Foja de Poesía No. 235: Porfirio Mamani

Porfirio MamaniPresentamos a continuación una muestra del trabajo del poeta peruano, radicado en París, Porfirio Mamani (Arequipa, 1963). Es doctor en Letras en la Universidad de la Sorbona. Ha publicado, entre otros poemarios, Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d’un fleuve  (poesía) Editiones Editinter, 2002. Fue un Autor invitado por La Maison internationale des poètes  et des écrivains de Saint-Malo (France).

 

 

El oro negro

 

Quien busca el oro, siembra la muerte

 

Entre árboles y ríos muertos

suena humillada la voz del campesino,

del hombre que vivió,

olvidado entre ramas y ríos.

 

Quien busca el oro, busca la muerte

 

Suena la bala mortal

en el pecho del hombre y su miseria.

Herida está la selva

rodeando con su aliento

al cadáver del camino.

 

Quien busca el oro, siembra le muerte

 

Suena el río, rumoroso y duro:

es un llanto que lo empuja hacia el mar.

Suenan los árboles gastados de amargura:

son pájaros que aterrados buscan una pluma,

o se arrancan unas plumas

para curar la herida de un hombre,

de aquél que murió por defender sus nidos.

 

Quien busca el oro, busca la muerte.

 

Suenan los caminos

de charcos y de sangre ya cubiertos.

Y las entrañas de la tierra

mueven los ríos, las montañas y los mares.

Caen las hojas de los árboles tan viejos:

son pesadas lágrimas

que expresar no puede la tierra.

 

Quien busca el oro, siembra la muerte.

 

Exterminados quedan los caminos

aquellos que construyó el hombre acribillado.

El cadáver engendrará un árbol

y el árbol un hombre

para sembrar la paz en el camino

y proteger bajo la infausta lluvia,

la vida de los pájaros sin nido.

 

Quien busca la paz, busca el camino.

 

París, 10-6-09

 

 

 

 

Por la Paz del Mundo

 

Hermano, por este camino solitario: la tierra,

¿cómo ser malo yo contigo y tú conmigo,

si tenemos la hierba, el agua tan escasa,

la luz tan pobre y tan vieja?

¿Para qué destruir lo que tenemos:

la vida, la tierra, la paz, el aire,

todo esto que heredamos del Señor?

Aquí estamos, solos,

cavando nuestra tumba cotidiana,

rasgándonos la piel con la mirada.

Allá en el fondo oscuro hay una Luz, un Camino,

busquemos esa Luz, para mirar lo que no vemos,

por este camino solitario que cruzamos.

Nosotros, los habitantes de esta tierra,

somos la sombra y la espalda de la sombra,

esta sombra que se nutre de sed y silencio,

entre el fuego, el polvo y la ceniza.

Busquemos el mar, la primavera de la vida,

para ver cómo brota de la semilla las hojas,

para oír el ruido del agua que recorre

prados, montañas, valles y desiertos.

Somos nosotros, la paz, no la guerra;

el amor, no el odio;

el recuerdo, no el olvido,

y así caminamos como niños por el mundo,

cansados, agotados por el hambre y el dolor.

Busquemos la sombra en la sombra,

el árbol de la sombra, y la sombra de los árboles,

que silenciosos resisten como las piedras

al viento, al frío, al sol.

Busquemos siempre la paz en nuestros pechos

para cobijar a nuestros hijos, amigos y enemigos.

El tiempo es apenas un instante;

en él soñamos que soñamos sueños,

hermosos sueños para ver el agua,

los campos, las montañas y la vida.

Allí está el mar, herido; como la tierra, herida.

Volvamos a mirar el fondo de nosotros

y caminemos hacia la Luz, hacia la Paz,

por este camino solitario: la tierra.

 

París, 17/1/09

 

 

 

La palabra

 

I

 

Nada es efímero, ni el dolor ni el placer.

Corremos de una puerta a un árbol solitario,

de un puente a una gruta que guarda el tiempo.

Cada mirada es un descubrimiento perfecto.

La lluvia es el sol que ocultan ciertas nubes.

Nuestra palabra es un grito irreversible en la nada.

Escribimos un nombre de alguien que no conocemos.

