Otra muestra de poesía argentina No. 12: Sergio De Matteo

Sergio De MatteoEn el marco del dossier “Otra muestra de poesía argentina”, preparado por Carlos Aldazábal, presentamos la poesía de Sergio De Matteo (Santa Rosa, La Pampa, 1969). Su último poemario es “Diario de navegación” (2007). Es editor de la revista Che, Artes y Culturas en Abya Yala, rebautizada Museo Salvaje (2001).

 Para leer la introducción que vertebra esta muestra sigue el enlace

Los adormecidos

En la noche

después que ha caído la lluvia,

cuando aún las hojas están húmedas

se oyen pasos a ningún lado,

damos vueltas alrededor nuestro

y nos extraviamos.

En la noche

donde todavía buscamos a tientas

las gotas transparentes de la borrasca,

nos trazan el camino

para abandonar las sombras

que desconocemos.

En la noche

en que yiran los adormecidos

los vasos colapsan en su propio fondo,

alguien baila en el universo:

rostro de luz y cuerpo de papel.

Hay manos que cierran el llanto.

Nostalgia

Quise llorarme y no pude,
era intrascendente mi hastío ante los ríos fecundos,
las colosales montañas y los austeros desiertos.
Quise llorarme y no pude,
pero seguí avanzando con la espalda rota,
la mirada extraviada, detrás del aullido de los ausentes.
No pude llorarme, ya no quise,
había sido derribado de la torre de mi furia,
vuelto boca abajo con los clavos del desconsuelo.
No pude llorarme, no quise,
pujaban las flores erguidas bajo un sol impetuoso,
y los huesos empecinados iban royendo la tierra,
buscándole el agua a los espantos, a los fuegos interiores.
Quise llorarme y no pude,
y no pude llorarme, no quise;
sin embargo compadecí mi pobreza,
como si fuera una pena macilenta que se cuelga del viento, de los cielos,
reptando en el paraje más solitario del mundo,
lamentándose de la pérdida de lo que no se era dueño.
No pude llorarme, no quise,
aunque quise llorarme, no pude.

 

 

Hoguera

Afirma el peso sobre su coturno,

por las gradas desliza el paso lento,

la criatura huye casi sin aliento

hacia el inquietante sueño nocturno.

¡Implacable busca! ¡ámbito exaltado!

Como de un fino hilo pende el sosiego:

trama que desata el impulso ciego

para dirimir el diálogo ansiado.

Húndese el deseo en luz original.

El tiempo cruje en infame aflicción:

cede el cuerpo en la hoguera universal.

Trazo de claroscuros es la vida;

margen donde no hay fuego sin pasión.

¿Ambiciona aún más la voz encendida?

 

 

Vita nuova

Ardua empresa es aquietar la ansiedad.

La vida ―intensa y mudable bujía―

se va con la tenaz voz que la guía:

alma batiéndose en la tempestad.

El tiempo azoga su espejo solar

y alienta un sueño el paraíso imposible.

El hombre tras amor es nervio endeble:

¡ser ángel ansía ese yaciente y volar!

Las criaturas abrevan en la aurora

del dulce cáliz: ritmo, sed y ausencia.

Lejos van las cuitas en quienes mora,

pues, la fiebre, es herida de añoranza.

Contagia la pasión su ardiente esencia,

lega un destino de inmortal belleza.

 

 

Lascivas

I

En la penumbra

la mirada se extingue,

hace centro

en otro cuerpo contraído

y transpirado;

la boca cae extasiada

en la furia de los ojos,

socava sin ver

en la luz de las manos.

Simientes en el propio ser,

que tiemblan, plenamente.

 

II

La ferocidad de la cópula

indaga sin saber,

avanza como animal herido

desde la opacidad del sueño,

rompe telas y laberintos,

abre puertas al universo;

se agazapa, grita, y después

el silencio es un canto.

 

III

Los dedos

se encrecen

como enredaderas

sedientas

al rozarse sus yemas,

al tocarse sus ansiedades;

ávidos y eróticos

estrujan la tela,

palpan la piel,

se acechan

impetuosos,

cautivos de la tentación.

Los dedos

hurgan el fuego

como si sobaran la vida.

 

IV

Los labios

hilvanados

repetían sus besos,

tejían como las arañas

su nido

de aliento sudado.

a N. V.

