Foja de poesía No 220: León Félix Batista

León Félix BatistaPresentamos una muestra de la poesía de León Félix Batista, uno de los representantes más notables de la poesía dominicana contemporánea. Es autor de poemarios como El Oscuro Semejante, Negro Eterno, Vicio, Crónico, Burdel Nirvana, Prosa del que está en la esfera, etc. Mereció el Premio de Poesía “Casa de teatro 2000”.

 

 

TANTOS DÌAS (TAN OBLICUOS) PARECIDOS A UN

manglar, recubiertos con los vastos

bromuros del cenit, con una curvatura

perenne en su mensaje y raíces expansivas

en su red

 

superaba supernova lejana que se enfría: el

rápido magnesio que raya las baldosas

(implantes de estallidos del tiempo que pasó

facetado en los aceros más feroces)

 

no hay artistas ni sostén ni angulares ni vacío:

arropan las tinieblas con su pulso automotriz,

y –con formula macabra, perfecta y

polimorfa- pasan días de sustancias glaciales

y lacustres

 

como tallos que fermentan, rebrotan,

fructifican, en el coma en que mi historia

necesita acontecer: esos días que derrapan

defectuosos, defecados, cuya ruina de futuro

se comprime y se contrae

 

 

aludes de los días, estrépitos constantes bajo

la tenue instancia de la infertilidad

 

impregnado de sopor cualidades cristalinas

que devuelven contundencia hasta lisiar;

bifurcan los objetos del torrente principal

continuando coordenadas corrompidas

 

su insistencia acopia nubes, se aproxima

caudaloso: el mar de cielo es cloro socavando

la inventiva, un día que fue tempano disuelto

del glaciar y vuelto un simple charco que

atraganta las cunetas

 

fracciones se intercalan en un eje de esta

historia como páginas que fingen desmesura

(quizás fue entonces cuando, replegada en

el traspatio, dorsal en el vestíbulo, salía de

las lumbres: el túmulo detrás era un solio de

ceniza figurándose en un gráfico de fiebre:

la fibra sigilosa, rastrera, de la muerte

desplazándose en un áspid amarillo)

 

precipicios en pedazos la realidad engendra,

en la inscripción que avanza con la bruma;

significa majestad percibida en contracción

de raíces que fusionan los minutos

 

los cartílagos se lijan como témpanos de

moles cuyo limite emancipan, cercenados en

embrión  

 

destilados de grafito: incidentes desbastados

de los días que tan solo desembocan

decadencia

 

pedregoso plegamiento que uno ensambla

con asfixia bajo un negro devenir

entumecido: de las sienes, que resisten y

procuran otros vados aunque la carne inclina

su declive

 

un océano nocivo complica la pintura

 

los días son pantanos que se acoplan; sus

ángulos volubles desunen los eventos

 

celosías: sólo van filtrando brea

 

el abismo de las fechas (desarrollo de

meandros) inyecta su formol irrumpiendo

de un umbral que en su esplendor remoto

respiraba rasgaduras, porvenires

contrayéndose, derrotas

 

continuo de lagunas por un ojo que macera

 

dilapidan, sus abismos, ambas puntas de la

espira, se laceran estirados en el potro

 

tantos días reprimidos, despejados de la

masa, desasiéndose de su constelación

 

 

me devela otras variables el presente del

pasado: otro cuento mas contiguo, más

rampante en sus ficciones, de renglones que

se comban y duplican lo que escribo con la

tinta transparente de los dedos

 

apenas un bramante del tejido sideral de los

días que yo había desechado y omitido

 

la ceniza de estatuye –y hace espuria la

amalgama- entre todas sus armónicas

deformes: mis días son conjuntos de

caudales cautelosos de intervalos siempre a 

punto de estallar

 

(esa frase: vacuidad, coyunturas que dejé en

la sima de la gruta restañando los muñones)

 

y de ácido es el núcleo que fragua el foso

infecto, deforme, del frontal; dioramas

delirantes dispersos en la psique: precipicios

que ha parido muy despacio

 

 

los días que pasaron –filtrados por el texto-

arrojan incremento de materia

 

supongo que se suman brotando hasta el

derrame de lo que yo no vi: las horas

bisecando por los flancos la memoria, el

origen de un ayer descomunal

 

lo que allí decanta salpicando la sevicia es

el residuo negro que se va a quedar conmigo,

arrecifes que ahorra arrastro por tundir con

estallidos, y que pasan  por los días (pero sin

metamorfosis) serpentinas que se hilvanan

con un mayor caudal replicante de vacíos

temporales

 

cuando quiero descender al incidente duro

las costuras del boceto se desgarran, en

coágulos del gris, de sí masivamente,

evidencia que se anuda a su caudal

 

¿cómo puedo corregir la secuencia en

levadura si desconozco el núcleo de su

móvil?

