Presentamos el trabajo del poeta colombiano Jorge Valbuena (Facatativá, Cundinamarca, Colombia, 1985). Mereció el Premio de Poesía Revista Surgente, el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de poesía en el año 2010. Actualmente realiza una Maestría en Literatura Hispanoamericana, en la ciudad de Quito.
LA DANZA DEL CAÍDO
El olvido se ha puesto como bandera de cordura
en el filo del abismo
los que miramos al fondo
los que hemos vuelto de él
sabemos que en el filo tan solo la certeza
de nuestra heredad
tiene la capacidad de gobernar
sobre el silencio.
Lo olvidamos
cambiamos de voz y de piel
y al anochecer nos aturdimos
con nuestras tumbas abiertas.
Tarda el hueso en roer su soledad
las pisadas ahogadas en el fango
el caracol cargando su cueva.
Nunca el cordel de la mirada eterna
que despliega su cansancio
en el filo de los días
nunca el ayer tallado en su presencia
vuelve a nacer llevando la premura
de ser el fondo de la vista
la mirada inconclusa al precipicio
el tiempo que interrogan las ausencias
siendo la honda de nuestro propio vértigo
la danza lívida de las caídas.
SER
Lamer de los eclipses, su rosa interior, el éxtasis de anticuario que tiñe los espejos. Llover sobre su tiempo de ángeles consumidos. Calmar el invierno que cae despacio sobre las calles. Ser un eco sideral de otra noche perpetua. Morder un anzuelo en un desierto inhóspito. Ansiar despierto escalar los cinco dedos de mi mano, su abismo blanco, sus abrojos, meditar este silencio y dividirlo.
MURMURIO
en esta sombra
que siempre sigue hirviendo
andrajos de aurora me pronuncian
los rezagos de piel
han quedado reptando sobre el hielo
y a solas
el tiempo
pálido de agonía
se arrastra en silencio
por los candelabros heridos
ENCALLAR DEBIERA SER ASILO
A Hellman Pardo
Con doble ele de labranza.
A qué callar tanto río
tanto acertijo diluviado
hay llanto de tiniebla
entre los soliloquios agrestes.
Lleva ilesa la cerradura
el campanario que arde
en cada una de esas noches incendiadas
amanece un rastro de piel.
La ortiga de los pasos
que habitan las sábanas.
No hay hora que despunte.
Quien descubrió el fuego
descubrió la sombra,
y en los zaguanes donde la hiel acosa
un susurro de ceniza.
Ya no es un rapto de oleajes
esa danza que renacía en el papel,
el mar desemboca en el silencio
y las tempestades
beben de su mano.
A qué callar tantos hilos
en la sordidez de las auroras
esa humareda de llovizna
que te busca en la espesura.
Una boca en el silencio
ladra los nombres de la sed.
La mano busca en el incendio
una caricia antigua.
LOS COLORES DE LA SED
Sabía Arturo Cova
que el lugar donde guardaba el cuchillo
era del mismo color de su piel.
Esperaba que el dolor se durmiera en la sangre
que pasara de sol de los venados
a selva de réquiem, caucho calcinado,
y ese vaho de mujer
con la savia del llanto
soportando el fango del camino,
las palabras áridas de olvido
y una caricia de fuego
que nacía en el fondo de la tierra…
Sabía Arturo Cova
que esa ira era
una semilla sembrada en un revólver
en mitad de la vía
de un disparo eterno.
INVENTARIO
Estas alas sobran
hay un cielo debajo de mí
el sol ha derretido las lágrimas
que sostenían mi silencio
los ciegos flotan
como las lágrimas que salvo
después los desvanece la llovizna.
Este miedo sobra
hay tumbas abiertas
el sol ha derretido las calaveras
que sonreían en mi espejo
los muertos saben
del destino de las palabras
antes de la sequía
estas alas sobran
estos miedos sobran
estas sombras que escriben.
EL TEMOR QUE NOS DESPOJA
Sabemos que bajo las lámparas
Duerme la oscuridad encendida
Es parte de su arrullo dejarnos respirar
El vaho de su alivio
Las noches danzan y agonizan
El silencio es la música que alcanza nuestro polvo
El de los labios enterrados y remotos
El de las manos que predicen un rumor de tempestad
El de los pies que aprendieron a caminar
Aferrados a su sitio
DOLOR PLURAL
El silencio es un mapa
Desde lo alto de sus muros
Se puede ver la geografía sitiada
Resquicios de hiel donde las horas
Abdican de la agonía del tiempo
Más allá un largo trecho
De hormigas angustiadas
Un surco que rodea los accidentes
Del reflejo
Lleva los vidrios que el dolor
Ha ido conservando en sus caudales
Los ríos macilentos de su piel
ESTADO DE SITIO
Ando tus pies con la cautela de los caminos
Guardando cada parte del tiempo
Para los ojos que esperan sobre la cima
Veo los vendavales
Que se aproximan al hurto de las tinieblas
Y vuelve el amanecer sediento de la palabra
Mordiendo las cruces del cementerio
Tallando el silencio
Durmiendo sobre los abedules
Y se hace tarde para nombrarte
Mezclar el humo de las cicatrices
Y dejar el rito
A la deriva del preso
Escucho tus palabras a lo lejos
Y los oídos duelen
A la hora que caen las nubes
Y el sol cierra sus alas
Y somos la hora que duermen los dedos
Sobre la tierra seca.
ABISMOS DEL SILENCIO
“Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
Sin voz y sin color, saben secretos
De las épocas muertas, de las vidas
Que ya nadie conserva en la memoria”.
Vejeces. José Asunción Silva.
I
La piel del cántaro
Ha tejido en sus cicatrices
Un tiempo de humo y de lloviznas
Los huesos que brotan de su cauce
Retornan al presagio
De la resurrección
Bajo el hielo del olvido
Atardecen las cenizas
Hogueras de llanto que ocultan
La desembocadura
II
Las alas han salido ilesas del paraíso
Tumbas
Dolores de tumba
Siembran las sombras
Sin ser aún la despedida
Su epitafio.
III
Somos ese grito que nos viste
Del que resucitamos sin saber que moríamos
Y ahora callamos
Solos con nuestras miradas
Al borde de estas siete lágrimas
Que nos vierten
Ahogados en su edad sin cauce
Hurtando reflejos en las orillas del diluvio
Donde duermen los ecos del primer grito
Y la savia del primer hueso
Que nos liberó
IV
Doscientos gritos errantes
Tumbas y poros en los que sembramos
Nuestra llovizna
Lejos del primer espejo que nos dibujó
Lejos de los labios que nos inventaron
Lejos del rapto y de las agonías
Guardamos cada rastro
Cada trueno
Bajo la tierra que adormece
Nuestra inquietud
Como semillas que ahora invierten
Su raíz en el silencio.
Datos Vitales
Jorge Valbuena (Facatativá, Cundinamarca, Colombia, 1985) Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana, gestor cultural. Su primer poemario “Presos”, recibió el premio Departamental de poesía de Cundinamarca en el año 2008. El mismo año “Los arados del parpadeo” fue merecedor del Premio de Poesía Revista Surgente. Su obra “Péndulos” fue reconocida con el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de poesía en el año 2010 y su poema “Abismos del silencio” fue ganador en el concurso nacional de poesía “Palabra de la memoria”. Participó en el XIV Encuentro Internacional de Poetas en Zamora, Michoacán, México. Colabora como corresponsal en la revista REDDOOR de New York. Actualmente realiza una Maestría en Literatura Hispanoamericana, en la ciudad de Quito. Forma parte del colectivo literario La Raíz Invertida.