Crítica óntica a una estética cuántica

Cy Twombly comodín 3Renée Acosta (D.F., 1976) nos presenta una crítica devastadora a la estética de la llamada poesía cuántica, que ha encontrado algún eco en España. Acosta es poeta y ensayista. Mereció el Premio internacional de poesía Gabriela Mistral 2011. Fue becaria del FONCA, en el área de poesía, 2009-2010.

 

Crítica óntica a una estética cuántica

   

No hay edificación vanguardista más triste que la que está fundamentada sobre cimientos tan sólidos como una torre de barajas. Peor resulta cuando los principios que sustentan padecen de la argumentación que Tarski llamaría contrastabilidad de verdad; es decir, cuando los objetivos están elevados por encima de los resultados corroborables. Babel no cayó por el lenguaje, sino por los deficientes cimientos que llevaron a la pérdida de la lengua adánica. Así es el nacimiento mal logrado de la última vanguardia que tuvo su parto en febrero de 1999 en Granada.

Ante los reveses de la literatura española de finales del siglo XX, aparece el manifiesto de la estética cuántica abanderado por el poeta Gregorio Morales; como anunciación de la equivocidad de las tendencias, un manifiesto cuya apócrifa acta de natalidad se vincula con la persistencia neo edificadora de las vanguardias; dando a luz a la última de su casta que, por cierto, nació muerta. Pero, si bien Octavio Paz arrojó su hipótesis acerca del fin de la tradición de la ruptura, desde México donde el estandarte estridentista aturdía en gran alarde su sumatoria de las vanguardias italianas y dadaístas, con el grito de ¡viva el mole de guajolote!; en suma, desde un país que no tuvo realmente sino que tradición y poca tradición de la ruptura -y así nos queda claro en el ensayo de poesía mexicana del siglo XX de José Luis Martínez sobre los primeros cincuenta años de la poesía mexicana- es así que en España, allá muy lejos, cruzando el mar del laberinto de la soledad, sin importarles, en sus términos, un bledo, las revelaciones del ogro filantrópico, ni las revelaciones del cuadrivio; se lanzan como Altazor sin paracaídas al último y deplorable vuelo de las vanguardias: la estética cuántica.

Básicamente, para partir desde el principio hay que recurrir como diría el filósofo mexicano Eduardo Nicol desde los principios que son necesidad, de dicha estética que desde su aparición, hace más de una década, continúa atorada en el eterno retorno del nudo gordiano de la pregunta: ¿qué es la estética cuántica?, pregunta que el bueno de Gregorio Morales se ha desgañitado por contestar, llevando más dudas que respuestas acerca de esta pregunta sustancial. Y es que aún en la hipotética, pero generosa, posición de otorgarle alguna validez estructural a los planteamientos del manifiesto, dijéramos, acaso, que sus postulados fuesen correctos; aún así nos quedaría un camino verdaderamente difícil de sustentar al ver los resultados concretos de las obras, los hijos de la estética cuántica. Pero ya hemos dicho que esta última vanguardia nació muerta, muerta por deficiencia de hemoglobina, por asfixia discursiva, muerta como el mismísimo cadáver de Balzac. Sus enlaces de ADN están de principio, en sus principios, descoyuntados, amnésicos, sin información ni memoria alguna que transmitir; aún peor es un cadáver que no sabe quién es.

En su libro titulado, precisamente, El cadáver de Balzac, este buen hombre que es Gregorio Morales, se lanza a sustentar una estética aposentado sobre analogías entre los términos de los verdaderos cuánticos como Eddington o Schrödinger, a una perorata seudo hermenéutica de la interpretación cuántica de la realidad y, como si no fuera suficiente, de la realidad-en-el-arte. Y ese es uno de los verdaderos dilemas del manifiesto cuyo diagnóstico genético ya hemos mencionado, pero para una mayor depuración, habría que concebir a este texto manifestante de una gran ingenuidad, como un zombie. Al menos la obra de Balzac prosigue viva por encima de su cadáver; mientras que la zombificación terca y necia, más que necesaria, de la estética cuántica española ha llevado paulatinamente a sus integrantes a desintegrarse cuánticamente. Y es que otro de los problemas irredimibles de esta pobre y, después de doce años, leprosa vanguardia, es la enumeración de principios morales más que estéticos, de manera que la estética cuántica es más una ética que una estética cuyo mayor problema ha sido responderse a sí misma en una óntica de ¿qué hace al arte cuántico, un arte cuántico?.

