Manuel Parra entrevista a Martín Gambarotta

El poeta y narrador sonorense Manuel Parra Aguilar (1982) nos presenta una entrevista con el escritor argentino Martín Gambarotta (Buenos Aires 1968), uno de los referentes de la poesía argentina contemporánea vinvulada a Diario de Poesía. Es autor de los poemarios Publicó Punctum (1996, Libros de Tierra Firme), Seudo (2000, Vox) y Relapso+Angola (2005, Vox).

 

 

 

Martín Gambarotta: Hacer algo diferente cada vez

 

Autor medular de la poesía que se está escribiendo en la Argentina, Martín Gambarotta (Buenos Aires; 1968) pertenece, junto a Washington Cucurto, Fernanda Laguna, Fabián Casas, entre otros, a una generación de escritores que comenzaron a publicar en los años noventa. Con su propuesta poética, Gambarotta demuestra que se puede ser el mismo a la vez renovarse en cada libro. En esta entrevista, el autor de Para un plan primavera, su última plaqueta editada en 2011 por VOX, detalla lo que significó existir en un momento crucial para la literatura argentina: los maravillosos años noventa.

 

Los noventas: causas-efectos

Es difícil adivinar un después de los años noventa en la literatura argentina. Si bien hubo muchos sucesos, literarios y no, los noventas todavía se siguen discutiendo en el buen sentido; no son algo instalado como podría parecer. Para los entendidos, la camada del noventa puede haber sido algo del momento. Sin embargo aún no se puede ver algo posterior a esa camada que autorice decir: “Lo siguiente es tal cosa”. Cuando algo se vuelve llamativo, sin abrir un juicio de valor, a lo que viene después le resulta más difícil afianzarse, mostrarse o diferenciarse. Todavía no hay una muestra tan marcada o lineal –porque tampoco es que tenga que ser algo lineal– de lo que tenga que venir después, específicamente en poesía.

Pareciera que la influencia de los escritores que dieron a conocer su obra en los noventas, si se piensa de manera positiva, se pone de manifiesto ahora en aspectos que no son técnicamente poesía. Pablo Katchadjian, con El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (2007) o El Aleph engordado (2010) es un buen ejemplo de esa influencia. Lo más visible de los noventa está en ese tipo de cosas que pertenecen más al campo literario en general que al de la poesía en particular. Como si en algún momento la poesía, a partir de esa década, tuvo que vérselas de otro modo con las artes visuales y el arte conceptual. Se observa incluso hoy en las editoriales artesanales ese conceptualismo un poco rústico de los noventas que después se fue concretando en cosas que tienen más que ver con los objetos que con la literatura “convencional”.

Se puede pensar en los noventas como la última camada del libro puro, aunque no en el sentido de bueno sino del libro como objeto que no tenía alternativa; eso, además de que se escribieron los últimos textos antes de Internet. A la vez estos escritores dan cuenta de que algo pasa, porque en algún momento de su obra incorporan la tecnología “ciberespacial”. Katchadjian es ejemplo de ese período, en el que también hubo cosas poco conocidas que no resultaron, pero más vinculadas al aspecto conceptual, a la parte más objetivista del objeto mismo, en el sentido de que se está haciendo objeto: el libro como objeto y el poema como un objeto hecho con palabras.

El libro es casi un objeto porque en realidad el espíritu de la época venía a demostrar que el libro estaba muriendo, y en ese casi-morir el libro adquiere a la vez un nuevo valor. ¿Va a morir o no? El libro cobra otras dimensiones, se vuelve cada vez más preciado, más precioso, más objeto. Si continúa existiendo –además de la versión digital–, tendrá su edición limitada, casi como los discos de vinilo.

Hoy es más “fácil” editar, pero la idea de acceder a una edición implica que alguien está tomando el riesgo de decir que el libro tiene valor. Por un lado, se democratiza la literatura y, por otro, al lector le corresponde discernir la parte que le interesa de la literatura, de la buena literatura. Siempre ha sucedido así. El lector debe poner algo, ver lo que está sucediendo en el texto. El leer implica un trabajo mayor. Ante la pregunta dónde y qué elegir, le queda al lector el trabajo de tener que decidir sus lecturas. El de escribir es un movimiento de libertad, como el de leer; pero el leer decidirá qué tiene valor histórico y qué no.

