Presentamos una muestra de la poesía de León Félix Batista, uno de los representantes más notables de la poesía dominicana contemporánea. Es autor de poemarios como El Oscuro Semejante, Negro Eterno, Vicio, Crónico, Burdel Nirvana, Prosa del que está en la esfera, etc. Mereció el Premio de Poesía “Casa de teatro 2000”.
TANTOS DÌAS (TAN OBLICUOS) PARECIDOS A UN
manglar, recubiertos con los vastos
bromuros del cenit, con una curvatura
perenne en su mensaje y raíces expansivas
en su red
superaba supernova lejana que se enfría: el
rápido magnesio que raya las baldosas
(implantes de estallidos del tiempo que pasó
facetado en los aceros más feroces)
no hay artistas ni sostén ni angulares ni vacío:
arropan las tinieblas con su pulso automotriz,
y –con formula macabra, perfecta y
polimorfa- pasan días de sustancias glaciales
y lacustres
como tallos que fermentan, rebrotan,
fructifican, en el coma en que mi historia
necesita acontecer: esos días que derrapan
defectuosos, defecados, cuya ruina de futuro
se comprime y se contrae
aludes de los días, estrépitos constantes bajo
la tenue instancia de la infertilidad
impregnado de sopor cualidades cristalinas
que devuelven contundencia hasta lisiar;
bifurcan los objetos del torrente principal
continuando coordenadas corrompidas
su insistencia acopia nubes, se aproxima
caudaloso: el mar de cielo es cloro socavando
la inventiva, un día que fue tempano disuelto
del glaciar y vuelto un simple charco que
atraganta las cunetas
fracciones se intercalan en un eje de esta
historia como páginas que fingen desmesura
(quizás fue entonces cuando, replegada en
el traspatio, dorsal en el vestíbulo, salía de
las lumbres: el túmulo detrás era un solio de
ceniza figurándose en un gráfico de fiebre:
la fibra sigilosa, rastrera, de la muerte
desplazándose en un áspid amarillo)
precipicios en pedazos la realidad engendra,
en la inscripción que avanza con la bruma;
significa majestad percibida en contracción
de raíces que fusionan los minutos
los cartílagos se lijan como témpanos de
moles cuyo limite emancipan, cercenados en
embrión
destilados de grafito: incidentes desbastados
de los días que tan solo desembocan
decadencia
pedregoso plegamiento que uno ensambla
con asfixia bajo un negro devenir
entumecido: de las sienes, que resisten y
procuran otros vados aunque la carne inclina
su declive
un océano nocivo complica la pintura
los días son pantanos que se acoplan; sus
ángulos volubles desunen los eventos
celosías: sólo van filtrando brea
el abismo de las fechas (desarrollo de
meandros) inyecta su formol irrumpiendo
de un umbral que en su esplendor remoto
respiraba rasgaduras, porvenires
contrayéndose, derrotas
continuo de lagunas por un ojo que macera
dilapidan, sus abismos, ambas puntas de la
espira, se laceran estirados en el potro
tantos días reprimidos, despejados de la
masa, desasiéndose de su constelación
me devela otras variables el presente del
pasado: otro cuento mas contiguo, más
rampante en sus ficciones, de renglones que
se comban y duplican lo que escribo con la
tinta transparente de los dedos
apenas un bramante del tejido sideral de los
días que yo había desechado y omitido
la ceniza de estatuye –y hace espuria la
amalgama- entre todas sus armónicas
deformes: mis días son conjuntos de
caudales cautelosos de intervalos siempre a
punto de estallar
(esa frase: vacuidad, coyunturas que dejé en
la sima de la gruta restañando los muñones)
y de ácido es el núcleo que fragua el foso
infecto, deforme, del frontal; dioramas
delirantes dispersos en la psique: precipicios
que ha parido muy despacio
los días que pasaron –filtrados por el texto-
arrojan incremento de materia
supongo que se suman brotando hasta el
derrame de lo que yo no vi: las horas
bisecando por los flancos la memoria, el
origen de un ayer descomunal
lo que allí decanta salpicando la sevicia es
el residuo negro que se va a quedar conmigo,
arrecifes que ahorra arrastro por tundir con
estallidos, y que pasan por los días (pero sin
metamorfosis) serpentinas que se hilvanan
con un mayor caudal replicante de vacíos
temporales
cuando quiero descender al incidente duro
las costuras del boceto se desgarran, en
coágulos del gris, de sí masivamente,
evidencia que se anuda a su caudal
¿cómo puedo corregir la secuencia en
levadura si desconozco el núcleo de su
móvil?
