Donación de poemas por los muertos

Luto

A iniciativa del poeta Dalí Corona, abrimos este pizarrón de donaciones, donaciones de poemas por los muertos de este país. Hoy a marchar en nuestras ciudades.

  

Era otra vez la vida

  

Para Javier

 

Era otra vez la vida. 

Cuando abrí los ojos 

Fue el alba pálida quien dijo 

La verdad. Porque aquellos 

Rostros ávidos, sobre mí estaban mudos, 

Mordiendo un sueño vano inferior al milagro…

 

                                           Luis Cernuda

 

 

Volví a esa ciudad

donde las bugambilias alumbran las paredes

y los cielos son francos

y se ponen a hurgar entre las ramas

ansiosas de los ficus

en las noches nubladas.

Marzo callaba en las esquinas, muriéndose de a poco;

pronto sería abril, el mes más cruel,

rondando la vigilia de los pájaros;

pronto sería la lluvia, el calor con su fragua

de silenciosa llama

despoblando las calles en la mitad del día.

No había pasado nada,

los niños reían

—como ríen las cuentas del rosario—

en la plaza de armas.

Los hombres caminaban,

frescos bajo el incendio de la tarde,

entre la alfombra viva de las hojas.

No había pasado nada.

Era jueves, por cierto,

jueves como un espejo,

como una caracola,

como una rosa roja,

como el mar y la niebla.

La tristeza llegó, dolorosa y oscura,

en medio del misterio

de la muerte que pasa

y nos deja el amor

temblando entre los dedos.

Era aquella ciudad, y era un jueves y marzo

se alejaba callado,

era otra vez la vida,

era otra vez la vida,

era otra vez la vida.

 

 Ibán de León

 

 

 

Hierba salvaje

 

 A Javier Sicilia

 

Cantabas, madre:

 

Niño, te regalo mis lágrimas;

pide a cambio la voz,

el grito, la serenidad.

 

A tus espaldas el fugitivo

disparó en las ropas

del Santo Patrono

y ya no rezamos por ti.   

 

Es tuya la esperanza,

el valor. La luz de mi vida

te hará libre.

 

El burócrata vino por sus impuestos.

Se llevó en una mano tu casa;

en otra el bocado de mis hijos.

 

Que nadie robe la inocencia,

llévala en tu corazón zurcida

con mi beso.

 

Ahora la calle está habitada por ciegos

¿o quién pisaría cadáveres sin conmoverse?

¿sin reclamación?

 

También hay sordos

¿o quién soportaría las amenazas?

¿el discurso lascivo? ¿los gritos de dolor?

 

Quisiera decir,

-soy dichoso, madre-

pero el miedo es igual  

a la hierba salvaje de tu patio:

crece en el alma de todos

los que te sobrevivimos.

Ana Corvera

 

 

 

A Rafael y Roberto Orozco

 

 

Por larga distancia te cuenta tu madre

que hoy podrías cocer un huevo en el toldo de algún carro si quisieras,

que no es conveniente salir a la calle al mediodía,

que hay 50 grados de un resentimiento para todos.

 

Te cuenta que el periódico de hoy señala

que este año ya hay más muertos por el narcotráfico

que caídos en la guerra del Irak.

No sabes si decirle que exageran

o que al final, tal vez, tengan razón.

 

Será sólo el verano rugiendo sus bromas.

 

Otro día la voz de tu madre tiene algo de gladiolo y tierra,

todo porque no sabe explicarte

cómo a veces la vida  es un espejo que duplica la muerte.

Entonces la voz de tu primo Rafael desde su tumba

te sigue preguntando:

¿Qué es lo que hacen los poetas para ganarse la vida?

Pero él ya no vive para poder explicarle

que un poeta no se gana la vida,

que la vida nos gana con trampas el juego

y es un lugar común decir que es injusta como la muerte.

 

Mijail Lamas, de Contraverano

  

 

 

Un hombre escucha crepitar las balas

 

Anoche sonó un disparo a mis espaldas.
Sonó como suenan todos los disparos:
un metal crepitando en la oquedad de la muerte,
y la flama percutiendo el suelo con su bíblico granizo.
Entonces los pájaros se crisparon
como gatos sobre el cielo
y barrieron con sus plumas el fuerte olor a pólvora.

Anoche sonó un disparo y supe que yo estaba vivo,
que hay una mujer que cuando niña me soñó
y que el desvelo amasado por mi madre en las noches
se remoja como pan en el café por la mañana.