Me pareciera ver en el buen Gregorio a una especie de Gutierritos de la estética peleando contra los molinos eléctricos. Si al menos, eufemísticamente, supusiéramos que en un universo paralelo este manifiesto subsistiera, no sería por sí mismo, sería única y solamente por el principio lógico de contrastabilidad de Tarski, en el sólido edificio de una obra, aunque fuera solo una, sin importar si es literaria, plástica o histriónica, que le quitara de la cabeza el cucurucho de burro a esta zombificada fantasmagoría; pero no. Como diría Heriberto Yépez: “los malos escritores develan el oficio de escribir, porque en ellos todo es grotesco, descarado; transparentan aquello que los buenos escritores han sabido ocultar y sublimar eficientemente.” Así sucede cuando el incauto lector se aproxima a estos textos que en realidad son pretextos para figurar más egótica que iluminadamente, sobre las aguas sagradas de la ecuménica revelación cuántica.

Esto no es una estética

Olvidémonos de la palabra estética, esto no es una estética, como la pipa de Magritte no es una pipa. No, esto no es un manifiesto, es más bien el reglamento redactado en un club dietético. Es hasta cierto punto vergonzoso de pena ajena, la apropiación de un campo de pensamiento como es la cuántica, en favor de algo menor a una moneda de tres pesos, fraudulenta, que se entrona poseedora de una estética novedosa –como tanto insisten en llamar- o a la vanguardia; para hablar de un manifiesto que lo único que manifiesta es el haberse calzado unos zapatos muy grandes.

Porque lo primero en hablar debe ser la obra y al final, la obra. Inversamente, nuestro gutierritos cuántico, cuyo ego gordiano no hace más que intentar responder la problematicidad de su propio manifiesto que, para ser fieles a la verdad mejor sería mencionar de aquí en adelante como pre-texto, intento, simulacro; como quien corrige mil veces los planos y nunca construye la casa; mucho se ha encargado de lanzar filosofemas sin ser filósofo, haciendo cada vez más enredoso su argumento de estar lanzando un novedoso método de arte nuevo. Y no me refiero a la legitimidad de la búsqueda estética en la cuántica, no, ese es el verdadero diamante, del cual se ha querido apoderar Gregorio. Me refiero al manifiesto en su desequilibrio endémico, que se presenta como una panacea novedosa y a la hora de la verdad no solo no cumple con lo prometido, no solo las obras no son ni novedosas, ni vanguardistas, ni periféricas, ni excéntricas; sencillamente se encuentra el incauto explorador ante una poesía ordinaria, y no solamente ordinaria, sino francamente mala dentro de lo ordinario.

Es por esto que nuestro héroe mítico, nuestro gutierritos cuántico, se ha robado el fuego sagrado de la cuántica para asar bombones con él. Dice el nuevo proteo: “La estética cuántica es un método independiente de estudio y producción artística inserto en el nuevo paradigma científico surgido de la biología, astronomía, psicología y física contemporáneas. Tiene su propia lógica, su propia coherencia y sus propios objetivos” (Manifiesto de la estética cuántica. Granada 1999) Hasta aquí da la pantalla de sus sublimes aspiraciones, donde subrayo la palabra “método”. Pronto, unos cuántos párrafos adelante comprobaremos mediante sus propias contradicciones que no tiene idea de lo que es en realidad un método.

