Presentamos la poesía de Bernardo Colipán Filgueira (Rahue/ Osorno, 1967). Es poeta e historiador. Fue distinguido con la Beca Fondart de creación literaria, 1997 y con la Beca de escritor del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, 1998. Ha publicado los poemarios “Arco de interrogaciones” y “Comarcas”.
Arco de interrogaciones
El arco y el despliegue de la memoria
Con las interrogaciones llegan los pájaros, ellos revolotean toda la noche con nosotros en torno al nguillatún, trazan en el cielo el lugar del sacrificio del tiempo. Ellos vienen del mar, no los trae nadie.
El arco de interrogaciones es un lugar señalado por un colihue, tensado como un arco en la rogativa huilliche. El nguillantuwe o terreno sagrado, está cercado por un círculo que divide un espacio interior de uno exterior.
Al interior del círculo sagrado; el tiempo de la memoria con su transparencia; al exterior, la historicidad con su tiempo cotidiano. Por eso el Arco deviene en la ventana, por medio de la cual entramos y salimos de los tiempos. En los pliegues que se abren en el adentro se juega su sentido la memoria, en los pliegues que se abren en el afuera, se juega su sentido nuestra historicidad.
La comunidad danza, los giros son en sentido contrario a las agujas del reloj.
Las interrogaciones son los espejos que nos reflejan las primeras formas de nombrar al mundo.
Las interrogaciones agujerean al tiempo, lo traspasan para nombrarlo y con ello deshilvanan la madeja del olvido, hacen de la memoria un espacio habitable.
B.C.F
Lefketumay Chao Dios
Lefketumay Chao Trokin
Lefketumay Treng-Kawin
Lefketumay Pu lamuen-Wuentru
Lefketumey Ñuke Ale
Lefketumay Chao Antu
Lefketumay Pukatrihuekeche
Lefketumay Aguelito Wenteyao
Lefketumay Ñuke Túe.
Arco de nguillatún
Las bandurrias vuelan en bandada.
Bajo las piedras algunos insectos
corren perseguidos por otros.
Harina tostada y muday
ardiendo en el fuego sagrado.
De rodillas esperamos la salida del sol.
Con el rocío las oraciones ascienden
hacia la “Tierra de Arriba”.
La tierra vuelve a ser jardín
poblado por antiguos pasos
Una página en blanco
una vasija
en donde cabe todo
un puñado de semillas en un instante.
El fin de mi aliento es
el comienzo de otro.
Nuevamente la palabra traduce
la reunión de las cosas.
Lan Antu [1]
Fue un día de cosecha, allá donde los Llanquileos.
Nos juntamos nosotros los huilliches
y el sol.
Yo tendría todo el temor alojándose
en lo húmedo del pulmón izquierdo.
Asistimos a la muerte del sol.
Lo velamos en cuerpo presente.
Rezamos mucho.
Rezamos y vimos su rostro
reflejado en la fuente
con agua.
“Antu kushe, Antu fucha wentru”.
Tres veces nos arrodillamos
y el canto
no cayó en el vacío.
Así era la idea hace mucho tiempo.
Ahora podemos estar tranquilos.
Apagar el tizón.
Ya están cantando los gallos. Celestes
se ven los cerros
de San Juan de la Costa, el sol
evapora el rocío de los techos y la noche
cae nuevamente en su mordedura .
Noche de wetripantu
Anochece. Una mano dibuja en los vidrios
el rostro de una helada, cuyo nombre ha olvidado.
Los manzanos sueñan la felicidad
de compartir el mundo con los pájaros.
La Nueva Salida del Sol ilumina
el camino de los perdidos.
El invierno hunde sus pies
dejando una huella sin forma.
La estación de las lluvias es nuestro único consuelo.
Noche de Wetripantu. Un nuevo orden perdura en las cosas.
La memoria recupera el silencio anterior a la palabra.
*****
Mudo es tu recuerdo, Padre, que me hace vivir
de la sangre cuajada de tu abandono.
Náufrago de mí mismo en tu geometría de voces
enterradas, guardo el trigo de tu última cosecha
para fermentarlo en los cántaros
negros del silencio.
Nada tengo.