Voy a volver a ser, ahora, el niño
de los labios rotos y pantalón rasgado
para limpiar mis lágrimas con el mantel de casa,
para lustrar las botas de mi padre
y atrapar luciérnagas dentro del bosque
iluminando el paso del que seré,
del que ahora mismo soy.

 

Leonardo Iván Martínez

 

 

 

1.

Pablo Neruda es una calle

entre Montreal y Ontario

aquí justo aquí a tres de Américas

una calle que cumple con voces más altas

donde los atropellados en la esquina extienden nidos

            que pudieron ser brazos

hasta que te pongan el semáforo

mientras

te mueres en cada cruce, fielmente acondicionado el cuerpo

            arrastra sus autocadenas y yo tu Járin

te escucho dos tazas de resentimientos

(con mis ojos alumbrados por malos sueños)

te doy consejos que ponen de mostro a cualquiera

posibilidades sintéticas contra atropellos.

 

aunque todos hayan dejado de abrazarse

la enramada de diálogos se instale en esta calle

el funcionamiento de la conciencia en un intento de autoridad

            haga embajada para cortarte la horca

yo tu Járin radico aquí

justo aquí que rompe hielo

donde se te inserta la esencia de las órdenes

en la Pablo Neruda que oculta lo heredado

el gen perdido de la demencia

la certeza de la monomanía y escarabajo Kafka

 

 

14.

como que todo por dentro me funciona demasiado

NO un niño no sabe de los demás y hados

por dentro siento Járin que todo tiene una máquina

todo repite pensamientos de cómo dañarla

sentimientos al rescate

por ejemplo Bayo y pienso en el rescate cuando me vendió los patines azules pensé que no me cobraría pero me quedé con un hueco en la mano y me dio garantía en nota

 

qué es garantía

creí hasta la anorexia en las promesas de un yogurth

solo decepción de bacilos de astilla

hoy que existen años luz entre el corral y el recuerdo me doy cuenta de lo funcional

aprendí a estar contigo aunque siempre la interrupción

contaba la luz de la tarde sobre la vidriera ámbar que lograba sacarme lágrimas

venía alguien a interrumpirnos

yo quería estar solo y me sentía triste por estarlo

yo quería estar loco y me horripilaba que lo funcional me alejara del manicomio

siempre esta maldita receta para que la máquina de quedar bien opere

 

cuando el tiempo frenaba

yo veía el concreto vegetal de la azotea

era vegetal

no necesitaba más escenario que el de los fingidos

un teatro flotante yo con un traje de aire

y el aplauso a condición de que nadie me viera

al final del acto yo me aventaba al vacío y me despedazaba en setentaydos piezas

no era un sueño de fama que más tarde se cumpliría

si me hubieran pillado moriría de vergüenza

por culpa de la máquina de funcionar

o porque de casi todas las cosas que no soy

Járin

soy las que todos creían que era

que lo lindo lo sociable que rellénate con papalotes y carritos que empujar

no Járin la esencia estaba en la masturbación con agua

en la maldad de dañar los tapices contra la opulencia de la casa

en poner un hilo de caña para pescarle los pies y que cayera sobre su propio eje

sin esconder el arma

porque los hilos de caña gozan de la invisibilidad como tú

 

pero cuando vi a mi madre muerta en el suelo rosa mexicano que yo odiaba

no sabía que el gas mata

yo lo hubiera intentado a los siete años

debate entre lo afuera

un cansancio por seguir la estrategia aprendida

seguir en la casa

creer que lo que ven todos es una fachada estética cordial amante de los azules claros

a esa edad uno se convierte en un hipopótamo del tamaño de los hipócritas

 

Me empiezo a enfurecer Járin con tanta materia prima pudriéndose

el tiempo se enrosca hacía la izquierda del hemisferio norte

se va por resumideros de cuestionamientos

la certeza de sobrar

de estorbar

de hablar llegando tarde al festín de la abuela

a los paseos en el ciento diez

 

el amor es una gestión social de las pulsiones biológicas que suceden al enamoramiento

yo siempre sentí que la gestión se llevaba a cabo dentro

mas no el trueque

ahí estaba Tino al otro lado del océano haciéndome berrear tras la celosía de mi cuarto

los amigos muertos actuaban como clanes de almas

en el cementerio negro todos hablaban el mismo lenguaje mientras yo

me aferraba a un esperanto de mierda que supuraba de antepasados que no supe

a veces quiero echarle la culpa a la falta de información sobre mi chozno mayor mi saltapatrás

con ello no seguiría yo en esta enrancia de diálogos

no seguiría no

 

