Gracias a los oficios del mexicano Leonardo Iván Martínez y al colombiano Fernando Vargas Valencia, presentamos un acercamiento a una parte de la poesía colombiana actual. Ahora, Carlos Aguasaco (Bogotá, 1975). Radicado desde 1999 en la ciudad de Nueva York donde recibió una maestría en literatura Latinoamericana en el City College de CUNY. Actualmente dirige el portal www.artepoetica.com
LXXV
“Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentado en cabeza propia, las abomino”.
(Don Quijote)
Aunque de todo mi seso se han extinguido las ínfulas de caballero
andante
aunque el aire reposa sin el peso de mi espada y los campos añoran el
galope de mi rocín
aunque la forma de mi cuerpo se ha desvanecido de la hierba que me dio
abrigo
aunque sé que mi nombre anda impreso por las Indias y los conquistadores lo enseñan a cada pueblo que derrotan, o acribillan
aunque todo en mi vida es una contradicción y una sucesión infinita de
desencantos
y aunque todos los hechizos se han hecho ineficaces por la fuerza de la
razón
admito que me gustan tu rostro desdentado, tu espalda contrahecha
tu nariz chata y tus viruelas, Aldonza Lorenzo.
A solas sueño con tu cintura de tonel y con tus brazos de gigante levantando un hacha,
me veo junto a ti por los caminos,
correteamos ovejas y cantamos las canciones que aprendí del Caballero
de la Blanca Luna.
Sueño con un niño rechoncho que crece en tu vientre,
Un crío de manos anchas que me llama padre.
Los tres, hemos construido una pequeña estancia en la mitad de esta
tierra árida y sin nubes
Afuera, el niño juega con mi adarga y trata de montar a Rocinante
saltando desde un árbol
Adentro, mi cuerpo entra en tu cuerpo y desaparece entre el volumen de tus pechos y tu carne húmeda
Como un minero cavo dentro de ti, escarbo hasta el centro de ti,
Sé que hay otro niño que vive allí dentro con una mano herida y una
pluma en la otra
Otro crío contrahecho
Otro enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su
linaje
Un niño con una sonrisa que resuena por los siglos
Un crío que le contará al mundo quien soy
Un crío que antes de nacer ya conoce el tormentoso camino que me trajo
hasta tu lecho.
Parque
El poema es un recurso de la piel
abrigo de huesos y el corazón que late
nací para llorar a cántaros y sentarme en los parques
la lectura en voz alta es hija del poema que se prolonga en el aire
Nueva York juega a ocultarse bajo el sol de la tarde
Soy un bulto sobre el césped que mira las palomas volar en círculos
El tren elevado marca el paso de los minutos en intervalos de a siete
Vengo hasta aquí para sentarme en silencio
Si fuera un árbol mis ramas harían una pirueta en busca de luz entre los
edificios
Si fuera un árbol mis raíces serían el remedo de esa pirueta
Me quedo inmóvil hasta que una paloma me caga la cara
Y me río
porque también me sé reír a cántaros
La piel escucha el poema y se eriza con sus acordes
La lectura en voz alta le rasca la espalda al viento
Y el tren, que allá viene, hace inaudible la siguiente línea
Fábula de la princesa y el zorro
[Quizá Sor Juana se equivocó esperando del poder más de lo que éste podía
dar. […] Cervantes sólo tenía sus méritos y, entre los mayores, sus sacrificios. […] A diferencia de Cervantes, que prodigó las súplicas al conde de Lemos en vano, Sor Juana fue protegida desde muy joven por el poder colonial.]
Julio Ortega. Cervantes y Sor Juana: la hipótesis del Barroco.
Tú que conoces el poder, sabes que a mi lado no hay sombra
Junto a mí el sol da en la cara y la piel se oscurece, alcanza el tono del alma (sólo si ella existe)
Tú que sabes de choznos, condestables e infantes
de sus costumbres y el calor de sus almohadas
de su piel cubierta con otra piel y de sus cimeras de plumas
Ni en un lustro llegarías a acostumbrarte a este lecho de piedra
A la intemperie de este abrazo
A la tiniebla de estos ojos.
Tú que crees en la sustancia y buscas un lugar natural para su reposo
Sabes que mi naturaleza es la movilidad, la astucia, el remedo cobarde,
la tristeza, el engaño,
pero no la huida.
Yo, hijo de mis obras, prefiero el frío de la roca y la oscuridad de la
noche.
La zozobra del arpón, o la daga, que un día pasarán por mi garganta, no
me espanta
Pues a los ojos del cazador vencido estoy desde mi nacimiento.
Mías son las praderas y las cumbres acantiladas,
por el instante en que las piso, me pertenecen.
Tuyas son la hileras de piedra, las techumbres, sus antorchas
y el brazo del esclavo que las sostiene en alto para que puedas leer tus
cartas
tuya es la pluma del ave y su carúncula sangrienta,
la carta que llega de Italia.
Tuya es entonces la partida y mía es la marcha.
Tuyo es el escudo de piedra cubierto de hiedra
Y tuyo es el nombre que desde la torre alguien grita.
Y mientras te alejas, musito: ¿Quién te dijo que eras libre?
¡Corre hacia él y besa el palio que mañana será mortaja!
Datos vitales
Carlos Aguasaco (Bogotá, 1975) es Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Radicado desde 1999 en la ciudad de Nueva York donde recibió una maestría en literatura Latinoamericana en el City College de CUNY. En la actualidad adelanta estudios de doctorado en la universidad de Stony Brook SUNY con la W. Burghardt Turner Fellowship. Ha colaborado con reseñas y ensayos en varias revistas. Ha publicado: Conversando con el Ángel, Competencias y desempeños Vols. I a VI, Encuentro 10 poetas latinoamericanos en USA (2003) y Narraciones sin Frontera 27 cuentistas hispanoamericanos. Dirige el portal www.artepoetica.com .