Sino fuerzas
para arrebatar al vacío, lo que por derecho
pertenece a la memoria.
A José Dolores Colipán, quién con su alma
paralela a la nuestra
nos sueña desde otro mundo
Si algún día te robaran el aliento
yo soplaré mi espíritu
dentro de ti,
para llenar el vacío.
Se te advirtió que tengas cuidado
Cuando emigraste Arnoldo de San Juan de la Costa
Para hacer tu servicio militar en la ciudad.
En el potrero se echó la vaca de la angustia.
Se te dijo que la vida en la ciudad
era una gallina de espinazo pelado
de tanto ser pisada por el gallo del destino.
SE TE ADVIRTIÓ QUE TENGAS CUIDADO.
Pero ascendiste en las laderas de lo esencial,
cambiaste a la Rosita Rupailaf por la Lulú Salomé.
Titubeaste en los barrancos de lo sustancioso.
Para después caer como un terrón de tierra
LUEGO
NO QUEDO MÁS
QUE JUNTAR TUS PEDAZOS.
Nunca se olvidará el día que volviste al campo.
DE TU ROSTRO PÁLIDO RESBALÓ UNA LÁGRIMA DE ALQUITRÁN.
Se notó tu ausencia en el domingo de ramos
Nos dices en tu carta Carmen, que Santiago
es una gran ciudad, barata y de muchas luces.
Que tienes un personal estereo y escuchas a Michael
Jackson.
Que usas la minifalda que acá nunca mostraste.
Que tu felicidad es un C.D que tocas por las noches
a todo volumen.
Nosotros – tus amigos del barrio – con un parchecurita
sellamos tu vacío.
El domingo de ramos se notó tu ausencia.
El Johny consiguió trabajo y aún se acuerda de ti.
Carmencita – tu hija – ya tiene cuatro años.
Bien te haría Carmen volver a Rahue.
No todas las noches son como las de Quenac
No todas las noches son como las de Quenac.
(Corazón de tierra en Chono).
Ni detrás de todas las edades se oculta el tiempo.
Antes que los mapuches descubrieran el fuego
cada estrella era un antiguo abuelo
iluminado
que cazaba avestruces en la noche.
El nocturno
canto de la guada
anunciaba
enfermedad y muerte. Detrás
del silencio se encontraba el hombre.
Yo quisiera tanto que recordaras.
Mi madre acogía mi mano en la suya:
había barro, lluvia, gente y tanto
ruido, que sólo tengo memoria
de la noche
apretándose en mi cuerpo.
Aún
no olvido mi Título de Comisaria
ni el Tratado de Paz de 1793.
El silencio,
tú sabes
es un rostro semejante a un espejo olvidado.
Duerme
oscuro dentro de su vejiga y el tiempo
se encarga de unir a quienes
se encuentran, sin hacer ningún ruido.
Cuando de viaje, hija, salgas al mar
Cuando de viaje, hija, salgas al mar.
ten siempre en tu corazón a Wenteyao.
Llegar hasta allí es tu destino.
A Kanillo, kalkus y anchimallenes no temas.
Tales espíritus nunca hallarás
si tu alma no los pone en tu camino.
Deseo, Alen, que el camino sea largo.
Detente
en Pucatrihue, Choroy
Traiguen.
Recolecta como tus antiguos rulamas
lunfo y sobre todo algas
todo tipo de algas.
Con la shumpall de Caleta Manzano
comparte los dulces cantos de tu madre.
Pero no apures tu viaje en absoluto
mejor es que muchos ríos cruces.
Deseo, hija, que no manquée tu caballo.
Detén tu viaje en los catrihues.
Detrás de un cielo azul te hablarán en voz baja.
Y si pobre encuentras la isla
el viejo no te ha engañado
hermosa, como has llegado a ella, sabrás
del lugar
donde los pájaros van
a nacer con los ojos cerrados.
A Kavafis, en la memoria
Aparición de Likán Amaru
No hay un viento, hijo, tan alado
Ni tan orgulloso como tu vuelo
Likán.
El sol fue tu única semilla.
Tu primera palabra fue
ábreme
vengo del vacío
dame tu escritura.
