La poeta ecuatoriana, radicada en México, Valeria Guzmán (Rusia, 1988), nos acerca al trabajo de la poeta rusa Vera Pavlova (Moscú, 1963). Sirva esta entrega para aproximarnos a la poesía rusa contemporánea.
сказала о чувствах своих
такими простыми словами
(dijo acerca de sus sentimientos
palabras tan simples)
Vera Pavlova
Después de las etapas más conocidas de la poesía rusa: la Edad de Oro (Aleksandr Pushkin) y la Edad de Plata (Aleksandr Blok, Vladímir Mayakovski, Borís Pasternak, Anna Ajmátova, Nikolái Gumiliov, Ósip Mandelshtam, Marina Tsvetáyeva, entre otros) y de los movimientos más populares en los años ochentas: materialismo (Ivan Zhadanov, Olga Sedakova, Aleksey Parshchikov, Alexandr Eremenko, etc.) y conceptualismo (Dmitri Prigov, Lev Rubinstein, Timur Kibirov, Igor Irteniev, etc.), hacia 1990, ésta se volvió altamente experimental. Había, tanto seguidores de los diversos movimientos de la época, como quienes intentaban conservar las formas clásicas. Además, retornaron los poetas del exilio; de este modo, no destacaba una sola línea creativa, sino la diversidad y la confusión. Fue a finales de esa década cuando se produjo una reacción más o menos obvia: la búsqueda de lo poético en lo cotidiano, la necesidad de prestar atención a los detalles de la realidad circundante.
Es precisamente a mediados de los noventas que la poesía de Vera Pavlova (Moscú, 1963) sale a la luz con el libro El animal celestial (Небесное животное), publicado en 1997, al que le siguen otras trece publicaciones, a lo largo de estos años, en Moscú. Su libro más reciente, Si hay algo que desear (If there is something to desire), se publicó en 2009 en Estados Unidos. Vera se inicia en la poesía con mucha vitalidad, según Aleksei Aliojin es realmente significativa y brillante: “en muchos de sus mejores versos, irreprochables por su sentido del idioma, refleja una imagen penetrante de la percepción femenina del mundo, sin precedentes en la poesía rusa”. (Aliojin, 2004: 21)
Eternízame un poco:
toma algo de nieve y escúlpeme en ella,
con la palma desnuda y caliente de tu mano
púleme hasta que brille.
La poética de Vera está atravesada, justamente, por la búsqueda de lo poético en lo cotidiano. Sus poemas tratan acerca de la vida desde sus experiencias y su lirismo más íntimo. Destaca asimismo por su brevedad, por su pericia para crear imágenes, por ser certeramente directa:
Yo rompí tu corazón
ahora lo piso descalza
en pedazos
Uno de los recursos más empleados por Pavlova es la repetición, en especial la anáfora que genera un efecto rítmico y enfático.
Ojos míos
por qué están tristes
a pesar de que me siento alegre
palabras mías
por qué son tan ásperas
a pesar de que soy tierna
Al parecer, Vera concibe el mundo en etapas, en ciclos y su poesía se estructura a partir de ello: la infancia, la juventud, la madurez y la senectud, la escala musical, el invierno, el verano, etc.
Infancia:
-Mamá, ¿me permites usar tu blusa?
Juventud:
-Papá, ¿me permites usar tu suéter?
Madurez:
-Hija, ¿me permites usar tu pantalón?…
Es también una poeta que no descuida lo fisiológico:
Siento tu carne
tan dentro de mí
En ocasiones, Pavlova nos enfrenta a poemas de índole más reflexiva, donde se percibe el desdoblamiento del Ser y se encuentra con el Otro:
Frente al espejo
estuve aprendiendo a decir no.
No. No. No.
El reflejo decía:
sí.
O donde exhibe las máscaras que la ocultan:
Finjo estar ebria
para ser cariñosa
Finjo ser apacible
para decir “te amo”
Pavlova es capaz de traducir las inquietudes de cualquier ser humano a través una forma sencilla y directa.
Es una poeta altamente conciente de su oficio, expresiva, intensa, que conjuga en sus versos profundidad y síntesis, volviéndolos proclives a la memoria.