el tóxico perfecto: la conmoción mental, un
elemento menos que sumarse con los sólidos
este lado boreal no es el enigma, sino más
bien corriente de intervalos cuya traba el
tiempo lima rodeado por escombros: los
despliegues detenidos de las horas –las
cascadas de los días, el periodo post-morten:
es mi código con miles de agujeros, el espurio
deterioro de la veta- cuyo enlace milenario
(desenlace diferido) me empantana y
alimenta muellemente en su grosor
aspirado por el magma de una receta sin
rupturas de mosaicos expansivos en la nada:
esos tiempos estriados, como símbolos de
simas, pero alógenos: ajenos, casi nulos
enigmas no venables, que devienen hacia
dentro por tangentes imprevistas; abrasados
de abstracción, ensanchados con manchones
y rocosos de cadáveres: degeneran en
absceso se una abscisa
mis días no suceden, pero en vez
circunnavegan bajo el polvo de una cifra
abominable
eslabones yugulados, nucleados por el estiércol,
aspirados por avisos sobre deltas: tantos
hechos, destilados, dan cianuro, descarrilan
de sus recias coordenadas
un segmento de circuito (modulado por las
fugas), que será ceniza pronto
¿cómo dejo la constancia carcomida de esas
horas (remolino modular, de inexacto
transcurrir, ignorando su morfina, su
equimosis permanente, decantando
confusiones de alacranes), su estampida en
la memoria (sucesiva concusión de los
cuervos de las córneas, unos quantas de otro
mundo) para abrir en sus meandros
precipicios penetrantes o la lepra de los
órganos celestes?
¿y por qué no duplicar sus canales más
oscuros asumiendo con golpeo su despojo,
incubados por la escarcha de cadenas
comatosas en un tránsito del todo
intermitente?
macizo degradable que recubre la anarquía
(cuyo cúmulo revierte en pulsación)
colisiones que incidentan, subrepticiamente
truncas “lo que pasa”: la fictiva sucesión (con
segmentos de vacío), de veneno que me dio
su lividez: soldados por asombros, esos días
se contraen por pendientes descompuestas,
por espasmos: perturbados por un súbito
repliegue
son los días que la tinta desagrega por un
páramo de lava que ha reptado por el texto,
un mazo fracturado del conjunto de la esfera
que se hizo y se deshizo en cuatro frases[1]
intervalos indoloros galvanizan en la grava,
apretados entre franjas paralelas: instantáneas
ensartando mecanismos inconexos,
pulsaciones progresando por espiras
antárticos, veloces, murciélagos del yo (como
el físico que fue modificando propiciado por
un dígito fantasma) susurran algo gris,
adivinando a rachas, de los radios distendidos
de su red
narrando sólo nudos, secuelas secundarias,
precipita su reloj desgarraduras: sólo así
tendrá sentido –por su descomposición- el
cieno en que se había disgregado
los días son fisuras sobre la fisiología,
temporales de puñales por adentro
pretérito brumoso que trepa a trepanar por
los pútridos sentidos sedentarios
travesías con fracturas de bazofia de rapaz
de mi físico dimana su carroña
mas los días tejen hiedras con sus cilios
oxidados y con las escolopendras de una
herida
disjuntos de los siglos agonizan en un gozne,
reducidos a u cámara viscosa
el presente es un imperfecto correlato:
desgajan sus glaciares, gangrenan con su
impulso: días sucios desangrándose entre
otros
se apuntalan en un arco replicando la
fractura: toneladas de fatiga fulminante
tantos días que discurren veteados de
sucesos, excavando las edades, contrayendo
los deslindes
paréntesis con días y más días disonantes
cuyo número será resurrección
el tormento de esos días (si se subdivide en
tundras) se acentúa sobre sondas del abismo
desasido de su incendio, persevero en
imantar la fisión de mi sentido y su ficción
océanos deshechos en fárragos de ráfagas,
vacío cimentado el devenir; infinitos
numerados, milenios belicosos, estrépitos
que están yuxtaponiéndose
esos códigos, al ser desorbitados, abrevan en
lo culto de estigmas primitivos: seré para
sus yermos centrado en el declive que inocula
su mandíbula tenaz.
y esos días continúan cimentando como
barras cuando ajustan con demencia; el
fenómeno comprime cuanto resta por venir:
lo que salga de los hilos de las horas
segar la cifra hermética, el meollo de la llama,
siguiendo sólo un hilo del tapiz: esos días se
han perdido por esporas en impuros
devenires de novela
Datos vitales
León Félix Batista (Santo Domingo, 30 de octubre de (1964), realizó sus estudios universitarios en Nueva York, donde se quedó a vivir por un par de décadas. Ha sido traducido al inglés alemán, sueco y portugués. Publicó , hasta el momento, El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Crónico (Segunda edición de Vicio, Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2000), Se borra si es leído, poesía 1989-1999, (2000), Burdel Nirvana (Premio de Poesía “Casa de Teatro 2000”, 2001), Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2006;2da. edición Editora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo 2007 y una parte del cual había sido publicado en edición bilingüe en Sao Paolo, Olavobràs,2003, traducción de Claudio Daniel y Fabiano Calixto) y Mosaico Fluido (Premio Nacional de Poesía “Emilio Proud’Homme 2005”,2006). Es director de la Editora Nacional de la Secretaría de Estado de Cultura.
[1] Vuelta a los estados de la materia como fases: los tres estados primordiales más uno en mesofase: un estado indefinido, un pseudoestado