4 cuentos breves de Alfredo Mc Kelligan‏

Alfredo Mc Kelligan‏Presentamos a continuación cuatro breves cuentos de Alfredo Mc Kelligan. Estudia un Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM)  y en el Centro de Escritores de Casa Lamm. Ha participado en los talleres de Emmanuel Carballo, Eduardo Cassar, Ethel Krauze, etc.

 

 

 

ADIOS MAMACITA…

 

 

          Son las siete treinta de la mañana. Salgo de casa. Subo al taxi. Azoto la puerta. Saco del cenicero una bacha. Siento cómo el humo inunda mi pecho, mi cerebro. Estoy jodido. Me miro en el espejo retrovisor. Enciendo el coche. Me acelero ¡Pinche vieja! ¿Por qué no querría coger? Pero eso sí, la muy cabrona corrió a mis amigos. Jalo hacia a la Roma.

          La avenida Baja California esta atascada de automóviles. Odio a los tipos que tocan el claxon. Todos me respetan, menos ella ¿Por qué? Si soy Jose Banda alias El Mamacita , machín de la Buenos Aires. Saco otro toque.

          El enojo se me baja poco a poco. Ahora me pongo cachondo. Y este maldito siga que no se pone. Ojalá salga un viaje. Por fin el siga. Me hace la parada una mujer de blanco. Detengo el automóvil ¿A dónde? A la clínica ocho en San Angel. Se sube. La miro por el retrovisor ¡Esta rebuena! Intento platicar, No me contesta ¡Uy pinche vieja ni que estuviera tan buena! Doy vuelta en Insurgentes. Vuelvo a mirarla. Cruza la pierna. A tráves de sus medias veo sus muslos. Alzo la vista y me encuentro con sus pechos. Imagino que su piel debe ser muy suavecita. Aspiro y llega el olor de su perfume.

          Al cabo de un rato pregunto si es doctora o enfermera. No contesta. Ni siquiera voltea a verme ¡Muy digna! ¿No? Pero esás son las peores. Odio ser taxista, odio a las viejas apretadas y a toda esa gente que camina como mono. Me arrepiento de ser gente decente. Si antes era bien chido, sentir el miedo de la gente cuando los apañas y les quitas hasta los zapatos. Y ahora soportando a todas estas putas viejas, bajándoles la lana a los borrachos y a todo tipo de culeros. Si no fuera por la lupe…

         También odio a la Lupe como a todas las pinches viejas. Todas son iguales. Eso sí, primero te sacan la luz y después te las dan. No es justo. He decidido cojerme a esta vieja. Doy vuelta por el cine Manacar. La calle está solitaria –Señor, por aquí no es- ¿A dónde vamos? Tiene miedo ¡ A coger! Contesto. Estaciono el taxi frente a un parque. Saco un cuchillo de la guantera. Volteo; le pongo el puñal en el cuello. Comienza a llorar – Si gritas te mato- no para de llorar – Encuérate- No-gime- le acomodo un madrazo y me salpica su sangre: le arranco el vestido, el brassiere, los calzones. Tiene los pechos grandes y pezones rosados, la piel como la imaginé, muy suavecita. Le abro las piernas. Sigue llorando. No es fácil entrar. Tiene un pelambre cabrón. Se queda quieta, cierra los ojos. La abertura esta seca y apretada. Escupo sobre mi pito. A hora entra fácilmente. Paso la lengua por sus pezones, por la oreja, acaricio sus nalgas. Su vagina es tibia y viscosa.

