Presentamos un relato de la narradora ecuatoriana Daniela Rizzo (Quito, 1987). Escribe de cuento, reseña y ensayo literarios. Escribe una columna en la revista BG Magazine de la ciudad de Cuenca (Ecuador) y ha participado en Vanguardia y Ecuador Infinito. Actualmente, estudia la maestría en Estudios de la Cultura con especialidad en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito. Su blog es loinquieto.com.
En la laguna de Colta
A los patos de la laguna de Colta no les gusta que les digan “andinos”; se sienten inferiores. Sí, es notorio que son distintos. Tienen picos de colores neón: celeste, amarillo, turquesa. Pero ellos siempre quisieron ser aves migratorias, volar al norte durante el invierno y nadar en el Mississipi. Pero no quieren sentirse los raros de allá, y mucho menos los “andinos”. Además, aún no aprenden a volar.
Pero es que lo único lindo que hacen es sumergirse para comer algas, luego se pelean entre sí y en sus broncas alzan vuelo unos treinta centímetros sobre el agua. ¡Treinta centímetros! Así, poco a poco, entrenan para ir al norte.
En la laguna también nadan algunos pájaros chiquitos de color marrón. Ellos vienen del sur. Se llaman praderitos canela -qué nombre tan ridículo-. Estas aves enclenques se creen argentinas, sin darse cuenta de que viven la mitad del año en Colta, allí con los “andinos”.
Pero los patos no quieren ser praderitos canela, ellos quieren el norte. En el lago también viven garzas y contra ellas no pueden competir: blancas, enormes y famosas. Por suerte hay pocas garzas, pero con las que hay ya tienen suficiente.
Los turistas franceses se suben a un bote, recorren los tres kilómetros de laguna y toman mil fotos de los patos andinos, embelesados. Hasta que asoma una garza, y al diablo los patos. Para colmo, las garzas sí vuelan.
Pero ya van a ver esas pajarracas, los patos están planeando la revancha: picotear sus blancas alas, ahogar sus largas cabezas. Y seguro caerá más de un pato en la batalla, pero no importa porque ellos son miles. Las garzas amanecerán con las plumas sucias, serán patos como ellos.
Dos días más tarde, el alcalde de Colta hizo una llamada al Ministerio de Turismo. ¿Qué pasó? Se murieron las garzas, los patos se hicieron carnívoros, algunos de ellos atacaron a los turistas y hasta quisieron meterse en sus maletas y autos. Desde entonces se inauguró un nuevo atractivo en Colta: la caza deportiva del pato andino.
Datos vitales
Daniela Rizzo (Quito, 1987) Estudió Comunicación y Literatura en la Universidad Católica de Quito. Escribe de cuento, reseña y ensayo literarios. Escribe una columna en la revista BG Magazine de la ciudad de Cuenca (Ecuador) y ha participado en Vanguardia y Ecuador Infinito. Actualmente, estudia la maestría en Estudios de la Cultura con especialidad en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito. Su blog es loinquieto.com.