice ella: los corruptos también fueron niños, algunos hasta fueron amamantados en peceras pobres. ¿Cuándo se tuerce el árbol y para qué tienen ojos los ciego? Las panteras de Guyana se han decolorado y crecen debajo de la nuca de la poeta, como joroba de escritora mediocre, escritora prostituida para las marcas y el consumo, para el mercado. Qué hace una poeta en el país de la corrupción sino corromper un texto a favor de la mesa en donde pone pan con mantequilla y con el mismo cuchillo que unta escribe el poema: poema para una poeta corrupta.

 

Inédito

 

 

 

 

 

 

 

 

Mainsplaining

 

A los 6 días de mayo del año del señor, en la ciudad de Holguín, en Cuba, envuelta y revuelta por el evangelio de las perras, yo, feminazi "reconocida", boca de visita, angulo non recto, bicha disidente, declaro que voy a perder una bala:

Que se jodan aquellos que no siendo mujeres se atrevan a hablar en mi nombre y en nombre de otras perras aullantes.

Ellos, que pretenden explicarme cómo ser mujer, cómo no serlo, cómo ser feminista, cómo no serlo.​​ 

Los mismos que creen que, porque les sonrío, me los quiero comer.

Aquellos que se jactan de ser maestros cuando sólo son un tierno engendro de macho, amamantados por la gula de poder, al que suelen acceder laurel tras laurel en la escala de colores burocráticos.

Ellos, poetos del sistema, una pirámide circular, humeante, hedionda, del desecho canino.

Para ellos este decreto sacado debajo de la manga, un poema por el que se me cierran las puertas en la cara, por el que sangro mensualmente, poema que no llega a jab cruzado, sino que es más bien el movimiento del embrague de un "almendrón" rojo, deslucido y oxidado.

Yo, que no sé quedarme callada y que tampoco pretendo hablar en nombre de mis congéneres, pongo el hígado sobre la mesa y escupo las bilis, comprimo la grasa de los muslos y hago un sanduche de puerco albino que no se come nadie y que se exhibe sin ser visto en la Plaza de la revolución, hincado por una pequeña bandera tricolor.

Yo, que digo hola y que digo adiós, sin consecuencias, también dejo por sentado:​​ 

En virtud de dar consejos que nadie nunca pidió, hermano de ínfulas, antes de esbozar una idea en nombre de la mujer, en contra de la mujer, respire profundo y siga jugando con el cuero de sus testículos.

 

Inédito

 

 

 

 

 

 

 

El amor vino al cuerpo​​ 

como perro cruzando la calle

De cara al frontón de una camioneta pickup

el amor vino al cuerpo en ayuno

a escarbar en las entrañas de una espiral

a descoser las arterias​​ 

a inflar los tubos del ámbar líquido de la exultación

El amor vino al cuerpo por la puerta trasera

Masacrado, vino al cuerpo y chupó de sí la roja oxidación​​ 

hasta caer de culo y derramar el alma que transporta su leche

Peso muerto, el amor vino al cuerpo muerto de amor

desencajado como mala hierba

vino, y un hilo de luz chorreó sobre el cuerpo rígido

En primerísimo primer plano, el amor que vino al cuerpo

todavía palpita en el lecho del río negro

coronado por espuma amarilla

donde mismo flotan algunas aves muertas y el otrora rosado oso de peluche de algún niño descuidado

El amor vino al cuerpo y el cuerpo no lo leyó, no lo creyó, no lo sintió

 

 

Inédito

67

 

En casa de Ganíe hay muchas alfombras. No se percibe polvo en el piso, ni marcas de aguas evaporadas. Se notan sí esperma de vela y de hombre.

 

Cartas de agua​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

73

 

Nadie que tenga conciencia del amor, ama.

Amar debe parecerse al monzón intempestivo. Amar, masticar tallos venenosos, escupirlos en la boca amada. Amar, cargar con el cuerpo muerto del amor. Implica menos denuedo odiar. Odiar debe parecerse a la inercia: propiedad de los cuerpos de permanecer en reposo. Nadie que se mantenga en reposo, ama. Es Ley de fuerza ficticia.

 

Cartas de agua

 

 

 

 

 

 

 

100

 

cor meum, ubi sum quicumque sum

Confesiones X, III, 4, San Agustín

 

Mamá no es religiosa. Pero guarda entre sus papeles un viejo grabado de San Agustín. Cuando era pequeña, sentí curiosidad por el corazón en llamas, flechado, del santo cristiano. Mamá, que ya había intentado unir sus partes, encontró en la imagen del hombre de Hipona un estandarte propio: persona en cuya antorcha arde su corazón desbaratado. San Agustín ubica al corazón como centro del cuerpo: corazón víscera, corazón ánima, corazón moral, corazón verdad. Los actos del corazón está el servicio del intelecto, entonces el corazón también genera conocimiento. Los agustinianos creían que aun los corazones lentos reconocían en la literatura la principal custodia de las cosas del corazón. La principal si no la única.

