El Misterio de “El Sauce Y La Palma”: de Murcia A Sinaloa, pasando por Michoacán

Luis Pérez Meza

Edgar Amador reconstruye la historia sobre el origen de una de las canciones esenciales de la música popular sinaloense, “El Sauce y la Palma”, difundida por Luis Pérez Meza a mediados del siglo pasado.

 

El Misterio de “El Sauce Y La Palma”: de Murcia A Sinaloa, pasando por Michoacán

 

Para José Miguel Moreno, él sabe por qué

No hay nada más sinaloense que la bellísima canción “El Sauce y La Palma”. Salvo por un detalle: la canción no es sinaloense. Es más, ni siquiera es una canción.

Siempre me intrigó la precisa poesía que subyace en esta, una de mis canciones favoritas: “Al romper el alba, la niebla es ligera” (o en otras versiones “al golpe del alba/la liebre es ligera”, las variaciones son muchas). La música popular puede alcanzar alturas inesperadas, pero los versos de “El Sauce y La Palma” me parecieron siempre ir un poco más allá de la espontaneidad campirana característica de la música popular mexicana.

Otro detalle: claramente la letra se pierde casi en el anonimato, y depende de las versión que se escuche, algunos versos presentan grandes variaciones. Por ejemplo, Lola Beltrán ha cantado: “qué lindo es el sol/que horrible la fiera”, en donde la mayoría canta: “qué lindo es el sol/que alumbra la tierra”. Luis Pérez Meza reza “qué lindo es el sol/qué horrible la tierra”

La mayoría de las exégesis del origen de este himno popular sinaloense se detienen en los años 1951-1952, cuando el cantante sinaloense Luis Pérez Meza, apodado “El Trovador del Campo” por la entonces poderosísima XEW da un paso que marca el inicio de uno de los movimientos más influyentes de la música popular mexicana de los últimos años; grabando en disco por primera vez, con su voz, la música de la banda sinaloense, la tambora.

 

 

En ese sentido entonces, Luis Pérez Meza, sinaloense de Cosalá según la mayoría de los registros, es el introductor de “El Sauce y La Palma” en la tradición musical de México. A él se le debe el popularizar esa versión que hasta el día de hoy, y con pequeñas variaciones, sigue tocándose por todas partes. A él se debe probablemente, algunas de las coplas, en especial la que comienza “qué largas se me hacen/las horas sin verte”, o quizá ya venía así cuando Pérez Meza la grabó. Quizá cuando aprendió la canción en los minerales de San Ignacio, en la Sierra de Sinaloa, cuando iniciaba a cantar con su dueto “Chico y Nacho”, la canción ya era tal cual la grabó muchos años después en la disquera RCA Victor.

Pero la canción: ni la letra ni la música, son de Luis Pérez Meza, aunque, de nuevo, es posible que la versión que él graba en ese disco de 1951-1952, sea de él, y provenga de editar una canción que el conoció en la Sierra, pero que aparentemente proviene a su vez de los conventos católicos de Michoacán.

El periodista Herberto Sinagawa Montoya sostiene que la canción proviene de el poeta murciano José Selga y Carrasco. Sinagawa tiene razón, pero vale la pena hacer unas precisiones.

El Colegio de Michoacán publicó hace poco (en el año 2000) un hermoso volumen: “Cancionero Michoacano” 1830-1940, es decir, 120 años de canciones michoacanas, de Álvaro Ochoa Serrano y y Herón Pérez Martinez, en donde resuelven casi en su totalidad el misterio de “El Sauce y la Palma”.

Los autores dicen:

“Si bien dicha canción nació bajo el cielo de España, ésta se acunó en tierras del nopal y de la tuna; tanto así que parece de cuño mexicano. Porque han de saber que la cuna no es donde nace, sino donde se mece la criatura. Este cantar sí tuvo papá conocido. Trátase de José Selgas y Carrasco, un murciano nacido en Lorca (1822), muerto en Madrid en 1882, y quien la escribió antes de los sesenta a su estilo, “adelantándose a los poetas modernistas en poner su alma en la Naturaleza y hallarla en ella”…