Esta vanguardia en su desiderata subatómica nos da gato por liebre; da el gatazo para el lector neófito o entusiasta, de ser un verdadero manifiesto con una verdadera propuesta estética; pero que como el gato de Schrödinger esta medio vivo y medio muerto, zombificado entonces en una poesía sin latidos.

Y es que Gregorio no se da cuenta de la dirección de la crítica que se ha extendido sobre él y que, como a Garbancito, se lo ha tragado. La crítica más enterada o visionaria, no se opone a los planteamientos de la teoría M, ni al teorema de incompletitud de  Gödel, el principio de incertidumbre de Heissenberg, o la función de onda de Schrödinger, ni a la teoría de super cuerdas y todas sus derivaciones filosóficas; no, ni siquiera se oponen al neo racionalismo o neo idealismo de los religiosos del doctor quantum, ni al tao de la física, ni a la metafísica de la física. No. Se oponen a aceptar un trapo ordinario de cocina como si fuera la máquina aceleradora de neutrones, capaz de abrirnos una puerta dimensional a otros estados, quintaesenciados del ser.


¿un método “sin recetas”?

El problema de esta apestada vanguardia es que en doce años no ha podido producir ni un solo poema a la altura de sus aspiraciones; ni una sola pintura revolucionaria; ni nada que corresponda objetivamente al discurso grandilocuente del manifiesto; motivo por el cual al buscar a sus integrantes hemos encontrado muchas sillas vacantes, al no encontrar su posición tal vez podamos saber su trayectoria.

Lo más cercano a la propuesta son los poemas contenidos en el Canto cuántico del propio Morales, mismos que resultan fríos e insípidos, repletos de una pastosa cursilería plagada de lugares comunes, carentes de efecto; pues no basta con decir protón para que por la magia del quantum, el poema adquiera la singularidad cuántica y el efecto prometido en sus ensayos. Tampoco hemos de convertir a Gregorio Morales en un Gregorio Samsa. Su ensayística, sin ser un Paz de revelación, ni un Bataille, ni un Bachelard; sostienen un proyecto a lograr -bien fundamentado por los físicos cuánticos, no por Morales- de una propuesta con gran competencia en el espectro de los campos epistemológicos, semióticos, espirituales, psicológicos, teológicos y de la ontología. Pero, mientras no exista una fundamentación consolidada en los resultados concretos de la exploración artística, no puede llamarse estética ni en el sentido del término de Baumgarten ni en el kantiano. Por esto es necesaria una crítica óntica de los principios del manifiesto para responder a la pregunta de que es la estética cuántica.

Morales confunde ética con estética del arte, y estética kantiana; confunde poiésis con hermenéutica; ontología con física; lógica con retórica. Resulta que la tarea de Morales es de índole filosófica, no filológica. Nada tiene que ver la gramática en esto. Como dice Pessoa: sáquenme de aquí a la metafísica. El problema del manifiesto es rigurosamente óntico, bajo la evidencia de que en doce años de chapoteo interminable no ha podido responder rigurosa (ni claramente) la pregunta: ¿qué es la estética cuántica? Se ha limitado a argumentar con los fundamentos de la escuela de Copenhague, pero sin una obra de arte (ya no pidamos que sea cuántica, sino que al menos sea decente) por tanto sus supuestos son más parapléjicos que Stephen Hawking.

Seguido continúa el maestro diciendo:

Todo lo anterior conforma el nuevo paradigma del que hemos hablado anteriormente y del que no podrá zafarse cualquier creador comprometido con su tiempo. Pero no son en modo alguno recetas para producir instantáneamente arte ni literatura cuánticos.”

Y ¿qué es, entonces, la estética cuántica según el evangelio de Morales?, nos dice el proteo cuántico en su manifiesto sus presupuestos –que bien afirma al decir que no son recetas, porque no lo son; lo que ignora es que un método o un manifiesto si debe presentar una descriptividad de lo que propone como nuevo- para una estética cuántica. Dice Arthur Danto al respecto: “El manifiesto define un cierto tipo de movimiento, cierto estilo, al cual el manifiesto en cierto modo proclama como el único tipo de arte que importa. Es un mero accidente que algunos de los principales movimientos del siglo XX carecieran de manifiestos explícitos” (Arthur Danto. Después del fin del arte. Paidós. España 1999) De esto se sigue que la propuesta de Morales tampoco es un manifiesto.

