Álvaro Solís, Premio Alhambra de Poesía Americana 2013 (obra publicada)

El poeta mexicano Álvaro Solís (1974) ha recibido el Premio Alhambra de Poesía Americana que convocan el Patronato de la Alhambra y el Generalife junto al Festival Internacional de Poesía y Valparaíso Ediciones. Presentamos aquí tres poemas del libro. Solís es una de las voces más sólidas de su generación en México. Ha merecido distinciones como el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2006 y el Premio Nacional Clemencia Isaura de Poesía 2007.

 

 

 

 

 

LA NOCHE ENTERA

 

 

Fuensanta:

¿tú conoces el mar?

dicen que es menos grande y menos hondo

que el pesar.

Ramón López Velarde

 

 

I

 

Nunca miramos el mar,

nunca nos detuvimos a mirarlo inalcanzable.

su furia contenida por años ruge sin parar y las palmeras inmóviles,

oleadas de sofocación, cortinas, entrecerradas ventanas.

Tanto calor como para fundar diez mil infiernos;

arden las paredes y mi cabeza arde en las brazas de este tiempo.

 

Nunca miramos el mar, nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.

 

 

 

II

 

Apoyado en la ventana te esperé la noche entera.

La noche era un camino que no se podía recorrer con calma,

extendía sus fronteras hacia donde no era posible esperar.

Porque el corazón no puede soportar las heridas que produce la esperanza,

la noche era un sesgo que nunca aprendí a tomar con sigilo.

 

Tú me atormentabas diciendo que llegarías más tarde

con la indiferencia que se da la hora a algún desconocido.

Mi corazón era un volcán extinto que de repente exhala pequeñas fumarolas recordando el tiempo de erupción.

Pero aquel día mi paso fue más lento, y llegué tarde,

me esperabas con los jeans color rosa y tu cinta para el cabello y tus zapatos,

y tu bolso de mano y tu llavero y los rasgos de tu blusa y tu indiferencia del mismo color.

Parecías no advertir que te miraba,  y pensé que estabas sola, que no esperabas,

que estabas muy lejos de casa, de los sabores resecos del invierno,

que no pertenecías a nadie, ni a ti misma,

mientras te maquillabas sin prisa mirándote al espejo y agachabas la cabeza como avergonzada.

Ese día llegué tarde pero hicimos el amor con toda calma,

luego te pusiste mi camisa color vino

y pedimos comida china, relucían tus blancas piernas donde yo recostaba mi cabeza para recordar tu gesto entristecido de la espera.

 

Porque la noche extiende sus dominios sobre todos los que anhelan el retorno de alguien que nunca volverá,

mi corazón contiene aun las furias de aquel mar que siempre nos fue inalcanzable.

Nunca miramos el mar,

nunca entrecerramos los ojos para mirar el mar de abril.

 

 

 

 

 

 

Styx

 

Largo, lo que se dice hondo,

es el cauce de los ríos que no llegan al mar

y llevan en sus aguas a todos nuestros muertos.

Hondo, lo que se dice largo,

es el río que no abandona su cuenca.

 

Largo y hondo, lo que se dice ancho,

es el río que lleva a la amargura,

invisible por debajo de las calles

en el dolor de la madre que ha perdido a su hijo,

en el dolor del hijo que nunca conocerá a su madre.

 

Largo, hondo, lo que se dice invisible,

recorriendo el tiempo de la vida cotidiana,

la luz de los semáforos,

y en las llantas desgastadas de la ira,

río, invisible río,

que de tan hondo, que de tan largo

parece no llegar y llega.

 

Largo, lo que se dice hondo,

hondo, lo que se dice turbio,

amargo es el río que será necesario cruzar cuando anochezca.

 

 

 

 

 

 

Finalmente

Persiste, no en la flama,
sino en la desnuda luz que no calienta.
No en la luz de las antorchas
que incendia la mano que la porta.
Es otra luz que no enceniza
ni transforma lo sólido en etéreo.
Persiste, en la luz de la vela que está lejos,
que no puede apagarse ya con el aliento.
Persiste, no en el vaso,
ni en la arisca gota de la lluvia,
no en el río.
Es otra el agua que llena estos depósitos ocultos en el cuerpo.
Persiste, en el mar que se oculta a la mirada.

 

 

 

 

 

 

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