La propuesta de los noventas parece más caótica de lo que en realidad fue. El caos fue un movimiento que tocó ciertas aristas de la cultura argentina de esos años, regidos por un orden neoliberal con exclusión, donde aparecieron las aristas. En la literatura, esa condición de exclusión consistía en que las editoriales grandes no editaban a los “desconocidos”. Ni las revistas ni los suplementos tampoco. No se existía. En ese contexto, surgieron varias maneras de pararse ante eso, y una fue: “No nos importa nada de eso; hacemos esto”. Ese yo colectivo decretó que las enormes editoriales eran una bosta, que la poesía que se editaba –en los pocos lugares que se editaba– tenía que ver con el amiguismo, con la inclusión social: una “poesía oficial” basada en las relaciones. El yo colectivo dijo que la poesía era otra cosa, que la tradición no era la que se presentaba en aquellos suplementos literarios sino la que no se presentó hasta en la primera década del siglo XXI: los Lamborghini, Zelarayán, Juana Bignozzi y demás. El yo colectivo dijo todo eso y presentó los textos para demostrarlo, desde el margen o si se quiere de una manera un tanto “suicida”.

Hay quienes piensan que en la poesía de los noventa hubo un elemento político como rasgo principal, otros autores tomaron la poesía por el lado de la ironía. Y eso de la impugnación de los medios obviamente es relativo, porque sí había –y siempre habrá– ciertos lugares, personas y revistas que van a sostener una política cultural interesante, novedosa. Por ejemplo, Diario de poesía sostuvo a la parte de poesía que hubo en ese gesto del arte en los noventa en general. En un momento empezaron a tomar nota de lo que estaba pasando. Y después los demás suplementos literarios. Como suele suceder, cuando lo “oficial,” el periodismo, ve que algo está sucediendo y que ese algo que sucede no le rinde pleitesía, va a ver qué es lo que pasa y se arma lo que se arma. Casi se puede llamar un movimiento, sin considerar lo que la teoría literaria entiende por movimiento literario, con sus manifiestos y líderes.

Punctum la posibilidad de existir

Finalmente, Diario de poesía reconoció ese otro lado de la literatura, a toda esa camada de escritores, en un gesto muy fuerte, porque el consenso de la revista seguramente no estaba reunido en una mesa, tomando café y así nada más para decir: “Esto es literatura”. Diario de poesía puso en práctica eso que comúnmente se llama política cultural cuando se propuso impulsar la generación o camada, que es un poco la función que cumple una revista literaria: detectar lo que le parece una camada estética, promoverla incluso en el momento de mayor debate u objeción y sostenerla con la publicación. Por ejemplo, Washington Cucurto obtuvo el Premio convocado por Diario de poesía y después esa premiación quedó sostenida con la trayectoria de Cucurto. ¿Dónde estaba el sostén de su obra? La poesía es un lugar que Cucurto encuentra para expresarse en un momento determinado. Diario de poesía sostuvo la camada de escritores cuando lo más probable era que las otras editoriales les dijeran: “Vete a tu casa y dedícate a otra cosa”.

Hay una manera de expresarse políticamente que sólo puede quedar presentada en un texto, porque hay momentos en los que la idea de hacer política se confunde, como si fuera algo que ya está olfateado. Pero no es que se llega a un partido y se declara la alianza, la afiliación. En general, enla Historiaes todo más caótico: el emerger del modo de hacer política coincide con el modo en que van cayendo y van apareciendo los momentos y los discursos.La Argentinade los años noventa era un contexto en el que tal vez no había lugar para decir: “Voy a hacer política de esta manera”. Después el país colapsó social y económicamente, en todo sentido, y eso mismo que sucedía enla Argentinase produjo de distintos modos en todo el mundo.  

Todo el caos político de la Argentinade los noventas, esa pérdida de brújula política, está en esos textos. En Punctum (1996) hay una desorientación de lo que se entendía como política: la forma de hacer política ya no sirve para nada o hay una derrota absoluta de la vieja manera de hacer política. Parece haber una eternidad, que el orden neoliberal es eterno con su poder porque en realidad su conjugación es una montaña de dinero y los que están junto a ella son sólo de cierta clase social, mientras que el resto de la población está del otro lado. Ese es el panorama: una desorientación, una emoción de derrota, con señales captadas del pasado que en realidad no servían para resolver la situación de ese entonces.