¿Dónde estabas antes que vinieras?
¿Acaso es tu sombra anterior a ti?
Tú y yo somos dos raíces
dormidas en un bosque milenario.
Yo estoy en ti.
Por eso te busco en el aire.
En la pureza
del sol atrapado en tu cristal.
Arco de nguillatunes
El invierno trae en sus ojos
caminos por donde se alejan
todas las carretas.
Fantasmas buscando el vino
que brilla en la oscura
soledad de los armarios.
Aún nos queda buscarnos
calor en nuestros cuerpos
como se busca la moneda más escondida
dentro de los bolsillos del padre. Soñarnos
los unos más fuertes que otros mordiendo
el mismo cordón umbilical.
Iniciar el camino de regreso
a esa parte del mundo donde uno podría
escuchar la respiración del río. Ver
la soledad girando
como una rueda
en torno a su propio movimiento.
Allí uno podría sorprender
a Wenteyao mirando al vacío
mientras sostiene un jarro
de agua entre sus manos.
Malón de kuriñamku
De las tierras del sur nos llegan
noticias de un malón.
Listos están nuestros üllmenes, sanos
y despiertos los kapitanes.
A las tierras del norte nos llevarán
los caballos celestes.
Ya viene, pues la mañana hermanos.
Para todos tendrá la suerte
muchos animales.
Despierta, hijo a tus mocetones.
Si ganas traerás mujer para casarte.
La soledad la ocultaremos
debajo de las piedras.
Tu corazón, hijo
saltará
alegre
como un choike.
Konakul
A José Santos Quilapán
En la mañana se posesionaron de ti
dos anchimallen
Y te causaron tristeza.
Y te vinieron a ver
dos anchimallen.
Aunque te hubiesen llevado por toda
la tierra abierta,
cobrarás nuevo ánimo
capitán de mocetones.
Confusa es la palabra del cuchillo
clavado en la tierra. Luminoso
el misterio
anterior a nuestras vidas.
Cabalgarás de nuevo en tu caballo
Pillán de regiones celestes.
Aún late en tus manos el corazón
del cordero
muerto en la mañana.
Vinieron por nosotros, palabras
De levantamiento nos trajeron
“A sí dicen ocurrió la guerra”:[2]
vinieron por nosotros los patriotas, palabras
de levantamiento nos trajeron .
“Que vengan nuestros señores caciques”.
Que nos acompañen pues, tenemos la desgracia entrando
como una espina, en la palma de la mano.
En sueños alguien vio salir del monte un animalito.
Hubo sospechas en quienes no alcanzaron la señal.
Salimos sin despertar al tiempo
que dormía como un gato en el fondo de la casa.
“Llevamos nuestros capitanejos, sargentos, fiscales
y cuatro de nuestros caciques”.
Maipo se llamaba la tierra, lugar donde ahora
transitan las carretas.
Era la vida flotando ciega borracha
negándose a reflejar lo que no sea la negra
transparencia de cuchillos.
Así, nos encontramos nosotros
agazapados tras los matorrales
hiriendo para cobijarnos del frío
de un solo tajo a la noche.
La muerte crecía lenta como las uñas
y con su lengua dibujaba
el contorno de nuestras almas.
Entonces terminó la guerra
ensillaron
los conas sus caballos.
“Murió peleando mucha gente, españoles muchos.
Mi abuelo trajo dos machetazos de sable en la cabeza “.
Hubo quienes no alcanzaron el camino de regreso.
Atrás nuestros pies dejaron
el polvo de las batallas.
Nuevamente juntos ahora buenas vacas comemos.
Somos felices, sí, pero también lloramos
por quienes esta noche
no están junto a nosotros
buscando
el lugar indicado en donde
cicatrizar también sus heridas.
Putrentre, putrape
Putrentren, putrape.
Sólo tenemos recuerdo que el cielo estuvo gris.
El mar vino por nosotros
No lo esperábamos, simplemente era
el final de nuestro viaje.
Llegó cuando el sueño fue más pesado.
Cuando en el cansancio del cuerpo
uno suelta toda la vida.
Nuestros ojos eran espejos apagados
mirando la tierra que se hundía.