          Deja de llorar ¿No que no te gustaba? Tiembla, le atizo otro madrazo. Se la pongo sobre la cara ¡Mámala! Aprieta la boca. Le doy un piquete ¡ Abre la boca! Se la meto toda. Siento como mis vellos rozan sus labios. Me muerde. Siento un dolor intenso. Se baja a tropezones. El dolor es insoportable. Levanto la cabeza y veo que escupe. Qué dolor. Ahora sí te chingaron Mamacita…

 

 

 

 

EL VESTIDO ROJO

  

Para ti donde estes…

 

La puerta estaba entre-abierta. Toqué despacio. Esperé unos segundos. No hubo respuesta. Volví a tocar. Empujé, la puerta se abrió de par en par. Con la mirada busque al tendero. Entré, la tienda vacía. Goloso observé la gran variedad de dulces. Lentamente me acerque al mostrador. A mis siete años estar ahí era un sueño. La ambición se dibujó en mi rostro. Agarré un puño de dulces, los metí a mi boca. Qué delicia, estaba extasiado. En esos momentos me sentía poderoso. Probé de todo, los que no me gustaban, los escupía con desprecio. Pinche tendero, si viera lo que hacía seguro me agarraría a coscorrones. De verdad que odiaba a ese cabrón. En un acto de ambición comencé a llenar las bolsas de mi pantalón. En esas estaba, cuando de un cuarto de atrás del mostrador salió un sollozo. Con temor, me escondí cerca de una caja de detergente. Esperé unos minutos. Tenía miedo, mis manos sudaban copiosamente. Si ese cabrón descubría que me había tragado todos los dulces que en mi estomago cabían, no me la acabaría. Transcurrieron algunos minutos. A gatas me fui acercando al cuarto de donde provenía aquel llanto. El sollozo se hacía más pronunciado. Unas cajas apiladas a la entrada de lo que al parecer era una bodega impedían ver quien lloraba. Sigiloso, me levanté. El cuarto sucio y desordenado. El llanto era más perceptible. Al acercarme para poder visualizar mejor, mis pies se tropezaron con algo, me agaché y mis manos palparon un pequeño vestido rojo. El llanto era más lastimoso. Como pude, separé unas cajas. Acomode una reja de refrescos, para poder mirar de dónde venía esa queja. Quedé pasmado. Si bien es cierto que años después comprendí lo que sucedió, esa escena se me grabó en la mente. No sabía lo que pasaba. El pinche tendero, ese cabrón, bufaba sobre el cuerpo inerte de mi niña. De esa niña que observaba todas las tardes, sentado en el quicio de la puerta. Ponía las manos en la barbilla y absorto veía su hermoso pelo negro, su tez blanca, podía pasar horas mirándola. Y ahora ese cerdo metiendo, sacando ese instrumento parecido al que yo tenía. Un hilillo de sangre escurría por sus piernas. Su cuerpo lucía lustroso por el sudor y baba de ese hijo de puta. Tenía miedo. No sabía qué hacer. Me sentía un cobarde. Tomé el vestido. Salí corriendo, una lagrima escurrió por mi mejilla, sabía amargo. A partir de ese acontecimiento, me volví un niño solitario, hosco y desconfiado.

       Pasaron los años, durante mucho tiempo ese recuerdo persiguió todos mis actos. La venganza prendía en mi mente. Comencé a rondar por la tienda. Me sentaba en la banqueta, frente a la miscelánea. De vez en vez compraba cualquier cosa. El gusto por los dulces desapareció. El entrar y observar al tendero me convencía de que tenía que matar a ese asqueroso. El día llegó, esperé a que cerrara la tienda. Me agazapé debajo de un árbol. Encendí un cigarro. El puto gordo pasó a mi lado. Dejé que se adelantara. Lo seguí paso a paso. Palpe el cuchillo. Busqué el momento y espacio oportunos. Se metió por una calle solitaria y obscura. Era lo que esperaba. De entre mis ropas saque el cuchillo. El primer golpe fue en el culo. Fue cayendo poco a poco. Fuera de mí, comencé a patearlo. Cada cuchillada me provocaba placer. El cabrón chillo, a cada chillido una puñalada más fuerte, más profunda. Quedó inerme. Con parsimonia limpié mis manos, mi rostro lleno de sangre. Caminé, la noche me tomó entre sus brazos. Me di cuenta que un hilillo de sangre corría por la punta del zapato. Saqué el vestido rojo y con ternura lo limpié.