“Selgas y Carrasco era conocido en México. El Angel de la Guarda, una de tantas obras, era muy leída en el país. El Pensamiento Católico de Michoacán le editó Un rostro y un alma: cartas auténticas, en Morelia: Tipografía de la Viuda e Hijos de Ignacio Arango en 1877. Otros periódicos de la mencionada entidad, La Unión Michoacana (7 de abril de 1881) publicó muestras de su poesía, tal como se hizo en Semanario Literario Ilustrado.(6) Por su parte, Mariano de Jesús Torres dio a conocer la trova hacia 1900 en El Odeón Michoacano. (Morelia: Imprenta del redactor). Y cuidó de anotar muy claramente: Letra de José Selgas y Carrasco, música anónima. Ésta corría familiarmente a lo largo del Pacífico. Aquí va sin petición del respetable:

 

 

Trova

Ya rompe la aurora la niebla
ligera, ¡qué hermoso es el campo, que hermosa es la luz!
¡qué hermosa es la dicha del alma
que espera: dulce compañera
qué hermosa eres tú!
La palma y el sauce se mecen en calma,
las ondas se tiñen de nácar y azul,
¡qué hermoso es el río y el sauce y la palma:
alma de mi alma, qué hermosa eres tú!
Ya ocultan las flores sus cálices
rojos, inundan los cielos torrentes de luz; busquemos la sombra, si el sol te da
enojos, la luz de mis ojos, mi vida, eres tú!
¡Ay ya se levanta del valle sombrío la tarde vestida de blanco y azul, ¡qué triste está el cielo y el monte
y el río! dulce dueño mío ¡qué triste estás tú!

 

“Como se podrá advertir, cualquier semejanza sería mera coincidencia con la letra de Luis Pérez Meza”

Hasta aquí Ochoa Serrano y Pérez Martinez, quienes identifican bien, gracias a la anotación que en “El Odeón Michoacano” hizo Mariano de Jesús Torres respecto del autor de “Trova”, que el autor original de los versos que forman el esqueleto de “El Sauce y la Palma” es en verdad el murciano José Selgas y Carrasco.

Pero hay un problema, pues Ochoa Serrano y Pérez Martinez nos dejan a medio camino: esa “Trova” publicada por Torres en 1900 ya es una edición. Selgas y Carrasco no tiene ningún poema que se titule “Trova”. Esa trova, publicada en Michoacán en 1900 ya había pasado por una severa edición, ya es otro texto del original de Selgas y Carrasco. Ya pertenecía a la tradición. Esa trova ya es un poema, o una canción mexicana, a partir de unos versos separados de un poema original del murciano llamado “El Ruiseñor”.

La “Trova” que Torres publica ya es quizá una canción popular derivada del cercenamiento de un poema más largo de Selgas y Carrasco. Torres no obstante, y quizá ignorando la fuente original, se cuida de atribuir esa “Trova” al murcinao, y de añadir en El Odeón Michoacano: “música anónima”.

El poema del cual sale esa “Trova”, del cual a su vez va a derivar de algún modo misterioso “El Sauce y la Palma” se titula “El Ruiseñor”, y se incluye en el volumen “El Estío”, publicado en Madrid el 20 de abril de 1853 (y no en 1870 como afirma Heriberto Sinagawa)

El ruiseñor

Oculto entre las hojas,
Trémulo de amor,
Sus tiernas congojas
Canta el ruiseñor.

Y sé, mas no sé cuándo
Ni dónde aprendí,
Que el ruiseñor cantando,
Dice en su idioma así:

-¡Pobre ruiseñor,
Que muere de amor!

Ya rompe la aurora la niebla ligera.
¡Qué hermoso es el campo, qué hermosa es la luz!
¡Qué hermosa es la dicha del alma que espera!
Dulce compañera,
¡Qué hermosa eres tú!

Yo cruzo los espacios;
Las copas de los árboles me sirven de palacios;
Mi madre es la armonía,
Mi padre es el amor;
Yo soy, vida mía,
Pájaro y flor.

Envidian las aves
Mis trinos suaves:
No saben cantar.
Envidian las flores
Mis tiernos amores:
No saben amar.

¡Qué alma en el mundo
De amores herida
Mi canto imitó!
¡Ay! de amor profundo,
Sólo aquí, mi vida,
Sabemos tú y yo.

Tus alas suaves
Tiende sobre mí.
Envídiennos las flores y las aves
Yo canto para ti.