Se nos llenó la boca de soledad.
Apoyados nos quedamos en el inestable
equilibrio de la muerte.
“Unos mapuches se encontraban
mariscando en la isla
ellos alcanzaron a salir gritando
PUTRENTREN, PUTRAPE
PUTRENTREN, PUTRAPE “[3]
Entonces nos cobijamos
en la más oscura eternidad.
Mejor fue no haber escupido más
saliva de la que teníamos.
La vida fue algo como una carcajada.
La muerte
labios que seducen tanto como el vacío.
Hueso y carne para sentir
cuanto duele el mundo a un altura
en que no importa saber que la sombra
es anterior al hombre que la sigue.
Tuvimos un gusto de tempestad en los labios.
Partimos un pan tan blanco como las raíces de una nalca.
Ahora pienso en el pie, la mano
lo que a uno le queda en el pecho
y busco en el mar el camino
y sólo está el agua palpitando
en la orilla de los sueños.
Ahora pienso en todo el silencio
silbando dentro de los huesos
y en la cicatriz que se abría en el cielo.
Todo se quedó en el tiempo.
Todo se hundió allá lejos.
“Esto lo tengo en mi corazón
como si sólo fuera ayer” [4]
Ese difícil oficio de leer a Encina
Por años estuvo en boca de muchos
maestros de escuela,
puzzles
y varias calles aún
llevan hoy su nombre.
Todo lo aprendido
con buena razón fue olvidado.
La historia es un ojo,
sumergido en las noche,
palabras
para no ser dichas
sino para mirarnos en ellas
como si fueran
un espejo roto.
Y fue difícil leer el lenguaje
oculto
detrás de lo nombrado.
Hoy,
bailamos purrún al mediodía
sobre nosotros
vuelo circular de gaviotas.
Mañana
tendremos respuesta
de cartas enviadas a parientes lejanos.
Nuevamente
se hablará del Séptimo de Línea
El silencio
será lo más mano que se tenga.
También en los territorios del vacío
se juega su sentido la palabra.
La historia recolecta monedas falsas[5]
Detrás de la Municipalidad, atravesando la calle
se encuentra el Museo Mapuche de Villarrica
en él
yacen molinos de piedras, estribos retorcidos,
hierros oxidados,
bajo una cubierta de vidrio: kultrunes, pifilkas
y mudas
máscaras de madera.
La historia recolecta monedas falsas.
Y los recuerdos permanecen
los segundos
que demoran en T.V un spot de la coca – cola.
Y el testimonio es el olvido
entrando a mansalva por el costado
izquierdo de la memoria.
Y sólo quedan las cartas de Cornelio Saavedra,
una armadura del S. XVI,
una fotografía de un cacique de 1890
y el aserrín
con que mañana barrerán el museo.
Datos vitales
Bernardo Colipán Filgueira (Rahue/ Osorno, 1967): Poeta e historiador. Ha sido profesor de Desarrollo Comunitario y profesor de la cátedra de Territorio y Medio Ambiente de la Escuela de Diseño de la Universidad de los Lagos. Entre sus libros de poemas destacan: Arco de interrogaciones y Comarcas. Publica junto a Jorge Velásquez “Zonas de Emergencia”. Antología crítica (Poesía del Sur de Chile). Ediciones Páginadura, Valdivia 1994. “Pulotre: Testimonios de vida de una comunidad huilliche 1900-1950” (Historia). Editorial Universidad de Santiago. Stgo, 1999. Ha sido antologado en: Desde los Lagos: Antología de Poesía Joven, 1994; Antología de Poesía Joven. Ed. LAR 1998; Voces del Silencio, Antología de poesía Joven, 1997; Selección Nacional de Poesía “El Joven Neruda”, 1998. Fue distinguido con la Beca Fondart de creación literaria, 1997 y con la Beca de escritor del Fondo de Fomento del Libro y la Lectura, 1998.
[1] Muerte del Sol
[2] Domingo Quintupurray en “Estudios Araucanos “. Rodolfo Lenz. 1895 – 1897.
[3] “Que crezca la tierra, que crezca la tierra “. Filomena Maripán
[5] Clemente Riedemann.