Sobre Religión sin redención. de Luis Martínez Andrade

Libro Luis

 El sociólogo César Osorio Sánchez, docente de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, reseña el libro de nuestro colaborador Luis Martinez Andrade Religión sin redención. Contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina, quizá uno de los libros de sociología más reseñados durante el pasado reciente, y que fue pensado en países como Francia, Argentina, México y Colombia.

 

 

 

Religión sin redención. Contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina, Ediciones de Medianoche-Universidad de Zacatecas, 2011. 188 p. del sociólogo mexicano Luis Martínez Andrade

 

César Osorio Sánchez[1]

 

La crisis civilizatoria del capitalismo transnacional, que se ha desnudado con la violencia de sus síntomas económicos, políticos, sociales y ecológicos en los últimos tiempos, ha suscitado en el ámbito de las ciencias sociales un renovado interés por el análisis de las incongruencias del proyecto moderno capitalista, con miras a proyectar nuevos paradigmas de organización de la vida colectiva. Estos vientos de búsqueda están animados por necesidades tales como; lograr una comprensión total del tránsito histórico de los problemas que en la actualidad desbordan el marco de las instituciones del momento histórico; revalorar las caracterizaciones críticas que han esclarecido las incongruencias que soportan el sistema de organización social; y recuperar el pensamiento utópico que sigue estimulando las luchas epistémicas y sociales. El impulso y pertinencia de estas tareas, se puede observar en un movimiento renovado por la recuperación de las fuentes del pensamiento crítico latinoamericano, que en este caso, se observa en la obra Religión sin redención. Contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina.

En la conmemoración de los 150 años del manifiesto del partido comunista, el historiador Erick Hobsbawm destacaba tres aportes medulares de esta obra del pensamiento universal, en especial para quienes pese a los vaticinios del fin de la Historia insistieran en construir análisis de la realidad comprometidos con  las luchas epistémicas, sociales y políticas que demarcan las contradicciones constitutivas del orden social contemporáneo. En primer lugar, invitaba a combatir la lividez mediática, a superar las miradas coyunturalistas del “nuevo orden mundial”, y para ello proponía recuperar los análisis de larga duración que dieran cuenta de la trayectoria histórica de las contradicciones del capitalismo. En segundo lugar, llamaba a observar los procesos de cambio social tomando distancia de las perspectivas deterministas que eclipsan el papel del actor social y de las utopías en la transformación de la realidad, y para ello proponía comprender el cambio como la expresión de propuestas filosóficas y opciones éticas que han logrado trascender a la práctica política. En tercer lugar, destacaba la necesidad de identificar de qué manera los problemas del presente no son una fatalidad insuperable, y que por el contrario, encuentran una interpelación en discursos subversores que responden a las necesidades de los sujetos y  nuevos problemas del momento histórico[2].

 

A la hora de abordar el libro Religión sin redención: Contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina, el lector encontrará que tales invitaciones lejos de ser meras declaraciones programáticas, se pueden cristalizar con esfuerzos sistemáticos de análisis que, como en este caso, se nutren de la sociología, la historia, la filosofía y las teologías críticas. En el libro en referencia se encontrará que este dialogo disciplinar responde a preguntas tales como: a) ¿Cuáles son las dinámicas socio históricas que inciden en la persistencia del patrón colonial de dominación en las sociedades latinoamericanas?; b) ¿De qué manera este patrón de dominación ha construido unas visiones legítimas del mundo que se expresan en instituciones políticas, económicas y culturales?, y c) ¿Qué tipo de respuestas han florecido desde la orilla del pensamiento crítico para anunciar propuestas civilizatorias que rompan con las dinámicas de dominación, control y explotación que caracterizan el sistema mundo/moderno/capitalista?. Es una obra que se inscribe en un esfuerzo histórico por mirar a Nuestra América como escenario que ha padecido las consecuencias materiales y espirituales del eurocentrismo, pero que a su vez,  ha sido un campo pletórico de búsquedas de una racionalidad emancipatoria frente al modelo civilizatorio expansivo del capital.

