Presentamos el trabajo del poeta español José María Muñoz Quirós (Ávila. 1957). Es Miembro de Número de la Academia de Poesía de Castilla y León y Director de la revista literaria “El Cobaya”. Ha merecido premios como el Vicente Aleixandre, San Lesmes Abad, Fray Luis de León de Castilla y León, Gil de Biedma, San Juan de la Cruz y Ciudad de Salamanca así como el Premio Alfons el Magnanim de Valencia.
EL POETA
El poeta es esclavo de sus versos escritos,
de sus palabras mudas, de sus silencios
obsesivos, de sus grandes errores.
Cuando un verso se muere entre otros
versos, es que estamos perdidos. Damos
a cada signo su valor y sabemos
que podemos caer en esa trampa
de la que nunca escaparemos.
El poeta es un ser en la indigencia,
un ave que se esconde entre las ramas,
un cazador furtivo en descampado
cercado siempre por su inteligencia. El poeta
derriba los obstáculos del miedo
cuando no encuentra otra salida, y huye
a la deriva de su propio olvido.
LA EDAD PROHIBIDA
Estoy en el momento donde todo
parece ser distinto: la música del alma
y sus sonidos, la densa voz de la derrota
cuando arranca fugaz en la nostalgia,
el sentido vacío del lenguaje
que nada dice. Estoy aquí para vencer
las vanidades de cualquier manera, para ser
parte del silencio que surge abandonado
en nuestra noche sin pedirnos nada.
He llegado hasta aquí con un inmenso
desencanto hacia todo, con la mirada
puesta en lo vivido, y he llegado
con los labios cansados de que sean
las palabras el modo más difícil
de conocer las cosas. Hemos cumplido
la edad de lo imposible. Estoy dispuesto
a ser, cuando el momento llegue, víctima
del fracaso de toda esa indigencia.
CONFESIÓN
Siempre deseo sentir en lo más hondo
la paz. Que nada me perturbe
en el centro del ser, en la más firme
voluntad de mi mismo. De cuando
en cuando vuelve
el monstruo a derramar
sus oscuros desvelos,
sus negras alas en mis labios.
Deseo la cadencia de los días
detenidos en mí como una fuerza
que me impulsa hacia la luz,
que me desata tempestades.
Siempre quisiera
vivir desde el misterio de mis sueños,
encender ese fuego que protege
mi voluntad frente al dolor. Que nunca
me oprima al invocar entre mis actos
la sensación de todos los errores.
RUTINAS
Las cosas siempre son insospechadas
en el recinto de los sueños. Viven
en mí, acechantes, y se esconden
reflejadas en todas mis palabras.
No me confundo en su lamento, pero
muchas veces se escapan como brisa
desalentada y gris sin que yo pueda
impedirlo. Se pierden dormitando
en un abismo de nostalgia. A veces
se desnudan calladas y nos rozan
con su blancura exacta y contenida.
Sus voces inconcretas
nos hablan al oído, nos invocan
el secreto del mundo. No podría
encontrar en su luz otra luz. La siento
crecer dentro de mí como una savia nueva
que enciende en el vivir cada momento.
La melosa plenitud del paisaje
en la inquieta sensación de la altura.
Hemos caminado, hemos vuelto los ojos
hasta la belleza blanca de los montes,
sentándonos en el infinito cansancio donde
viven las águilas, donde la luz termina,
donde se incendia el rojo desnudo
de la línea última de las horas.
El alma se ha entrelazado a mí
como un reptil que asfixiara mis labios.
He bebido sombras largas como lenguas
en la boca del agua. No sabría
decir cuántos instantes
han ocupado esa mirada, cuántas
horas pasé en los puentes
de aquel río. El viento musitaba
su canción transparente entre los juncos.
Está cerca la noche,
y cuando miro
apagarse los fuegos de la tarde
sobre la línea débil
del camino,
fuente de azules páramos,
encuentro en mí el vacío
abismado en lo oscuro, en la brumosa cima
que se alberga en los árboles,
que cuando brota es una nube
de semillas que escapan
y se alejan en un vuelo
encendido y extraño.
Un secreto entre las ramas
del pinar de la tarde. Recibo
la belleza en plenitud
cuando se calla el mundo.
Luego apaga
la sombra de los álamos
en la tristeza turbia del camino
el llanto de los pájaros.
No quisiera encerrar
más voz que la que suena
en los días calientes del verano.
El río me derrota con sus labios
transparentes. Inclino
mi mirada hacia la orilla
de los árboles que acechan
en sus copas a los pájaros libres,
y duermen
en los nidos
que no veo brotar entre las ramas.
Me contagio de soledad mientras
se esconde
la tarde por la cima de los cerros,
y la mirada busca en los caminos
las pisadas del tiempo, lenta fuga,
herida que presiente y acaricia
un anhelo de luz casi apagada.
Un vértigo incesante:
recibir
el tacto de ese viento,
el producto inocente
de una sombra, la pulpa
de ese fruto. Recibir
la promesa de los lirios
en el perfume del cansancio.
Morir sólo en las hondas
simetrías del alma.
No quiere ese nombre
suponer otro rostro,
otra presencia. Ocultar
sólo ese instante decisivo
que te deja alejado
del tiempo
en el que vives
sometido a la noche.
Os descubro en mis pasos,
en la encendida lejanía.
Acudís
en mi ayuda, volvéis
luego a mi olvido.
Me enciendo, lumbre
en los oráculos del agua.
Os encuentro en mi ruta,
días de anémonas oscuras,
horas de ancho vacío.
Estamos juntos en el río
intenso de unos labios.
Adivina ese gesto que
me conduce a la trampa
de la voz, que me lleva
hasta el origen del abismo
donde me asomo, no sin
dudar, en un lugar oculto
en la memoria.
Digo adiós a las sombras
del día que se aleja; van
desnudas como pámpanos negros
entre las ramas del camino.
Adiós a las simetrías de los ojos
del corazón, a los vestigios de
la lluvia. Ilusoria nostalgia
nos devuelve a los orígenes del agua
donde navegan los líquenes oscuros
de las palabras mudas.
Datos vitales
José María Muñoz Quirós (Ávila. 1957) es Profesor de Literatura y de Crítica Literaria. Catedrático de Lengua y Literatura. Es presidente de la Academia de Juglares de Fontiveros. Miembro de Número de la Academia de Poesía de Castilla y León. Coordinador de Literatura dela Institución Gran Duquede Alba. Director de la revista literaria “El Cobaya”. Autor de más de veinte libros de poesía, y dos antologías “Quince años no es nada” y “La única semilla”. Ha publicado entre otros: “Ternura extraña”, “La estancia”, “El sueño del guerrero”, “Ritual de los espejos” “Ávila desde la noche” “Celada de Piedra”, “Material reservado”, “El cuaderno de invierno”, “El color de la noche” “La piedra y el viento”, “Ausencias” “El rostro de la niebla”. Entre sus premios se encuentran: Jorge Manrique, Tiflos, Ateneo de Salamanca, Gredos, Accesit de Adonais, Vicente Aleixandre. San Lesmes Abad, Fray Luis de León de Castilla y León, Gil de Biedma, San Juan de la Cruz y Ciudad de Salamanca. Premio Alfons el Magnanim de Valencia.