18.

la brújula es el miedo

nunca me explicaron que la ignorancia es segura

que en la orientación está el miedo

no los colores de las cosas no me explicaron no

no me dijeron cuántas aristas tiene un lobo

o de qué cuernos disponen las niñitas

más simple era que sonara una alarma para las cosas desconocidas

cuando el terror de las viudas negras era conocido

esa punzada al verles las espaldas rojas

no hay pierde

no hacer nada que no se pueda hacer bajo luz

yo imaginaba dos cuerpos rodando

sentir miedo excita

mentir es una forma de excitarse otro gen obvio

el placer presente en racimos de mentira como un líquido otra vez

un líquido vinotinto amargovinagrillo derramándose por dentro

corriendo enajenjado por el hueco de la médula

funciones tergiversadas

sistemas inconexamente intercambiables

el circulatorio funciona como endocrino

el respiratorio como el urinario

el digestivo como hormonal

el linfático como ninfómano

el nervioso como límbico

sistemas que lograron mantenerme en el limbo el suficiente tiempo como para no ir al San Juan de Dios o al Penal o a un certero médico que anunciara la verdad

un temido excelsior que comunicara li-mi-tro-fía debido a los tatarabuelos que no conocimos

esos que decretaban las sospechas ciertas y fundamentadas

gen de la contracción sentimental

gen de la rabia fraternal espuma por la boca cabeza rotatoria

contorsión y mano jalando más duro gen del desacato

antes le llamaban descontrol

perdida de la memoria

ahora le llaman elegantemente Alzheimer

hoy se acomoda todo en frascos diagnósticos

a los ancestros los encerraron en un cuarto de acojinado psiquiátrico eso era glamour

yo lo hubiera preferido blanco y satinado pero no me dejaron escoger

 

 

36.

de nacimiento de eso murió

murió de nacimiento

 

 

 

41.

entre las piernas por la noche una luciérnaga insiste

(es una hoguera el trabajo de edición)

 

hay una miel amarga que anuncia el fin de la pérdida de la inocencia

el principio de la esclavitud

el final del limbo

la perdida

la ruta de evacuación no está debidamente señalizada

perdone las molestias que esto le ocasiona

 

 

93.

vengo arrastrando una pesada cadena de ADN en la que está escrita la culpa el miedo y el príncipe

 

tú y tus victimitas

 

Dora Moro

 

 

 

 Listo

 

Listo, un poco de enjuague bucal y listo, un poco de calcio en el paladar quemado y listo, echarse un poco de agua en el cabello para que la tarde nada tenga que ver con esa luz amarilla con ese resplandor con ese polvo perdido con ese cosmos que le abre la puerta o las piernas a la gonorrea

Esto no es más que sangre echada a perder

            liquido café saliendo con dificultad a la par de la orina

-Este libro de verdad comenzaba bien hace un par de meses

en este libro quería hablar sobre mi vejez sobre mi despertar en un país blanco

quería hablar sobre la nieve derritiéndose en las manos de la primavera-

pero la locura  la hermana puta de la muerte ha venido a buscarme con sus uñas largas y su mirada roja y rabiosa.

la locura un zumbido amargo

             un montón de pus debajo de la piel

Se les ha podrido el espíritu alguna vez? A MI DESDE HACE UN PAR DE AÑOS  

He visto del otro lado del muro y vi una víbora enorme y verde

como un converso convulsionándose después de la hostia

He visto al final de este cortometraje que empieza ahora

he fumado crack con la estupidez y me he arrancado las costras de la conciencia

en serio: “he vuelto de la muerte

                                                           perras enfermas de los buenos modales”

esto me lo dicta Stravinsky

cuando pienso en el semen de jfk escurriendo por los muslos blancos de marylin

he venido a burlarme de usted

Momento:

No vuelva unas líneas atrás, es imposible, se lo repito no vuelva unas líneas atrás

usted y yo estamos listos como corderos en la fila del matadero

vuelva a casa

y piense en lo antes leído al besar a la esposa y a los niños

pues ahora usted y yo estamos listo

René Morales

 

 

 

