Foja de Poesía No. 083: Catalina González Restrepo

Catalina González Restrepo

A continuación, un acercamiento a la poesía de Catalina González Restrepo (Medellín, 1976), una de las voces más trascendentes de la nueva poesía colombiana.

Pirómanos

Personajes que se van quemando con los días,

goteras que caen a la fogata,

está nevando con chispas de fuego.

No me pidas sed

no hagas camino con las llamas

no juegues con las cenizas de la que soy

no codicies mis huesos

no me dejes el fantasma de la espera

lejana no me ames.

Bébete el granizo de la que seré

derrumba las fortalezas de la muerte

hazme tragar el sol del miedo

ahógate con el agua evaporada de mis dedos

que estoy bailando en el erebo

y tengo los ojos rojos.

Seis cancioncillas (de agua salada)

I

Esta tendencia mía

de reír como los muertos,

apretar los dientes,

mirarme de reojo en el espejo,

pedirte hasta el alba,

llegar hasta la sangre.

 

 

II

El manantial era rojo.

Los ríos, culebras escarlatas,

lágrimas de fuego,

llamas del cielo.

 

 

III

Cae la persistente gota,

agujerea mi palma

y se resbala.

El papel corta,

descascaro mis labios,

me voy devorando.

 

 

IV

Protégeme de mí, amor mío,

de mis cansadas manos,

mis ojos ausentes,

las palabras que desgarran.

 

 

V

Duermo en tu sueño,

me pierdo,

anochezco en tu espalda,

como extraños en el desierto.

 

 

VI

¿Quieres beber del inagotable oasis?

Jardín

Entre cortinas espesas y camas altas

habitamos el palacio del encierro.

No abandonaré este recinto,

nunca saldré desnuda a los campos

ni te besaré frente a los comensales.

Sólo en la soledad de nuestros cuerpos

te amaré,

con gotas en los labios.

Exprímeme

déjame el vaso vacío a mí

bebe de mi sed

¿y si la muerte llega de pronto

e ilumina un cuarto oscuro?

 Silencio en la mesa

Mientras masticamos la carne del abandono

alguien ha corrido una silla

para sentarse y beber con nosotros.

Vivimos en sonidos que no podemos decir,

improvisamos un concierto que jamás vendrá:

el piano suena muy alto y mis voces callan.

Morir es mejor que oír,

los músicos son niños con hambre.

 Esplendor

Hace siete años, a esta hora,

llegaba tarde a mi boda.

Como una lluvia repentina en la ciudad

temo que mi amante muera entre mis brazos.

El amor no tiene futuro,

mañana endureceremos la inocencia,

aprenderemos la dulce ironía.

Serviremos al rey y al bufón.

El poeta de la bailarina anónima

Una bailarina ronda tus páginas,

mis pies ni siquiera aparecen.

Ella se ha ido,

pero se detiene en tu retina.

Podría ponerme zapatillas,

danzar,

y sólo la verías a ella.

Seguirás disfrutando banquetes en soledad

que quemarán los paladares,

ella será alimentada por tu memoria

mientras muero de hambre.

 

 Viaje

Hemos sometido nuestros cuerpos

a los rigores del instante

y este mundo se ha agotado

para nosotros.

El frío nos ha llevado al hastío,

el verano amenaza con devorarnos.

Sería mejor cambiar todo el equipaje

pero la memoria es caprichosa,

en las aduanas hemos perdido

algo irremediable.

 Desierto

De la infancia

el sonido del mataculín,

el miedo a resbalar

y la afición por el vértigo.

—Los deseos como piedras que caen—.

¿Cuántos mundos he perdido?

En el sueño de encontrar en el espejismo

un cactus sin espinas,

de querer sin herirse,

hallo un espejo en la habitación del frente

pero está vacío.

 Alimento

Revisamos nuestros buzones

esperando siempre la última carta,

vivimos para recibir.

Somos como pájaros que guardan las alas

mientras sus corazones laten

en pechos calientes.

—Yo cargo tus palabras en la cartera

como una limosna extra—.

No podemos dormir,

soñamos con anillos en cada dedo,

que mides mi torso con tus manos

y descubres la piel

antes de que se marchen los invitados.

 

 Promesa

 

La señora, vestida de negro, exhibe su viudez

mientras nosotros compartimos el postre.

Nos habla de esa llama

que se enciende y apaga,

nos mira a los ojos,

dice que se la jugó toda y no perdió,

la muerte nos hace vulnerables a la verdad.

Desordena su pasado

y se alegra de tu mano sobre la mía.

Quizás adivina que hace rato sueño con llegar a casa

y que lentamente dejas caer mi falda,

la misma de esa vez,

cuando cenamos con tus amigos

y aún no éramos nada.

 

 La última batalla

Llegas luminoso con el día,

tú, que te creías derrotado,

y prometes borrarlo todo

y haces que soñemos con carrozas

cuando nos debatimos con leones.

Somos dueños de casa,

huéspedes del asombro,

nos vestimos de rojo

y dormimos sobre manchas de fresa y leche.

Nunca faltará el vino en nuestra mesa,

siempre la azucarera estará llena.

 Viajeros

Aquellos oscuros días

de la primera juventud,

en la que mitificamos

nuestras vidas:

tú, pasajero sin vocación

yo, tejedora infiel.

Sin guerras ni heroísmos,

quemamos nuestros oídos

nublamos los ojos.

Sin ningún tesoro

ni recompensa alguna,

tal vez el dolor.

(Y aún no hemos llorado lo suficiente).

Un sacrificio sin manos doradas

de hermosas diosas,

ni apuestos y valientes caballeros

que salvaran a la princesa,

tan sólo falsas sirenas

y brujas despiadadas,

mortales codiciosos

y terribles monstruos.

Pesadillas que nos llevaron

por mares inciertos

que recorrimos solos.

Sin camino,

sin regreso.

Naufragamos,

tuvimos que irnos

sin otro encuentro.

Cristal

La imagen se repite

como una pesadilla infantil.

El cuerpo de la juventud

reflejado en habitaciones

donde los espejos cubren las paredes

y el miedo se confunde con la inocencia.

Aprendimos el juego del deseo

hasta la vergüenza,

hasta quedarnos sin cuerpo

ni espejo.

Aniversario

El funcionario de aduanas,

el barman de la cofradía,

el joven poeta de Sevilla,

el que ha bebido en cada puerto,

todos ellos,

pero nadie ha disputado tu amor.

 Mendrugo

Y ese día sentí que ya no sería más joven,

que la muerte, como hace cuatro años,

estaba a mi costado.

Nadie la había llamado,

tampoco venía por mí,

sólo quería un trozo de mi vida,

ella, la mendiga,

pero yo no se lo di.

Datos vitales

Catalina González Restrepo (Medellín, 1976) es Licenciada en Español y Literatura de la Universidad de Antioquia. Actualmente reside en Bogotá, donde se desempeña como editora. Ha publicado Afán de fuga (Editorial Universidad de Antioquia, 2002), Seis cancioncillas (de agua salada) y otros poemas (Colección Viernes de Poesía, Universidad Nacional de Colombia, 2005) y Deseos para los caminantes (con Juan Felipe Robledo, Golpe de Dados, marzo-abril de 2007). Sus poemas han aparecido en revistas y antologías nacionales y extranjeras y han sido traducidos al francés y portugués.

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