Presentamos los primeros poemas publicados de Luis Germán Robles (Los Mochis, 1984). Estudió Lingüística y Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Se especializa en teoría literaria y literatura fantástica. Además de poeta es vocalista en un grupo de metal. También toca tango. Vive en Puebla.
Monday walk
Toso un poco todas las mañanas
Porque las palabras me estorban
En la garganta pegajosa de nicotina.
Hago el maratón hasta la cafetera
Pasando por la ducha.
Procuro moldearme la cara de lunes
O finjo una diferencia volteando el espejo de cabeza
Pero sigo sintiendo ese piso pantanoso
Que me calcina de frío los pies,
Y digo: “Todo a la mierda”,
Con la misma frecuencia que digo:
“te extraño”
o que me tomo una cerveza
Nada cambia
Parece que la vida fue hecha para ser perfecta,
Para no cometer errores;
Nunca falla cuando nos zambute
la cabeza en el escusado
O nos quiebra las rodillas.
Me gusta gritarme en el espejo,
Arañarme la cara,
Meter las uñas en el ombligo
Y abrirme el vientre
Para buscar algo por lo que valga
la pena / mi cuerpo,
Algo que justifique tanto vivir.
Son las palabras que me amalgaman al mundo
Las que me taladran los dientes
las que se forman una tras otra
en una fila de banco
Que quiere parecerse a un poema
Y entablan conversación sobre futbol,
La tiranía de los hijos;
Se quejan del clima y piensan
Qué preparar para comer.
En público me gusta hacerme el fuerte
Y gritar lo maravillosa que es la vida;
Un yo más pequeño,
Mientras me jala de la manga,
Me pide volver a casa para llorar.
Vivo en esa convención histérica
De comenzar y no terminar.
“Postergar es todo lo que es el caso”
Lloro de rabiosa alegría
Con los nuevos comienzos,
Cada uno con la promesa
De llegar a término.
“The chase is better than the catch”
Canto con la garganta apretada
Creyéndome inmortal.
Un día comencé a fumar y a beber
Y aún no he terminado.
Alguien me impreca:
no hay éxito
Si uno vive aplazándolo todo.
Me vienen a mí con el cuento del éxito
Que implica ser rico en el banco
Y pobre en la frustrada oscuridad
De una habitación lujosa
Y un corazón vacío,
Carbonizado de fatiga y abandono.
Por lo demás, no tengo prisa,
Un día comencé a vivir,
A tenderme en el piso
como un signo de interrogación
azotado por las carcajadas,
y aún no siento que me empuje
la ansiedad de terminar.
MI CABEZA ES UNA PISCINA
De lodo alquitrán y sosa caústica.
Enveneno las nubes
Que entran por mis ojos;
las parvadas de aplausos
De las gotas en la ventana.
Sueños que deambulan por mi casa,
Más vivos y despiertos que yo mismo,
Me rebasan en el camino
De la cama a la cafetera;
Me avientan versos en la cara
En la barra del desayunador.
Con un morboso afán
Riegan los rastros más razonables
Del pasado a mi paso distraído;
Se avientan unos a otros
Mis ganas de escupir quejas,
Y yo los sigo de uno a uno
Mientras silban cerca del piano,
Una canción hermosa
que pude haber imaginado.
Estas mañanas atroces
No ocurren todos los días;
Hay otras menos desdichadas
En que lloro tu ausencia
O me arranco los pulmones para respirar.
El Curandero
Mi casa está
llena de fantasmas.
Me lo dijo el curandero
Hace dos noches.
Hizo gestos de dolor y esfuerzo
Cuando acercó la mano
A la toalla con la que te secaste
Y habló en lenguas cuando,
Con los ojos en blanco,
levantó la taza
En que bebiste,
entre besos y risas,
aquél café.
Tu casa está llena de fantasmas,
Me dijo el curandero
(Besando a la vez un crucifijo,
La estrella de David
Y una imagen del dios Sol)
Señalando la cama en mi habitación.
Dejó caer, poseído, un par de lágrimas
Mientras cubría el recorrido
(Aún erotizado por la palpitación de tu aroma)
Que hiciste de la cama a la ducha.
Unas risitas sofocadas
Castigaron su solemnidad
En el punto sobre la sábana
Donde te ataqué a cosquillas.
Y (fue un milagro que ambos presenciamos)
Escuché el sonido de mar
Que se deslizaba por tu respiración
Mientras dormías.
Tu casa, muchacho,
Dijo el curandero con desprecio,
Bulle de fantasmas.
Me lo dijo con envidia,
Porque sólo él,
que sintió la huella de tu presencia,
puede saber lo feliz que me hace
vivir con la estela
que dejó tu recuerdo
ALGUNOS DÍAS ESTE RESPIRO
Es poco menos que una añoranza,
Poco más de que una fantasía.
Siento cómo mi piel cruje a cada sentimiento,
Veo cómo caen los fragmentos agrietados de este cascarón
Mientras contemplo mi jardín,
O me tiendo en la cama
Bocarriba y respiro silencio.
Inexpresivo y con los ojos cerrados
Giro una manivela en mi corazón
Para que una sangre tibia y nueva
Arrastre el sarro que roe mis venas.
Recuerdo entonces que el cuerpo que hormiguea
Es el mío.
