Dossier de poesía costarricense contemporánea

El poeta y editor Gustavo Solórzano Alfaro (Alajuela, 1975) ha preparado para Círculo de Poesía un Dossier de poesía costarricense contemporánea que inicia con autores nacidos a inicios de los años cincuenta y termina con un poeta nacido ya bien entrada la década de los ochenta. Presentamos aquí la introducción al dossier. Solórzano coedita la revista electrónica Las Malas Juntas y es editor en la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (euned).

 

 

Dossier de poesía costarricense contemporánea

  

 

 

Para empezar

 

La historia y el desarrollo de la poesía costarricense son similares a los del resto de América Latina. En el caso nuestro, suelen marcarse sus inicios en el siglo XIX, con la publicación de autores provenientes de las principales zonas urbanísticas, amparados en ideales liberales, influenciados por la literatura europea y con el dominio de los grupos oligárquicos como trasfondo político. De igual forma, ha existido una continuidad cultural (como sugirió Carlos Fuentes), que permite escuchar ecos y resonancias, que permite encontrar vasos comunicantes entre las tradiciones mexicana, cubana, argentina, nicaragüense o costarricense.

 

A pesar de esto, la poesía de Costa Rica no es muy conocida fuera de sus fronteras, con algunas excepciones notables, como Eunice Odio (1919-1974) o en la actualidad Luis Chaves (1969- ). Ahora, junto con ellos dos, nombres destacados que deberían figurar en cualquier antología son los de Roberto Brenes Mesén (1874-1947), Isaac Felipe Azofeifa (1909-1997), Victoria Urbano (1926-1984), Carmen Naranjo (1928-2012), Virginia Grütter (1929-2000), Jorge Charpantier (1933-2004), Jorge Debravo (1938-1967), Laureano Albán (1942- ), Julieta Dobles (1943- ), Alfonso Chase (1944- ) u Osvaldo Sauma (1949- ), entre otros.

 

Si nos concentramos en las últimas décadas (1980-2010), será notoria la amplia producción, pero sobre todo, las diversas propuestas. Sin embargo, aquí empieza a percibirse una diferencia de la poesía costarricense respecto de la poesía de los otros países centroamericanos, generada en parte por la estabilidad política y en apariencia apacible vida cotidiana de este país. Así, la poesía costarricense no ofrece muchas muestras de literatura “comprometida” o “social”, y sus dos vertientes primordiales han sido el tono metafísico con predominio de la metáfora, por un lado, y el tono urbano y más directo, por otro (este último predominante en años recientes). No obstante, cabe señalar que Jorge Debravo (1938-1967), el poeta más importante según la oficialidad, es conocido principalmente por su poesía de “protesta”, forjada entre los años cincuenta y sesenta.

 

En los años ochenta empieza a consolidarse una nueva generación de autores, tales como Ana Istarú (1960- ), Rodrigo Soto (1962- ) y Carlos Cortés (1962- ), quienes se alejan aún más de la poesía de tono metafísico, impulsada principalmente por Laureano Albán y por los integrantes del Círculo de Poetas Costarricenses. Esta tendencia, con algunas excepciones, continuaría en los años noventa, cuando empiezan a producir y a publicar su obra la mayoría de escritores incluidos en esta muestra.

 

Ya en dicha década, se va a producir quizá el cambio más radical en nuestra poesía. En San José se forman o se consolidan grupos y talleres, como Octubre Alfil 4 o el taller de Francisco Zúñiga. De forma paralela, se da un giro en el mercado editorial con la creación de Ediciones Perro Azul, sello independiente que acuerpará a varios de los poetas que hoy obtienen más reconocimiento. Asimismo, el movimiento contracultural empieza a sentirse más fuertemente, especialmente en las universidades, donde surgen revistas como Kasandra.

 

Esta eclosión cultural nos ha dado nuevas voces y nuevas perspectivas, que hoy ya forman un corpus de peso, el cual puede empezar a ser visto en perspectiva, pero que además requiere de un enfoque crítico riguroso.

 

Así las cosas, este dossier de poesía costarricense, que reúne doce voces, busca ser representativo de las diferentes posibilidades que nuestros autores han explorado. A la vez, la selección puede ser vista como complemento del libro Retratos de una generación imposible. Muestra de 10 poetas costarricenses y 21 años de su poesía (1990-2010). De dicho libro, se repiten algunos nombres sobre los que conviene insistir. Otros, como Luis Chaves, no se incluyen aquí por la relevancia que ya poseen, razón por la cual de alguna forma ceden su lugar a expresiones menos analizadas.

 

Retratos de una generación imposible incluye poetas nacidos entre 1966 y 1976, que empezaron a publicar a partir de 1990. Este dossier amplía ese rango temporal, al incluir poetas nacidos en los años cincuenta y en los años ochenta, algunos de los cuales empezaron a publicar en los setenta u ochenta. Una omisión no voluntaria es la de G.A. Chaves (Heredia, 1979- ), quien destaca con su primer poemario, Vida ajena (2009), pues de este libro podemos leer una selección de sus poemas aquí mismo en Círculo de Poesía.

