Poesía venezolana: Rafael Cadenas

Presentamos, en el marco del dossier Patria adentro. Antología de poesía venezolana, preparado por Luis Perozo Cervantes, el trabajo de Rafael Cadenas (Barquisimeto. 1930), quizás el mayor referente de la poesía de Venezuela en nuestros días. Ha recibido, entre otros, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y el Premio Nacional de Literatura en su país.

 

 

 

 

Derrota

Yo que no he tenido nunca un oficio

que ante todo competidor me he sentido débil

que perdí los mejores títulos para la vida

que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)

que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos

que me arrimo a las paredes para no caer del todo

que soy objeto de risa para mí mismo

que creí que mi padre era eterno

que he sido humillado por profesores de literatura

que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada

que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida

que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo

que tengo vergüenza por actos que no he cometido

que poco me ha faltado para echar a correr por la calle

que he perdido un centro que nunca tuve

que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo

que no encontraré nunca quién me soporte

que fui preterido en aras de personas más miserables que yo

que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces
más burlado en mi ridícula ambición

que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo

(“Ud. es muy quedado, avíspese despierte”)

que nunca podré viajar a la India

que he recibido favores sin dar nada a cambio

que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma

que me dejo llevar por los otros

que no tengo personalidad ni quiero tenerla

que todo el día tapo mi rebelión

que no me he ido a las guerrillas

que no he hecho nada por mi pueblo

que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras

cuya enumeración sería interminable

que no puedo salir de mi prisión

que he sido dado de baja en todas partes por inútil

que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno

que me niego a reconocer los hechos

que siempre babeo sobre mi historia

que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento

que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo

que no lloro cuando siento deseos de hacerlo

que llego tarde a todo

que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas

que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable

que no soy lo que soy ni lo que no soy

que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas

haya sido humilde hasta igualarme a las piedras

que he vivido quince años en el mismo círculo

que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado

que nunca usaré corbata

que no encuentro mi cuerpo

que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,

barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,

mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente

me suicido al alcance de la mano

me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros

y de mí hasta el día del juicio final.

 

 

 

 

 

Ars poética

 

Que cada palabra lleve lo que dice.

Que sea como el temblor que la sostiene.

Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni

añadir brillos a lo que es.

Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.

Seamos reales.

Quiero exactitudes aterradoras.

Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis

palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame

la impostura, restriégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.

Enloquezco por corresponderme.

Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

 

 

 

 

 

 

Fracaso

 

Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.

Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,

difícil de entreleer es tu letra.

Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje

que traías, más precioso que todos los triunfos.

Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para

salvarme.

Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles

éxitos, me has quitado salidas.

Era a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.

De puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches

me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.

Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer

prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios suicidas.

Tú siempre has venido al quite.

Sí, tu cuerpo llagado, escupido, odioso, me ha recibido en mi más

pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.

Por locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.

Tú no existes.

Has sido inventado por la delirante soberbia.

 

¡Cuánto te debo!

Me levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla, cediéndome las armas que el triunfo abandona.

Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja.

Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel, mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios, reñir por jerarquías, inflarme hasta reventar.

 

Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.

Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.

Me has brindado sólo desnudez.

Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú mismo traías el cauterio!, pero también me diste la alegría de no temerte.

Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.

Gracias a ti que me has privado de hinchazones.

Gracias por la riqueza a que me has obligado.

Gracias por construir con barro mi morada.

Gracias por apartarme.

Gracias

 

 

 

 

 

Fanáticos

El odio, el portero atroz, nos deja a la intemperie.

Las palabras las dice el odio, el odio los usa, el odio los maneja.

No tienen espacio. Nada cabe allí salvo ese amo incansable.

Sus uñas tenaces, sus ojos ausentes, sus bocas con altavoces obsesivos horadan la piel del mundo.

 

 

 

 

 

 

 

DESTRUYE

la retórica del amante

y hazlo venir a pie, desnudo, sin arrimo,

a tu recio descampado.

Que pruebe a sostenerse ahí,

que sienta tu frío,

que vele.

 

 

 

 

 

PARA LEER LA INTRODUCCIÓN QUE VERTEBRA ESTA ANTOLOGÍA SIGUE ESTE ENLACE

 

 

Datos vitales

Rafael Cadenas (Barquisimeto. 1930). Ha escrito Cantos iniciales (1946), Una isla (1958), Los cuadernos del destierro (1960, 2001), «Derrota» (1963), Falsas maniobras (1966), Intemperie (1977), Memorial (1977), Amante (1983), Dichos (1992), Gestiones (1992), Antología 1958-1993 (1996), Poemas selectos (2004), El taller de al lado (2005) y Sobre abierto (2012).

 

 

 

También puedes leer