 

 

 

GEOGRAFIA FESTIVA

 

Viajar por el cuerpo que amas y no conmoverse es como no tener alma. Sentir la lubricidad de sus labios en tu boca. Palpar en tus manos la textura de su epidermis. Recorrer palmo a palmo la geografía de su cuerpo. Resbalar por el talud de lo infinito a sabiendas que el amor puede ser el purgatorio o el paraíso. Exhalar un grito en el momento en que se toca el universo. Exorcizar a la mujer que amas de sus demonios y que su ser puro resbale por tus dedos. Perpetuar en tu memoria cada rincón, cada recoveco. Meterse entre sus piernas, beber un poco de vida. Saborear gota a gota. Firmar en su piel y liberarnos de nuestros fantasmas. Validar la metamorfosis de nuestras contradicciones cotidianas. Inventar para que la rutina  y el hastío no se sienten en nuestra cama. Y después, contemplar el cielo y ceder ante la voluptuosidad del guiño de la luna. Atrapar el silencio, hacer cómplice a la noche y viajar nuevamente por ese cuerpo y al final comprender que en ese momento, solo en ese momento has descubierto una parte de ese territorio

 

 

 

Y, EL RECUERDO…

 

Nada sirve de nada.

Somos sólo tú y yo,

una grieta polar

una anécdota.

Henry Miller

 

Para María.x

 

 

Afuera mi recuerdo duerme en los pliegues de la noche. Niños queman su hambre ante parabrisas indiferentes. El miedo sentado frente al diván. Ella se recuesta en el borde de  mi corazón. Musita y teje remembranzas. Una lagrima recorre sus entrañas. Limpio el polvo de su nostalgia. Un vampiro espía a través de la ventana. Su esencia en mi lengua. El pudor se aferra a mi miembro. Su fragilidad acaricia mis manos. Susurro en sus labios, rezos plegarias y cantos. Cicatrices supuran. El pensamiento solloza y el recuerdo se devora. Ella somnolienta se duerme en el sueño del otro. Mi caricia balbucea un instante, solo un instante. Su cuerpo se abre y se mete en sí mismo, quiere renacer. Un demonio se cuela por una rendija. Me protejo entre las piernas de ella, acurruco la tristeza. Su desnudez estalla sobre la cama. El silencio nos cobija y se detiene. Su piel se impregna en mi boca. Escarbo sus heridas. Los ojos se me llenan de ternuras. Lagrimas ruedan por mis dedos. Y el pelo a tumbos cae sobre el pecho. El tiempo se detiene en los labios. Abrazo su tristeza y musito: es viernes y este instante me basta, porque  nada es nada, sólo somos tú y yo, una grieta polar, una anécdota,  y el mundo cambia si dos se miran y se reconocen, amar es desnudarse de los nombres..*.

 

 México, 2007

 

 

Datos vitales

Alfredo Mc Kelligan nace un 15 de abril es Licenciado en Derecho por la Escuela de Estudios Profesionales Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudia un Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM)  y en el Centro de Escritores de Casa Lamm. Asiste a diferentes talleres libres de literatura con escritores como: Agustín Monsreal, Gerardo de la Torre, Ethel Krauze, Alinne Peterson. Hugo Argüelles, Beatriz Espejo, Emmanuel Carballo, Eduardo Cassar; Jesús Gonzalez Davila etc. Colabora en Editorial Clío S.A. como asistente de edición en la Colección La cocina mexicana a través de los siglos en los libros La cultura del Maíz, El placer del Chile, La comida del fríjol, calabaza y jitomate escribe dos capítulos en el libro Nuestros Sabores. Trabaja como negro en la elaboración de algunos artículos para el Periódico Reforma en el suplemento la Buena Mesa. Escribe una historieta para la revista Así soy y que de Editorial Egea. Ha publicado para las revistas literarias Cronopio (de la que fue fundador) y Solario. Funda un espacio cultural llamado Las Flores de Uxmal donde se realizan exposiciones plásticas y musicales. Fue finalista del premio nacional Oatzacoalco certamen organizado por Municipio de Coatzacoalcos Veracruz.

 

 

 

 

 


* Las cursivas son una paráfrasis de Miller y Paz

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