En esta oportunidad, el poeta y traductor G.A. Chaves nos presenta la traducción de “Faint music” del poeta norteamericano Robert Hass, incluido en el poemario Sun Under Wood (Ecco Press, 1996). Robert Haas (1941) mereció el 2007 National Book Award.
En memoria de
JUAN DE DIOS CHAVES GARCÍA
(25 de febrero de 1929 – 22 de mayo de 2010)
Música tenue
Tal vez deberías escribir un poema sobre la gracia.
Cuando todo lo roto está roto,
y todo lo muerto está muerto,
y el héroe se ha visto al espejo con total desprecio
y la heroína ha estudiado implacablemente su rostro y sus
defectos,
y cuando el dolor que ellos, en su seriedad, pensaban
que podría liberarlos de sí mismos
ha perdido novedad, y no los ha liberado,
y ellos han comenzado a pensar, distante y gentilmente
mientras ven a los otros proseguir con sus días—
sus gustos y disgustos, sus razones, miedos y hábitos—
que el amor propio es el único tallo enclenque de todo brote
humano,
y han comprendido, entonces,
por qué lo defendieron tan furiosamente todas su vidas,
y que nadie—excepto algún santo casi inconcebible en su pila
de silencio y de pobreza—puede escapar alguna vez de este
violento y automático
compañero de vida, tal vez entonces, como luz ordinaria,
como música tenue bajo las cosas, aparece una gracia
suspendida en el aire.
Como la historia que me contó un amigo sobre la vez
en que intentó suicidarse. Su novia lo había abandonado.
Sentía abejas en el corazón, luego escorpiones, cresas, y luego
cenizas.
Él se trepó a la viga de un puente,
de un lado la bahía, en una tarde clara y azul.
Y, en medio del aire salado, él se puso a pensar en la palabra
“mariscos”,
a pensar que había en ella algo levemente ridículo.
Nadie dice “tierriscos”. Aquello le parecía degradante hacia la
perca
que él había extraído de los acantilados, la negra perca de las
rocas,
sus escamas como carbón pulido, en lechos de alga
a lo largo de la costa—y se dio cuenta de que la razón para esa
palabra
eran los cangrejos, los mejillones, las almejas. De otra forma
los restaurantes podrían nada más poner un rótulo que dijera
“pescado”,
y cuando se despertó —había dormido por horas, acurrucado
como un niño
sobre la viga—el sol se ocultaba
y él se sintió un poco mejor, y temeroso. Se puso la chamarra
que había usado como almohada, trepó con cuidado
por el enrejado, y condujo de vuelta a su casa vacía.
Colgando de la perilla de la puerta halló un par de pantaletas
amarillo limón. Las estudió. Muy lavadas.
Tenían un rojizo tenue en la entrepierna que lo enfermaba
de rabia y dolor. Él estaba más o menos
donde ella estaba. Un piso en algún lugar de Cerro Ruso.
Apenas habrían acabado de hacer el amor. Ella tendría lágrimas
en sus ojos y le tocaría la quijada a él, agradecida. “Dios”,
diría ella, “me hacés tanto bien”. Luces parpadeantes,
una vista con niebla colina abajo hacia el muelle y la bahía.
“Estás triste”, le diría él. “Sí”. “¿Estás pensando en Nick?”
“Sí”, diría ella, y se echaría a llorar. “Me esforcé tanto”, ahora
entre sollozos,
“De verdad que me esforcé”. Y entonces él la sostendría por un
rato—
en la pared, tejidos guatemaltecos de cuando fue de gira—
y luego cogerían de nuevo, y ella lloraría otro poco,
y se iría a dormir.
Y él, él reproduciría esa escena
una sola vez más, una y media, y se diría a sí mismo
que iba a llevarla consigo por mucho tiempo
y que no había nada que él pudiera hacer
más que llevarla consigo. Salió a la terraza, y se puso a escuchar
el bosque en la oscuridad del verano, el ladrido de los madroños
que se agrietaban y encrespaban conforme llegaba el frío.
No es tanto la historia, sin embargo, ni el amigo
que se inclina hacia vos para decirte “Y entonces me di cuenta—”,
que es la parte de las historias que uno nunca termina de creer.
Yo es que pensaba que el mundo está tan lleno de dolor
Que a veces debe producir algún tipo de canto.
Y que la secuencia ayuda, tanto como ayuda el orden—
primero un ego, luego el dolor, y luego el canto.
(“Faint Music” de Robert Hass, incluido en su libro Sun Under Wood. Ecco: 1996. Traducción de G.A. Chaves, 2011.)
Faint Music