 

Colonialidad del Poder, capitalismo y modernidad

 

Con relación a estos propósitos, el autor construye una lectura crítica que articula la comprensión del proyecto moderno hegemónico,  la dinámica universalizante del capitalismo y la colonialidad del poder. De entrada, valiéndose de los aportes de Inmanuel Wallerstein, Aníbal Quijano y Enrique Dussel –entre otros- , destaca que la constitución del sistema mundo, el advenimiento de la modernidad y el surgimiento de la colonialidad del poder, deben comprenderse como fenómenos sociohistóricos coetáneos, los cuales estuvieron atravesados por prácticas de dominio desplegadas por las clases dominantes metropolitanas y continentales. La conjunción histórica de estos procesos determinan en primer lugar, el desarrollo de lógicas de expoliación de la naturaleza y de sobreexplotación de la fuerza de trabajo, que se justificaron en un sistema de clasificación social, territorial y racial. De acuerdo con esta taxonomía de corte colonial, los nuevos territorios y las poblaciones nativas se constituyen en el objeto de un paradigma de progreso que porta en sus entrañas la justificación de la violencia contra el colonizado, la imposición de nuevas modalidades de esclavitud y de servidumbre, y que se basa en la libre disposición del territorio mediada por el sojuzgamiento de las formas de organización social que confrontaron el proceso de la invasión.

 

En este caso, resulta fundamental señalar que estas dinámicas están en la base de la extensión del proyecto civilizatorio del capitalismo, el cual requiere para su consolidación histórica, tanto la interconexión de los mercados-mundo, como un escenario real de explotación de la naturaleza y de subsunción de la fuerza de trabajo. La paradoja que salta a la vista en este caso, es que este proyecto basado en lógicas de violencia directa no hubiese sido posible sin unos discursos sustentados en una vocación emancipadora, sin unos imaginarios que permitiesen sustentar la inevitabilidad de la invasión, entendida esta como un paso necesario, de entrada a la civilización, para empujar a la trascendencia histórica a las poblaciones nativas que permanecían en un estado pre-civilizatorio. La universalización de una idea de superioridad geopolítica y racial encontró su correlato en el discurso liberador del salvajismo, el cual sentó las bases para institucionalizar el tratamiento de la diferencia a través de la discriminación, la exclusión y la imposición de las construcciones simbólicas imperiales.

 

En segundo lugar, cabe resaltar que desde la postura analítica del autor, las implicaciones de esta dinámica trascienden la órbita de lo económico, trayendo profundas implicaciones en la constitución de la estructura social y en el ámbito epistémico. En tal sentido, la división racial del trabajo, va de la mano con la constitución de una alteridad negada, con la invisibilización de las formas de organización y de producción de la vida material y simbólica colectiva del mundo indígena. En palabras de Luis Martínez: “ A partir de la conquista de América se instauró una nueva relación de poder no solo en el plano social sino en el nivel epistémico. A partir del siglo XVI asistimos a una lucha de imaginarios (colonizadores y colonizados) en constante transformación. Los colonizadores tratan de imponer su imaginario por medio de la religión, para posteriormente inculcar sus propios valores, Welstanschauung, cultura y moral”[3].

 

La colonialidad persistente.

 

Frente a estas realidades, el análisis destaca que, los posteriores procesos independentistas no condujeron a una emancipación total, que diera cuenta de las distintas dimensiones del dominio colonial. Aunque las dinámicas políticas inscritas en la apuesta independentista implicaron un cuestionamiento al patrón de dominación colonial, tales procesos no redundaron en una liberación política, cultural y económica. La asunción del paradigma civil de los países centrales del sistema mundo, no repercutió en una superación de la colonialidad del poder. Por el contrario, este patrón de dominación se afianzó bajo el predicamento y racionalidad del Estado-Nación, el cual fue asumido como máximo paradigma de organización de las relaciones políticas, sociales y de transito a la modernidad. La emulación eurocéntrica de la arquitectura jurídica, política y cultural del Estado Nación significó un costoso aplazamiento en la tarea de edificar escenarios de organización del poder acordes con las reivindicaciones de los pueblos oprimidos en el periodo de la conquista. Así mismo, esta dinámica sentó los cimientos de una esquizofrenia no superada en la realidad latinoamericana: la coexistencia del liberalismo político y jurídico con estructuras sociales asimétricas, desiguales, con marcos de ciudadanía restringida que reproducen los sistemas de clasificación social y racial del orden colonial.