 

el tóxico perfecto: la conmoción mental, un

elemento menos que sumarse con los sólidos

 

este lado boreal no es el enigma, sino más

bien corriente de intervalos cuya traba el

tiempo lima rodeado por escombros: los

despliegues detenidos de las horas –las

cascadas de los días, el periodo post-morten:

es mi código con miles de agujeros, el espurio

deterioro de la veta- cuyo enlace milenario

(desenlace diferido) me empantana y

alimenta muellemente en su grosor

 

aspirado por el magma de una receta sin

rupturas de mosaicos expansivos en la nada:

esos tiempos estriados, como símbolos de

simas, pero alógenos: ajenos, casi nulos

 

enigmas no venables, que devienen hacia

dentro por tangentes imprevistas; abrasados

de abstracción, ensanchados con manchones

y rocosos de cadáveres: degeneran en

absceso se una abscisa

 

 

 

mis días no suceden, pero en vez

circunnavegan bajo el polvo de una cifra

abominable

 

eslabones yugulados, nucleados por el estiércol,

aspirados por avisos sobre deltas: tantos

hechos, destilados, dan cianuro, descarrilan

de sus recias coordenadas

 

un segmento de circuito (modulado por las

fugas), que será ceniza pronto

 

¿cómo dejo la constancia carcomida de esas

horas (remolino modular, de inexacto

transcurrir, ignorando su morfina, su

equimosis permanente, decantando

confusiones de alacranes), su estampida en

la memoria (sucesiva concusión de los

cuervos de las córneas, unos quantas de otro

mundo) para abrir en sus meandros

precipicios penetrantes o la lepra de los

órganos celestes?

 

¿y por qué no duplicar sus canales más

oscuros asumiendo con golpeo su despojo,

incubados por la escarcha de cadenas

comatosas en un tránsito del todo

intermitente?

 

macizo degradable que recubre la anarquía

(cuyo cúmulo revierte en pulsación)

colisiones que incidentan, subrepticiamente

truncas “lo que pasa”: la fictiva sucesión (con

segmentos de vacío), de veneno que me dio

su lividez: soldados por asombros, esos días

se contraen por pendientes descompuestas,

por espasmos: perturbados por un súbito

repliegue

 

 

son los días que la tinta desagrega por un

páramo de lava que ha reptado por el texto,

un mazo fracturado del conjunto de la esfera

que se hizo y se deshizo en cuatro frases[1]

 

intervalos indoloros galvanizan en la grava,

apretados entre franjas paralelas: instantáneas

ensartando mecanismos inconexos,

pulsaciones progresando por espiras

 

antárticos, veloces, murciélagos del yo (como

el físico que fue modificando propiciado por

un dígito fantasma) susurran algo gris,

adivinando a rachas, de los radios distendidos

de su red

 

narrando sólo nudos, secuelas secundarias,

precipita su reloj desgarraduras: sólo así

tendrá sentido –por su descomposición- el

cieno en que se había disgregado

 

 

 

 

 

los días son fisuras sobre la fisiología,

temporales de puñales por adentro

 

pretérito brumoso que trepa a trepanar por

los pútridos sentidos sedentarios

 

travesías con fracturas de bazofia de rapaz

de mi físico dimana su carroña

 

 

 

 

mas los días tejen hiedras con sus cilios

oxidados y con las escolopendras de una

herida

 

disjuntos de los siglos agonizan en un gozne,

reducidos  a u cámara viscosa

 

el presente es un imperfecto correlato:

desgajan sus glaciares, gangrenan con su

impulso: días sucios desangrándose entre

otros

 

se apuntalan en un arco replicando la

fractura: toneladas de fatiga fulminante

 

 

 

 

tantos días que discurren veteados de

sucesos, excavando las edades, contrayendo

los deslindes

 

 

 

paréntesis con días y más días disonantes

cuyo número será resurrección

 

 

 

 

el tormento de esos días (si se subdivide en

tundras) se acentúa sobre sondas del abismo

desasido de su incendio, persevero en

imantar la fisión de mi sentido y su ficción

 

océanos deshechos en fárragos de ráfagas,

vacío cimentado el devenir; infinitos

numerados, milenios belicosos, estrépitos

que están  yuxtaponiéndose

 

 

esos códigos, al ser desorbitados, abrevan en

lo culto de estigmas primitivos: seré para

sus yermos centrado en el declive que inocula

su mandíbula tenaz.

 

 

y esos días continúan cimentando como

barras cuando ajustan con demencia; el

fenómeno comprime cuanto resta por venir:

lo que salga de los hilos de las horas

 

 

 

segar la cifra hermética, el meollo de la llama,

siguiendo sólo un hilo del tapiz: esos días se

han perdido por esporas en impuros

devenires de novela

 

 

 

Datos vitales

León Félix Batista (Santo Domingo, 30 de octubre de (1964), realizó sus estudios universitarios en Nueva York, donde se quedó a vivir por un par de décadas. Ha sido traducido al inglés alemán, sueco y portugués. Publicó , hasta el momento, El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Crónico (Segunda edición de Vicio, Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2000), Se borra si es leído, poesía 1989-1999,  (2000), Burdel Nirvana (Premio de Poesía “Casa de Teatro 2000”, 2001), Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2006;2da. edición Editora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo 2007 y una parte del cual había sido publicado en edición bilingüe  en Sao Paolo, Olavobràs,2003, traducción de Claudio Daniel y Fabiano Calixto) y Mosaico Fluido (Premio Nacional de Poesía “Emilio Proud’Homme 2005”,2006). Es director de la Editora Nacional de la Secretaría de Estado de Cultura.

 

 


[1] Vuelta a los estados de la materia como fases: los tres estados primordiales más uno en mesofase: un estado indefinido, un pseudoestado

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