Poetcast: Dos poemas de Dámaso Alonso

Dámaso AlonsoDámaso Alonso (Madrid, 1898-1990) encarnó al poeta reflexivo. En Poesía española elevó la crítica literaria a niveles que permanecen aún insuperados. Los hijos de la ira representa un hito en el corpus de su lírica.  A continuación un par de poemas en la voz del autor.

 

 

 Poetcast Pista 41. Dámaso Alonso: Insomnio
Descripción:

 

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres

            (según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo

en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,

y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros,

o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán,

ladrando como un perro enfurecido,

fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios,

preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad

            de Madrid,

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,

las tristes azucenas letales de tus noches?

 

 

 

Poetcast Pista 40. Dámaso Alonso: Monstruos
Descripción:

 

Todos los días rezo esta oración

al levantarme:

 

Oh Dios,

no me atormentes más.

Dime qué significan

estos espantos que me rodean.

Cercado estoy de monstruos

que mudamente me preguntan,

igual, igual, que yo les interrogo a ellos.

Que tal vez te preguntan,

lo mismo que yo en vano perturbo

el silencio de tu invariable noche

con mi desgarradora interrogación.

Bajo la penumbra de las estrellas

y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,

me acechan ojos enemigos,

formas grotescas que me vigilan,

colores hirientes lazos me están tendiendo:

¡son monstruos,

estoy cercado de monstruos!

 

No me devoran.

Devoran mi reposo anhelado,

me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,

me hacen hombre,

monstruo entre monstruos.

 

No, ninguno tan horrible

como este Dámaso frenético,

como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sus tentáculos enloquecidos,

como esta bestia inmediata

transfundida en una angustia fluyente;

no, ninguno tan monstruoso

como esa alimaña que brama hacia ti,

como esa desgarrada incógnita

que ahora te increpa con gemidos articulados,

que ahora te dice:

«Oh Dios,

no me atormentes más,

dime qué significan

estos monstruos que me rodean

y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.»

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