La poesía como ejercicio espiritual

Miquel Barcelo comodín 4El poeta, ensayista y traductor Milton Medellín (San Luis Potosí,1979) nos presenta un ensayo que gira en torno a una de las dimensiones del ejercicio poético: la espiritualidad. Se trata de una reflexión que liga la escritura de poesía con el método de los ejercicios espirituales diseñado por Ignacio de Loyola. Medellín estudia actualmente el Doctorado en la Universidad de Cincinnati. Recibió en 2007 el Premio Estatal de Poesía Dolores Castro

 

 

LA POESÍA COMO EJERCICIO ESPIRITUAL

 

 

“Estaba yo con Dios desde el principio. /

Él puso en mi corazón imposibles imágenes / y una gran libertad desconocida.”

Jaime Sabines

 

A la memoria de mi querido maestro

Ricardo Avilés Espejel

 

 

En el contexto de los tiempos presentes, tiempos de caos, desorganización social y desorden en la constitución de la consciencia, se nos hace urgente el replantearnos el enigma de la búsqueda poética a la luz de la necesidad de un orden creativo que afecte no sólo a la página en blanco ni a las publicaciones expresas de los agentes poéticos, sino también a modo que este enigma afecta al ser humano que ejerce la actividad poética de su escritura, a aquél que ejerce su lectura y al que realiza su consecución en el horizonte de vida personal y comunitaria.

La idea fundamental en las presentes consideraciones, es la de investigar reflexivamente el fenómeno poético en sus más evidentes símbolos de realidad experimentada: la poesía, el poema, y el poeta. De este modo podremos lograr una sinfonía común que enlace estos tres elementos armónicamente para los fines del título de este escrito: la poesía como ejercicio de una cualidad espiritual.

Dado el contexto en que originalmente fue presentado el presente artículo (una charla en la Universidad Iberoamericana sobre la relación de la poesía con los Ejercicios Espirituales de Sn. Ignacio de Loyola), sigue siendo necesaria la invitación a reflexionar sobre esta relación de la poesía con los E. E. de San Ignacio. Veremos si los datos obtenidos, si nuestras reflexiones finales sobre la poesía, nos permiten hacer una clara conexión con el carisma de discernimiento de este santo fundador de La Compañía de Jesús.

Probablemente encontraremos una ruta de indagación en los diagnósticos y terapias a que invita la espiritualidad ignaciana, y el modo en cómo la poesía puede llegar a ser mediación espiritual de ese diagnóstico e invitación a la curación por el Ser.

 

I. LA POESÍA

 

Podemos decir que la Poesía se nos hace presente en tres dimensiones interrelacionadas que dan cuenta de su origen. Es decir, a la pregunta que rastrea el origen y la significación de la Poesía con mayúsculas, se puede responder con lo siguiente:

 

1.- Tenemos el ámbito general de la POESÍA en distintas manifestaciones del arte. Tal es descrita por muchos como un pneuma, Espíritu Santo ó Nous poétikos, es decir: la poesía como presencia universal es un soplo sagrado.

 

2.– Al preguntarnos sobre el origen de ese nous poétikos, de esa in-spiración, tenemos que es un Misterio: existe una oscuridad santa que encubre a la poesía. Como tal, la poesía es el des-cubrimiento del misterio de lo real como SER que se hace Palabra. El origen de la poesía es un misterio porque es el símbolo ejercitado y ejercitante de un Misterio Mayor, el misterio del SER dicho de muchas maneras.

 

3.– La poesía en su existencia interpersonal, social e histórica es un acto humano de significación existencial. Es PALABRA, tal palabra es dada por / y en el Misterio. Esta palabra no es sólo un juego de significaciones, no se agota en su estructura retórica ni es un conjunto de signos que la semiótica pueda re-establecer en una super-estructura metalingüística de análisis. Como muchos filósofos lo han ya explicado (Ricoeur, Camozzi, Gevaert, Jesús, San Pablo), la Palabra es la encarnación interpersonal de nuestra existencia en su dimensión de significación última, esto es en su dimensión espiritual.

