Presentamos, en el marco del dossier Patria adentro. Antología de poesía venezolana, preparado por Luis Perozo Cervantes, el trabajo de una poeta de marcado erotismo durante la primera mitad del siglo XX: María Calaño (Maracaibo 1903- Caracas 1955). En 2008 Monte Ávila publicó su Obra completa.
El hallazgo
Hoy me lo he hallado
en el camino
y cosas tan buenas me ha contado
que vengo embriagada
como un vino…
Cuando se es campesina
y se presenta el amor
no se puede decir nada.
Ya mi voz está menguada
por una garra divina
de temblor.
Y por nada diera
este hondo rubor
que me lame como una hoguera,
lengua de destino, brujería de amor.
Hoy me lo he hallado
en el camino:
me probó con gusto como a los frutos sanos,
y yo no hice otra cosa
que quedar temblorosa,
deshojada como una rosa
en sus manos.
Carne
Carne.
Difunde el aliento
De tu pecado más hermoso:
Tú eres como un como un jardín.
Vacíate
En el que quiebra
El tapiz de oro de tus vellos.
Dócil
Como las criaturas que esperan a Dios.
Prende
Como rosas desnudas
Las cien cabelleras desordenadas.
Carne…!Carne mía!,
Intensamente llama,
Intranquila, poseedora:
¡abre!
Tú eres como un jardín…
¡Tenerme, tenerme toda!
Tenerme
es algo más que este clima de noches blancas,
flotando en mi alegre vestidura.
Tener mis brazos cargados de leyendas
de cauces misteriosos, de islas
y de niños errantes que me piden el pecho.
Y tener todos mis momentos
los que elevados en gritos
hicieron de mi carne su tejido.
Y esta pincelada de lunas nuevas
que bajo los hombres
tiene el propio sabor de la vida
¡Tenerme, tenerme toda!
Aún para las dulces siegas
mi vientre está elevado…
¡Ay!, que soy solo esto:
tierra pegada a la tierra,
cielo que me circunda, y me huye, y me alumbra.
Escalerilla de niños
casa de azúcar…
ya no te gustaría otra mujer.
Había olvidado las muñecas
por venirme con él.
De puntillas,
conteniendo el aliento
me alejé de mis niñas de trapo
por no despertarlas…
Ya me iba a colgar de su brazo,
a cantar y bailar
y a sentirme ceñida con él:
como si a la vida
le nacieran ensueños!
Yo no llevaba corona,
pero iban mis manos colmadas
de bejucos floridos de campo,
de alegría, de amor, de fragancias.
Muchas noches pasaron encima
de aquella honda pureza sagrada.
Todo el cielo volcado en nosotros!
Había olvidado las muñecas.
Ahora él se ha ido.
Lo mismo.
Despacito, por no despertarme…
De lejos vine
Para verme con él.
Y ha pasado por mi lado
Sin notarme….
El sol se echaba sobre el mundo
Y nos alumbraba.
Con toda aquella luz,
¿Cómo no vio mi alegría?
Yo había venido con el viento.
Corriendo,
Sofocada,
La blusa abierta…
Fue cuando su mirada
Pasó sobre mi pecho.
¿Tantos siglos llevan encima
Las cosas conocidas?
De lejos vine
Para vernos.
Y él me miró
Sin verme.
¿Para quién entonces
He podido conservarme virgen?
Poema del destino fundamental
Es amor.
Es lo que no me deja morir.
¿Quién ve en mis grandes delirios
temibles celadas,
carne, desatinos?
Por mis muslos claros
la tierra cumple su destino.
Corre la delicia.
Se padece el gozo.
Y es como espejo
de agua deslumbrada sobre un altar antiguo,
este regazo mío
colmado de niños
en la pleamar del mundo.
¡Qué feliz soy
dentro de la alegría universal!
Envejeciendo junto a los árboles
me dispersaré
sin perder este júbilo.
Para leer la introducción que vertebra esta antología sigue el enlace
Datos vitales
María Calcaño (Maracaibo. 1906 / Caracas. 1955). Ha publicado Alas fatales (1935), Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956), Entre la luna y los hombres (1960), La hermética maravillada (2008).