El próximo domingo 26 de agosto a las 12 horas, el Palacio Nacional de Bellas Artes (sala Manuel M. Ponce) en la Ciudad de México rinde un merecido homenaje al poeta y narrador chileno Hernán Lavín Cerda (Santiago, en 1939), radicado en México desde 1973. En este Homenaje Nacional por su trayectoria como escritor y maestro participan Giuseppe Amara, Héctor Carreto, José Ángel Leyva y Marco Antonio Campos. Aquí un poema de Hernán Lavín.
LA GRAN OBSESIÓN
- 1. Elogio de la virginidad
Si por un soplo descubres que tu abuela
no es virgen, te pegas un tiro.
Si por un milagro descubres que tu madre no es virgen,
te levantas, te pegas un tiro, y al mediodía
te lavas las manos.
Si por un soplo descubres que tu hermana no es virgen,
te acuestas como un lobo en celo,
apagas la luz, la besas, y te pegas un tiro.
Si por un milagro descubres que tu novia
no es virgen, la golpeas con un palo, sollozas, la golpeas
sin piedad, noche a noche, y te pegas un tiro.
Si por un soplo descubres que tu esposa no es virgen,
le muerdes los labios, te pegas un tiro y la matas en silencio.
Si por un milagro descubres que tu hija
no es virgen, te muerdes los labios, la asfixias con un pañuelo
de seda, aquel pañuelo que le regaló la abuela en el último otoño,
y cantando te pegas un tiro, cierras los ojos
y una vez más te pegas un tiro.
- 2. Nuevo elogio de la virginidad
Si por un soplo descubres, al fin, que tu abuela
aún es virgen, te pegas un tiro, de noche, y lloras sin consuelo.
Si por un milagro descubres que tu madre aún es virgen,
te levantas al amanecer, te pegas un tiro, y al mediodía,
llorando sin consuelo, te lavas las manos.
Si por un soplo descubres que tu hermana aún es virgen,
te acuestas como un lobo estepario, el más antiguo
de los lobos en celo, apagas la luz,
la besas en la boca y te pegas un tiro.
Si por un milagro descubres que tu novia es aún virgen,
la golpeas con un palo, sollozas, tres golpes, tres caídas,
¿la trinidad en las caídas y en los golpes?,
la golpeas sin misericordia, noche a noche,
y al fin te pegas un tiro, el más largo de los tiros.
Si por un soplo descubres que tu esposa es aún virgen,
le muerdes los labios, te pegas un tiro,
tres tiros, y la matas en silencio.
Si por un milagro descubres que tu hija es aún virgen,
te muerdes los labios, la asfixias con un pañuelo de seda,
aquel pañuelo que le regaló la abuela en el último otoño,
y cantando te pegas un tiro, cantando y llorando, cierras
los ojos, y una vez más te pegas un tiro, abres
y cierras los ojos, misericordia, misericordia,
y una vez más te pegas un tiro.