 

Trazar el mapa de la poesía de un país nunca es tarea fácil. Muchos otros poetas podrían integrar esta muestra, sobra decir. A la vez, es importante señalar las limitaciones de esta selección, que se circunscribe a los poetas del Valle Central (San José, Alajuela, Heredia y Cartago), sin olvidar que las provincias de Guanacaste, Puntarenas y Limón también ofrecen diversas manifestaciones que requieren atención y un estudio amplio.   

 

Sobre los poetas

 

Si bien podemos observar una gama de estilos y estéticas contrapuestas que enriquecen el panorama, también es necesario indicar que hay giros y problemas que se vienen repitiendo desde hace mucho. Ahí donde observamos cambios o posibilidades expresivas novedosas, también podemos notar baches y lugares comunes que a veces pretenden pasar por novedad cuando en realidad vienen a ser ecos de otros poetas y otros intentos, que ya por poca exposición ya por abandono de los proyectos estéticos o la falta de un aparato crítico no han sido puestos en evidencia, con lo cual se ven frenados nuevos avances.

 

Los autores aquí presentados han producido una obra que considero digna de mención, pero eso no obsta para que también adolezcan de problemas, con lo cual se hace más que nunca urgente una revisión crítica de sus propuestas.

 

Carlos Francisco Monge es uno de los autores más coherentes y con una producción sostenida durante varias décadas. Su obra ha pasado de un tono preciosita a uno más reflexivo y claro, como en Enigmas de la imperfección (2002). También en esta línea se mueve un poco Guillermo Fernández, de quien destacamos su poemario Danzas (2002). Asimismo, en esta tradición se inscriben Mauricio Vargas Ortega (Entre nieblas, 2001) y Juan Carlos Olivas (Bitácora de los hechos consumados, 2011), cuya poesía adopta un tono solemne que confía plenamente en la capacidad evocadora del lenguaje y en su carácter sagrado.

 

Por otra parte, poetas como Alexánder Obando (Ángeles para suicidas, 2009), Klaus Steinmetz (Morituri, 20008) y Alí Víquez (Volar hacia todo el invierno, 2006) ofrecen algunos de los ejemplos más enriquecedores, con propuestas novedosas donde se conjugan tanto una voz íntima como una voz conceptual, de aguda mirada sobre el mundo y nutrida de ideas. A esta veta se podría unir la poesía de Esteban Ureña, que con un solo libro, Bestiario de amor (2004), ofrece un abanico de tradiciones poéticas, donde confluyen el surrealismo, la filosofía y la experimentación formal, en una poesía compleja y muy particular.    

 

Una obra que ha calado profundamente en el público costarricense y en el centroamericano en general es la de Alfredo Trejos. Su poesía es capaz de elevarse con todos los recursos de la imaginación (Carta sin cuerpo, 2001) o golpear como un mazo con un patetismo consciente de sí mismo (Cine en los sótanos, 2011). Trejos es el poeta que convierte cada hecho cotidiano en una suerte de “verdad revelada”.

 

Dos de los autores más recientes ofrecen perspectivas interesantes y arriesgadas. Esteban Chinchilla (Carpintería, 2008) es preciso en las imágenes y sus poemas adquieren un tono reflexivo muy personal, que en ocasiones parece buscar un rompimiento de la lógica. Esta manifestación se acentúa en la obra de Silvia Piranesi (No importa existe el viento, 2009), en la cual se plantea un universo donde el lenguaje está en entredicho, la gramática se retuerce y por ende la realidad adquiere una cariz transformado.

 

Por su parte, David Cruz ha sabido tomar lo mejor de la poesía de lo cotidiano, pero lo ha enriquecido con metáforas evocadoras, como en Natación nocturna (2005) o con elementos míticos, como en Trasatlántico (2012).

 

Como complemento a este dossier, se ofrece una bibliografía recomendada, que permitirá un acercamiento más amplio y profundo a la tradición poética costarricense.

 

Sin más, aquí quedan con esta muestra de autores costarricenses.

 

Carlos Francisco Monge (1951)

 

Alexánder Obando (1958)

 

Klaus Steinmetz (1962)

 

Guillermo Fernández (1962)

 

Alí Víquez (1966)

 

Mauricio Vargas Ortega (1971)

 

Esteban Ureña (1971)

 

Alfredo Trejos (1977)

 

Esteban Chinchilla (1978)

 

Silvia Piranesi (1979)

 

David Cruz (1982)

 

Juan Carlos Olivas (1986)

 

 

Datos vitales

Gustavo Solórzano-Alfaro (Alajuela, 15 de enero de 1975). Escritor, editor y profesor. Bachiller en filología española, con una maestría en literatura latinoamericana y doctorando en estudios culturales por la Universidad de Costa Rica (ucr). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad Estatal a Distancia (uned) y en la ucr. Coedita la revista electrónica Las Malas Juntas y es editor en la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (euned). Ha publicado los poemarios Las fábulas del olvido (2005), La múltiple forma del delirio (2009) y La condena (2009); el ensayo La herida oculta. Del amor y la poesía. Lectura del poema “Carta de creencia”, de Octavio Paz (2009) y la antología Retratos de una generación imposible. Muestra de 10 poetas costarricenses y 21 años de su poesía (2010).

 

 

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