Retumban mis latidos
Tumbando por todas partes
El polvo pegado a mis poros
Me silban los oídos al sentir
Como dique en explosión
Los sonidos que me niego a escuchar
Otros días en otros lados.
Hay una canción
Que suena tras el mosquitero
de alguna ventana,
que me agrieta la piel
de un escalofrío.
Me revienta la paciencia,
Me inunda de coraje,
de otras canciones
Y de muchos poemas
que puede haber leído
o bordado bajo el abrigo
de un café en la madrugada.
Entonces entiendo a los misántropos
A los psicópatas y a los ermitaños:
Va la gente por la calle
Abultándose bajo los balcones
Conociéndose poco,
valorándose menos,
Desechando
lo importante
Comprando caro
lo insignificante.
Poco me importa,
Tengo la lluvia
Una taza de te
Y los muertos silenciosos
Que juguetean con mis sueños.
AQUÍ HAY NIÑOS QUE SE MARCHITAN
Mientras los jardines crecen.
Hay gente que dice amar
A las mismas esposas que por el día desconocen,
Por la noche utilizan y por las mañanas desprecian.
Ninfómanas fisgones y burócratas
Borrachos golpeadores y apolíticos
Agazapados en el clóset o el confesionario.
Aquí la gente rompe sus espejos
Para no horrorizarse.
Aquí, cielo, la gente besa las esposas
Y se abraza a los barrotes.
Para ser libre hace falta
una cuota de amor propio,
para el cual hace falta
una cuota de soledad,
y aquí la gente se tritura el alma
con cianuro y vidrio
para tomársela en sus licuados matutinos,
para soportar el trabajo.
Se matan un poco todos los días
Para acabar pronto.
Cerveza tras cerveza,
Cigarro tras cigarro,
Una hamburguesa de mc donald’s a la vez.
Yo, por ejemplo, mientras te espero
me aplasta mi propio peso.
Por eso detesto que no llegues,
Que me postergues indefinidamente;
Porque yo también me postergo
Y me dejo morir todos los días.
Y te odio como sólo me odio a mí mismo,
Con el mismo cariño que uso
Para arrancarme las costras de lágrimas.
VIVO SOLO EN ESTE CUERPO
Infectado de pasado y olvido.
A veces, sólo porque sí,
Me desvelo con los ojos en blanco.
Salgo de mi pecho con uñas y dientes,
De mi cabeza con taladros y martillos.
Me sumo, en esas cansadas noches blancas,
En bosques áridos,
En bosquejos de imágenes.
(Un castillo minucioso,
Ladrillo por ladrillo;
O una escalera sin fondo;
Andar sin parar, sin llegar.)
Fue sensato gritar en el vientre:
“Comienzo a morirme”
Pero todo eso terminó
Al deslizarme por la tierra
Raspándome la panza;
Al creerme vivo
Debajo de esta segunda piel de cal.
Mi cuerpo es cemento,
Mis huesos varillas,
Y una grava que corre por estas venas de PVC
Riega muerte hasta la masa de plastilina en mi cabeza.
Nunca sé si he sido
O si me engaño todas las noches
Intentando convencerme.
Forcejeo menos una vez que el cuerpo,
Roto de cansancio,
Ya no logra sujetarme,
Y soy el viento o soy la lluvia.
La hora ya no importa,
Me repelo:
Ya me di por muerto.
Esas noches,
la estatua de mi cuerpo
se queda sobre la cama,
y yo bebo en un bar
con parches en las alas.
ESTA VEZ NO ME PIDAS PERDÓN,
Vete de una puta vez.
¿Para qué otra vez el juego
De llenarme y vaciarme?
¿Para qué otra vez el prozac
Y los placebos de promesas?
Jugamos ya más de diez veces
El juego del mártir y la esquiva.
Vienes aquí justificando tu actitud
de niña mala por mi máscara de desalmado
y yo sigo sin pedirte nada
a cambio de llenar tus huecos de poesía.
Al final me quedo solo
Y tengo que reconstruirme,
Buscar esas perlas de mí mismo
En los labios de viejos amores;
voy recogiéndolas con los dientes
y cada una sabe a arsénico.
Luego recomienza el juego:
Después de cantinas laberínticas
En que voy dejando un recuerdo tuyo a la vez
Uno por cerveza, uno por borracha,
Vuelves con las lluvias
Y me amargas los versos;
Me abrigas de cariño un día
Para soltarme desnudo en la nieve al otro.
ME REHÚSO A ESE TRUEQUE CATÓLICO
De la vida real por una póstuma,
O a ese ímpetu budista de la concentración
Y el exterminio del deseo.
No se vive sin angustia
Ni se muere sin rencores.
Vivo un sueño
Que me arrancan
cada despertar
Para engraparme en el pecho
La pesadilla de todos;
No quiero estar
entre los que fingen
una vida de ensueño
pero se arrancan las uñas
para enterrárselas en los párpados
después de quedarse dormidos.
Yo también recurro al cine,
A los karts, a las cantinas,
Para sustituir una farsa por otra.
Busco la muerte, como todos,
Para incubar la esperanza
De saberme vivo.
Aún así, me rehúso al trueque:
A renunciar a mí mismo
Para ganarme esa vida que no quiero.