Arquíloco según Juan Manuel Rodríguez Tobal

Arquíloco[1]El poeta y traductor español Juan Manuel Rodríguez Tobal nos presenta algunos momentos de la poesía de Arquíloco, mercenario y poeta, fundador de la lírica en occidente. Estos poemas aparecen en la antología  “El ala y la cigarra” publicada por Hiperión.

 

 

de Arquíloco

(fl. c. 650 a. C.)

 

 

 

Fr. 1 Adr.

 

A las órdenes sirvo de Enialio soberano,

y sé muy bien del don amable de las Musas.

 

 

 

 

Fr. 2 Adr.

 

En mi lanza mi pan, en mi lanza este vino

de Ismaro que ahora bebo, en mi lanza apoyado.

 

 

 

Fr. 5 Adr.

 

Si Hefesto esa cabeza, esos miembros hermosos

hubiera envuelto al menos con su puro vestido…

 

 

 

Fr. 7 Adr.

 

Ninguno en su alegría reprochará, Pericles,

tu tristeza y tus lágrimas, tampoco la ciudad:

tales eran aquellos que el mar tragó en su ruido,

y ahora están de dolor nuestros pulmones llenos.

Mas los dioses, amigo, para el mal sin remedio

la medicina dieron de una resignación

esforzada. Los males son siempre tornadizos:

hoy se han vuelto a nosotros, lloramos una herida

que aún sangra, pero luego nos cambiarán por otros.

Saquémonos, así, cuanto antes, resignados,

esta forma de duelo más propia de mujeres.

 

 

 

 

Fr. 8 Adr.

 

Nada curo llorando y nada empeoraré

si me afano en gozar de la alegría.

 

 

 

 

Fr. 11 Adr.

 

Que corra por los bancos de la nave esa copa,

destapa ya las cuéncavas tinajas

y tinto hasta las heces sácanos, que nosotros

sin beber no podremos con la guardia.

 

 

 

 

Fr. 12 Adr.

 

Algún sayo andará, ufano, con mi escudo;

bien me costó dejarlo, tan bueno, entre unas matas,

pero salvé mi vida: ¿qué más da aquel escudo?

¡Al cuerno!, que otro puedo comprarme, y no peor.

 

 

 

 

Fr. 13 Adr.

 

Un mercenario es, Glauco, amigo mientras lucha.

 

 

 

Fr. 15 Adr.

 

Feliz no va a ser mucho quien ande atento, Esímides,

a las murmuraciones de un mamarracho.

 

 

 

Fr. 39 Adr.

 

Como el de un garañón

de Priene bien comido,

su miembro era un tenaz desbordamiento.

 

 

 

 

Fr. 86 Adr.

 

Tal deseo de amor

me arrastró el corazón a sus cabozos,

derramó espesa niebla en mis pupilas,

y las entrañas me robó del pecho.

 

 

 

 

Fr. 95 Adr.

 

Infeliz voy sin alma por obra del deseo,

y es querer de los dioses este dolor difícil

que hasta los mismos huesos me traspasa.

 

 

 

 

Fr. 104 Adr.

 

Era toda alegría si llevaba

una rama de mirto

y la flor de un rosal recién cortada;

y de sombra su pelo le cubría

los hombros y la espalda.

 

 

 

 

Fr. 116 Adr.

 

Chupaba igual que chupan de una paja

los tracios o los frigios su cerveza;

y, bien agachadita, se esforzaba.

 

 

 

 

Fr. 167 Adr.

 

Cayeron muertos siete que atrapamos corriendo;

los matamos nosotros, ¡nosotros mil!

 

 

 

Fr. 204 Adr.

 

¡Si tocar de Neobula la mano se me diera…!

 

 

 

Fr. 205 Adr.

 

Y caer, diligente, sobre el odre,

y colocar el vientre sobre el vientre,

y los muslos dejar sobre sus muslos.

 

 

 

 

Fr. 210 Adr.

 

 

Sé una cosa importante:

pagar con mal terrible a quien con mal me trata.

 

 

 

 

Fr. 211 Adr.

 

Aliento mío, aliento tan sin sosiego, arriba,

aguanta al enemigo, el pecho enséñale

plantándote bien cerca en la emboscada odiosa.

Y, si vences, no vayas gloriándote ante todos,

ni a casa a llorar entres si te vencen a ti;

saluda la alegría y pena por los males

no demasiado: entiende que es un ritmo el vivir.

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