Que se nos mueran los hijos en los brazos. No en fiestas o accidentes, que en madrugadas nos roban sueño y aliento desde el día que nacieron. Que se nos mueran lentamente, goteando sangre sus tráqueas, en nuestros paralizados brazos de torpísimos amores. Que se nos mueran baleados por los padres de otros hijos también muertos. Que se nos mueran de ojitos apagados, con improvisadas capas de volar echas de toallas viejas, o disfraces afelpados de conejos busca dulces. Que se nos mueran los hijos en los brazos mientras dicen con alientos ahogados sus últimas palabras: odiemos en voz alta estas calles sin banqueta. Que se nos mueran de veras, sin liturgias ni dioses, ni indemnizaciones. Que se mueran los míos, lo tuyos; los ricos y los pobres. Que se mueran todos y abarroten los panteones. Que no haya espacio en los hornos que incineran a los muertos, ni una línea en los diarios donde escribir esquelas infantiles. Que todo nos recuerde la infamia con que fueron acabados, la indolencia con que pagamos a plazos sus muertecitas. Que el silencio se adueñe de los parques los domingos y en el viento habite (y traiga hasta nosotros) un horrible vacío, cobarde y lacerante que entre corte la respiración y no nos mate. Que se nos mueran los hijos en los brazos. Que esa escena se repita en la tele, en la radio, en el pecho y también en los espejos. Que el inmenso dolor no deje escribir a los poetas; los gobernantes no puedan decidir, ni soñar con el poder, ni hacer dinero; que a los cantantes se les haga un nudo en la garganta y todo sea en el mundo pesadumbre. Que se nos mueran las ganas, los anhelos, los pobrecitos hijos que trajimos a este mundo de metrallas. Que se mueran los hijos en los brazos de sus padres, porque así, de alguna forma, lo quisimos.

Julio César Toledo 

 

 

 Vigilia pascual en el monasterio benedictino

 

Para Javier

 

Surcando los espacios,

ceñida a su angostura,

serena y plena en su blancura,

bajó hasta mí la noche iluminada.

Bebíamos del lagar

y en el temblor de fondo

Su mirada en mi carne se mecía.

Los ecos masticaban la llanura

y el cuerpo del amor soñaba quieto.

Rogamos plenitud en nuestro huerto

y en fervor diluimos nuestros huesos

para saber cómo se enciende Dios en la mirada.

 

Jonatan Miranda

 

 

 

Casida de la indignación

 

Enojado, perdido ya

en esa levadura amarga, por donde hoy

no sé si hoy o siempre

mi corazón se enciende

y horrible pulsación

fósforo y tea

arde impaciente

                        indignación.

 

Indignación se llama

éste oblicuo malestar, y furia,

furia el destrozo que la sangre deja

al pasar de un órgano a otro órgano.

¡Qué recorrer de sangre, qué veneno

que vuelto contra sí, se contamina!

 

Indignación, acaso,

o náusea de injusticia;

pero no, seguro indignación

y sí coraje y rabia.

 

Mario Bojórquez, de Diván de Mouraria, 1999-2007

 

 

 

Herir el silencio

 

Que diga la voz del silencio lo que quiera ladrar

que rompa la boca a maldiciones

y la  mano hienda el puño donde sea

que las paredes todas

de la casa

sepulten a los de adentro

que los ratones coman todo

que la noche venga y oscurezca todas las almas limpias

que brote toda la maldad

y repose en la sangre hasta ser otra vez tranquilidad

que todo muera dentro de los otros

porque todo lo bueno de la casa se ha ido para siempre

 

sólo han de quedar intermitentes destellos de un tiempo

en que hubo vida

 

Pero nadie diga sobre sus horas amargas

lo que en ellas hay

que nadie diga la voz perdida en medio del aire

ni las penas del cuerpo entumecido

No digan nada de aquel desdichado

que sólo locura y muerte le nacen del corazón

no lo susurren ni si quiera

porque tanto dolor

y tanta ira

no pueden decirse

ni saberse

 Gerardo Flores

 

 

 

Para Javier Sicilia

 

La voz de mi hijo al despertarse

no es la misma que al cruzar

la puerta de la escuela. 

Un río que en su viaje lleva peces 

cuando a las siete en punto se levanta,

un páramo sombrío cuando suena

la campana que le muestra

que es la hora de empezar las clases.

 

Solemos platicar en el camino

de la casa hacia la escuela;

hablamos de los días pasados

y lo que haremos al iniciar las vacaciones.

Repasamos, juntos,

vocales y alfabeto,

corregimos

nuestra expresión verbal

para las cenas familiares.

 

La voz de mi hijo en las mañanas

no es la misma que al cruzar

la puerta de la escuela, algo,

como un banco de peces,

le cruza la garganta 

y le impide decir “adiós papá”

cuando me marcho. 

 

 Dalí Corona

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