Foja de Poesía No. 371: Luis Germán Robles

Presentamos los primeros poemas publicados de Luis Germán Robles (Los Mochis, 1984). Estudió Lingüística y Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Se especializa en teoría literaria y literatura fantástica. Además de poeta es vocalista en un grupo de metal. También toca tango. Vive en Puebla.

 

 

 

Monday walk

 

Toso un poco todas las mañanas

Porque las palabras me estorban

En la garganta pegajosa de nicotina.

 

Hago el maratón hasta la cafetera

Pasando por la ducha.

Procuro moldearme la cara de lunes

O finjo una diferencia volteando el espejo de cabeza

Pero sigo sintiendo ese piso pantanoso

Que me calcina de frío los pies,

Y digo: “Todo a la mierda”,

Con la misma frecuencia que digo:
“te extraño”

o que me tomo una cerveza

 

Nada cambia

 

Parece que la vida fue hecha para ser perfecta,

Para no cometer errores;

Nunca falla cuando nos zambute

la cabeza en el escusado

O nos quiebra las rodillas.

 

Me gusta gritarme en el espejo,

Arañarme la cara,

Meter las uñas en el ombligo

Y abrirme el vientre

Para buscar algo por lo que valga

la pena / mi cuerpo,

Algo que justifique tanto vivir.

 

Son las palabras que me amalgaman al mundo

Las que me taladran los dientes

las que se forman una tras otra

en una fila de banco

Que quiere parecerse a un poema

Y entablan conversación sobre futbol,

La tiranía de los hijos;

Se quejan del clima y piensan

Qué preparar para comer.

 

En público me gusta hacerme el fuerte

Y gritar lo maravillosa que es la vida;

Un yo más pequeño,

Mientras me jala de la manga,

Me pide volver a casa para llorar.

 

 

 

 

 

Vivo en esa convención histérica

De comenzar y no terminar.

 

“Postergar es todo lo que es el caso”

 

Lloro de rabiosa alegría

Con los nuevos comienzos,

Cada uno con la promesa

De llegar a término.

 

“The chase is better than the catch”

Canto con la garganta apretada

Creyéndome inmortal.

 

Un día comencé a fumar y a beber

Y aún no he terminado.

 

Alguien me impreca:

no hay éxito

Si uno vive aplazándolo todo.

Me vienen a mí con el cuento del éxito

Que implica ser rico en el banco

Y pobre en la frustrada oscuridad

De una habitación lujosa

Y un corazón vacío,

Carbonizado de fatiga y abandono.

 

Por lo demás, no tengo prisa,

Un día comencé a vivir,

A tenderme en el piso

como un signo de interrogación

azotado por las carcajadas,

y aún no siento que me empuje

la ansiedad de terminar.

 

 

 

 

MI CABEZA ES UNA PISCINA

De lodo alquitrán y sosa caústica.

Enveneno las nubes

Que entran por mis ojos;

las parvadas de aplausos

De las gotas en la ventana.

 

Sueños que deambulan por mi casa,

Más vivos y despiertos que yo mismo,

Me rebasan en el camino

De la cama a la cafetera;

Me avientan versos en la cara

En la barra del desayunador.

Con un morboso afán

Riegan los rastros más razonables

Del pasado a mi paso distraído;

Se avientan unos a otros

Mis ganas de escupir quejas,

Y yo los sigo de uno a uno

Mientras silban cerca del piano,

Una canción hermosa

que pude haber imaginado.

 

Estas mañanas atroces

No ocurren todos los días;

Hay otras menos desdichadas

En que lloro tu ausencia

O me arranco los pulmones para respirar.

 

 

 

 

El Curandero

 

Mi casa está

llena de fantasmas.

Me lo dijo el curandero

Hace dos noches.

 

Hizo gestos de dolor y esfuerzo

Cuando acercó la mano

A la toalla con la que te secaste

Y habló en lenguas cuando,

Con los ojos en blanco,

levantó la taza

En que bebiste,

entre besos y risas,

aquél café.

 

Tu casa está llena de fantasmas,

Me dijo el curandero

(Besando a la vez un crucifijo,

La estrella de David

Y una imagen del dios Sol)

Señalando la cama en mi habitación.

 

Dejó caer, poseído, un par de lágrimas

Mientras cubría el recorrido

(Aún erotizado por la palpitación de tu aroma)

Que hiciste de la cama a la ducha.

Unas risitas sofocadas

Castigaron su solemnidad

En el punto sobre la sábana

Donde te ataqué a cosquillas.

Y (fue un milagro que ambos presenciamos)

Escuché el sonido de mar

Que se deslizaba por tu respiración

Mientras dormías.

 

Tu casa, muchacho,

Dijo el curandero con desprecio,

Bulle de fantasmas.

Me lo dijo con envidia,

Porque sólo él,

que sintió la huella de tu presencia,

puede saber lo feliz que me hace

vivir con la estela

que dejó tu recuerdo

 

 

 

 

 

ALGUNOS DÍAS ESTE RESPIRO

Es poco menos que una añoranza,

Poco más de que una fantasía.

 

Siento cómo mi piel cruje a cada sentimiento,

Veo cómo caen los fragmentos agrietados de este cascarón

Mientras contemplo mi jardín,

O me tiendo en la cama

Bocarriba y respiro silencio.

 

Inexpresivo y con los ojos cerrados

Giro una manivela en mi corazón

Para que una sangre tibia y nueva

Arrastre el sarro que roe mis venas.