 

En síntesis, la Poesía es Palabra dada por el Misterio, o en términos más filosóficos, es la luminosidad del misterio que a través de la consciencia humana, se hace palabra. Espíritu encarnado, aquello que significa la poesía en su último rastro de asombro silencioso, se nos escapa. La poesía como misterio de la Letra que encarna al Espíritu, es un ejercicio de la espiritualidad, un rastro de lo divino luminoso oscurecido en su humanidad, o, inversamente y en palabras de Jean Guitton[1], una luminosidad plena de lo numinoso, luz de la consciencia humana transida de oscuridad sagrada.

 

*Intermisión

 

Dado que estamos entrando ya en el terreno de lo espiritual en la poesía, en el sentido de su realidad y posibilidad, creemos necesario agregar una nota aclaratoria sobre el sentido que en la presente reflexión se da a lo espiritual. Designamos el vocablo simbólico espiritual  de muchas maneras, he aquí algunas que se harán presentes de manera subyacente o explícita a lo largo de este ensayo:

 

Teológicamente, lo espiritual es esa apertura de la consciencia humana al misterio de lo divino, y la auto-trascendencia (METANOIA-CONVERSIÓN) a que dicha apertura conlleva.

 

Antropológicamente: lo espiritual es la capacidad del ser humano para captar totalidades integrales de sentido, de significación última. Tales totalidades de sentido trascienden su condición corporal (corporeidad), psíquica (mente-emoción), y cultural (ideología como Weltanschauung, heredad cultural). Esto sin abandonarlas del todo pero llevándolas a un nuevo nivel de experiencia de significado y valor.[2]

 

Filosóficamente: hay una apertura ontológica hacia el SER de las cosas, a través de su estar-siendo, hacia los fundamentos últimos de todo, hacia la verdad, entonces, decimos que el ser humano posee vocación ontológica[3] e intencionalidad espiritual.[4]


II. EL POEMA

 

El poema, como sabemos después de El arco y la Lira[5], es el símbolo sobre el cuál descansa la experiencia estética de su creador y la red de significados que le dieron origen. Hay en lo que Bernard Lonergan llama el patrón dramático de la experiencia[6], un lugar para la significación artística que desata el nudo de la practicalidad del sentido común, convirtiendo la experiencia cotidiana en fuente de belleza mediada poéticamente. El poema parte de la experiencia tangible de su creador pero la sublima a un nivel más allá de lo sensorial, lo mental, y  lo cultural.

Por otro lado, María Zambrano en su libro Filosofía y Poesía establece que, a diferencia del filósofo, el poeta se arroja al devenir: no busca la unidad conceptual y fundamental del filósofo y su mundo de ideas, el poeta es el corazón del mundo, y su dispersión es la dispersión de las cosas nombradas y creadas. “Atónito y disperso es el corazón del poeta”[7], argumenta la filósofa española, y para fundamentarlo cita un verso de Antonio Machado que dice: Mi corazón latía, atónito y disperso.[8] El poeta se involucra en el asombro de la multiplicidad. Pero he aquí que a pesar de ese abandono a las cosas del universo, una vez que el poeta ejecuta su canto, la pretendida dispersión de su corazón alcanza una suerte de unidad, no la unidad conceptual del filósofo, sino una unidad encarnada.

El poema es un ejercicio del espíritu creador que capta el misterio del ser. El poema como esfuerzo integrador en la Palabra-Dabar[9], es la integración de los afectos del poeta, sus representaciones y sus multiplicidades. El poema como ejercicio espiritual, es un ordenamiento de los afectos y las operaciones imaginativas, racionales y emocionales del poeta, y quién sabe si también del lector que lo recibe. Tenemos en el ejemplo de Machado citado por María Zambrano, una multiplicidad, un asombro y una dispersión, pero mentada, cantada por el poeta en pasado: mi corazón latía. Es significativo que Machado no diga: “mi corazón late atónito y disperso”. Decimos entonces que el poema, al hacer uso de una técnica retórica, de una organización creadora de las representaciones estéticas, y de un ordenamiento de los afectos y las operaciones de consciencia, es un ejercicio espiritual. ¡¡¡Tal es lo que propone Sn. Ignacio en sus “Ejercicios”!!!!

Sin ordenamiento de afectos, operaciones de consciencia y representaciones de la experiencia dramática, es muy difícil que exista el poema como testimonio de la poesía vivida. El poema, como experiencia experienciante de la poesía, como ejercicio ejercitante y ejercitado de lo poético, es, reafirmamos, un ejercicio espiritual.

