En el marco del dossier Poesía boliviana actual, preparado por gabriel Chávez, presentamos el trabajo del poeta Benjamín Chávez (1971). En 2006 mereció el ganó el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal. Ha publicado los poemarios Prehistorias del androide, Con la misma Tijera, Santo sin devoción, Y allá en lo alto un pedazo de cielo, Extramuros, Pequeña librería de viejo.
Íntima
Llaman otra vez a la puerta
y en la luz azul del televisor
sigo a la deriva.
No, hoy no estoy para nadie
para mí mismo
no estoy.
Como una tallada imagen de culto profano
atesoro ofrendas a mis costados.
Conmigo quedan selladas las quietudes.
Así, por ejemplo:
¿significa algo esta esfera jugosa
o es sólo otra inútil fruta
en la bandeja del harto?
Condición de vampiro
Tras una inútil noche en tránsito sanguíneo
—la temblorosa piel—
—el quejido mínimo—
oficio el cándido ritual de abrir sobres a mordiscos.
Desde una atmósfera intensa,
cartas que hablan de lejanos países
me seducen, me vencen.
—¡Vuelve hijo mío!—
firma mi madre.
En un arrebato
retomo las infusiones medicantes
la dieta del ajo
la abstinencia…
pero es inútil;
mis sendos colmillos muerden
una y otra vez mi destino:
velar sueños ajenos es mi condena.
Tortuga
Contemplo el paso de las horas
sin ferocidad ni resignación.
Las vidas de los hombres
—perdidas o no—
me tienen sin cuidado.
El planeta se apoya en mi espalda,
mi lentitud es un premio.
Poema número mil para una mujer que jamás leyó ninguno
Después de mil noches anclado en la bahía del correo,
Después de 999 poemas devueltos
En sobres sin abrir,
Te fuiste diluyendo
Como el agua o el viento.
Es que no quisiste perderte en mi bosque
Y rodeaste todos los caminos.
Después de traerte la flamígera espada
Del ángel que custodia el paraíso,
Desenterrar un meteorito
Para compararlo con tus ojos.
Después de la tierra, el sueño
La caída de tres dinastías y un imperio
Te escribo este último poema
Con método de hormiga laboriosa
Cuyo único salario
—No pequeño—
Será
El sosiego de terminar este desvarío
Con un número redondo como el sol.
Ojos de pez
Ondas en el estanque
eso, sólo eso
mi universo.
Una piedra arrojada
de la vida.
La ola
La eterna ola retorna
siempre retorna.
Ella
oscura y obstinada
ensimismada en su círculo
hacia el intocado muro
a mi sed
a su eternidad.
La espera
En la terraza de la vieja casa
el abuelo seca sus huesos al sol.
La radio
relatando un partido de fútbol
da cuenta de las palabras
que le vieron crecer.
Piel de serpiente en plena muda
el idioma se descascara
cada tarde
cada muerte.
La débil música de las suaves cosas
En la alta noche
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
son las que están
las que estuvieron por siempre / calladas
y hoy
complicidad contenida
nos susurran
una familiaridad irresuelta.
Poema final para una antología
Frente a mi
hay un libro abierto
una mujer
el eco de una guerra cíclica
una bandera transplantada
la llamada de la línea del horizonte
un cielo generosamente abierto
un camino al centro del bosque
miles de músicos tocando inagotables
una triunfal sinfonía inmensa
o la íntima música que me levanta cada día
Algunas —muy pocas—
certezas para un débil soplo
que generalmente pastan libres
fuera de mi vista
en el inmenso prado de todas las cosas.
Y los poemas como mares
o como granos de arena y pedrería celeste.
Frente a mi también hay
el bullicio de los amigos
ciertas tardes llenas de sol
de ciudades
colinas
rostros
la contemplación reflejada en los estanques de la memoria,
El caminar de gente que no conozco
algo que se dicen, un gesto que los muestra dignos.
Y no por último,
algunas dudas
perdidas en el fondo de un baúl trajinado.
Un mirar de frente a los hombres
y otra certeza —ésta del corazón—
apaciblemente recostada a los pies de mi cama:
El mundo es un sitio para amar.
Datos vitales
Benjamín Chávez (1971) Poeta boliviano. Tiene siete libros de poesía publicados: Prehistorias del androide (1994), Con la misma Tijera (1999), Santo sin devoción (2000), Y allá en lo alto un pedazo de cielo (2003), Extramuros (2004), Pequeña librería de viejo, con el que ganó el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal (2006) y Manual de contemplación, Antología personal (1ra. ed. 2009. 2da. ed. 2010). Su obra ha sido recogida en diversas antologías y ha publicado textos en revistas de varios países.