Presentamos la poesía de Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, México, 1974). Es biólogo y exfutbolista. Ha merecido, entre otros, el Premio de Poesía Joven Ciudad de México 2006, Premio Nacional de Poesía San Román 2007, Premio Nacional de Poesía Ciudad del Carmen 2008, Premio Nacional de Poesía Ramón Iván Suárez Caamal 2010.
Larva agonía (IMC, México, 2008)
I.
En el espasmo tibio de la malaria alguien le dijo al cobarde que anidara sus ojos con lagañas de perro para esquivar a la muerte. Otear así los ojos nimios, los muslos de pizarra, el lomo hirsuto en la penumbra: Labor de un ángel.
Una jauría de perros le despedazó la memoria y la llenó de rabia. Ahora deambula en el circo de los inmortales, licántropo, y ciego.
IV.
Recuerdo el daguerrotipo del ahogado. De sus orillas rezumaba un agua de verde niebla, una viscosa esmeralda de cangrejos y humedales: Pródiga bilis de la muerte.
Lo encontraron a orillas del río, estocado en las raíces de un manglar errante. Un linaje de peces de cobalto había borrado sus ojos, su lengua deleitosa en atarrayas.
No así la sonrisa: Azogue indócil de las violas en su altura.
XIII.
Pájaros de humo cortan un cielo de lámina. El sol de vidrio nos relumbra con agujas oxidadas. El día que muere es un tordo herido en el largo bostezo de un gato de limo. Los cuervos graznan sobre gastadas nubes de asfalto.
Abrirás las puertas del aire, comerás nudos de jade, orlarás con sedas el pescuezo de los corderos que balan a la muerte: Heredarás infinitos de una lengua impura.
XXXVIII.
[No aún vencido, a pesar del excremento, a pesar de las avispas desnudas, a pesar de la furia que cabalga en el jaguar para aprender su rugido, muy a pesar de sus manchas diluyéndome en ésta ennegrecida tinta, brebaje de la noche orinando letras de mí, inútil escritura. No aún vencido, a pesar de mi mueca deslenguada, a pesar de las férulas que sostienen, a penas, el aire roto.]
XLVII. [HIPÓTESIS DEL HOMBRE ROTO]
A lo lejos, el amante de Kervala
Gime por amor
Bajo los astros olvidados
De la noche,
Los niños ciegos de Da Ňang
Ríen a carcajadas
Mientras arrancan alas
A los pájaros de octubre,
Y el mulato gris del Mato Grosso
Llena con rocas de sal
La boca de un jaguar ungido
De muerte.
Dijo el anciano de Corinto
Bajo el almendro:
Si pudieran volver de Ítaca
Los barcos,
Y los huesos del águila
Crecieran nuevamente en nuestros brazos,
Entonces,
Volveríamos a ser hombres.
Silencia (Coneculta-Chiapas, México, 2007)
Íbamos a cortar mangos con la paciencia de los que ya no respiran y nos hartábamos de los pequeños soles hasta escaldar el tiempo y la memoria: Luego nos acostábamos en la arcilla para escuchar cómo la fruta subía de las raíces a las ramas, para sentir cómo la miel se acurrucaba entre los mangos y para saber cómo en nosotros, Silencia, bajo la misma cáscara, la muerte maduraba su fruta amarga.
*
Latiente, no sé cuantas veces roca, mineral y polvo, si de un siglo a otro nos quedamos palpitando, soñando, porque los perros ladran a las sombras y la hora nos dicta su dolor, su quejido anciano, su aullido de laúdes: Llueve en la tu boca lenguas dentro: Mojar mi alma y quedarte muda en mí tu filo, tu mineral, tu roca, tu polvo.
*
Silencia: Carda flor de negros pétalos de luz que se pudre entre los labios. ¿Y la palabra? ¿Qué la marchita palabra? : Un puñado de pájaros ahogados en sus ojos.
*
De Silencia los cauces desbocados del agua en el agua, ojo cantarino del agua adivinándolo todo, la claridad de la lluvia, la veta de su líquida luz:
Voz del agua descifrando agua y sólo agua:
Agua descalza, zurda gota cayendo hacia sí misma, eco del agua en el seno del agua, bramido de agua, astilla de agua:
Lacrimaria:
Llanto de Silencia por la muerte del agua, llanto de los cauces del agua adivinándolo todo, presagiando la fallecida transparencia de su veta desnuda:
Húmera:
Cántara.