Recuerdo entonces que el cuerpo que hormiguea

Es el mío.

 

Retumban mis latidos

Tumbando por todas partes

El polvo pegado a mis poros

 

Me silban los oídos al sentir

Como dique en explosión

Los sonidos que me niego a escuchar

Otros días en otros lados.

 

Hay una canción

Que suena tras el mosquitero

de alguna ventana,

que me agrieta la piel

de un escalofrío.

 

Me revienta la paciencia,

Me inunda de coraje,

de otras canciones

Y de muchos poemas

que puede haber leído

o bordado bajo el abrigo

de un café en la madrugada.

 

Entonces entiendo a los misántropos

A los psicópatas y a los ermitaños:

Va la gente por la calle

Abultándose bajo los balcones

Conociéndose poco,

valorándose menos,

Desechando

lo importante

Comprando caro

lo insignificante.

 

Poco me importa,

Tengo la lluvia

Una taza de te

Y los muertos silenciosos

Que juguetean con mis sueños.

 

 

 

 

 

AQUÍ HAY NIÑOS QUE SE MARCHITAN

Mientras los jardines crecen.

Hay gente que dice amar

A las mismas esposas que por el día desconocen,

Por la noche utilizan y por las mañanas desprecian.

Ninfómanas fisgones y burócratas

Borrachos golpeadores y apolíticos

Agazapados en el clóset o el confesionario.

 

Aquí la gente rompe sus espejos

Para no horrorizarse.

Aquí, cielo, la gente besa las esposas

Y se abraza a los barrotes.

Para ser libre hace falta

una cuota de amor propio,

para el cual hace falta

una cuota de soledad,

y aquí la gente se tritura el alma

con cianuro y vidrio

para tomársela en sus licuados matutinos,

para soportar el trabajo.

Se matan un poco todos los días

Para acabar pronto.

Cerveza tras cerveza,

Cigarro tras cigarro,

Una hamburguesa de mc donald’s a la vez.

 

Yo, por ejemplo, mientras te espero

me aplasta mi propio peso.

Por eso detesto que no llegues,

Que me postergues indefinidamente;

Porque yo también me postergo

Y me dejo morir todos los días.

Y te odio como sólo me odio a mí mismo,

Con el mismo cariño que uso

Para arrancarme las costras de lágrimas.

 

 

 

 

 

VIVO SOLO EN ESTE CUERPO

Infectado de pasado y olvido.

A veces, sólo porque sí,

Me desvelo con los ojos en blanco.

Salgo de mi pecho con uñas y dientes,

De mi cabeza con taladros y martillos.

Me sumo, en esas cansadas noches blancas,

En bosques áridos,

En bosquejos de imágenes.

(Un castillo minucioso,

Ladrillo por ladrillo;

O una escalera sin fondo;

Andar sin parar, sin llegar.)

 

Fue sensato gritar en el vientre:

“Comienzo a morirme”

Pero todo eso terminó

Al deslizarme por la tierra

Raspándome la panza;

Al creerme vivo

Debajo de esta segunda piel de cal.

 

Mi cuerpo es cemento,

Mis huesos varillas,

Y una grava que corre por estas venas de PVC

Riega muerte hasta la masa de plastilina en mi cabeza.

 

Nunca sé si he sido

O si me engaño todas las noches

Intentando convencerme.

 

Forcejeo menos una vez que el cuerpo,

Roto de cansancio,

Ya no logra sujetarme,

Y soy el viento o soy la lluvia.

La hora ya no importa,

Me repelo:

Ya me di por muerto.

 

Esas noches,

la estatua de mi cuerpo

se queda sobre la cama,

y yo bebo en un bar

con parches en las alas.

 

 

 

 

ESTA VEZ NO ME PIDAS PERDÓN,

Vete de una puta vez.

¿Para qué otra vez el juego

De llenarme y vaciarme?

¿Para qué otra vez el prozac

Y los placebos de promesas?

Jugamos ya más de diez veces

El juego del mártir y la esquiva.

 

Vienes aquí justificando tu actitud

de niña mala por mi máscara de desalmado

y yo sigo sin pedirte nada

a cambio de llenar tus huecos de poesía.

 

Al final me quedo solo

Y tengo que reconstruirme,

Buscar esas perlas de mí mismo

En los labios de viejos amores;

voy recogiéndolas con los dientes

y cada una sabe a arsénico.

 

Luego recomienza el juego:

Después de cantinas laberínticas

En que voy dejando un recuerdo tuyo a la vez

Uno por cerveza, uno por borracha,

Vuelves con las lluvias

Y me amargas los versos;

Me abrigas de cariño un día

Para soltarme desnudo en la nieve al otro.

 

 

 

 

 

ME REHÚSO A ESE TRUEQUE CATÓLICO

De la vida real por una póstuma,

O a ese ímpetu budista de la concentración

Y el exterminio del deseo.

No se vive sin angustia

Ni se muere sin rencores.

 

Vivo un sueño

Que me arrancan

cada despertar

Para engraparme en el pecho

La pesadilla de todos;

No quiero estar

entre los que fingen

una vida de ensueño

pero se arrancan las uñas

para enterrárselas en los párpados

después de quedarse dormidos.

 

Yo también recurro al cine,

A los karts, a las cantinas,

Para sustituir una farsa por otra.

Busco la muerte, como todos,

Para incubar la esperanza

De saberme vivo.

 

Aún así, me rehúso al trueque:

A renunciar a mí mismo

Para ganarme esa vida que no quiero. 

 

 

 

 

 

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