Oramos en el templo desierto del olvido

y soñamos con Dios encadenado a su dolor.

Somos peregrinos sin fe por el desierto

y dormimos sobre la blanca arena mirando el universo.

Para existir, a veces, inventamos un amigo,

le damos un nombre y con su recuerdo

nos perdemos en un bosque de palabras que se mueven.

Decimos que venimos de otro pueblo y nos confunden

con la lágrima que dejaron los que se fueron.

No conservamos nada del silencio que nos procuró

la suerte, el destino que no deseamos tener jamás.

Como aquel oscuro pasado, sobre la hierba cruzamos

para alcanzar el recuerdo que dejaron los otros peregrinos.

En una calle encontramos la sonrisa de un desconocido,

luego nos sentamos en una piedra para ver

las huellas que sobre la hierba quedan,

y también tu rostro que en la penumbra esperando queda,

amigo, hermano, la palabra que nos salve.

 

 

 

II

 

Entonces, pienso en la palabra que a todos no libera

del miedo, de la sombra que cerca la memoria,

del aire que se filtra por las rendijas del dolor.

 

Pienso en la palabra que a todos nos libera

del dolor que encontramos en este valle.

 

Pienso en la palabra que nos nombra un camino,

aquella que nos muestra la ventana, no el olvido.

 

Pienso en la palabra que me dio un amigo en la frontera,

aquella que abrigó con un pan todo mi destino.

 

Pienso en la palabra secreta que a todos

nos espera en alguna parte, desnuda y sola.

 

Pienso en la palabra que pronunciaron otros hombres,

aquella que abrió las puertas del insomnio.

 

Pienso en la palabra que me dejaste escrita en un árbol

aquella que ya escribieron otras manos en otros muros.

 

Pienso en la palabra destinada por otros al olvido,

aquella que me nombra, un ruido, una cosa, una imagen.

 

Pienso en la palabra que separó las aguas del mar,

aquella que atravesó todo un desierto.

 

Pienso en la palabra que soñamos

en el fondo de una gruta.

 

Pienso en la primera palabra que pronunciamos

con dolor, por este camino que nos lleva a alguna parte.

 

Pienso en la palabra que no pronunciaré un día,

aquella que todo lo nombra, que todo lo revela.

 

Pienso en la palabra que escribí en una carta

a un desconocido.

 

Pienso en la palabra que mide el tiempo,

aquella que destruye los caminos como las noches.

 

Pienso también en la palabra que encontré a orillas de un río,

en aquella que me dio un niño en el alba

para cruzar el ancho día.

 

 

 

 

III

 

No era la noche sino la luz

No el pasado sino el camino que faltaba recorrer

Eran sus manos agarrándose de una rama

Eran voces que rodaban de sus labios

Era su larga cabellera que jalaba el viento

No era la noche sino sus ojos en la noche como luces

No era una estrella sino una ventana abierta:

era su voz que llamaba en el centro de un bosque y también

el ruido de sus pasos que sobre la arena iba dando.

Yo la esperaba cada tarde

al pie de este roble que sombrea mi cansado cuerpo.

No era la duda sino su voz que cortaba el viento,

su voz que refrescaba todo mi cuerpo en el desierto.

Pero hoy que quiero verla no la veo

y así, hacia una sombra que se mueve en el camino yo me acerco.

Hundo mis pasos en el polvo que ha soplado el viento,

jalo mi cuerpo como se jala una roca del camino.

No era la noche sino la palabra que inventa el día

para que todo fuera diferente en el huerto prohibido,

para que los niños no miraran en sus manos

el hambre,

la sed que corría como un río por los cuerpo de los desgraciados.

Era otra sombra que ya nadie quería recordar,

el rostro que ya nadie quería recordar.

No era la noche sino el viento que bajaba o subía al cielo.

Era ella, la palabra, la voz que creo todo el universo

y todas las cosas que en el universo existen.

Era la piedra que en la piedra se formaba.

Eran los mares que impacientes me esperaban.

Eran las flores que miraban nuestros ojos en los prados.

Eran los manantiales que nacían del vientre de la tierra.

No era la noche sino un camino abierto que todos esperaban.