 

Esto no es un manifiesto

Veamos pues cuales son estos principios tan innovadores que nos están regalando a los artistas cuánticos la verdad y el camino para una estética cuántica. Estos son los principios de su “manifiesto”:

1º) La devolución al hombre y a la mujer del papel de imaginadores activos del universo.

Pregunta: ¿acaso alguien había despojado a la humanidad de su capacidad imaginativa?. Al decir “imaginadores activos” presuponemos la relación intersubjetiva entre la realidad llamada objetiva o a priori, y la realidad aperceptiva a posteriori de la conciencia. De cualquier manera esto no es más que retórica si la concebimos como supuesto de una estética, argumento válido en otro contexto y sencillamente anexo a toda disertación. No es una definición que nos permita aducir los caracteres morfogenéticos de una obra artística cuántica, y si no es así entonces no es un principio.

2º) La certeza de que el ser humano es el creador de su realidad.

Simple y llana superación personal extraída de los siete pasos del empresario verdaderamente exitoso y que no nos lleva a responder la pregunta fundamental ¿qué ES la estética cuántica?.

3º) La síntesis de los opuestos en una totalidad integradora

¿Y qué acaso no todo el arte en su totalidad hace una síntesis de los opuestos en una totalidad integradora? ¿no hay acaso una síntesis de opuestos en Klimt como en los hermanos Karamazov, o en cien años de soledad. Esto no puede ser de ninguna manera una descripción de una estética cuántica ¿qué es lo que define al arte cuántico?

4º) La consideración de materia y conciencia como dos variedades de un magma común y que pueden influirse recíprocamente, produciendo, entre otros efectos, las llamadas “sincronías” o casualidades significativas, así como la hipótesis de que la materia pueda ser inteligente (“El universo está constituido de materia mental”, Eddington).

Esto únicamente explica el fenómeno de la paradolia, de la sincronicidad producida por el llamado ordenador del cerebro. Lo que Lezama Lima definía como simultaneidad ocurrente, en una anécdota de Bioy Casares. Pero ¡por la tumba de Kant! ¿qué tiene esto que ver en la aplicación metodológica de la exploración poiética?. El fenómeno de que la paradolia pueda ser aplicada a todos los hechos materiales de la causalidad, como la describe Bunge, en cuyo conjunto estaría inmerso el arte; nada tiene que ver concretamente con la creación poética o artística.

5º) El hincapié en que la tarea de toda vida es la “individuación”, es decir, el emerger en la persona de su propia singularidad. Toda persona individuada contribuye decisivamente al servicio de la comunidad, por lo que “individuación” se opone radicalmente a “individualismo” o “egoísmo”.

¿Y no es la creación artística en general un emerger desde nuestra muy individual “individuación”, desde nuestra propia singularidad? ¿en qué es diferente toda creación artística a la creación de arte cuántico?

6º) La consciencia de que todo arte y todo escrito deben tener una esencia holográfica, en correspondencia con el universo, donde la más ínfima parte contiene el todo.

Sin comentarios. Escriban un poema cuya esencia holográfica en correspondencia con el universo, desde la más ínfima parte contenga al todo. ¿Qué es una esencia holográfica en correspondencia con el universo? ¿y cómo se aplica esto en un poema?. Esto es en todo término, como decimos en México, ser Gallego.

7º) La capacidad de penetrar en los “campos morfogenéticos” (Sheldrake) y “registros akásicos” donde está almacenada la información de la humanidad y del universo.

