Fernando Arredondo Ramón nos acerca a la poesía de Joaquín Antonio Peñalosa (San Luis Potosí, 1921-1999). Fue poeta, académico de la lengua y sacerdote. Fue poeta, ensayista y periodista. Cultivó también la hagiografía y la prosa de temas cristianos.
Río Paisano, poesía imprescindible
Recientemente se ha publicado un poemario póstumo e inédito de uno de esos autores tan imprescindibles, como poco conocidos. Se trata del mexicano Joaquín Antonio Peñalosa, todo un hijo de su tiempo, ni más ni menos que la segunda mitad del siglo XX. El título del libro: Río Paisano, que toma su nombre de uno de sus poemas, “Testamento de la abuela”, un guiño a “Pequeño testamento” de Miguel d’Ors, otro de esos poetas imprescindibles, que tiene en común con Peñalosa una difícil asequibilidad en la lectura de sus versos. No en vano fue él quien dio a conocer su poesía en España.
En la entradilla del libro, otro guiño, esta vez a Virgilio, en quien personifica su inspiración clásica. Virgilio es para Peñalosa, con palabras de Dante, “aquella fuente de quien mana tal río de elocuencia”, tal río como este que ahora leemos, paisano e íntimo amigo de Joaquín Antonio; río que nos deja como herencia y que bien podría ser una versión inédita y resumida de toda una vida de desbordante producción poética.
Acercarse a las riberas de este libro fluvial es hacerlo al testamento que Joaquín Antonio Peñalosa nos dejó, como la abuela de su poema hizo con las niñas, a quienes otorgó su
paisano el río,
mi hermano el río,
me quería, me retrataba, ondulaba mi cabellera.
Los versos de estas páginas son las aguas en las que un anciano Joaquín Antonio dejó los últimos reflejos ondulados de su alma, como un retrato, que llegan ahora hasta España, donde por primera vez se publica un poemario del ilustre poeta potosino.
No llegó a ver Peñalosa la edición impresa de este libro, escrito entre 1997 y 1999, año de su fallecimiento. Apenas treinta poemas que vienen a ser una breve summa de sus conocimientos líricos y muestra de las claves de su generación poética. Río paisano posee una madurez formal y lírica equiparable a títulos suyos bien conocidos y divulgados, que han sido objeto de diversos estudios. Sin duda, se trata de una lectura fundamental, que recoge toda su trayectoria poética, la cual se expone breve, pero concienzudamente, en el prólogo del libro, realizado por el filólogo granadino Fernando Arredondo.
La publicación de esta última obra de Peñalosa se la debemos al editor sevillano Fidel Villegas, que consolida así su colección de poesía Cuadernos de Poesía de Númenor, una selección muy cuidada de autores de ayer y de hoy, españoles o no, que esperemos que siga enriqueciendo el mercado de la lírica en nuestro país.
Fernando Arredondo Ramón
TEORÍA DE LA MANO
Graduada en la Escuela de Idiomas,
todos tus gestos hablan
ninguna lengua ignoras
ni las vivas, muertas o por morir
diccionario políglota, móvil y parlante
intérprete de turistas alucinados
semáforo que iluminas los episodios del amor:
ven, espérame, vete
tratado de lógica que afirma, niega o duda
sin ti serían los pianos, cajas mortuorias
por ti a un trozo de mármol le salen alas
flor de cinco pétalos en el tallo del brazo
alta gaviota que a los viajeros despides
un apretón de manos es un kilo de amor
y un golpe en la tribuna es un golpe oratorio
despiertas a los padres de la patria
la muerte entre por la mano
la saluda y la enfría.
18 Octubre 1998
TESTAMENTO DE LA ABUELA
Arrímense, hijos,
junten también a los niños,
ay, este nublado de ojos,
quiero sentir cerca su resuello.
Pobres fueron mis abuelos
y más pobres mis padres
y ustedes más
y así hasta el fin de los siglos.
Les dejo la selva que nos sustenta
y la caída de agua,
nunca se negó a llenar los cántaros.
