Poemas de Abigael Bohórquez

Abigael Bohórquez

Abigael Bohórquez, alto ejemplo de lo que significa la poesía de tema homosexual en México, enfrentó con valentía a una sociedad que lo señalaba y excluía. Las élites homosexuales de la poesía mexicana actual tratan de apropiarse su figura de un modo frívolo y penoso. Efrain Huerta lo llamó “poeta de poderosa y macha poesía.”

 

 

De Poesida

(Fragmentos)

 

Cuando ya hube roído pan familiar

untado de abstinencia,

y hube bebido agua de fosa séptica

donde orinan las bestias;

y robado a hurtadillas

tortilla y sal y huesos

de las cenadurías;

y caminado a pie calles y calles,

sin nómina,

levantando colillas de cigarros;

y hubime detenido en los destazaderos

ladrando como perro sin dueño,

suelo al cielo, mirando a los abastecidos.

Cuando ya hube sentido

en pleno vientre el hueco

resquebrajado y yermo

del hontanar vacío,

y metido las manos a los bolsillos locos

y, aún así, levantando la frágil ayunanza

del alma en claro,

me conformo, me he dicho:

Dios asiste, y espero.

Cuando ya hube saboreado

sexo y carne y entraña.

y vendido mi cuerpo en los subastaderos,

cuando hube paladeado

boca, lengua y pistilo,

y comprado el amor entre vendimiadores,

cuando hube devorado

ave y pez y rizoma

y cuadrúpedo y hoja

y sentado a la mesa alba y sofisticada

y dormido en recámara amurallada de oro,

y gustado y tactado y haber visto y oído,

me conformo, me he dicho:

Dios asiste. Y camino.

Cuando ya hube salido

de cárceles, burdeles, montepíos, deliquios,

confesionarios, trueques, bonanzas, altibajos,

elíxires, destierros, desprestigios, miseria,

extorsiones, poesía, encumbramientos, gracia,

me conformo, me he dicho:

Dios asiste. Y acato.

Por eso, ahora lejos

de lo que fue mi casa,

mi solar por treinta años,

mi heredad amantísima,

mis palomas, mis libros,

mis árboles, mi niño,

mis perras, mis volcanes,

mis quehaceres, la chofi,

sólo escribo a pesares:

Dios me asiste.

Y confío.

Y de repente, el SIDA.

¿Por qué este mal de muerte en esta playa vieja

ya de sí moridero y desamores,

en esta costra antigua

a diario levantada y revivida,

en esta pobre hombruna

de suyo empobrecida y extenuada

por la raza baldía? Sida.

Qué palabra tan honda

que encoge el corazón

y nos lo aprieta.

Afuera, al sol,

juguetean los niños, agrio viento,

con un barco menudo

en mar revuelto.

 

***

 

 

Este era Pájara Gustavo.

Fue profesor de educación primaria

y tuvo el alma de cristal (soplado),

por eso lo corrieron de trabajar;

hizo versitos, coronas para muertos,

valses para quinceaños;

rezaba novenarios,

hablaba solo con la Vírgen María,

se le apareció El Diablo,

y una mañana

lo descubrieron tieso, con el alma trizada,

en libertad de alcohol y de tabaco,

amoratada pájara tucana,

alma de Dios,

salvada de sin amor, de sin calor

humano. Ni divino.

 

***

 

 

Este fue Jesús el Revelado

tuvo diez hijos a la luz pública

y era pastor de evangelizaciones

pero en las noches

era Dalila, Semíramis, Astarté

y bailaba entre címbalos y coros de mancebos

que gritaban mucha ropa pelos pelos

en la iglesia sodómica

 

 

***

 

 

Oh trasvestis casi perfectos de los carnavalitos,

oh vedettes culimpinados de los gimnasios,

oh locorronas de las sacristías,

oh pobrecitos de aldea

apedreados por el vecindario,

cercados por los perros,

ahorcados y quemados en la noche sin tregua;

Oh Rubén de la eterna noche de mi desconsuelo

bebiendo, tronándotelas, de a soledad,

soportando una esposa que no pediste,

echando paliacate con el lechero,

en sartén con el velador, pinicuchado,

de a rápido;

oh Alejandro malvada

vistiéndote de madrota

porque estabas re feo,

oh damas caballeros de la fosa común:

por ellos supe, de niño

lo que quiere decir ese mote quemante,

palabra lapidaria

que escuché muchas veces por la vida

y que aún zumba el tímpano:

entremedio,

lucisombra,

cachagranizo,

leandro;

por eso sé que

ahora sé

qué canto.

 

Abigael Bohórquez, Poesida, Ediciones Los Domésticos, Mexicali, 1996, 64 pp.

 

 

Datos vitales

Abigael Bohórquez nació en Caborca, Sonora en 1936 y murió en Hermosillo en 1995. Escribió poesía y teatro experimental. La Universidad Autónoma Metropolitana publicó el volumen Las amarras terrestres. Antología poética (1957-1995). Publicó los poemarios Fe de bautismo, Acta de confirmación, Memoria en la alta milpa, Desierto mayor, Navegacion en yoremito y Poesida, entre otros.

Su obra póstuma, Poesida, fue publicada por el poeta Mario Bojórquez y con prólogo de Dionicio Morales en Ediciones Los Domésticos, Mexicali, 1996.

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