 

Atendiendo este problema, destaca el autor que “la colonialidad del poder iniciada en el siglo XVI se consolidará en el XIX posterior a los procesos de independencia. Quijano señala que el segundo momento de la colonialidad del poder se expresa en la construcción de los estados-nacionales. La formación del estado nación en América latina es otra expresión no solo de la colonialidad sino de la lógica del sistema mundo. Quijano sostiene que durante el proceso de organización de los estados nacionales se excluyó a la mayoría mestiza, negra e indígena de las decisiones reales de dicha formación. El núcleo criollo asumió el control de los estados nacionales. El paradigma colonizador se traslado de la península ibérica a Inglaterra, Francia y Alemania. No hubo independencia real en los sentidos del término sino una transfiguración en el horizonte colonial”[4].

 

Con esta caracterización de la constitución política y social latinoamericana, no resulta fortuito que una de las demandas que sigue teniendo vigencia en el horizonte reivindicativo de los movimientos y procesos populares en América Latina, lo constituya  lugar, la igualdad y el reconocimiento exigidos por los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes. La continuidad de estas luchas refleja el profundo impacto de la colonialidad del poder, ponen de relieve que los valores de la modernidad hegemónica y  la constitución asimétrica del sistema mundo capitalista en las sociedades latinoamericanas aun no han sido superados. La pertinencia del análisis radica en que ubica esta dinámica como un aspecto que ha acompañado el desarrollo de las formas hegemónicas de la política y de la cultura en una historia de larga data, lo cual ha significado la acumulación de contradicciones no tratadas, las cuales son centrales en la proyección de proyectos políticos emancipatorios para Nuestra América.

 

Tales procesos dejaron una huella profunda que ha servido de sustento para las prácticas de dominio neocolonial que han acudido al ejercicio de la violencia, a la imposición de directrices de desarrollo económico, a la afirmación de poderes imperialistas con capacidad de ocupación y control real de territorios, así como al aplazamiento de marcos políticos coherentes con la diversidad cultural. Con el retrato que construye el investigador sobre las raíces de los modelos institucionales latinoamericanos, resulta difícil asumir como meras casualidades las estrategias hemisféricas de seguridad nacional, la asunción acrítica de las orientaciones transnacionales de organización de la economía, los regímenes de excepcionalidad permanente en los países del hemisferio, así como las cíclicas cruzadas militaristas que se expresan en organismos y estrategias de control en cabeza de las potencias hemisféricas. La colonialidad del poder que subyace a las manifestaciones del capitalismo en Nuestra América, sugiere la vigencia de una apuesta real de descolonización, que implica repensar los alcances y limites de los estados nacionales configurados como marco para el ejercicio del poder social, de afirmación de la autonomía y de entronización de un nuevo concepto de ciudadanía que integre a quienes han sido lanzados afuera de la comunidad política liberal.

 

Aunado a lo anterior, el trabajo destaca que las consecuencias de estos procesos socioculturales no solo se expresan en el ámbito de las instituciones políticas, sino en los paradigmas de progreso que se encumbraron en las figuras representativas del mercado en las sociedades latinoamericanas. El análisis del autor sobre los centros comerciales como figuras paradigmáticas del discurso colonial, da cuenta de cómo la colonialidad del poder se expresa no solo como patrón de dominación en la organización de las instituciones políticas, sino que configura un sistema de pensamientos, percepción y acción con capacidad de darle sentido a las prácticas cotidianas, como imaginarios y representaciones sociales que habitan en el sentido común y que son re-producidos en el nivel de los escenarios sociales de la sociedad del consumo. Las relaciones sociales en la periferia latinoamericana expresan la asunción del paradigma del consumo, de cercanía y pertenencia a los modelos estéticos dominantes como un mecanismo de distinción, para marcar diferencias, distancias culturales, el cual se corresponde con la masificación del american way of life como modo de vida deseable e incuestionado de participación en la esterotipia colonial hegemónica.

 

En tal sentido, resalta el autor que “el centro comercial es un objeto discursivo central en la narrativa hegemónica colonial. Por una parte participa en la configuración simbólica del imaginario societal y, por otra, consolida la influencia del capital transnacional en la cotidianidad de los sujetos. La sociedad de consumo se nos plantea como un ideal básico para un mundo desarrollado democrático y, sobre todo, civilizado”[5]

 

Utopías, liberación y pensamiento crítico.

