Sobre Sarajevo de Izet Sarajlić

Adrián Romero Rodríguez reseña Sarajevo del poeta bosnio Izet Zarajlić (1930-2002), recién traducido por primera vez al español por el poeta granadino Fernando Valverde y publicado bajo el sello de Valparaíso Ediciones. Se trata de un libro que, desde la poesía, da cuenta del terror de la guerra de los balcanes y dimensiona la magnitud de esa tragedia. Se trata del libro más impactante publicado en lo que va de 2013.

 

 

 

 

 

Sarajevo

[Vida>Arte]

Bolaño veía que lo único que nos queda es el viaje, la literatura y el sexo. El viaje es una reafirmación de la vida y un balanceo con la muerte. Sólo el arte, junto con el horror, nos puede sacar de la enfermedad del aburrimiento. Esto puede verse claramente con la obra y la vida de Izet Sarajlić. Él, a pesar de quedarse en Sarajevo, conoció esa reafirmación y ese balanceo. Los conoció con la permanencia en su ciudad amada mientras era destruida por la guerra. El horror de ver cómo poco a poco se va perdiendo todo. Con esto, sin haberlo pretendido, conoció lo nuevo, saltó al abismo. Este meter la cabeza en lo desconocido fue el material vital que le ayudó en la construcción de su poesía.

En esta antología, Sarajevo, traducida y prologada por Fernando Valverde, encontramos una poesía que se alimenta de la vida. No existe una ruptura entre estos dos planos, sino una prolongación de la vida en la poesía. El arte contesta a la tradición literaria y artística (es respuesta a muchos discursos) y a la vida. El autor toma una gran cantidad de elementos vitales para la voz de su sujeto poético. Con ello no se afirma el imperio del Autor del que habla Barthes. Los poemas son autónomos, no se subordinan a la vida del autor. Pero parece como si algunas vivencias estuvieran dirigidas hacia el poema.

Varios son los motivos y los arranques de los poemas de Sarajlić. La profanación de los espacios es uno de ellos. El espacio que se consagra debido al afecto es transformado por elementos transgresores como ocurre con el poema Una granada lanzada desde el Mrkovići. “Desde hace treinta horas/ las granadas/ llueven sobre nosotros desde todas partes.// Una de ellas/ ha sobrevolado/ este poema.// Ha sido lanzada desde el Mrkovići/ donde antes de la guerra cogía margaritas/ con la mujer que amo.” La transgresión de la ciudad es un tema recurrente. Y no sólo de la ciudad como espacio sino como conjunto de personas y normas que hacen que se vinculen entre sí.

Existe un tono narrativo y de habla común presente en todos los poemas, como bien lo marca Valverde. A partir de este tono se construyen imágenes absurdas o terribles. Ambas, reflejos de un cambio en los valores  provocado por la guerra; en el sentido de que lo atroz deja de serlo porque ahora algo triplemente atroz existe. Imágenes que se desprenden de un lenguaje a veces casi irónico. También, estas imágenes, servirán de sustento para mostrar la inminencia de la muerte en la guerra. Esta guerra que es absurda, arrebata todo y lo vuelve agónico. La imagen del horror de la guerra posee un sentido de denuncia.

La pérdida ocurre en los dos grandes amores de Sarajlić: la ciudad y la familia. La transgresión de la ciudad y la disminución de la familia conllevan a una pérdida de la identidad del sujeto. Se es resistente a esta transformación. Sarajlić nos dice, tras la pérdida de sus hermanas, que él no puede “vivir sin ser hermano”. La reafirmación de la vida implica un cambio constante. Este cambio es no deseado. La desolación se va apoderando de él, hasta llegar a estar en un estado de Perro callejero.

El motivo del poeta se encuentra en la vida. El material es aquello que Octavio Paz llama lo poético. La función del poeta no sólo es meter la cabeza en lo desconocido sino firmar ello, llevarlo a la página. “Antes de la guerra,/ te prometí un poema/ sobre Sarajevo.// Aquel último día que te vi/ lo escribiste tú mismo,/ mientras llorabas delante de las cámaras de televisión/ por la ciudad destruida.// A mí sólo me queda firmarlo.” A lo poético, estado bruto, necesita dársele forma para que sea poesía. Existe un papel del poeta y es el de la transformación. Así encontramos que el poeta es un filtro.

Pero que algunos sucesos estén dirigidos al libro no significa una preferencia del arte sobre la vida sino lo contrario. (La vida se privilegia no sólo por ser lo poético, sino porque es el sustento de todo). El arte es una estampa de la vida. La vida no necesariamente está destinada a la poesía. El suceso importa más que su estampa “y el arte,/que para mí era todo,/ el arte,/ créanme,/ no es demasiado importante”. La revelación de la importancia de la vida sólo puedo darse en un periodo donde la vida peligra. El balanceo con la muerte, su inminencia, su presencia que recorrió a Sarajevo, hace que la vida brille.

Arriba mencioné que el arte es una estampa. También que uno de los motivos con los cuales arranca el poema es la profanación de los espacios amados. Sin embargo en oposición a ello, encontramos en otros poemas la conservación de estos espacios.

El arte tiene la función de preservar ciertos estados poéticos. Este a su vez puede ser una repuesta a la vida o al arte. Algunos de los poemas que presenta Sarajevo se abren con una cita del mismo poeta. En lugar de una reescritura existe una contestación. A la vida también se le responde en el poema. Las pasiones no sólo son material de construcción sino que afectan en el trabajo.

La poesía es un espacio que tiene usos múltiples para Sarajlić. Hemos nombrado que es una respuesta, es estampa, es denuncia, es una prolongación de la vida. Luego de la muerte de su mujer la poesía también servirá como espacio donde se cumplen deseos. No, mejor dicho, se realizan acciones. Lo ausente se hace presente y cobra fuerza performativa. Un decir que es más que un hacer. Ante la imposibilidad de pasear junto a la orilla del río, le dice a la amada: “Ven, paseemos al menos por este poema.” O también como en este otro que se llama Besar a los amigos: “En realidad yo lo he hecho/ delante del hotel Plaza en Salerno./ no veo la razón para no hacerlo también en un poema”.

 

 

 

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