En las obras de la etno poesía y de la poesía mística chamánica, de la ritualística mexicana, encontramos amplias muestras de retornos a los mitemas elementales de sus cosmogonías de la creación. Huizinga desde la estética propone también una búsqueda en los estados lúdicos e intuitivos de lo que Jung define como arquetipos. Joseph Campbell así como Mircea Eliade y Robert Graves subrayan la importancia y participación del rescate del mitema primitivo para la revelación poderosa de los lenguajes creativos. Claude Levy-Strauss también habría de enfatizar la participación de la analogía en la constitución formal de las estructuras taxonómicas y de las matrices sociales en los pueblos tribales, y de cómo el hombre “primitivo” está equipado con las mismas funciones del hombre “civilizado”; siendo el pensamiento salvaje, un vaso comunicante con los conocimientos ulteriores de la humanidad. Algunas grandes obras maravillosas como las de Afanasiev, Vladimir Propp y Todorov, nos dan cuenta de la participación eterna del mito en la creación literaria; pero ¿cómo puede ser esta capacidad de penetrar los campos morfogenéticos, una propuesta novedosa? Esto es, nada más ni nada menos, señoras y señores, que el descubrimiento del hilo negro.

8º) La apuesta por la civilización y la conciencia surgidas de la integración de la naturaleza y del inconsciente.

Esto es una ética, no una estética. Es cuestión de imaginarse a un artista plástico diciendo acerca de su cuadro: es una apuesta por la civilización y la conciencia surgidas etc, etc; para darnos cuenta de que esto no quiere decir nada en el contexto de una estética, de un método y menos aún de un manifiesto.

9º) La visión del cosmos como un fluido compacto donde, siguiendo la teoría de la “no-separabilidad”, todo está interrelacionado.

La no separabilidad puede ser un principio físico o metafísico, pero sigue estando, irónicamente, separado de la estética. Es posiblemente por la aplicación de este principio en la interpretación revuelta de Morales, que se distribuye la falla no discriminatoria hacia toda la propuesta. Todo está interrelacionado, por eso resulta que en esta indiscriminación de lo que es y no es, el todo –pero entendamos el todo por el TODO- queda interrelacionado.

10º) La superación de la teoría positivista de la relatividad al tener en cuenta que existe una velocidad superior a la de la luz (al menos, en la polarización de partículas subatómicas).

¡¿El artista necesita superar la teoría de la relatividad para hacer arte?! ¿o acaso se refiere que a través del arte se debe superar la teoría de la relatividad? ¿cómo se hace una pintura tomando en cuenta que existe una velocidad superior a la de la luz? ¿cómo se escribe un poema para la superación de la teoría de la relatividad?

Analicemos punto por punto. Del principio primero al quinto plantea una ética. El punto sexto plantea una hermenéutica, un modo de interpretar el mundo. El séptimo plantea una psicología. El octavo propone nuevamente una ética. El noveno es una hermenéutica y por último, el más hilarante de todos, es el de convertirnos en físico matemáticos avanzados para poder superar ¡la teoría de la relatividad! Pero en ni uno solo de todos estos seudo principios hay alguno dedicado a la estética. Carcajada cósmica. Radio comedia gravitatoria. Teatro sico eléctrico.

 

El Dr. Quantum calza grande

No pueden dar una receta por impotencia, porque no tienen ni la más remota idea de cómo hacerlo. Siendo todos los incisos anteriores, presupuestos morales que el señor Morales edifica como objetivos, y si los objetivos de una estética son principios éticos, entonces se trata de una ética y no de una estética.

Llegar a una estética cuántica es importante. Crear un arte cuántico es importante. Lanzar un manifiesto después de las posturas históricas del arte de postmodernidad en el fin del arte, no es ni importante ni necesario. Como bien dice Danto varias de las corrientes del siglo XX ni siquiera estuvieron enmarcadas dentro de un manifiesto.

