El loco y la Venus. Poema en prosa de Charles Baudelaire

Círculo de Poesía inicia una serie de Poemas amorosos en prosa con “El loco y la Venus” de Baudelaire.  Afirmaba: “Casto como el papel, sobrio como el agua, inclinado a la devoción como una comulgante, inofensivo como una víctima, no me disgustaría pasar por un libertino, un borracho, un impío y un asesino”.
Baudelaire  pensaba “que la frase poética puede imitar la línea horizontal, la línea recta ascendente, la línea recta descendente; que puede, sin perder el aliento, subir en picado hacia el cielo, o descender perpendicularmente hacia el infierno con la velocidad de cualquier cuerpo sujeto a la gravedad; que puede seguir una espiral, describir una parábola, o un zigzag, tratando una serie de ángulos superpuestos”

 

 

 

 

– VII –
El loco y la Venus

 

¡Qué admirable día! El vasto parque desmaya ante la mirada abrasadora del Sol, como la juventud bajo el dominio del Amor.

El éxtasis universal de las cosas no se expresa por ruido ninguno; las mismas aguas están como dormidas. Harto diferente de las fiestas humanas, ésta es una orgía silenciosa.

Diríase que una luz siempre en aumento da a las cosas un centelleo cada vez mayor; que las flores excitadas arden en deseos de rivalizar con el azul del cielo por la energía de sus colores, y que el calor, haciendo visibles los perfumes, los levanta hacia el astro como humaredas.

Pero entre el goce universal he visto un ser afligido.

A los pies de una Venus colosal, uno de esos locos artificiales, uno de esos bufones voluntarios que se encargan de hacer reír a los reyes cuando el remordimiento o el hastío los obsesiona, emperejilado con un traje brillante y ridículo, con tocado de cuernos y cascabeles, acurrucado junto al pedestal, levanta los ojos arrasados en lágrimas hacia la inmortal diosa.

Y dicen sus ojos: Soy el último, el más solitario de los seres humanos, privado de amor y de amistad; soy inferior en mucho al animal más imperfecto. Hecho estoy, sin embargo, yo también, para comprender y sentir la inmortal belleza. ¡Ay! ¡Diosa! ¡Tened piedad de mi tristeza y de mi delirio!»

Pero la Venus implacable mira a lo lejos no sé qué con sus ojos de mármol.

Charles Baudelaire, Poemas en prosa, (Traducción de Enrique Diez-Canedo), Madrid, Talleres Espasa Calpe, 1935.

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