*
¿De dónde soy, Silencia, si desde que nací nunca termino de irme, ni siquiera en ti, si desde que vino el hombre las horas crecen y no cesan de alargar su rama?
¿De ti soy, Silencia, de ti? Porque yo vengo en ti como a la tierra prometida y de tus muslos de crótala enroscada no tengo más que una furiosa resaca de mar, vaivén de rabiosa ola.
¿De dónde soy, Silencia, si en ti tan solo sé la naufraguez y la errancia, si en ti más ya no sé de dónde mar yo vengo si aquí ya ni siquiera náufrago me soy?
*
¿Para qué las libaciones del ojo, para qué beber daguerrotipos y paisajes, para qué la inmensidad del mar y la infinita hondura de las aguas si el hórrido pez de los abismos no es sino un gambito ciego en un apocalíptico mar ciego? ¿Qué es lo que escribes en el agua, Silencia? : «Verdadera luz es la del tacto, verdadera luz es la del tacto…»
*
Higos de lumbre, mordíamos higos de lumbre: Elegíamos siempre al fuego, a la llama que habitaba debajo de la carne: Y yo agotaba la boca en los tus pechos porque pezón era tu brasa y aluego la tu lengua se agataba en el mi pecho y así los dos los juntos habitábamos los sitios elegidos por el fuego, y ya debajo de la llama y de los higos dos los que moríamos de lumbre, dos los que tan hijos éramos de carne que lumbre la mordíamos.
*
Una vez entrado en sueños, Silencia anotaba aquello que moríamos: No la bitácora sino El Diario de los Sueños: La recuerdo claramente empuñando el emplumado lápiz: Un tordo renegrido cuyo pico le servía para garrapatear sus rúnicas, para cifrar sus gándaras, para enunciar estas señales que en leve tránsito de oropéndolas rescribo.
Libelo de varia necrología (FETA, México, 2008)]
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Amargos cardillos desataba la palabra, luenga hora de nimbos que si otrora milagrosa fuera, encinta iría derramando bosques, degustando flores fatuas: Avispas tenues y un resabio de moluscos bajo el agua.
Lloverá sin el verano en los bolsillos, será la lluvia un clamoreo de zopilotes a la espera —bajo los mismos cardos— del dulcísimo cadáver de la muerte.
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Del dulce vino que muere entre tus muslos, del ojo de la hidra que bebe en tardes ebrias las últimas barcazas las palomas heridas por el llanto —sí— de solitarios hombres y perros álgidos y vacuos, de aquellos mortales más que el odio, tan secos ya de tan memoria y de pulmones, tan secos ya de crueles gritos que desgajo a dentelladas: Ebria de mí, de mi silencio que respiro a puñaladas, va la muerte musitando su muertura.
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Habrá de morir el mar en la gota de sal que devoran tus ojos, y allí donde bautizas a los pájaros de junio con tu primer aliento, vendrán las malvas golondrinas las gaviotas a esconderse, a tallar un erizo y una playa en el oriente, y brújula no habrá para esconderte ni el deseo, ni la ruta ni el camino que te toquen.
Más tu hora será la del jilguero: Un breve canto a las orillas de su muerte.
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Me gustaría saber del aire ahogado en el humo de ciudades, de las estatuas peregrinas del dolor, del llanto sórdido de páginas y calles.
Decapitada luz del aire fatigado, la hoja funeral del día que se prepara: Ala que monta sobre el potro de los verbos y cabalga en la escritura hacia las prístinas batallas.
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Al saber del trasterrado sueño de la jibia en los solares del mangle, allí donde bifúrcase horizonte en de las llamas y los mares, allí donde la tierra es finitud de horas y ora ya caída la lluvia en vendavales de artificio la sed es que te bebe, la húmera y espesa sed de muerte y el ese horror de no ser y no saberse sino sólo y solo polvo en los domésticos altares del vacío.
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A veces, corazón muriendo, se agita en mi mano la oscura roca de los cementerios, la ebria ya por lutos.
Lengua del cardo ya más muerto, no puedo más ni qué decir —siquiera—, qué ojo me verá mañana.