Si analizamos los manifiestos desde Tzara, Marinnetti, Maiakovski, Artaud, List Artzubide; veremos que los objetivos si plantean una “receta” para hacer obras, claramente distinguibles, como surrealistas, dadaístas, futuristas, del absurdo, etcétera. En cambio, en el “manifiesto” de la “estética” “cuántica” todo se plantea más bien, y ni siquiera, como una aproximación a una remota idea de qué es lo que están haciendo.

Al no discriminar, según sus principios hermenéuticos, la interpretación del mundo, todo aquello constituido por átomos resulta en una expresión cuántica. Todo lo pensado, en tanto es real es cuántico y si es cuántico, se vuelve para Morales: arte cuántico. En donde el reducto ad absurdum es tan plenariamente sencillo como hablar de la búsqueda de la garnacha cuántica.

De esta manera Morales se ha dado a la labor de interpretar “cuánticamente” a García Lorca; a hablarnos de la realidad cuántica de la objetividad intersubjetiva del pensamiento cuántico. Todo es la perorata de un discurso para incautos, mal construido. Morales nos presenta una extensión de las reflexiones tipo superación personal de la cienciología y de los seguidores de la sanación por el pensamiento positivo cuántico; siendo veraces o no, sencillamente son válidas pero no responden la pregunta fundamental ¿qué es la estética cuántica? y por tanto, no pueden ser aplicadas como argumentos de peso para sustentar tal cosa.

El problema es que desde la génesis de sus principios se asoma la sombra de no tener ni la más remota idea de cómo podría ser una obra de arte cuántica. Si por un lado le reconocemos el intento de la aproximación; por el otro se le recrimina el haber empañado la óptica de la crítica internacional para los artistas cuánticos futuros, que a la vista de las anticipaciones precipitadas de la “estética” española, pueden ser señalados dentro de este fallido aborto ideológico. De esta manera, Morales a construido para todos los interesados en un construcción del arte cuántico, un campo minado. Si bien se puede hacer arte cuántico, el trabajo de Morales desacredita a priori los méritos del artista cuántico ante la crítica, generando una prejuiciada incredulidad. Pero veamos una pequeña muestra de los Cantos cuánticos de este autor, para ver por que afirmo que la cuántica en sí son unos zapatos muy grandes:

Partículas,
sois los ocres y oros
de la tarde de otoño,
el límpido azul
de una mañana,
el mar tornasolado
de turquesas y violetas,
la coagulada sangre
del crepúsculo,
los ágatas y jades
del bosque,
el seno rosado
de la joven
y este rostro mío,
oscuro,
asombrado,
que os interroga en el espejo.

 

Legitimidad de la búsqueda de una estética cuántica

La legitimación de una estética debe darse a priori mediante la propagación sensible de sus manifestaciones, y no de sus manifiestos, artísticos. La búsqueda de una integración holística, espiritual y artística, de las ciencias y las artes a través de los nuevos descubrimientos de la física; son tan legítimos como necesarios. Es necesario decir lo que es “la estética cuántica” española, y lo que no es. Es necesaria una crítica óntica de la filosofía futura sobre el arte cuántico, mucho más de lo que es, tímidamente, este compendio de presupuestos éticos, fallidos, con aspiraciones estéticas.

Se necesita ante todo responder ¿en dónde radica el ser de la verdadera estética cuántica? ¿cuál es la diferencia del arte cuántico? ¿qué hace ser al arte cuántico, cuántico? ¿Cuáles son las diferencias entre los objetivos de la ciencia cuántica y el arte cuántico? ¿de qué manera se puede hacer arte cuántico?. Si es necesaria la respuesta desde el objeto dialéctico y su problemática en sí, desde la cosa misma, como decía Husserl; desde el ser de arte cuántico, como diría Heidegger; desde la receta, como dice Morales. Para los que sabemos de gastronomía una receta jamás es la misma. Una receta es una ecuación que puede ser despejada de muchas formas.

