Un poema sobre la poesía, de Xavier Oquendo

Xavier OquendoEl poeta ecuatoriano Xavier Oquendo (Ambato, 1972) es quizá el mayor promotor de la poesía ecuatoriana de nuestros días. Ha preparado y promovido antologías de la poesía de su país en México, España e Italia. Asimismo coordina el festival Poesía en Paralelo Cero que lleva poesía a distintas ciudades de Ecuador. Aquí un poema de Oquendo a propósito de la poesía, fundamento de su actividad.

 

 

 

EL CANTARO LLENO

 

A mis amigos, los poetas de Paralelo Cero 2012

 

Aquí estamos, poesía

tú, más el yo mismo que me desboca.

Tú y las plantaciones de verde que hemos culpado a Dios de todo esto,

pero has sido tú la que hizo el paraíso.

Tú creaste al Sabio Salomón desde el amor inhóspito

tú abrazaste a la roca donde edificarán tu templo.

Tú le diste la vuelta al mar, a sus costuras, a sus espumas.

Tú inventaste al cielo y en él a la luna,

tú le diste sabor a los cráteres, a los agujeros negros.

Tú has sido portadora de la bacteria que inventó lo imposible.

Tú fuiste antes que la filosofía. Tú germinaste en el polen.

Tú fuiste haciéndote piedra de la estatua.

Tú fuiste mi abuelo, mi padre, mi motivo.

Tú eres la razón del beso divino

con que uno conoce ese campo ondulante del amor.

Tú estuviste visitando la casa de Heráclito

cuando el río cruzaba dos veces.

Tú has hecho que mire el desierto y lo riegue,

que me asuste de lo bello,

que me dé miedo el sol. Que le tiemble al infinito.

Que mire el Cotopaxi y me retuerza,

Tú me diste el asombro. Me diste la savia elaborada

de los campos. Tú que estás siempre. Que no traicionas, que no mientes.

Que no tienes pudor ni con los otros.

Tú que complaces, que regurgitas en cualquier estado, en cualquier forma.

Tú que relames lo que quedó de la poesía luego de Borges, de Vallejo, de Cernuda.

Tú que miras de reojo a los de la inmensa minoría.

Tú que no tienes prejuicios, ni formas concretas. Ni concreción de nada.

Solo eres tú, una suerte del modo de ver. Un instante que se alarga con lo extra poético.

una especie venida a menos. Un rictus de unos pocos. Un sonido que no tiene decibel.

Porque eso no existe. Ni existe el vino que te consagra, ni la hostia. Ni la leche. Ni el sonido.

Porque tú, no sé cómo, estás como petrificada en mí. Estas como si fueras el uno.

Porque eres la mejor orquídea que tengo. La mejor primavera que se me ha pasado.

Porque eres el mejor muro donde se lamenta. El mejor templo para fructificar las ausencias. Porque eres el siquiatra. Porque estas como ida, como trastornada, como loca.

Porque al fin podrá decirse que contigo soy otro. Y que otro es yo.

Porque lo dijo hace años ese Rimbaud que te odio hasta la muerte.

Que no quiso nada más contigo.

Porque le pusiste cachos, porque te hiciste la tuerta, la muy diva, la pescueza, la mamita, la ricaza.

Pero así mismo es, porque tú inventaste a Dios, a Demócrito, a Buda.

Porque tú hiciste el occidente de los mitos. Porque Zeus es un poema tuyo. Y Afrodita.

Porque atrás de ti está el origen.

Porque el Eclesiastés y el Coram son ese poema que escribiste cuando estabas aburrida.

Por eso eres un montón. Un saco, un quintal de líos. Una alforja de bazofias, de alusiones.

Por eso haces que mis amigos, que mis enemigos, que mis impresiones sean hechos que estén barnizados por tu nombre.

Por eso es.

Y no por otra cosa.

Aunque también podríamos ver la posibilidad de darnos tiempo. De no sabernos juntos. También habría como hacer una zanja, una grieta, no una cripta, pero sí una terapia intensiva, donde le hagamos saber al mundo que lo nuestro es para siempre.

Para mí siempre pequeño,

para mi siempre dialéctico,

para mi siempre frenético,

para mi siempre inaudito,

bajito, chiquito, nadita.

 

Por eso poesía no te regodees, que no vas a triunfar. Hay días en que estoy que exploto.

Que me denoto.

Y eso no le hace bien ni a tus costuras de significante ni a mis impulsos de significado.

 

Pero así es esto.

Así me lo confesó una poeta: que “somos raza” los que pintamos la vida bajo tu nombre.

Que somos gueto, que somos jorga, que llave somos, que panas, que ñaños, que cuates somos, que estamos juntos, que somos yunta. Que no soltemos las amarras.

Y en otras veces: que somos nadie, que en el mercado no somos ni el cambio,

que somos hippies, que burla somos, que pez incomible, que aire sin viento somos.

 

Igual nos quedamos aquí, porque nos necesitamos:

el poema se necesita en el poeta. Aunque eso no es la poesía.

 

Yo necesito saberte allí en los libros, en los poros de los otros perdedores.

En los cuadernos sin alma del otoño, en los corredores que sugieren sombras.

En las fotos de mi padre.

En los almuerzos solitarios, en esas penurias, en esas angustias,

en estas cosas que parecen dibujos de Miró.

 

Así no más con esto de la raza, con esto del poema, con esto de las palabras que se parten.

Con esto de estas presencias.

 

Para lo demás. Lo que queda adentro. Lo que no salió, pero que palpita, pero que suscita, pero que incita, solo hay que esperar que el cántaro se llene.

Y que Dios no quiera que el diluvio se haga. Que la poesía si lo resistiría. 

 

 

 

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