“A modo de elegía”, poema de Waldo Leyva. Feliz día de muertos!

Waldo LeyvaPresentamos, este 2 de noviembre, un maravilloso poema de Waldo Leyva (Cuba, 1944), “A modo de elegía”. Este texto pertenece al libro ganador del X Premio Casa de América de Poesía Americana, que aparecerá este mes en Visor.

 

 

A modo de elegía

 

 

No puedo evitar que me sorprenda esa costumbre

nuestra: dar de beber primero a los ausentes.

No se trata de convocarlos a la fiesta,

ni tampoco es un ritual de la memoria;

los muertos beben solos.

 

A medida que los años pasan

el silencio sin ruido, ayer imperceptible,

empieza a acompañarnos,

a dejar sus huellas sobre las sábanas,

a sustituir con nuestro rostro la cara del amigo.

 

Ayer, mientras descorchaba mi añejo de reserva

para brindar por la llegada de otro año

supe, sin duda alguna,

que debía mojar un rincón de la casa.

Para quién era el trago? ¿a quién debía evocar?

¿Acaso a Luis, muerto a los treinta y dos años

cuando la poesía empezaba a crecer

en su garganta y le dolía en el costado

ese escuálido y turbio ángel del desamor?

¿Tal vez a Wichy el Rojo, quien seguramente

continuará en su eterno retornógrafo,

dialogando con Tristan Tzara

o con Guillaume Apollinaire, el soldado polaco

de sus versos?

 

Los muertos beben solos, me repito,

pero voy con la botella

hasta el rincón más íntimo de casa

donde Ángel Escobar, sudoroso y suicida,

masca alucinado hojas de curujey,

le pide al alcor funesto que aparte a los forenses

y sigue diciéndonos, para que no lo olvidemos,

…moriré/ solo de mí: no llevo un clavel rojo

en la solapa, no puedo sonreír:

alguien siempre dispara

su pistola en medio del concierto…

 

Los muertos beben solos, insisto,

y el ámbar del añejo deja en el aire breve

una línea sin origen ni fin donde Raúl,

desde su enorme silencio, aparta la vieja pistola

de su animal civil y dice a Gelsomina:

Ven …a ver al niño enfermo

que allí en su lecho abandonado yace…

mientras Ignacio Vázquez se pone el pecho

de Sor Juana para decir los versos que le dicta

su esquizofrenia contagiosa.

 

¿Dónde está Juan Puga? Lo busco por la casa

y vuelvo a mi balcón pero en esta noche de diciembre

no están los flamboyanes florecidos,

ni puedo intuir los almendros agrestes de su tierra.

¿Será cierto lo que una vez le dije:

empiezas -y eso duele- a ser olvido?

No tengo pacharán, querido hermano, pero te ofrezco

este trago de ron. ¿Lo compartimos?

 

Los muertos beben solos

le digo a los que esperan y ríen satisfechos

sin sospechar que alguien los va a evocar mañana

derramando licor por los rincones.

Naborí ya lo dijo recordando a Simónides de Ceos

Arrobados de sueños y paisaje

creemos infinito nuestro viaje

pero ¡ay! el viaje es demasiado breve.

 

Hay muertos más recientes, muertos

como Jesús Cos Causse que se llevó algo de mí, raigal,

aunque dejaba, detrás de cada verso algún ruido del corazón.

Negro, brindemos por Nilda Arzuaga;

no sé si ella, en algún sitio del planeta,

se acuerda de tus versos, de aquella noche cómplice,

junto a la ventana de Luz Vázquez

pero vamos a repetirlos tú y yo para que los oiga

donde quiera que esté.

Mañana la historia

le pondrá un rostro extraño

a nuestro amor y nuestras cartas serán leyendas

para los poetas de entonces.

Uno no sabe nunca en qué amor acabarse, en qué

salto cruzar las cenizas.

 

Hay muertos más recientes, lo repito,

muertos que nos dejaron definitivamente huérfanos.

Pienso en Joel, en su ternura brusca,

en su cortante lucidez, en su diálogo intacto con los loa

buscando una explicación para sí mismo,

para nosotros, para esta Isla entrañable que nos duele.

¿Encontraste al Bon dieu hermano?

No tengo el preparado de aguardiente

con las yerbas de monte pero bebe, bebe conmigo

este añejo hecho con las mejores aguas de la tierra.

 

¿Los muertos beben solos?

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