A ti, como mayor, te entrego la familia
no desgrane la granada su roja pedrería
y a ti, Juan, te doy la ceiba
cuelga ahí tu hamaca
cuando llegue el perro del mal
de la canícula.
A las niñas les entrego las mariposas
para que jueguen a “hilitos, hilitos de oro”,
les dejo a mi paisano el río,
mi hermano el río,
me quería, me retrataba, ondulaba mi cabellera.
Las palomas son para Lupe,
lindas como trocitos de luna,
rondaban mi cama por las tardes
nunca supe si para arrullarme
o no querían que me durmiera.
El azul no hace ruido cuando amanece,
ni ustedes ahora que me entierren,
no lleven guitarras ni desperdicien las lágrimas,
guárdenlas para cuando el amor se vaya.
Todos nos vamos, todos,
cuando los huesos se enfrían.
La muerte, el entierro,
son cosas de la vida.
28 diciembre 1998
AUNQUE ES DE NOCHE
No es mía la noche
de vasos rojos y de besos rojos.
Ni siquiera la noche que amortaja
conciencia y ojos en el camposanto del sueño.
Mía es la noche del suero
que eterniza la gota y el quejido
La noche del asfalto del trailero
que soporta con café y con aspirinas.
La noche de las redes que acechan
los jardines flotantes de los peces.
La noche de los relámpagos
que aluzan entre abismos
el paso de la mula y del indio.
La noche de vendimia de mujeres,
a elegir esclavas a precios razonables.
Mía la noche con olor laboral de obrero;
si la fábrica para, para el universo,
¿y el obrero, qué?
La noche rodante del metro
donde los sin-techo cabecean,
el mismo tabaco, la misma ruta.
Mía la noche de los barrotes,
prohibida la entrada a la luna y la justicia.
Tantos son los expertos de la noche,
tan pocos los centinelas del alba.
17 noviembre 1998
EPITAFIOS
1
De un puente
Fui el arco de triunfo
de un agua clara con sonido.
2
De una florecilla del campo
No fui sino una gota
de pintura amarilla entre la yerba
que no me dejó levantar cabeza.
3
De una rosa.
Peregrino,
detente ante la inmortalidad,
la rosa vive sin término
en las hojas del rosal
o en las hojas del poeta.
4
De la tarde
Acosté al sol dormilón,
levanté a la estrella con túnica
de jacintos y esmeraldas.
5
De un cirio
Me consumí
de tanto llorar
en este valle de lágrimas.
MUERTE NO ES MORIR
Si ya vas a venir, hazlo más tarde,
aunque mi luz apenas parpadea,
no es que a vivir me aferre, no es que crea
que convertirme en polvo me acobarde.
En mi invierno, el jardín florece y arde
y, a pesar de mi noche, el sol flamea;
deja que se retarde tu tarea,
deja mi río y que tu mar aguarde.
Pero si no seré jamás lo que persigo,
si del árbol de ayer quedó una astilla,
a qué esperar la muerte tan sencilla.
Mi llaga en paz y mi cizaña en trigo,
Dios besó al pecador en la mejilla,
y muerte no es morir si estoy contigo.
Datos vitales
Joaquín Antonio Peñalosa Santillán, nace en San Luis Potosí, México, el 9 de enero de 1921, en pleno desarrollo de la Revolución mexicana. Llegó a ser profesor universitario, académico de la lengua y sacerdote de actividad insaciable. Su producción literaria abarca distintos géneros. No sólo escribe poesía, sino que cultiva la prosa poética, el ensayo y el artículo periodístico. En total, más de 140 títulos. Entre ellos se cuentan 11 libros de poesía, estudios sobre autores del Siglo de Oro, escritores mexicanos de ayer y de hoy, antologías poéticas, ensayos sobre México y los mexicanos, libros de espiritualidad cristiana, vidas de santos y curiosos folletos, que abarcan temas tan dispares como la oratoria o el matrimonio. Como el mismo Peñalosa dirá, se trata de “todo un caso de paternidad no responsable”. Fallece en San Luis Potosí en el 17 de noviembre de 1999.