De Icarías (Literal, México, 2010)
[ eternometraje montado en daguerrotipos
sobre las calles de una ciudad en deconstrucción ]
[…] yo corro por las calles porque el aire y no el polvo
es mi elemento : más ligero que un latido corazón
de colibrí , allanan mis pasos laberintos y pórticos
disimulados por banquetas , cruces , peatones ,
piedras, mujeres , cables ; esquivar las estocadas
de la muerte a cada paso es una tarea honda y sutil
cuando su máscara es el ruido , la miseria, la doméstica
agonía de los que me rodean a cada zancada ,
su extrañeza ante el silencio de mis pasos , y el ese ver
las cosas tan lento , sangre que fluye apenas coagulada
desde solitarios y frescos cadáveres , porque en la muerte
nadie nos acompaña , sólo ese perro triste que soñamos
la noche anterior , anémico al igual que la noche posterior
a nuestra partida ; potro alimentado por torbellinos
y pastos de mercurio , por gotas de sol que reverberan
la indolencia del verano y repiten una y otra vez los pasos
del lenguaje en nuestras venas : así troto por las calles ,
porque inmensa es la ciudad y abandonada
y herrumbrada como los ocres páramos que extraño,
fríos y violentos y también inmaculados
porque en esta urbe no hay siquiera una astilla de pureza
y la luz que le ilumina es absurda y esquirlada :
la extensión de la ciudad es igual a la de todos
los ladridos del corazón , rabiosa , enferma ,
imantada y más nómada que los árboles
que me persiguen ; los árboles y no los pájaros ,
me persiguen : por eso me deslizo espetando sombras
con mi sombra , y la sombra de las ramas
y los frutos sombríos de las yerbas me acechan
con todo su manar palomas glaucas y reptantes :
es verdad , los árboles y no los rostros , me persiguen ;
y yo ensueño y cerceno con mis párpados — tijeras
que recortan las imágenes que colecciono para habitarlas
después de mi muerte — el cielo todo , la gente toda ,
la vida toda : porque es prolongada e infinita
la posibilidad de cortar y pegar las imágenes
una vez vuelto a casa : abro los ojos frente a un cántaro
lleno de agua ( en el que caen los primeros iconos
idólatras ) y las imágenes pasan delante mío al igual
que páginas de luz sobre la corriente de un anchuroso
río ; y yo acomodo y reacomodo una y otra vez
las partes de ese eterno collage en construcción
hasta que la ciudad y sus seres son todos míos ,
y de nadie más ; por eso corro , porque una y otra vez
disparo el obturador de mis pupilas en esta infinita
película que pasa delante mío y que puedo apenas ver
aquí y allá sin saber cual será el final de este inmenso
y caótico eternometraje ; y no sigo más no porque aliento
me falte , sino porque tú , quien lees , eres parte
de esta cinta : tus ojos también han corrido de un lado
a otro , acompañándome mientras corro y salto
y capturo y vierto lo que apenas unas letras-calles atrás
dejé , y porque no hay ciudad más intricada e inextricable
que la página que ahora te dicto , y porque bien sabes
que al terminar esta línea , estaré otra vez cortando
las hojas de un árbol peregrino y las sombras
y las alas de los ángeles que guardo para ti , porque
yo también te veo , inmerso en esta inmensa escena ,
mortal y apenas vista , o cuando mucho , apenas leída ,
al igual que el polvo que no es mi elemento , sino
el aire que transita por mis venas , mientras corro ,
y te sueño […]
[ graffiti nómada ]
ebria de perros , muerde la noche
con mandíbulas de vidrio la ciudad ,
las calles , la muerte ; fluye en silencio
la sangre almibarada de los signos
en nómadas lienzos que son muros :
decapitada luz que cifra sur
en olvidados , muertos trenes ;
agonizante magma que mana
de las casas y sus cántaros
de insomnio — luciérnagas baldías —
duerme a lo lejos , un puño de ciudad ;
orlan el cielo fugitivo las llagas
de la noche : leprosario infinito
que guarda el dolor y su pezón
de nadir ; ( un perro y su latido
lamen la yerba oxidada de mi sombra ) ;
orina la escritura oscuridad
en la garganta de los ángeles ,
vierte su leche negra en los linderos
de la página : su palimpséstico
aerosol , hace la noche ;
[ impúrpura ]
esto del palabreaje humano es cosa mala, perro
max rojas (para él)
parten el aire los trinos de los perros ;
cánidas y mansas parvadas
orinan la roja línea del horizonte ,
olisquean las doradas fíbulas del sol :
impúrpura llaga en el crepúsculo ;
constelado por rumores de lluvia
y astros que mueren ahogados
en el humo , extiende el cielo su muerto
lienzo sobre la faz de la ciudad :
sarnosa niña de la noche ; vuelven
los perros a las ramas de un árbol
que crece en el insomnio : repliegan alas ,
lamen aire y silencio , y enroscan la cola
y la lengua sobre el nido ; entre pulgas
y aullidos , roncan y duermen los perros
mientras esperan soñar el sueño oscuro
de los hombres : alguno sueña que ladra ,
o peor aún , que escribe ;
[ antiícaro ]
antiícaro, no quise yo volar , sino caer ;
por eso escribo , para dejar de soñar ,
para dejar el vuelo a los pájaros
y a la memoria ; pero heme aquí
con luengas alas urdidas en el polvo
del sueño y ataviadas con el plumaje
del tiempo sin el tiempo ; por eso escribo ,
para caer y apuntalar con estas letras
mi cuerpo y forzarlo a descender
en esta página , tatuada ya por el peso
todo de mi sangre ; y así , desleído
y cercenadas mis alas con el filo
de tus párpados , yace mi cuerpo
desangrado entre renglones , caído ,
terrestre , soberbio ; y aún señalado
por el dédalo de Dios y la niña de tus ojos
que trazan mi destino , antiícaro ,
no quieres tú volar , sino leer ;
Bitácora del árbol nómada (en prensa)
ABRILÉSIMA NOSTALGIA
Estoy parado en el lugar donde una vez amé.