Cuando era pequeña, sentí curiosidad por el corazón del santo. Mamá me regaló el viejo grabado. Lo guardo. No soy religiosa, pero sí devota de los corazones malditos.

 

 

 

 

 

 

 

La luz es el primer animal visible de lo invisible

José Lezama Lima

 

Deseo escribir incluso más que ser amada, escribir el grito, insomne, lograr el vacío de los árboles, su quietud. No puedo contemplar la verticalidad del eucalipto sin exigir que diga algo. Me corona el ruido y su espesa tonalidad púrpura. Soy más el animal del que se compone su aro, la edad. No asciendo a la copa. He quemado algunas hojas verdeazuladas hasta hacer invisible la esencia del árbol muerto. A la palabra como al árbol le da forma la luz, los corpúsculos, su energía. Si acostáramos todas las palabras sobre la superficie de la tierra, no habría terreno hueco, arderían. Hay más palabras que verdad. No hay hoja blanca,​​ hay palabras traslúcidas. Ninguna palabra puede nombrar y hay palabras que han hecho el mundo. Hay más palabras que mundo, más garra que pulpa. Deseo limpiar, como quien pasa la escoba por donde camina, escribir, y escribir consiste en dar nombre a la luz.

 

Diario venusiano​​ 

 

 

 

 

 

 

 

El agua es de formas cilíndricas. Es vortex, arrastra también viento, materia, recuerdos. Si el agua tiene memoria, como alguna vez trató de demostrar Benveniste y probó Montagnier, qué cosas recordará que la humanidad insiste en olvidar. El agua de qué guerra bebemos. Qué sedimentos arrastran nuestros tubos. Acaso la sangre. Saliva, espuma, mares, ríos, pozos, charcos, lagunas, nieve, lluvia, la profusión, la prodigalidad de la madre. El agua tiene memoria y es, en esencia, molde. Da, transforma y quita la vida. En su horma las montañas, el troquel por donde mismo ascienden y descienden las almas. El agua no solo curva, también concede formas agudas, punzantes. Cura y también mata. Es más humana de lo que creemos. Incontrolable. Y es también dios en la tierra. Fuera del mundo se busca como se busca el espíritu. La humanidad crece hacia los lados. Hacia arriba es incognoscible. Hacia abajo es incognoscible. Debajo, más abajo del agua, sólo puede ser agua y en la insondable gravedad de sus formas habita otra conciencia, cuyo laberinto encuentra salida en los lagrimales. Los mares desaguan en el llanto del hombre copa. Usted tiene sed porque quiere y quiere porque tiene sed. Sed. Una es porque existe y existe en el agua. Las formas del agua. Vivientes. Agonizantes. Eternas. En qué cosa se convierte el agua fuera de la tierra. Fue el agua hija del universo, caída. Y ha formado su propio reino.

 

Diario venusiano

 

 

 

 

El laberinto me ​​ reclama.​​ 

Camino a tientas entre la niebla.​​ 

Todo se pierde en la densidad, pero nada encubre la bruma.

Voy de ojos cerrados.​​   Es ese chillido el que guía.​​ 

El dolor me hace comprender que tiene huesos el sonido.

Nadie penetra la espesura,​​ 

   es su canto el que atraviesa la cabeza,

   la voz de la brújula que arde

   bajo el sombrero.

 

Diario venusiano

 

 

 

 

 

 

 

Los cuerpos muertos de las cerezas de monte son esqueletos de su jugo. Cada

uno de sus granos forman laberinto para que la carne cuelgue. Gisela gusta

coleccionar la circunferencia y sus partes. Junta cuerpos bajo la almohada.

Guarda a pesar de las hormigas: estructuras deshechas, polvo, arena oscura. Los

finales traicionan su deseo de guardar todo. La saliva corroe la fruta. No tiene

edad para entender. No existe taxidermia que conserve los huesos de abuela:

animal que aprendió a guindar, roja, redonda, del árbol.

 

Frutos extraños

 

 

 

 

 

 

 

La palabra

como el aire

está ahí

Pero

no todo el mundo

sabe

respirar

 

Frutos extraños

 

 

 

 

 

 

Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une

Isaura Duarte

Giordana García Sojo

Mariajosé Escobar

Oswaldo Flores

Yuri Patiño

Esmeralda Torres

Cristina Gutiérrez Leal

Antonio Robles

Daniel Arella

Benito Mieses

María Alejandra Rendón

Indira Carpio Olivo

 

 

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