¡Pobre ruiseñor,
Que muere de amor!

La palma y el sauce se mecen en calma.
Las ondas se tiñen de nácar y azul.
¡Qué hermoso es el río y el sauce y la palma!
Alma de mi alma,
¡Qué hermosa eres tú!

Yo cuando canto vivo;
Es un raudal de música mi corazón altivo,
La luz es mi alegría,
Mi espíritu el calor;
Que soy, vida mía,
Pájaro y flor.

Tenemos un nido
De plumas tejido,
Que oculta en sus ramas gracioso laurel.
Tú velas, en tanto
Que al son de mi canto
Piando se duermen mis hijos en él.

No saben
En dónde
Se esconde
Este tesoro que el amor nos dio.
¡Ay! es un secreto
Que oculto en los ramos
Guardamos
Tú y yo.

¡Qué alegres, qué bellos
Reposan allí!
Vela tú, mi vida, vela tú por ellos;
Yo velo por ti.

¡Pobre ruiseñor,
Que muere de amor!

Ya ocultan las flores sus cálices rojos,
Inundan los cielos torrentes de luz;
Busquemos la sombra, si el sol te da enojos:
La luz de mis ojos,
Mi vida, eres tú.

Leve y parda es mi pluma,
Mi voz es la del céfiro, que gime entre la espuma;
Es mi contento el día,
La noche es mi dolor;
Que soy, alma mía,
Pájaro y flor.

Altiva es el águila,
Tierna la paloma,
Gallarda y ligera
La garza real;
Mas tú eres mi espíritu:
Para mí en el mundo,
Gentil compañera,
No tienes igual.
¡Cuán rico tesoro
Me ofreces, bien mío!
Tiemblas de placer
Cuando bebo en tu pico de oro
Gota de rocío
Que templa mi sed.

Mis hijos ufanos
Se miran en ti;
A amarte tus hijos
Aprenden de mí.
¡Pobre ruiseñor,
Que muere de amor!

¡Ay! ya se levanta del valle sombrío
La tarde vestida de blanco y azul.
¡Qué triste está el cielo, y el monte y el río!
Dulce dueño mío,
¡Qué triste estás tú!

Las auras sosegadas
Llevan en blandos círculos mis notas apagadas:
Mi última armonía
El último suspiro de mi amor:
Yo muero con el día,
Que soy, vida mía,
Pájaro y flor.

Ven al ramaje espeso
Que guarda nuestro nido;
Quiero morir en él.
Dame el último beso;
Que recojan mi último gemido
Las hojas de laurel.

¿Qué alma en el mundo
De amores herida
Mi canto imitó?
¡Ay! de amor profundo
Sólo aquí, mi vida,
Sabemos tú y yo.

Hará tu llanto
Que mis hijos bellos
Se acuerden de mí:
Enséñales los tonos de m i canto;
Tú, vive por ellos:
Yo muero por ti.

¡Pobre ruiseñor
Que muere de amor!

 

Se subrayan los versos que son claramente el origen de “El Sauce y La Palma”, y se resaltan también algunos que parecen haber sido modificados y que han derivado en su forma final. En todo caso, estos últimos versos fácilmente podrían ser incluidos en un concierto de la Banda El Recodo y escucharse de manera natural.

Esa “Trova” publicada en “El Odeón Michoacano” por Mariano de Jesús Torres, es ya claramente una edición de versos entresacados de este largo poema del murciano (un poeta y político conservador y religioso), ya es una canción y un poema mexicano a partir de este largo poema que llegó mediante las órdenes religiosas a los conventos mexicanos, probablemente de Michoacán.

Es esa versión del poema del murciano, no el poema original, el que de algún modo, de cantante en cantante, fue convirtiéndose en “El Sauce y La Palma”.

No sabremos nunca, pues ya Mariano de Jesús Torres no lo supo en 1900, quién es el autor de la hermosa música que aparentemente ya tenía esta “Trova” basada en “El Ruiseñor” de Selgas y Carrasco. ¿Qué tanto de esa “Trova”, de su letra y música, Luis Pérez Meza rescató y transformó? Difícil saberlo, pero cada vez que Leticia Palma y yo nos paramos a bailar nuestra canción, en realidad lo que hacemos es bailar un poema murciano de hace más de 160 años.

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