 

III. EL POETA

 

Dado y fundamentado lo anterior en cuanto al carácter espiritual del ejercicio poético en su misterio, enigma y representación, cabe preguntarse qué es o qué debería ser el poeta: ¿Qué compromiso se exige del ser creador de poesía, del mediador de ese misterio-palabra que es el poema? ¿Qué implica y qué exige el estar siendo-se poeta? Como somos incapaces de responder tal cosa, y ante el estupor que los tiempos presentes de la poesía de ambientes y arrabales literarios causa en nosotros, hacemos remembranza de algunas definiciones dadas por poetas “canónicos” de nuestra elección:

 

+ Thomas Merton nos dice que los poetas son los ministros del silencio, confederados para defender la inocencia. Derviches cargados de amor terapéutico.[10]

+ Jaime Sabines[11] propone que el poeta es un aspirante a santo desnudo. El polinizador de los escombros.

+ Arthur Rimbaud[12] cree que el poeta es el vidente. Habría que preguntarle a Rimbaud: ¿de qué? ¿Por qué?

+ Antonio Machado a su vez escribe que: el alma del poeta/ se orienta hacia el misterio.[13]

 

Con el testimonio de los poetas arriba mencionados, creemos que queda más claro que la poesía es palabra encarnada del misterio, y que como tal, el poema es una forma de ejercicio espiritual. Sin embargo, como este escrito tiene tintes filosóficos, no nos parece excesivo terminar la presente sección sobre el poeta, con muchas más preguntas que en lo personal nos siguen acuciando al atestiguar el atolladero en que vive lo que llamamos la representación social del sujeto poético, en términos llanos, su ambiente literario.  

Preguntamos:

  • ¿Es el poeta un ejercitante de la espiritualidad? Si, por qué. No, por qué.
  •  ¿Es común esta preparación y ejercicio entre los poetas actuales?
  • ¿Es el ámbito cultural literario poético actual, un ámbito en ejercicio de la consciencia espiritual?
  • ¿Es necesario un cambio de consciencia, una metanoia, un despertar, una conversión espiritual, para realizar -con temor y temblor- más plenamente la vida poética?

 

 

 

IV. CONCLUSIONES

 

La poesía es crucial en el cultivo de una auténtica, humana, encarnada e impura espiritualidad[14], puesto que involucra e intensifica la experiencia sensorial del sujeto dramático – nuestra experiencia de todos los días- al tiempo que la re-significa en un nivel de profundidad y completud simbólicas.[15] Como tal, es una invitación a un esfuerzo por integrar creativamente el desorden, la multiplicidad y la contrariedad de afectos y operaciones de consciencia, para que se conviertan en un testimonio artístico de vida que intenta humanizarse.

La poesía conlleva un ejercicio espiritual de consciencia creativa, y en este sentido puede llegar a ser una forma de terapia social, interpersonal y comunitaria. El poeta diagnostica su propia enfermedad y la convierte en poesía; la de sus contemporáneos y la convierte en denuncia; la del espíritu de los tiempos y la convierte en guía para la noche oscura del alma y de los acontecimientos.

El poeta, si es consciente de su compromiso, será, progresiva, paulatina y contradictoriamente, un ser terapéutico: en su escritura, en su trato interpersonal, en su actuar social y en la intimidad de su corazón, sediento de silencio y misterio absoluto.

Según Ricardo Avilés Espejel -en su última conferencia y testamento “Educar hacia cosmópolis”- , el esfuerzo espiritual de poetas, teólogos, místicos y filósofos, nos deja un legado de diagnósticos y terapias para el ciclo de decadencia cultural, enajenación interpersonal y desorden psíquico que se vive en todo tiempo. Sn. Ignacio nos dice que debemos aborrecer el desorden de las operaciones, proponiendo un continuo ejercitamiento espiritual, para ordenar nuestro espíritu, y no ser sordos al llamado interior del Misterio Amoroso y Divino.

 

Vivimos una decadencia socio-histórica que es ya un absurdo social. Nuestro deber es aborrecer y resistir al desorden establecido, restaurando nuestra sintonía con nuestro fundamento trascendente, resistiendo a la no-verdad de la existencia deformada.

Tanto la poesía, como los ejercicios espirituales de Sn Ignacio de Loyola  -además de sus más obvias similitudes- , buscan ordenar los afectos creativamente, transformar el espíritu en fuego venidero, y es verdad que así como el poeta es el que defiende su silencio para compartir la verdad de su soledad en conexión con el misterio poético, también, como la oración del ejercitante ignaciano, el poema es promesa de Resurrección Encarnada.