 

La Primavera (Botticcelli)

aliento de céfiro

bajo el ramaje de la arboleda,

resuello que viene y continuará perdiéndose

en el cauce del tiempo

que se escurre calladamente;

las manos se hunden en el agua del paraíso

sin consuelo posible,

y los matices, los pliegues, son pálidos,

violentos,

semejante al centro del universo en el oscuro semen

que va repujando el aura de los dioses;

son primaveras fatales

que desfallecen en la vehemencia de los cuerpos,

son danzas en celo a la plena luz solar;

está desnudo, abandonado, pero para el sátiro no existe guía

que contenga su último destino de criatura terrenal,

ni medida que contenga la lujuria que lo acosa,

golpea los flancos contra la dicha efímera,

mancha las flores, ahoga el grito entre silencios y terrores;

ahí el colgajo de frutos transparentes,

el alma sin elevación perfecta,

herida y tan humana;

más allá de las nubes van pájaros

que se alzan sobre las montañas,

mientras tanto huyen los muertos en carros de fuego,

pues en lo ausente aumenta el tamaño de la sombra,

en cambio el espejo lo duplica, la memoria

lo desangra, lo manifiesta, y la escritura lo martiriza;

a toda conciencia le corresponde su propia condena

en donde muerde el polvo, liba la santa gracia,

rompe la cárcel del sueño, apronta la pala en el jardín;

besa a la muerte en esos espíritus afines a la eternidad

El silencio del agua estanca

ya el horizonte se deshace, la piedra
arrojada al agua abandona su centro perfecto
su onda constante y majestuosa
yace en el fondo, horadando el instante
 

el silencio de la arena de la playa que contiene el agua estanca
el silencio de la piedra que descansa sobre la arena de la playa que contiene

[el agua estanca
el silencio que sostiene la propia resonancia en el profundo mutismo
un hombre que se acerca en silencio hacia el agua estanca
un hombre que se sienta en la arena de la playa que contiene el agua estanca
un hombre que toma la piedra que descansaba sobre la arena de la playa que contiene

[aún el agua estanca
el hombre que en algún momento estuvo en sigilo no puede soportar los sonidos

[del silencio
el hombre hace ruido al pensar también con sus manos pero hace mucho más tumulto

[con sus recuerdos
el hombre y los alrededores ya no se hallan en la calma del silencio primordial
el silencio no habita ni puede habitar en un hombre que desea
el silencio es ultrajado por la respiración del hombre que no puede abandonar un mundo

[pleno de reverberaciones
el hombre no tiene paciencia y juega entre los dedos con la piedra que descansaba

[sobre la arena en la playa que contiene el agua estanca
el hombre se pone de pie y mira a la distancia alejándose de sí mismo porque le teme

[a su propio fantasma
el hombre estira la mano en que lleva la piedra recogida hace un instante cuando quería

[descansar del estrépito urbano
el hombre realiza un esfuerzo y arroja la piedra hacia el agua estanca rompe el aire

[rompe el silencio cierra la contemplación
el hombre observa el impacto de la piedra en el agua que estaba estanca se regocija

[por su potencia y puntería por el estallido que deviene en los círculos que se

[expanden como la historia de todos los hombres que han venido a este lugar a

[buscarse y huyeron asustados al verse en el descarnado reflejo que les devolvía

[el agua estanca
el hombre que podría ser cualquiera que esté entre nosotros da vuelta su espalda al agua

[pisa sobre la arena de la playa que contenía el agua estanca y deja el presente

[caerse en el tiempo pasado
el hombre se marcha y retorna la soledad a este lar que permanecerá en silencio

[hasta otro advenimiento para repetir la misma jornada en donde habrá otro

[hombre que tomará otra piedra sobre la arena de la playa que contiene ahora

[una piedra hundida en el caudal arremolinado de lo que era el agua estanca
una piedra que pulsa como un corazón delator en el agudo silencio del universo

Datos vitales

Sergio De Matteo (Santa Rosa, La Pampa, 1969). Ha conducido los programas radiales “En busca del tiempo perdido” (1992), “Música de cañerías” (1996), “Somos lo que buscamos (2007/8), “Espacio Fahrenheit” (2009), “El Estado de las Cosas” (2007, hasta la actualidad). Ha publicado las plaquetas Soles violentos (1995); Absurdo / Absoluto (1996); y los libros Ozono (1997); Criatura de mediación (2005); El prójimo: pieza maestra de mi universo (2006) y Diario de navegación (2007). Miembro fundador del colectivo artístico “Patria de arena” y del “Grupo de la neurona poseída”. Editor de la revista Che, Artes y Culturas en Abya Yala, rebautizada Museo Salvaje (2001). Ha organizado medio centenar de eventos culturales con conferencistas y poetas argentinos y extranjeros. Integra el sello colectivo el suri porfiado. Colabora con investigaciones y artículos en diarios, revistas y sitios web del país y extranjeros.

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