Llueve.
La lluvia es mi casa.
Yehuda Amijái
El marimbar de la lluvia es abrilésima nostalgia.
Un olor de mangos resucita los bemoles
que la tarde hiere al percutir su música de zinc
tras goterones y aguaceros.
De la trópica lluvia los tenues hilillos
escurriendo en paredones y arboladuras
cual aves en los postes de petrificada luz y canto
que fluyen hacia el mar
en una lunación de sextantes muertos.
Quejosa es su tonada, su piar de ninfas
que habitan en oscura sal y tesituras.
Ya canta la batracia tarde su creación madura,
su bichosa faz que de un salto inunda todo
con sus anclas de agua.
Lenguación tras lenguación, los líquidos insectos
muertan las ciudades:
Efímero es su lluviar entre los brevísimos nosotros.
*
La lluvia acicala los puentes y agita su limpia cabellera
en los barandales del cielo.
Del cuerpo y de la lluvia liban los pájaros de abril
que apuñalan el vacío con cuchillos de aire.
*
Amar es desatar abrilación en rojo y amarillo
que más no vuelve ya por nuestros cuerpos:
Frágiles signos que borra la lluvia con el tiempo.
*
El cielo es barrilete de niños corazones:
Sueños de papel que penden de un cáñamo,
que laten aires en su altura de tormenta y lluviedad.
Máscaras al vuelo, caretas de párvulo color,
son los barriletes la ensoñación del pájaro
que resucita una zurda envergadura
hasta alcanzar la nube rota,
hasta beber del agua corazona
que llenaba de placer la vera infancia.
*
Abrilísima te verbo, casa donde los mangos maduran
su erección de soles, su coloquio de mieles,
su corazón de música y de luz que se abre paso
a la nostalgia.
*
Después de la exaltación de la lluvia
muerden relámpagos la espalda.
Después de tanto trueno cesa el agua
su gravidez de ubre sobre el mundo.
Llover es solo verbo de mojada lengua,
palabra apenas humediza, casi anfibia.
De la ansiada lluvia los escombros de la tarde,
el murmullo de aguas que aúlla por las calles
arrastrando guijarritos y lunas hacia el sur.
Datos vitales
Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, México, 1974). Exfutbolista, diplomado en teología pastoral y biólogo por la UNAM. Es autor de los libros de de poesía Hábito lunar (Praxis, 2005), Poemas de mar amaranto (Coneculta-Chiapas, 2006), Silencia (Coneculta-Chiapas, 2007), Larva agonía (Instituto Mexiquense de Cultura, 2008), Libelo de varia necrología (FETA, México, 2008) e Icarías (Limón Partido, 2010). Su obra ha obtenido algunos reconocimientos, entre otros: Premio Estatal de Poesía Raúl Garduño 2004, Premio Regional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2005, Premio de Poesía Joven Ciudad de México 2006, Premio Nacional de Poesía San Román 2007, Premio Nacional de Poesía Ciudad del Carmen 2008, Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2010 y Premio Nacional de Poesía Ramón Iván Suárez Caamal 2010. Becario del Coneculta-Chiapas en 2005 y 2007 en el área de poesía, y en el 2009, en la Categoría de Creadores con Trayectoria. Becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA en el período 2009-2010. Forma parte del consejo editorial de la revista Tierra Adentro.