Poética

Seudo (2000) y Relapso+Angola (2005) están armados con partes, como algo ensamblado. Refrito (2009) no es una antología sino un libro que es otro objeto, un objeto que simplemente es una curiosidad. Eso continúa con la plaqueta Para un plan primavera (2011), porque ahí hay uno o dos textos de Relapso+Angola más unas cosas inéditas que comienzan a salir en Diario de poesía y se le van agregando otras, como las lecturas en público.

Tres libros, una especie de curiosidad antológica y la plaqueta. El intento es hacer algo diferente cada vez, manteniendo un concepto que une los libros; algo que en el tono sea distinto, pero con algo atrás que lo pueda unir. El concepto sería, con más o menos herramientas, la cuestión de los discursos que se caen, el momento que es político pero que no se puede descifrar con las herramientas políticas que existen en ese momento. Apropiaciones de discursos para hacer un objeto literario en determinada época. Lo que existe es una visión, como si la visión materialista de los asuntos sirviera para detener la mirada, pero pasar a la acción fuera algo más complicado, como decir: “Me sirve para explicar, pero nunca me va a servir para resolver”.

Sí, se tiene conciencia de la montaña de dinero, pero de ahí a que se pueda hacer algo al respecto hay un trecho. Eso es lo que termina limitando al hacer e incluso a los discursos. ¿Qué puede hacer un individuo ante eso? Nada. Salvo escribir textos y dar cuenta de lo que sucede: esto es.

 

Por ejemplo

Muchas veces se sacraliza y eso se trasmite cuando en un principio, de chico, tenés cierto interés en la literatura. Vas a una librería y está Rayuela, y en su portada brillosa posa Julio Cortázar con un sobretodo en París; y después te comprás un suplemento literario o el diario y aparece en la foto Jorge Luis Borges, que es un sabio inter-espacial. Esas dos imágenes no están mal, pero de alguna manera generan distancia y es difícil establecer una conexión. La creación literaria es algo que se puede hacer de muchas maneras.

Por algún motivo, El arte de la poesía, de Ezra Pound, utiliza un tono diferente a esos ejemplos anteriores: empieza a basurear a Virgilio, esto sí, esto no. El tono es de liceo, de entrenador deportivo o capitán de un ejército; es el tono que se necesita para explicarle a alguien que quiere aprender de joven. Un tono bastante complicado, mitad didáctico mitad autoridad. El arte de la poesía confirma que las cuestiones se pueden cuestionar, incluso deja la puerta abierta: Si todo esto se opone a tu impulso creativo, tíralo por la ventana.

La idea de que se puedan escribir poemas no es tan llamativa como la idea de encontrar un estilo, un tono, una mirada. Eso va más allá de escribir una buena novela, un buen poema a la usanza clásica del momento. Lo que se va a presentar como poema es ese tono, ese estilo que va a hacer que muchos se pregunten si eso es un poema. Cucurto hace poemas que en su momento fueron cuestionados como tales.

¿Se pueden escribir buenas obras? Sí, se han escrito millones, pero después hay otras cosas: el estilo, el concepto, la totalidad de la obra. Por ese lado están las fórmulas, como resolver un código, algo que está encriptado. Al leer a Sergio Raimondi se puede decir que resolvió un código encriptado: Lucrecio + Pound= Raimondi. Sin embargo, esa novedad tiene que ver con un trabajo de estilo, con resolver un asunto con la obra.

 

 

Datos  vitales

Martín Gambarotta (Buenos Aires, 1968). Publicó Punctum (1996, Libros de Tierra Firme), Seudo (2000, Vox) y Relapso+Angola (2005, Vox). En 2007, la editorial chilena Calabaza del Diablo editó Refrito, libro compuesto con partes de Seudo y Relapso+Angola y algunos textos inéditos. En 2011, el sello Mansalva/Vox reeditó Punctum, y Vox editó la plaqueta Para un plan primavera. Gambarotta fue uno de los fundadores y editores del sitio Poesia.com entre 1996-2006.

 

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