No era el fuego sino la fuente del reposo

allí donde encontraran los desgraciados

agua para lavar sus miserables rostros

que vivieron como huyendo de la vida de los afortunados,

pues nada les dejaron sino olvido, indiferencia y desprecio.

Era la palabra que todo lo guarda y todo lo recuerda.

 

 

 

 

Réquien para Darfur

 

Dios mío, ¿dónde queda Darfur ?

¿Qué camino seguir para encontrarlo?

¿Hay acaso una frontera de fierro,

una frontera de polvo y de miseria ?

¿Qué manos son las que me ocultan el camino ?

 

Dios mío, ¿dónde está Darfur ?

¿Acaso está hundida en la tierra,

acaso en la memoria inmoral,

que hunde sus garras negras en el hueso,

en la piel seca de los cuerpos que ni sombra tienen ?

 

Dios mío, ¿dónde están los niños de Darfur?

¿Dónde están que no los veo?

¿Son acaso mis ojos ciegos,

o es puro sueño lo que vivo y lo que veo ?

Siento un grito enterrado en el polvo de mi ser.

 

Dios mío, ¿dónde están las madres de Darfur ?

¿Quién engendró esta noche amarga para ellas ?

No hay ni lágrima, ni risa, ni pena en su mirada,

sólo llevan hambre en su vientre disecado,

esa cosa que sube como espinas a sus labios.

 

Dios mío, ¿dónde están los padres de darfur ?

¿Son acaso aquellos laberintos que se mueven,

como hilos, que esquivando van el azote, la bala y el machete ?

Haber nacido en la tierra para mirar lo que miro.

Haber nacido en esta tierra para morir viviendo lo que muero.

 

Dios mío, ¿dónde está la tierra ?

¿dónde el árbol, el río, la llanura, la casa?

¿Y qué hago yo aquí, buscando lo que no busco:

aquella tierra, aquellos niños, aquellos padres,

dispersados todos, golpeados por el polvo negro siendo blanco ?

 

¿Dónde estás tú, perdido entre las nubes de polvo,

que hacen los que huyendo van y vienen

por los caminos infernales de Darfur ?

¿Acaso no hay piedad en tu mirada,

para alejar la miseria y los llantos del camino ?

 

París, 3-5-2007

 

 

 

 

Terremoto en Perú  (2007)

 

No puedo orar, ni llorar, pero oro

en el silencio frío de la tarde que se va.

 

No hay ventana ni puerta ni adios,

porque no hay casa ni habitante que se va.

 

Todo queda en el pecho,

todo permanece en la memoria

porque el dicho olvido no existe para mí.

 

Los escombros a mis ojos llegan

como heridas fulminadas por un rayo.

 

Y llamo a mis parientes desde lejanas tierras,

llamo desde este muro que me aplasta,

y el teléfono no suena : extrañas voluntades lo cortaron,

para preservar sus onerosos dividendos.

 

Estoy bajo los escombros de la tierra

y respiro, y no respiro, y vuelvo a respirar.

 

Me llaman por mi nombre y no contesto,

no tengo voz, ni fuerzas ni camino,

estoy bajo una piedra, atrapado por el miedo.

 

Se oye otra voz, un llanto de niño, de padres, de amigos.

Se oye la tierra que vuelve a la tierra,

y yo estoy aquí, abrazado a un cadáver,

al cadaver de mi cuerpo, el tuyo, el mío.

Estoy aquí regado en el camino.

 

Oigo a lo lejos sirenas que se van,

y no me llevan, me dejan,

enterrado en el muro que construyó mi padre,

me quedo en la casa de mis padres,

en la casa de mis hijos, en mi casa para siempre.

 

Estoy herido, muy herido

en la carne y en el alma

estoy herido hasta el fondo de mis ojos,

hasta el fondo de mis huesos.

 

Yo no sueño nada, pero sueño con mañana.

No todo termina aquí, padre, hermano,

amigo que te quedas sentado en esa piedra acongojado,

que no te venza la orfandad,

ni el oscuro río de la muerte.

Mira aquella luz, el camino, la esperanza, la fe ;

oye la voz que llama en el desierto.

 

No fue el mar, fue la noche,

la antesala de la noche.