 

Con este mapa de algunos de los mecanismos más notables de afirmación de las lógicas de poder neocolonial,  resulta vital destacar, que no obstante la intensidad y profundidad  de estas dinámicas, la esperanza no ha sido derrotada en el terreno cultural, epistémico y político. En la historia latinoamericana resalta la continuidad de aspiraciones que reinventan racionalidades, imaginarios, que se anteponen a la fatalidad de la sumisión y el arrasamiento. Tales racionalidades, proyectos y utopías se han traducido en dinámicas de acción de resistencia como las que se expresan en los movimientos sociales, así como en discursos filosóficos que reivindican la razón “como arma de lucha contra las verdades fetichizadas del sistema”. En propuestas como las de transmodernidad, pluridiversidad, biocivilización y ecosocialismo, la utopía cobra cuerpo en pensamiento crítico revelador de los mitos fundantes de la modernidad capitalista, es decir, como cuerpo de ideas orientadas a derruir los cimientos de la dominación para proponer nuevos senderos civilizatorios.

 

En el caso de los movimientos sociales, estas luces utópicas se observan en dinámicas reales de lucha por el poder social caracterizadas por enarbolar la apropiación del territorio; la autonomía con relación a las viejas prácticas políticas estadocéntricas; la identidad como fundamento de crítica y superación de las nociones eurocéntricas de la ciudadanía. En este mismo sentido, la validación  epistémica de los saberes populares en procesos de educación crítica, en escenarios propios de reconstrucción de la memoria, constituyen estrategias y procesos que indican que la reinvención de las utopías no cesa.

 

Al llegar a este punto, el autor presenta un interesante diálogo de algunas de las figuras más representativas del pensamiento crítico contemporáneo: Bloch, Boff, Dussel, Zizeck y Lowy. La pertinencia de este dialogo es que pone de relieve la necesidad de un proyecto ético, que beba de las fuentes universales del pensamiento crítico, y en que logre superar la artificiosa diferenciación del hombre y la naturaleza. En momentos como el actual, en el que la crisis estructural del capitalismo expone las contradicciones más profundas que habitan en su seno, el principio esperanza emerge como postulado ético y llamado a la acción política radical, “la portentosa eclosión del Principio Esperanza radica en mostrar articuladamente los efectos  más perversos del capital: la ominosa situación de miseria y el terrible ecocidio. El Ecosocialismo como utopía concreta debe pugnar por la emancipación social y por la liberación del planeta. Desligar las luchas políticas y sociales de la cuestión ambiental sería un erro fatídico. La Tierra debe ser liberada y el látigo del hambre eliminado” [6]

 

Con estas reflexiones, el análisis histórico de procesos hegemónicos y utopías pone de presente que la construcción del saber y de la política es un proceso en el que la contradicción y la lucha está presente, y que en momentos en los que la integridad del planeta está en juego, la articulación de saberes y prácticas libertarias tiende a constituirse en un imperativo ético y político. Todo indica que las tareas signadas por los precursores de la revolución epistémica latinoamericana, como Pablo Gonzales Casanova, Ruy Mauro Marini, Orlando Fals Borda, y el propio Paulo Freire siguen vigentes, la generación de pensamiento crítico convoca a posturas igualmente críticas y radicales que puedan testimoniarse en nuevos análisis, en lecturas que den cuenta de la historicidad de los problemas, así como de las utopías que le dan sentido a las luchas por el poder social en América Latina.

 

Reseña publicada en Virages: Revista de Antropología y Sociología, 2011, No. 13, Universidad de Caldas, Colombia, p. 355-363.

 

 


[1] Abogado y Magister en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.

[2] HOBSBAWM,  Erick. (1998). Introducción al Manifiesto Comunista en El Manifiesto Comunista. Ed. Crítica. Págs. 21-27.

[3] MARTINEZ, Luis. (2011) Religión sin redención. Contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina. Ediciones de Medianoche-Universidad de Zacatecas. Pág. 39.

[4][4] MARTINEZ, Op cit. Pág. 56.

[5] Op cit. Pág. 107

[6] Op cit. Pág. 127.

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