Un poema de Christopher Amador

Christopher Amador

A continuación un poema de Christopher Amador (La Paz, BCS, 1984) en consonancia con la tradición de Muerte sin fin o Cada cosa es Babel. Amador ganó el Premio Estatal de Poesía Ciudad de La Paz en 2009, por el libro: Escribir es incendiar.

 

 

la palabra no es la cosa

 

 

 

                                                                                         

ante todo poner en duda

lo que decimos y lo que vemos[1]

ante todo buscar la experiencia de las palabras

la experiencia en la palabra[2]

si la palabra no nos sucede en el organismo

llamémosle impostora

el poeta quiere saber si el objeto “es”[3]

cuando escribe habla con berkeley

(¿sólo puede saberse un objeto

siendo percibido por una mente?)

no podemos tocar lo que pensamos

no podemos degustar el nombre

los nombres no tienen peso

no nos doblan las muñecas –querido garfias–

no podemos conocer la realidad

porque la realidad es un invento de la percepción

el sueño de los sentidos

(al poeta le aterran todas estas cosas)

uno se inventa el objeto

el objeto quién sabe qué sea

lo único que podemos conocer de las cosas

es la apariencia de las cosas

las cosas no existirían sin el lenguaje

serían ideas de las sensaciones

existe lo que vemos

(¿y es como lo vemos?)

basta con pensar una cosa para que exista[4]

todo lo que puede ser pensado

puede ser enunciado

el lenguaje se muerde la len/

ante la experiencia mística

esa esfera de lo inefable

la zona muda de enrique lihn

ser poeta es tensar los límites

otorgarle ser a lo que no lo tiene

(a esas que no siendo

                         son lo que dicen)[5]

nombrar lo que no es para que pueda ser

nombrar el éufrates y el tigiris

dando golpes en la roca

hablar de la rosa no es hablar de ella

sino de lo que yo percibo

cuando creo experimentarla

[hablar de la rosa no es hablar la rosa

al hablar de la rosa

nuestras palabras no son pétalos

ni nuestra voz es perfume]

pero si los poetas

no quieren hablar siempre de lo mismo

tratarán de construir un telescopio

–explorador infrarrojo de campo ancho

como el de yaxkin melchy– para saber…

…y el aparato ha de fabricarse

con las cosas que tenemos a la mano…

hay que eliminar el pensamiento

(“el gran prejuicio”)

para acceder de manera pura a la percepción

pensar [el mundo] nos ata al mundo

                                         ¡soltemos las raíces!

 

metimos la pata

donde ya no la podemos sacar

el mundo es una habladuría

hemos hablado

de lo que no sabemos

 

[1] la palabra no es la cosa

 

[2] las palabras

son el guante que utilizamos

para tomar las cosas  

sin que nos quemen

 

[3] el poema casi nunca dice

lo que la cosa es (esencia)  

nos dice cómo es

ser poeta es intentar mirar las cosas

en la plenitud de su verdad

 

[4] ¿la mente es todas las cosas?

 

[5] “mamá” dicen los niños 

mucho antes de entenderlo

 

 

 

II                  

la poesía[1] es transferencia

logra que lo que digo

le suceda a quien lo escucha

–o suceda en quien lo escucha–[2]

el poeta es un diseñador de trampas

dice una cosa para referirse a otra

(en ocasiones

          decimos lo que decimos

para ocultar lo que no decimos)

convierte esto en          aquello

sabe que el lenguaje es un juguete

pero no la diversión

la palabra “squirt”

que no le puede quitar la sed

(pero sí la idea

de ese deseo que lo consume)

              el lenguaje no sirve

nunca ha servido…

sólo nos permite formular

cosas que tienen tres

            cuatro cinco diez

veinticinco sentidos

que el sujeto supuestamente

debe conocer

gracias a personas como lacan  

–lacan no es sino la suma

de los que están detrás de él–

                     nuestro lenguaje

es un engaño conocido

la mentira materna

la leche cuyo sabor es su nombre

(la bebida mentirosa

con la que CRECEMOS)

la que sólo sabe

a lo que el paladar

              nos puede decir

 

la palabra es un trapecio

en el que vamos

y venimos

               sabedores

de que no tenemos red

 

 

[1] ese darle a la cosa

los atributos del sujeto

 

[2] el poeta debe lograr suscitar

la cosa misma de la que habla

 

 

 

III

no es lo mismo recibir un puñetazo

que escuchar la palabra puño

no es lo mismo decir desesperación

que jalarse los cabellos
designar la cosa

no significa padecerla[1]

 

 

[1] decir fuego no es quemarse

 

 

Datos vitales

Christopher Amador (La Paz, BCS, 1984), es licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Es autor del libro de poemas: El mar es el silencio que hace Dios para no pensar en la tierra. Editorial: PRAXIS, UABCS, ISC, CUARTO CRECIENTE (2008). Se le otorgó el Premio Estatal de Dramaturgia Ciudad de La Paz 2008, por el libro: La Ciruela. En 2009 ganó el Premio Estatal de Poesía Ciudad de La Paz, por el libro: Escribir es incendiar. Es compilador de la primera antología de teatro en Baja California Sur (En el cuerpo de nadie. UABCS, ISC, SAMSARA). Actualmente dirige el laboratorio de teatro: “la palabra vuelta carne”, de la Escuela Normal Superior del Estado de BCS.

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