A partir de los planteamientos de la estética del siglo XX como Luckacs, en la crítica del arte; Lotman en el arte periférico; Eco, en la semiótica; Mandoki en la socioestética de la poética y la prosaica; Bordieu; Barthes, en el grado cero de la escritura; o como Marchescou en las exploraciones de la literariedad; Huizinga en el intuicionismo y Jung en el arquetipo; podemos arrojar una propuesta de una estética cuántica excéntrica y periférica. Una poesía articulada con la poética étnica de Rothenberg y María Sabina. Una poética céntrica o al margen de la sicomagia de Jodorowsky, retroalimentada en los principios de la mística y la holística del pensamiento complejo. Como dice Rothenberg: primitivo quiere decir complejo. Una poética bajo la rúbrica de las exploraciones de Edgar Morín y en el nutrimento originario del pensamiento antiguo como Pitágoras, Demócrito, Gorgias, Parménides, Aristóteles, Lao Tse, Averroes, Avícena, San Agustín; de todas las tradiciones de vanguardia; en fin, en absoluta libertad desde el libre pensamiento.

Tras la ruptura de la tradición de la ruptura, no es ya la búsqueda de lo nuevo por la patológica compulsión por la novedad. Cada poeta, cada artista que busca su voz y la encuentra, es una ruptura. No puede haber una total ruptura con la ruptura porque quedaría solamente el pastiche. La ruptura no puede ser hacia el exterior, con lo anterior, sino en el interior de la conciencia poiética con sus propias expansiones y limitantes. Voz es ruptura. Estilo es ruptura. Como dijo Danto: hay una clase de esencia transhistórica en el arte. Afirma también que después del fin del arte no se puede retomar la postura de “X es arte y todo lo que no es X no es arte”; y por otra parte, muchas de las corrientes y exploraciones han quedado fuera de los manifiestos por no tener uno como tal.

Una de las mejores muestras de que es posible hacer arte cuántico la tenemos en el músico polaco Krisztof Penderecki autor de “Dimensiones del tiempo y el silencio”(1959-1960), “emanaciones” y “Kosmogonia”, entre muchísimas otras; cuyas revolucionarias composiciones bien podrían definirse como cuánticas, sin ser auto proclamado cuántico. Otro autor similar en su experimentación musical es Gyôrgy Ligeti quien musicalizó parte de 2001 Odisea del Espacio, del ya desaparecido Stanley Kubrick y que comparte la intensidad estética y la patria con Bela Bartok, su máxima obra “la danza macabra” evoca una sensación cósmica del espacio y el tiempo, de la conciencia y las ranuras de la realidad entre el orden y el caos. También escribió sobre esta misma experimentación la composición “Lux aeterna”. Ligeti inventó el término musical “micropolifonía”, la describe de la siguiente manera: “La compleja polifonía de las partes individuales está plasmada en un flujo armónico-musical, en el cual las armonías no cambian súbitamente, sino que se mezclan con otras; una combinación interválica claramente reconocible se va haciendo gradualmente borrosa, y en esta nubosidad es posible discernir una nueva combinación interválica tomando forma”

Otro trabajo revolucionario de Ligeti fue su experimento “poema sinfónico para 100 metrónomos”, un reto desde la reproducción del caos en el movimiento de activación de los metrónomos, hacia el orden descendente que los lleva hasta el silencio.

Todas estas obras no aparecieron como obras cuánticas y sin embargo lo son y lo manifiestan sin manifiesto de por medio. Otro artista, en el campo del cine, que pudiera también adecuarse a este concepto de cuántica sería el cineasta Guy Maddin canadiense original de Winnipeg, centro de Canadá, al cual dedicó su obra maestra “My Winnipeg” cuyo estilo pudiera definirse, en parte dentro del retro por su técnica y dentro de la cuántica por la connotativa temporalidad. Aunque esa es mi personal interpretación de Maddin y muchos pudieran no estar de acuerdo

Tal vez haya que reconocer que en el nombre lleva su definición, y los principios morales de la ética cuántica de Morales, son, después de todo, en su imprudente y muy gallega visión de las cosas, una invitación al nacimiento de una verdadera estética cuántica.

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