Presentamos, en versión de Erika Reginato, la poesía de Tiziano Broggiato (Vicenza,1953). Por el poemario Parca lux (Marsilio, Venezia, 2001) mereció el Premio Montale 2002 y el Premio dell’Unione Lettori Italiani 2002. También ha publicado Anticipo della notte (Marietti, Milano, 2006) e Dieci poesie (Almanacco dello Specchio n°3, Mondadori, Milano, 2007). Preparó la antología Canti dall’universo – Dodici poeti italiani degli anni ottanta (Marcos y Marcos, Milano, 1988).
Casa latina
En realidad esta luz de octubre
jamás ha existido: nadie
ha golpeado nuestro vidrio para
invitarnos al rito del agua.
– Cualquier cosa podrá acontecer – promete
Por las seis horas trascurriadas en Milán
en forcejear, la joven luna
intenta en su ángulo sombrío
devorarse los frescos contornos
los pasos del regreso.
En el esfuerzo interrumpe el recorrido
se deja alcanzar por mi liquido.
– Atravesemos la estatua, lograremos
tocarnos – propone con un hilo
de voz detrás del timbre del veinte.
Más allá de la cortina, el paisaje
se prolonga seguro y con una dirección
preestablecida.
Como con un dedo apuntando y como al decir.
– Es todo. Es cada uno –
Es más, ella, obstinada, no divisa
el paisaje, el destello en la
pared de la única luz.
En las fisuras de esta tierra móvil
aún se distingue rientra surge
el enlace de las llaves
la real procedencia del sonido.
El contagio de Celan
Los trenes de la noche
son secos chasquidos de látigo
sobre los párpados de los ninos
alineados en Czernowitz.
Se difunden
en los vagones blindados
sus sollozos ininterrumpidos:
tal vez ellos saben o han intuido
la cercania de los guardias.
Dentro de poco
idénticas extraordinarias falenas
vendran introducidas en el vientre de la fiera
hacia la carrera mas breve :
hacia la luz definitiva
cuando
mutadas en extraviadas alas negras
subiràn para siempre al cielo más cálido
de otra
devastada Varsovia.
Confidencia en el Monte Berico
A veces, si lo pienso,
me parece ser un sepulturero
o alguien del pueblo del rio
que por costumbre ha aprendido
a caminar sobre el agua
o
todavía
un viajero perdido y a oscuras
que rodea indemne la vida
entre los mas jóvenes caidos
o lisiados
o extraidos de la orilla del pigmento
de los predestinados.
Tú
que una sonrisa por fin nos concedes a todos
sabes que en cambio es en aquel poco de unguento
que cada primer domingo del mes
me renuevas
el secreto que me hace estar
de la otra parte del mar.
La primera casa
La hemos visto juntos
a través de las rejillas del portón
sofocada por la hiedra,
me primera casa: los muros negros
por el musgo y por las plantas muertas
y negros los porticos carcomidos
separados como si un incendio
los tubiera envuelto y después evitado.
Hay zarzas y maleza alta
ahora
en el lugar del jardín de azaleas
y de verbenas que estaban en el frente
también se ha desplomado el cobertizo
en el cual una tarde
hice caer a mi hermana
para verificar su ductilidad
de niña gorda.
Y también he reconocido entre otras cosas
el manzano blanco donde me encaramaba
a los seis anos para convertirme
en el infalible tirador
que desde arriba apuntaba con la cerbatana
a cualquier frecuentador de la corte.
– Traspasarías la frontera ? – me pregunta ella
tomándome por sorpresa. – Hay un aire como
de pena en tu mirada –
No, pienso sin responderle,
no es ese el lugar de paz
que quisiera volver a encontrar.
Porque aquel es un mundo sólo de sombras ahora
de fantasmas afligidos
nidificados en cada fisura.
Porque los vivos que recuerdo
para mi
ya están todos muertos.