Debeis continuar y construir otra casa,

una casa más grande y más fuerte,

la casa de tu cuerpo, la casa de tu vida.

 

En este rincón de la tarde, oro

muy callado, en medio de los ruidos del mar,

del mar humano que gime de dolor,

y oro a Dios, a la Virgen, a los Santos que olvidé,

por irme por otras sendas más oscuras,

a gastar mi tiempo, mi energía y mi yo.

 

Aquí estoy sin una lágrima, enterrado

y renaciendo a orillas de este olivo

más allá del viento, más allá del mar.

 

París, 18 de agosto, 2007

 

 

 

 

La luz del  camino

Tengo este sueño para seguir andando.

 

No siento dolor, no quiero sentirlo,

ni el sol ni la nieve, en el nublado horizonte.

Unos fortalecen sus brazos, no su corazón,

otros  enriquecen sus manos, no su corazón.

 

Tengo esta Luz para seguir andando.

 

No siento ni sed ni hambre en el camino,

ni el viento ni la lluvia golpean mi cansado cuerpo.

Entre olivos y peñascos me siento.

Miro el universo, el cielo y las nubes.

 

Tengo  este sueño para seguir andando.

 

En silencio voy por el sendero ya andado,

y busco mi nombre en el vasto laberinto.

Miro las piedras y las ramas,

miro de dónde sopla el viento.

 

Tengo esta Luz para seguir andando.

 

Me acerco al centro de la noche,

entre luces sigo la huella de la Luz.

Unos nutren su cuerpo, no su corazón,

otros adornan su cuerpo, no su corazón.

 

Tengo este sueño para seguir soñando:

Un río, una montaña, un árbol,

para reposar junto a ellos mi viaje.

Marchitados quedan los caminos mal andados,

tristes las huellas mal dejadas.

 

Tengo esta Luz para alumbrar mi casa,

la tuya, la nuestra, la casa que llevamos dentro.

Desde una piedra abracemos el sueño que tenemos,

desde otra, dejemos que la Luz abrace nuestro cuerpo.

 

Paris, 28-07-2009

 

 

 

 

El llamado

 

Alguien  toca tu puerta para entrar.

 

Muchos son los caminos, las voces;

pero sólo hay uno y una voz.

¡Que los falsos sueños no te pierdan,

que los falsos ecos no te alejen de ti!

 

Alguien toca tu puerta para entrar.

 

Vigila la noche y el día;

que dormido no te encuentre,

cuando suene la voz del desierto o de la noche.

No te confundas al mirar la sombra del que llama.

 

Alguien toca tu puerta para entrar.

 

Un ruido turbulento y suave,

distrae tus desorientados ojos,

otro ruido de luces infernales,

te arrastra con deleite a su morada.

 

Alguien toca tu puerta para entrar.

 

Aférrate al silencio del árbol y la roca,

a la luz de las estrellas, del sol y de la luna.

Busca en silencio lo que eres,

no la apariencia que pretendes reflejar.

 

Alguien toca tu puerta para entrar.

 

Frágiles tus ojos y tu cuerpo y te abandonas

al torrente e inhóspito camino,

aquel donde cenizas y lamentos quedan,

no lo que sentir pretendes mientras ríes. No te pierdas.

 

Alguien toca tu puerta para entrar.

 

No te pierdas, sigue el silente camino,

el de aquel sueño que no se borrará jamás,

porque ahí está la Luz eterna que nos guía.

Junto a un olivo, siémbrate para siempre.

 

Paris 29-07-2009

 

 

 

 

Por el camino

 

Bajo el sol andamos atados a la noche.

 

Pero el tiempo no nos dice nada,

ni la lluvia ni el destino

sino esforzamos nuestro pecho

para labrarnos un camino para andar.

 

Bajo el sol quedamos atados a la noche.

 

Que la lumbre a nuestros ojos llegue

como celestial prodigio, y nos levantaremos,

a recorrer nuestros errores,

en silencio, cansados o dormidos.

 

Bajo el sol andamos atados a la noche.

 

Como aves dispersadas por el viento,

entre borrasca y borrasca,

buscamos el árbol que sembraron nuestros padres

siendo niños, para que seamos diferentes.

