La editorial española Valparaíso ediciones, dirigida por Javier Bozalongo, publicó recientemente “El cielo en la ventana” de la poeta salvadoreña Roxana Méndez (San Salvador, 1979). Este libro fue merecedor del primer Premio Alhambra de Poesía Americana para obra inédita. Ganadora en cuatro ocasiones del Premio Nacional de Poesía de su país, Méndez está considerada como la más relevante discípula de Claribel Alegría. En seguida un par de poemas del libro.
Primera imagen de Sudáfrica
Frente al hotel, un lago,
alrededor, cipreses griegos,
altos, delgados,
de un verde muy profundo.
Hay pájaros que jamás había visto,
como venidos de otro tiempo, y su bullicio
es el de una multitud de hace un siglo
o diez siglos. Su plumaje
es como el sedimento
que deja un atardecer sobre otro atardecer.
Lo que veo cuando les veo
tiene la consistencia
que poseen los sueños.
Me asomo a la ventana
y sé que este viento
proviene de la boca del león
y lo que escucho,
aunque no lo parezca, es un rugido.
Sobre el cuerno del elefante crece el alba.
En el lomo del Antílope
huye también el día.
Cuando llega la noche
el lago es el ojo frío
del asesino que espera su presa sin moverse.
Al caminar por su orilla
encontré una rana
que parecía haber muerto hacía mucho,
desde que el limo comenzó
a crecer sobre la superficie
de este lago más lejano
que todo lo que antes conocí.
Aunque no he visto demasiado,
comprendo que África no es Europa,
hacia dónde quiera que mire,
a toda hora, todo parece más real,
incluso el mundo…
Petición
Los años transcurrieron,
la naturaleza cayó a través
de la nieve y las hojas
y nada pudo detenerla.
Mi voz se ha vuelto suave
como el viento que una vez
era una tempestad
y se tornado brisa.
Lo has visto,
las hojas y la nieve han caído
y nada pudo detenerlas
y yo busqué tu voz
y pedía que vinieras hasta mí
para darme consejo
porque habían muchas otras voces
y mi vida cambiaba
y ese cambio era el desierto
en su inmensidad
y mi espíritu
se conmovía ante tal desolación.
Líbrame de los recuerdos otra vez.
Ya me has librado cada noche
pero hay algunos que aún vienen
y golpean como la lluvia
que mina la piedra
y no me deja conciliar los sueños.
Solo espero tu bendición
hasta ver de nuevo en mi rostro
tu propio rostro.