Estética del discurso literario, de Renato Prada

Estética del discurso literario

El teórico de la literatura, narrador y poeta boliviano Renato Prada Oropeza (Potosí, 1937), merecedor, entre otras distinciones, del Premio Casa de las Américas por la novela Los fundadores del alba, publicó recientemente un imponente tratado de teoría literaria: Estética del discurso literario (BUAP/UV), del que presentamos su introducción.

 

 

Estética del discurso literario

 

El presente trabajo es el producto de una investigación teórica sobre el discurso literario, cuya primera etapa atiende al discurso narrativo, aclaremos sus pretensiones y alcances.

            Una investigación teórica  responde a una pregunta o, al menos, hace un esfuerzo por cumplir con la inquietud que una pregunta despierta. Pero, ¿cuál es nuestra pregunta? y ¿qué alcances epistemológicos tiene? Esclarecer esto supone previamente qué entendemos por un preguntar teórico. Recurramos a lo que Heidegger establece en Ser y tiempo:

Todo preguntar es una búsqueda. Todo buscar está guiado previamente  por aquello que se busca. Preguntar es buscar conocer el ente en lo que respecta al hecho de que es y a su ser-así. La búsqueda cognoscitiva puede convertirse en “investigación”, es decir, en una determinación descubridora de aquello por lo que se pregunta. Todo preguntar implica, en cuanto preguntar por…, algo puesto en cuestión. Todo preguntar por… es de alguna manera un interrogar a… Al preguntar le pertenece, además de lo puesto en cuestión, un interrogado. En la pregunta investigadora, e.d. específicamente teorética lo puesto en cuestión debe ser determinando y llevado a concepto. En lo puesto en cuestión tenemos entonces, como aquello a lo que propiamente se tiende, lo preguntado, aquello donde el preguntar llega a su meta. El preguntar mismo tiene, en cuanto comportamiento de un ente –del que pregunta– su propio carácter de ser. El preguntar puede llevarse a cabo como un “simple preguntar” o como un cuestionamiento explícito. Lo peculiar de este último consiste en que el preguntar se hace primeramente transparente en todos los caracteres constitutivos de la pregunta misma que acaba de ser mencionados. (2003 : 28. Sólo las cursivas del primer enunciado nos corresponden.)

Con nuestra mente en estos “momentos estructurales” de la pregunta, como el propio filósofo los llama, llevemos nuestra atención al título de la investigación: Estética del discurso literario, y particularmente del narrativo-literario, entonces nuestra pregunta es sobre el carácter estético del discurso narrativo-literario. No nos preguntamos sobre una estética a secas, sino sobre una manifestación específica, determinada: la de un discurso, de una unidad lingüística de comunicación que circula, dis-curre, en nuestra socio-cultura: de una novela, de un cuento, por ejemplo, o, mejor, del cuento y de la novela que se manifiestan como sendos discursos narrativo-literarios. Nuestro interrogado es un tipo de discurso particular, y nuestra pregunta, por ello, se interesa, se centra en la pretensión estética de este discurso. Si quisiéramos declarar nuestra cuestión en un enunciado, la más aproximada sería: “¿En qué consiste el carácter estético del discurso narrativo-literario?” Nuestro ente no es la estética en general, sino un ente más delimitado: el ente del discurso literario, en su manifestación narrativa. Pero, ¿acaso lo particular no supone lo general? En nuestro caso una estética que abarque como un género (en sentido lógico) a una especie. Esto nos dice la lógica, la disciplina racional por excelencia. Sin embargo, quizás al preguntarnos sobre “lo que es y su ser así” del discurso estético y no de la estética a secas (general) ya se halle una postura teórica que enmarca nuestra investigación. Quizás en esta pregunta se esconde ya la negación de una estética general, de la cual sólo habría que deducir la estética literaria como una consecuencia lógica, con ligeros ajustes terminológicos y, acaso, metodológicos, pues se trata, al fin y al cabo, de una estética particular que, en ningún caso debe contradecir o negar los valores de una estética mater; la cual, a su vez, es una parte de un sistema más amplio, el sistema filosófico, cuyos principios, contenidos en un sistema, debe respetar pues le ofrecen el sustento final, definitorio. Nuestro preguntar entonces tiene todo el aire de ser un “cuestionamiento explícito” a un proyecto tradicional de la estética y un “desvío” de la cuestión a algo más a la mano y menos pretencioso, nos preguntamos, como ya lo dijimos, sobre la consistencia estética del discurso narrativo-literario. El primer capítulo y el quinto están dedicados a deslindar el alcance y los límites de nuestra investigación: el primero expone –en los rasgos que nos interesa y no de manera exhaustiva– el desarrollo de la estética como parte de un sistema filosófico, los prejuicios de esta postura y las limitaciones a que constriñe con respecto a la investigación estética del discurso narrativo-literario; el quinto, y último del libro, revisa a la luz de la investigación de los tres capítulos anteriores, lo que se postuló en el primero; además, vuelve a considerar algunos aspectos pendientes, aprovechando la contribución de teóricos contemporáneos a los cuales apenas se les prestó la atención merecida, o se los pasó por alto hasta entonces, precisamente para esta oportunidad.

