Poesía norteamericana: Chris Watkins

Leemos poesía norteamericana. Leemos un polémico poema de Chris Watkins (1996). Es poeta queer no binarie, activista medioambiental y candidate a doctore en Inglés por la Universidad del Estado de Florida. Su trabajo ha sido publicado por Harvard Review, Redivider, Frontier Poetry, entre otras. La traducción es de Andrea Rivas.

 

 

 

 

 

 

LA APÓSTOL PAULA

 

 

Del mismo modo, quiero​​ que las mujeres se adornen con la ropa adecuada, modesta y discreta, no con​​ el​​ cabello trenzado con oro o perlas o​​ joyas costosas sino con los medios del trabajo honesto, como es propio para las mujeres que​​ pretenden ser piadosas.

 

—El​​ Apóstol Paulo, Timoteo, 2:9-10

 

Cabalgaba​​ hacia Damasco

para gritarle a algunos cristianos y tal vez

lanzar piedras​​ a unas cuantas mujeres desinhibidas

cuando Cristo, ese vaquero,

 

vio que no puedo​​ montar a caballo​​ ni de joda.

Vino como el viento​​ 

y susurró,​​ muévete, al oído de mi pony.​​ 

Al momento siguiente

 

había tenido​​ una visión, una conversión.

He dormido​​ en casa de cristianos

y no soy más Saulo sino Paulo.

Conozco todas las oraciones católicas

 

mejor que tu abuela.

Y​​ aún así no puedo​​ actuar​​ bien:

siempre le digo a las mujeres qué hacer

o cómo acomodarse el cabello

 

en la iglesia.​​ Oh,​​ damas de Éfeso,

saben de cierto que la mayor parte​​ de nosotros

necesitamos más de una transformación

en la vida. Cristo​​ enderezó mi camino​​ 

 

por segunda vez haciéndome​​ drag.

Y tengo que admitirlo, al inicio

pensé que Ella​​ estaba loca

por venir​​ hacia mí con esa brocha de maquillaje

 

como un cuchillo​​ y yo el cordero

de sacrificio,​​ luego atándome en ese corsé.

Pero​​ como​​ con​​ la mayoría de la santurronería

descubrí que​​ la​​ mía​​ tenía​​ sus​​ raíces en la envidia.

 

¿Quién no quisiera​​ vestir con​​ 

aretes de perlas, sombras doradas,

y hablar de las cosas hermosas?

Quería cada pedazo de lo que no podía querer:

 

ropa costosa, corte a la cadera,

terciopelo,​​ apertura hasta el muslo.

 

Quería pechos y ojos felinos,

pestañas postizas y el cabello que​​ topa

 

con el marco de la puerta cuando entro

a una habitación. Quería ser

observada​​ por todos: brillar​​ 

como la luz de un escenario de​​ cabaret.

 

Toda mi vida hasta entonces había sido un​​ lip sync

donde seguía​​ pronunciando​​ mal

las palabras. ¡No más! ¡Bienvenida​​ 

al escenario, Apóstol Paula!

 

Ésta​​ va​​ para mis

hermanas de Éfeso. No puedo pedir

que me perdonen por todo el dolor.

Pero ¡carajo! Puedo cantar.

 

 

Librería

También puedes leer