Foja de poesía No. 385: Marialuz Albuja

Presentamos, en exclusiva, algunos inéditos de la poeta ecuatoriana Marialuz Albuja (Quito, 1972). Ha publicado los poemarios Las naranjas y el marLlevo de la luna un rayoPaisaje de sal, La pendiente imposible, obra premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador y obtuvo, con Detrás de la brisa, mención de honor del premio César Dávila Andrade.

 

 

 

 

Háganse a un lado desertores de lo bello

quiero estar sola entre las uvas

y el ramaje

no vaya a ser que todo caiga en el olvido

sin yo guardar su nitidez,

sin celebrarla.

 

Cédanme espacio para el duelo

y no me miren

mientras beso la palmera

hundo las manos en los huecos del ciprés,

cierro los ojos.

 

Guarden silencio mientras salgo de esta casa

donde mis pies reconocieron la quietud.

Voy a abrigar

antes del fin

el paraíso.

 

Ahora pueden regodearse entre mis restos.

Han demostrado lo que soy.

 

Escarmenté.

 

 

 

 

 

 

 

El miedo me traspasaba con deleite

cuando venía el gato negro a pronunciar todos mis nombres

 

cuando asechaba tras de mí

para arrancarme.

 

Cómo volver

si hace ya tanto

los pájaros limpiaron las migajas del sendero

y las luciérnagas a cargo de alumbrar mi recorrido

fueron borrándose de a poco en el paisaje.

 

Si no ocurriese que la duda me persigue

ya ni siquiera intentaría recordar

 

pero  la niña sin escrúpulos que fui

deja sus huellas en el fango

escupe

llora

se revuelca

 

mientras aquella

la de los abuelos

viene a buscarme entre las sombras

todavía.

 

 

 

 

 

 

Concédeme la liviandad de la neblina

la luz de la abeja

el invisible despertar del páramo

 

y mi alma cantará tus alabanzas.

 

Desde la lengua más dichosa

la más libre

surgirán voces que hasta ahora no han hablado.

 

Concédeme el fluir de la palmera

su danza siempre abierta al resplandor

y extenderé todo mi ser sobre las aguas

para que impregnes por completo tus señales.

 

Descenderá la poesía con que tú me guiarás

en el estrecho precipicio de la duda.

Será banquete en mis entrañas

el vocablo pronunciado

con el soplo que le diste cuando nada estaba hecho

y  podré reconciliar en mi balcón

al colibrí que juguetea con su sombra

 

no temeré por el destino de la araña

que teje y teje

a la intemperie

su modesta perfección

sin importarle la belleza

o su contrario.

 

Ya nunca más preguntaré dónde mi casa.

El infinito acunará mis titubeos.

Galoparé, en pos de tu nombre,

a reencontrarme con la nube

con el pasto

con la ola.

 

Concédeme

Señor

lo que te pido

 

sin olvidar que en el dintel estará ella

esa muchacha que jugaba con el barro

aquella tarde en que perdió la liviandad de la neblina

la luz de la abeja

el invisible despertar del páramo…

 

Y entonces mi alma cantará tus alabanzas.

 

 

 

 

 

 

No sé si será la sangre galopándome en la espalda

o los tacones de la muerte

que no encuentra una salida y se despeña frente a mí.

 

Si hubiese conservado el arte de mirar hacia adentro

lo sabría

pero me nublan los mordiscos

de los cientos de pastillas y de gotas

derramadas  hace tanto  en mi caudal.

 

Si el bisabuelo aún viviera

escondería en su cajón la última pizca de morfina

-en confidencia de celoso boticario-

“para la nena”

pensaría en su sordera taciturna

y las estrellas sobre el domo de la estancia

habrían roto coordenadas al mirar mi levedad.

 

Mas quién me iba a comprender ese dolor

si en la niñez la vida es algo irrefutable.

 

La bisabuela en su ataúd bajo la cama

vino a tocar oscuridades compartidas

dispuesta, yo,

por temor o por simpleza

a guardarle secretos que quiso, también,

confesar.

 

Ahora no sé si fue buena idea comprometerme.

El espanto que llevo en las manos

agita palabras voraces.

Si no las atiendo

me olvidan.

 

Semejante orfandad no otra vez.

 

 

 

 

 

 

Como una perra que ha perdido el rumbo

salgo a explorar los restos de mi casa.

Siento su olor desde la lejanía.

En los retazos del jardín

veo la sombra del esposo

y me descubro

igual que siempre

tras la higuera.

 

Donde una vez se levantaba el parque

hay un tropel de oscuridad.

Recapitulo las esquinas

mas no puedo

especular dónde los muros, los cerrojos

o aquella reja blanca, que al abrirse,

hacía entrar la tierra en un respiro.

 

No encuentro el camino a la escuela

y esto, en particular, me mata.

Comienzo a hurgar en los escombros

sin esconder mi desnudez, sin un temor a que se note

escarbo, llamo.

 

Entonces logro vislumbrar la cafetera

junto al tiesto de flores

y cada cosa, donde estaba, reaparece.

 

Veo correr a mis pequeños.

Desde un sillón

el padre ríe y los observa

pero un sablazo me traspone punta a punta.

Huí del agua del hogar.

Despedacé, sin darme cuenta,

el universo.

 

 

 

 

 

a G.

Más allá del páramo

donde los gallinazos entretienen la mirada

antes de anclar su soledad a la ventisca

una no sabe si podrán cerrar los ojos

para verse

si un sonido de campana  de repente los lastima

si acaso su sangre en remolino se agolpa

cada vez que la garúa desdibuja la montaña

y si entonces morirán de pena

si aquel eterno picoteo de la ruina

algo de pulcro dejará en sus paladares

algo de triste

de insaciable

de sombrío

cuando la luz se desmorona en el remanso de las nubes

y ellos atrapan, consumada, la belleza.

 

Oscuros ángeles que marcan el sendero

si por el filo de la muerte me encamino.

Con sus señales he logrado desandar la destrucción

volver intacta.

Pero esta noche no será.

Llevo una soga entre las manos

y me esperan.

 

 

 

 

 

Datos vitales

Marialuz Albuja (Quito, 1972). Magíster en Estudios de la Cultura con Mención en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar, Llevo de la luna un rayo, Paisaje de sal, La pendiente imposible, obra premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador y obtuvo, con Detrás de la brisa, mención de honor del premio César Dávila Andrade. Su obra está parcialmente traducida al inglés, portugués, francés y euskera. Forma parte de antologías y publicaciones en América Latina y Europa. Vive en el Ecuador, donde trabaja como traductora del inglés y del francés.

 

 

 

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