            Al focalizar nuestra pregunta al ser del discurso narrativo-literario, atiende a un “objeto” ostensible, que se manifiesta en una praxis particular en nuestra vida socio-cultural en cuanto leemos una novela, un cuento, esto es, un discurso específico explícitamente presentado como un hecho cultural, como un fenómeno, en el sentido propio del término; por ello, el capítulo segundo, abordará la fenomenología de este discurso. Desde la aparición de Investigaciones lógicas de Husserl, en los albores mismos del siglo pasado, la filosofía o, al menos, una corriente abierta de la misma ya no puede ser lo que era. Ignorar los aportes de ese filósofo fundacional, sería una limitación impuesta por una especie de miopía y dogmatismo intelectual.

            Además, para no eludir la constitución semiótica del discurso narrativo-literario, aunque no postulemos que el estudio de la articulación del sentido, de la significación y de la significancia del mismo nos ofrezca una respuesta al ser del discurso narrativo-literario, es decir a su constitución ontológica, queremos, en el Capítulo 3, analizar este aspecto que sostiene, precisamente, su manifestación y la hace posible.

            Un discurso, todo discurso, se realiza en la interpretación que un receptor hace del mismo de manera pertinente. No abordar este factor decisivo de la manifestación estética es reducir la investigación sobre su condición ontológica a una quimera que sólo existe en las elucubraciones de algunos filósofos. El Capítulo 4 atiende a esta exigencia de toda manifestación.  

                 El presente libro es, pues, una investigación teórica que al preguntarse sobre la constitución del discurso literario, al ser movido por la pregunta ¿en qué consiste el ser de un discurso narrativo-literario?, corresponde a una investigación ontológica, no metafísica, pues no comprende en su pregunta el presupuesto de descubrir una esencia que defina al discurso narrativo-literario. Hacer esto sería simplemente desplazar la postura racionalista a otra zona de elucubración: de una estética universal a una particular. El alcance ontológico de la pregunta tampoco pretende ir más allá del discurso, a un espacio oculto detrás de las manifestaciones o fenómenos estéticos. La constitución ontológica está en lo que es la manifestación discursiva, en aquello que lo establece en cuanto dis-curso estético gracias a una praxis sociocultural, cuya validez, si se quiere, no está fuera del espacio y el tiempo, del flujo histórico del hombre. El arte, después de todo, es una de las actividades (funciones) que nos caracteriza como seres humanos, al menos en nuestro tiempo presente. Como lo son también la filosofía, la religión, la ética, la política… El arte es una manifestación dentro de nuestro incesante hacernos un mundo, dentro de nuestro comunicar un mundo a otros hombres, a otras culturas y a nosotros mismos, pues este mundo que constituimos nos constituye a su vez en una circularidad indisoluble que establece la dimensión sociocultural de nuestro ser: el fundamento ontológico mismo que hace posible nuestra emergencia humana.

            Esta obra es el primera de un proyecto que debe concluirse con la investigación sobre el otro gran discurso literario, el poético. Aprovecharemos esa oportunidad para atender un problema inherente a todo texto estético literario: la poética que los autores enuncian explícitamente, que en el presente libro no es siquiera anunciado, pues será uno de los problemas abordados en el libro que trate sobre el discurso poético.    

            El capítulo 5, reenprende la exposición de los teóricos de la estética contemporáneos para ubicar nuestra problemática en la perpectiva postmoderna, y termina con nuestra conclusiones, titulada significativamente “Puntos suspensivos”.

 

Reconocimientos: Este libro es producto de la buena voluntad de muchas personas que, con un espíritu amplio y fraterno no sólo me brindaron su apoyo sino que participaron, de algún modo en mi trabajo: Elda, mi compañera desde siempre, cuya entrega y afán de servicio carece de límites y me reconfirma en la idea de que la mujer es sobre todo entrega sin límites a la vida, a nuestra vida; Sara Luz Páez, Andrea Leticia Ramírez, Raquel Velasco, Irma García y Rosario Bonilla que colaboraron, sin dar muestras de fatiga ni impaciencia, en la preparación del texto escrito; además, concurren, sin duda, la excelente disposición del Dr. Raúl Arias Lovillo, Rector de la Universidad Veracruzana, que me brindó el tiempo libre para llevar a término mi proyecto; y del Dr. Alejandro Palma, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, siempre solícito a ofrecerme su apoyo.

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