Recientemente la editorial española Valparaíso ha publicado, por primera vez en español, el trabajo del poeta bosnio Izet Sarajlic, espléndidamente traducido por Fernando Valverde. El libro da cuenta de los poemas escritos durante la guerra. Desgarradores, desesperados y plenos de humanidad, los poemas de Sarajlic son de necesaria lectura. Aquí una reseña
Autor. Izet Sarajlic (Doboj, 1930-Sarajevo, 2002).
Prólogo y selección. Fernando Valverde.
Editorial. Valparaíso Ediciones
Páginas. 92
Precio. 10 euros
GRANADA. La editorial granadina Valparaíso acaba de publicar Sarajevo, del poeta IzetSarajlic (Doboj, 1930-Sarajevo, 2002), una antología y prólogo firmada por Fernando Valverde, en la que se recogen los poemas del autor bosnio escritos durante los 1,336 días de sitio a la ciudad, una de las más castigadas durante el conflicto yugoslavo. El cerco a Sarajevo superó siete veces al de Stalingrado durante la II Guerra Mundial. En los poemas recogidos por el poeta granadino Fernando Valverde se encuentran las vivencias extremas de Izet Sarajlic.
La antología constituye la colección más completa publicada en español de los poemas escritos por Sarajlic durante y sobre la guerra. Los versos están marcados por sucesos como la muerte de sus dos hermanas, a las que tuvo que enterrar de forma clandestina con sus propias manos, la traición de muchos de sus amigos serbios, que disparaban sobre la ciudad desde las colinas, entre ellos el mismísimo Radovan Karadzic, y el sufrimiento de los santos de Sarajevo.
En palabras de Valverde “la poesía clara y sencilla de Sarajlic es el mayor testimonio poético de la Guerra de Bosnia”. “Salpicados por una fina ironía, de un conmovedor amor por los otros y de una resignación heroica, sus poemas son la narración desnuda de su dolor, símbolo de la tragedia de todo un pueblo”, añadió el antólogo.
“Ser el poeta de una ciudad como Sarajevo, tan tocada por la muerte y la desolación, atravesada por las desgracias y el sufrimiento, muestra de los dos extremos de la fragilidad, de la dignidad humana, sólo podía corresponderle a un hombre sencillo, de paso lento, acostumbrado a mirar con curiosidad y a viajar en tranvía”, comentó Fernando Valverde.
El poeta granadino se sirve de Boccia para señalar el tono de la poesía de Sarajlic, su espíritu: “En su poesía no hay odio contra ningún pueblo. No existen las culpas colectivas, ni tan siquiera en los poemas escritos durante el asedio, mientras su familia era asesinada. Conseguir evitar la trampa de la rabia justa no es simple, sobretodo cuando se produce una injusticia tan grande. Izet amaba Italia, aunque su hermano a los diecinueve años fuera fusilado por los ocupantes italianos. Por los fascistas, precisaba, no por los italianos”.
“Cuando estalló la guerra, la posición de Sarajlic le permitía abandonar la ciudad. Muchos de sus amigos, en especial los poetas italianos a los que se sentía tan unido, le ofrecieron dejar el país. Pero Sarajlic no iba a marcharse, no podía marcharse. La ciudad se había convertido en uno de los motivos de su existencia, en otro gran amor”, relató Valverde. “Mikika y Sarajevo, Sarajevo y Mikika… y su hija Tamara y su nieto Vladimir. Además de sus hermanas, Raza y Nina. Todo lo que él quería estaba en Sarajevo: los tranvías, los puentes, su pequeña ventana al cementerio judío, sus paseos por las colinas en las que un día recogió flores”, añadió el poeta granadino para explicar el espíritu del autor bosnio.
Durante la guerra, el momento más doloroso que tuvo que afrontar Sarajlic fue la muerte de sus hermanas. Con una diferencia de cincuenta días las enterró a las dos, con sus propias manos. Sobre la pérdida de sus hermanas, víctimas de las necesidades de la guerra, escribió algunos de sus poemas más emotivos y desgarradores. “En ellos –señaló Valverde- el tono testimonial se convierte en una narración desnuda de su dolor, de un dolor que se iba a convertir en símbolo de un pueblo”.
Su poesía se hará libre, “se vuelve muy explícita, tanto que primero impacta para después conmover. Sus versos dejan de ser delicados para procurar el efecto de un bombardeo, un ramo de emociones, de luces en plena oscuridad, que provocan la ceguera después de la belleza o justo lo contrario”, resumió el antólogo granadino.