 

Bajo el sol atados nuestros pies a la noche.

 

Ni viento ni ventana vemos,

en el limbo  desnutrido de los días,

que con ardor efímero pasamos,

el tiempo, el alba que no supimos abrazar.

 

Bajo el sol atadas nuestras manos a la noche.

 

Pasamos sin haber labrado la piedra,

la dura piedra de nuestro pobre corazón.

Vanidades son las cosas que nos pierden,

aquellas que nos malogra las noches y los días.

 

Bajo el sol perdidos nuestros pasos en la noche.

 

De una lumbre a otra pasamos

sin habernos conocido,

sin haber escrito nuestro nombre

en el árbol o en el cristalino río de la vida.

 

París 30-07-09 

 

 

Lo que somos

 

En la mirada guardamos lo que somos.

 

Un lirio, una piedra, un árbol,

todo  aquello que deleita nuestros ojos,

aquello que en el fondo del camino

encontramos y guardamos.

 

En la mirada se refleja lo que somos.

 

Un abismo que se mueve,

y de sombra a sombra en la oscuridad doliente goza.

Un árbol que azotado por el viento,

resiste desde el fondo de la tierra con su corazón latente.

 

En la mirada guardamos lo que somos.

 

El canto de un ave solitaria

que sin nido, busca una rama, una roca.

El ruido feroz invade las ciudades,

las calles y las noches infernales.

 

En la mirada se refleja lo que somos.

 

Un río de cristalinas aguas

irrigando va el vientre de la tierra.

Hay otro río oscuro y profundo

de llagas y lamentos cubierto.

 

En la mirada guardamos lo que somos.

 

La lluvia aplaca la sed

de los caminantes que buscando iban agua.

La lluvia y el torrente sin piedad

derrumba casas y jardines.

 

En la mirada se refleja lo que somos.

 

La voz alienta los pechos

de los cansados caminantes en su largo recorrido.

Otra voz silenciosa trama,

la caída de los caminantes.

 

París 31-07-09

 

 

 

Datos vitales

Porfirio Mamani Macedo (Arequipa, 1963). Es doctor en Letras en la Universidad de la Sorbona. Se ha graduado también de abogado en la Universidad Católica de Santa María, y ha hecho estudios de Literatura en la Universidad de San Agustín (Arequipa). Ha publicado, entre otros libros: Ecos de la Memoria (poesía) Editions Haravi, Lima, Pérou, 1988.  Les Vigies (cuentos) Editions L’Harmattan, Paris, 1997. Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d’un fleuve  (poesía) Editiones Editinter, 2002.  Le jardin el l’oubli , (novela), Ediciones L’Harmattan, 2002.  Más allá del día/Au-delà du jour  (poemas en prosa), Editiones Editinter, 2000.  Flora Tristan, La paria et la femme Etrangère dans son œuvre , L’Harmattan, 2003.(Ensayo).  Voix au-delà de frontière , L’Harmattan, 2003.  Un été à voix haute , Trident neuf, 2004. Poème à une étrangère, Editions Editinter, 2005. Avant de dormir, L’Harmattan, 2006. La sociedad peruana en la obra de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo), Lima, Fondo Editorial de la Universidad Mayor de San Marcos, 2007. Représentation de la société péruvienne au XXème siécle dans l’œuvre de Julio Ramón Ribeyro. Paris, Editions L’Harmattan, 2007. Lluvia después de mi caída y un Requien para Darfur, Lima, Hipocampo Editores, 2008. Tres poética entre la guerra civil española y el exilio: Miguel Hernández, Rafael Alberti y Max Aub, Lima, Fondo Editorial de la Universidad Mayor de San Marcos, 2009. Antes del sueño, Lima, Editorial San Marcos, 2009. Ha enseñado en varias universidades francesas. Actualmente enseña  en Sorbonne Nouvelle-Paris III, y en la Universidad de Picadie Jules Verne. Ha merecido reconocimientos como  la Medalla de Oro de la Cultura, otorgada por la Municipalidad Provincial de Arequipa. Fue un Autor invitado por La Maison internationale des poètes  et des écrivains de Saint-Malo (France).

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