La poesía es el horizonte escatológico que sopla en el tiempo de la historia, con el Padre (Misterio Absoluto), el Hijo (Palabra Encarnada), y la Espíritu Santo (Poesía).

 

¿Qué más que la poesía como esfuerzo y ejercicio espiritual, en los presentes tiempos de decadencia, amando y sirviendo según la santa voluntad del misterio en la PALABRA?

 

Milton Medellín

Apizaco, Tlaxcala, Miércoles 27 de Junio del 2012

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

 

–          Avilés Espejel, Ricardo. ¿Educar hacia cosmópolis? Conferencia leída en el I Congreso Latinoamericano Bernard Lonergan, celebrado en la UIA Puebla en Junio del 2011 (Borrador Inédito)

 

–          Boff, Leonardo. El punto Dios en el cerebro. En: http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=042

 

–          Doran, Robert (1993). La Teología y las Dialécticas de la historia. México, UIA/Jus

 

–          Freire, Paulo. (1988) Pedagogía del oprimido. México, S. XXI Editores

 

–          Fuster Perelló, Sebastián (1997). Misterio Trinitario: Dios desde el silencio y la cercanía. Salamanca. Editorial San Esteban

 

–          Guitton, Jean (1992). Lo impuro. Madrid. Editorial PPC

 

–          Lewis, Robert (2006). Poetry and spirituality: draft lecture at Ibero-American University. Puebla 2006, México (borrador inédito)

 

–          Lonergan, Bernard (1999). Insight. Salamanca. UIA-Sígueme

 

–          Machado, Antonio (2003). Antología poética. Madrid. EDAF

 

–          Merton, Thomas. (1964) “Message to the Poets”, en El corno emplumado, 10, 127-129.

 

–          Paz, Octavio (1972). El arco y la Lira. México.FCE

 

–          Rimbaud, Arthur (1985). Iluminaciones, seguidas de Cartas al vidente. Madrid. Hiperión

 

–          Sabines, Jaime. “Sobre la poesía”, En Pájaro Cascabel. Revista de Poesía, Número 2. 1962.

 

–          Zambrano, María. (2005) Filosofía y poesía. México, FCE



[1] Nos dice Jean Guitton hablando de la palabra: “Es preciso que a su claridad se añada una oscuridad sagrada que nos introduzca en el misterio.” [Guitton, Jean (1992). Lo impuro. PPC. Madrid. Pág. 82]

[2] Tal es el tenor en que Leonardo Boff habla de Cociente Espiritual o Inteligencia Espiritual. Véase: “El Punto Dios en el cerebro”. En http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=042

[3] Término acuñado por Paulo Freire en su clásico: “Pedagogía del Oprimido”.

[4] Cfr. Doran, Robert (1993). La Teología y las Dialécticas de la historia. México, UIA/Jus.

[5] Paz, Octavio (1972). El arco y la Lira.FCE. México. Pág. 13 (Cap. Poesía y poema)

[6] Lonergan, Bernard (1999). Insight. UIA-Sígueme. Salamanca. Pág. 238

[7] Zambrano, María. (2005) Filosofía y poesía. FCE. México. Pág. 22

[8] Ibídem

[9] Fuster Perelló, Sebastián (1997). Misterio Trinitario: Dios desde el silencio y la cercanía. Editorial San Esteban. Salamanca. Pág. 77

[10] Merton, Thomas. (1964) Message to the Poets, en El corno emplumado, 10, 127-129.

[11] En Pájaro Cascabel. Revista de Poesía, Número 2. 1962. Pág. 6

 

[12] Rimbaud, Arthur (1985). Iluminaciones, seguidas de Cartas al vidente. Hiperión. Madrid.

 

[13] Machado, Antonio (2003). Antología poética. EDAF. Madrid. Pág. 89

[14] Sobre lo impuro como afirmación en la espiritualidad, véase: 

–          Guitton, Jean (1992). Lo impuro. PPC. Madrid.

[15] Sobre el involucramiento e intensificación de la experiencia del sujeto dramático como elevación espiritual en el arte, véase:

 

Lewis, Robert. Poetry and spirituality: draft lecture at Ibero-American University. Puebla 2006, México (borrador inédito).

 

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